Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 103

Luego, el cuerpo de marineros llegó apresuradamente, llevando al médico en el lomo de titán. Al saber que el viaje a la isla había sido en vano, suspiró con pesar. Kira, por su parte, se sintió un poco culpable por haber olvidado completamente su presencia.

El médico, que había estado ocupado todo el día, finalmente inspeccionó a Hipólito, a las guerreras amazónicas, y a todos los demás. Aunque todos tenían moretones y rasguños, no parecía haber ninguna lesión grave.

La capitana de los marineros, Quidna, visitó la colina una vez que las cosas en la ciudad se habían calmado. Después de consultar con el mensajero del palacio, escoltó a los prisioneros a la isla.

La mansión de Orión, que había estado ruidosa por un tiempo, finalmente regresó a la normalidad. El mensajero trajo más noticias más tarde. En cuanto a los prisioneros, se decidió que serían retenidos en la posada bajo vigilancia, ya que aún había que decidir cómo lidiar con su responsabilidad por el incendio.

Orión, al escuchar las noticias, se burló un poco diciendo.

—No lo sé, pero me encantaría ver cómo se pelea con sus furiosas subordinadas en casa. Lo mejor sería que las guerreras amazonas se hartaran de todo esto y regresaran por donde vinieron.

A pesar de la burla, Orión no parecía estar de buen humor. Aunque nunca había sido un fanático de Hipólito, últimamente sentía una hostilidad creciente hacia él, lo que hizo que Kira se preguntara si los dos habían tenido una gran pelea sin que ella se enterara.

Poco después, en un día que parecía haber vuelto a la calma, Orión hizo un anuncio inesperado. Fue tan repentino que Kira, sin saber nada, estaba preparándose para dormir en la cama de ambos. Pero, mientras la observaba desde lejos, Orión de repente habló.

—Tenemos que dormir separados por un tiempo.

La inesperada declaración hizo que Kira se detuviera de inmediato, con el rostro todavía enterrado en la manta de verano. Se levantó de un salto, con cara de confusión y un atisbo de tristeza, y preguntó:

—¿Por qué? ¿Por qué?

—Vamos, no llores. Esto no es un gran problema…

Dijo Orión, sorprendido por la reacción de Kira. Se alejó de la puerta y, con un rápido movimiento, se acercó a la cama, caminando hacia ella quien se encontraba de rodillas sobre la cama.

Se inclinó para hablar en un tono más suave, tratando de calmarla:

—Escucha. Será muy caluroso el dormir juntos.

No era una excusa sin fundamento. El tiempo había pasado mientras ella estaba ocupada con Hipólito, y ya el calendario había avanzado, cambiando el mes. Kira, con una voz ligeramente ronca, respondió:

—Sí, de Targelion (mayo) a Skiroforion (junio)...

—Exacto. El calor ha llegado este año nuevo, y cuando llegue Hecatombion (julio), será aún peor. Ya lo sabes.

En Grecia, el año nuevo era una época de sol abrasador, clima seco, y festivales, rituales y representaciones teatrales por todas partes. La gente estaba ocupada organizando el final del año y preparándose para el nuevo, sudando en el proceso.

Orión, viendo la expresión triste de Kira, pasó su gran mano por su cabello, acariciándola.

—Lo que trato de decir es que, cuando duermes con alguien tan grande como yo, realmente hace mucho calor. Estoy preocupado, por eso te lo digo.

—Por la noche no hace tanto calor. Si me ducho con agua fría no habrá problema.

—Sabía que ibas a decir eso. Bueno, el calor se puede resolver con un baño, pero tengo otro motivo para decirte esto

Hoy, Orión estaba hablando con más cuidado de lo habitual. Kira, aunque desconfiaba de sus intenciones, lo miró, intrigada por el motivo detrás de sus palabras.

—¿Cuál?

—Es mejor escucharlo directamente de la persona involucrada."

—¿La persona involucrada? ¿No eres tú?

—No. Llama a la mujer que tiene el cabello corto. Tu sirvienta.

Kira se quedó sorprendida por la mención de Hatsha en esta conversación. Aunque no le apetecía hacerlo en plena noche, salió al pasillo y la llamó en voz alta. Hatsha, sin mostrar molestia, se acercó rápidamente y se arrodilló ante Kira.

Al escuchar lo que tenía que decir, Hatsha, con una ligera emoción, se inclinó ante Orión.

—¡Qué bueno que lo entienda! Honestamente, si no fuera por Lady Kira, nunca habría querido acercarme a un hombre tan enorme como usted. Perdóneme por eso.

—¿De verdad me consideraste así todo este tiempo? …Olvídalo. Basta de palabras innecesarias, mejor ve al grano.

—Perdón, Lady Kira. Debería haber pagado mi deuda de gratitud con más esfuerzo, pero… la verdad es que me da escalofríos dormir en un lugar que tiene olor a hombre.

Hatsha, al igual que Kira, lucía triste al decir esto.

¿"Olor a hombre"? Kira no lo había pensado antes, ya que siempre dormía con Orión en la misma cama y nunca le preocupó el tema del olor.

—Creo que es el olor de ese hombre de Atenas. Cuando me acuesto ahí, me siento mal y no puedo quedarme mucho tiempo. Probablemente se deba a lo que viví en Creta. Así que, para que el olor se vaya, lo que hago es poner en un gran recipiente con agua ceniza y dejarlo allí durante un rato. Lord Orión debe haberse dado cuenta de que he estado durmiendo en el suelo todo este tiempo.

—Vi el gran recipiente con agua y ceniza mientras pasaba por ahí. Pero, bueno, si fuera alguien como yo, no tendría problema. Pero debido a tu contextura, no puedes dormir en el suelo pues te dolerán los huesos.

Orión, como si fuera una buena oportunidad, habló con orgullo. Además, al ver que Hatsha había dado una buena excusa, su expresión se suavizó, como si estuviera satisfecho.

—Te cederé mi cama a ti y a tu criada. Pueden dormir juntas. Yo, por mi parte, dormiré en otra habitación,  en cualquier cosa que pueda encontrar.

Y luego, como si no quisiera darle a Kira la oportunidad de oponerse, agregó rápidamente:

—No tienes que preocuparte por mí. El lecho de un cazador debe ser siempre una roca y una manta de arbustos. Como me he estado durmiendo demasiado cómodo gracias a ti, mi cuerpo se ha relajado y ya no soy de utilidad.

—Eso no puede ser verdad...

A primera vista, parecía que realmente se quejaba, por lo que Kira no pudo evitar sentirse un poco molesta y dejó sus palabras inconclusas.

¿Sería eso cierto? De hecho, dormir juntos hasta ahora había sido algo que Kira había insistido, ya que se había cansado de vivir sola y no quería gastar dinero en una nueva cama. La presencia de Orión, con su cuerpo firme, la hacía sentir tranquila, y siempre se quedaba dormida profundamente. Se había acostumbrado tanto a ese hábito que no se atrevía a oponerse rápidamente, como si estuviera siendo un poco caprichosa.

Era cierto que su propuesta tenía sentido. El clima estaba volviéndose más cálido a medida que se acercaba el verano, y entendía también la incomodidad de Hatsha al sentir el olor de la piel de otro hombre en el lecho. Más que nada, Kira era la causa del sudor de Hipólito. Si ella no hubiera hurgado tanto en su corazón, probablemente no habría terminado con tanta transpiración en la cama.

Así que, en este caso, lo mejor era ceder.

Sin embargo, al escuchar la repentina propuesta de Orión, Kira se sintió muy sola y, aunque su mente entendía lo que él decía, sus labios no podían dejar de vacilar. Al ver su actitud, Hatsha malinterpretó la situación y rápidamente dijo.

—No hace falta que me pongas en tu cama, Lady Kira. Estoy acostumbrada a dormir en el suelo.

Kira, al darse cuenta de que había sido malinterpretada, rápidamente corrigió.

—No, no, no es eso. Me siento avergonzada por no haber podido decir nada antes, no sabía que te sentías así.

Kira, sonriendo con una expresión de disculpa, ayudó a Hatsha a levantarse y luego se dirigió a la cama, como si nada hubiera pasado.

—Entonces, desde hoy dormimos juntas. Siempre quise probarlo, hablar y luego quedarnos dormidas juntas.

—Ah, Lady Kira, ¿cómo puede ser tan amable con una esclava como yo que le ha hecho tanto mal...?

—Orion, ¿está bien así?

Kira se giró rápidamente hacia él, algo irritada en su tono, aunque lo había intentado evitar. No pudo evitar el impulso de ser algo cruel, aunque sabía que lo hacía por un mal motivo. En realidad, no quería dormir separada de Orión. Hubiera preferido darle a Hatsha su capa o sus ropas de seda, diciéndole que las usara para dormir, y que ella pudiera seguir durmiendo con Orión. Quería sentir el calor de su cuerpo y quedarse dormida junto a él.

No lo había dicho por una razón simple. Después de que Hipólito y su grupo fueran escoltados a la isla, Kira le había contado a Orión todo lo que había descubierto sobre los sentimientos de Hipólitos, sus verdaderas intenciones, y las extrañas preguntas que le había hecho. Pensó que él debía saberlo, sin omitir nada. Sin embargo, a pesar de que Hipólito ya no era una amenaza, Orión parecía estar aún más molesto y cada vez más a la defensiva.

Kira no quería contrariarlo, y había algo que aún no le había contado, un secreto que había guardado por completo.

Fedra también había mostrado sentimientos extraños hacia el príncipe Hipólito. No sabía por qué, pero sentía un deseo extraño de devorar a esa persona por completo, de hacerla suya. Un deseo extraño y egoísta que la hacía temer que pudiera convertirse en una bestia salvaje. Si le contaba esto a Orión, podría preguntarle cómo sabía eso, y Kira aún no había aprendido a ocultar sus emociones de manera astuta. Por eso a veces se acercaba a él sin razón, le hablaba de cosas innecesarias o lo miraba sin decir nada.

Temía que, si seguía así, terminaría confesándolo todo y su verdadera naturaleza sería descubierta. La Kira con cuernos, que aunque era humana, tal vez en realidad era una bestia…

Así que, aunque decidió seguir la propuesta, algo de tristeza seguía allí.

Kira ya no pudo esconder más su descontento y le dijo a Orión con un tono molesto.

—Buenas noches, Orión. Yo me quedaré conversando con Hatsha y luego me dormiré.

Sus palabras, demasiado sinceras, la sorprendieron a ella misma. Orión, frunciendo el ceño, dejó escapar un suspiro lleno de angustia y se retiró a la otra habitación.

—Que descanses. Si pasa algo, llámame.

Una vez más, procedió a desordenar su cabello mientras se alejaba.

¿Por qué, si fue él quien propuso el tema, se retiraba como si estuviera sufriendo? Kira, al ver su expresión, sintió su propio corazón apretado, y por un momento, casi se lanza tras él para detenerlo, queriendo entender el significado de su rostro. Pero justo en ese instante, Hatsha, como si se hubiera acordado de algo, exclamó.

—¡Ah, por cierto, Lady Kira, mientras iba a comprar aceite escuché algo! El hijo del dueño de la tienda de perfumes, ese que siempre anda jugando, ¡le propuso matrimonio a tres mujeres y al final lo descubrieron!

—¿En serio? ¿Qué pasó después?

El chisme que llegó de otro lado desvió sus pensamientos, y su deseo que había estado a punto de desbordarse se apagó y volvió a ser reprimido en lo más profundo de su pecho. Kira, arrastrada por el entusiasmo de Hatsha, se recostó junto a ella en la cama. Hatsha contó la historia del mujeriego que terminó con la cara arañada por las tres mujeres, describiendo los detalles como si fuera algo divertido, pero Kira solo asintió de manera formal. Su mente estaba en otro lugar.

Orión… ¿Estará en la habitación de al lado? ¿O en la otra habitación? ¿Estará durmiendo allí, rodeado de sus herramientas de caza? ¿Quizás, ahora que no tenía a la mujer con los cuernos cerca, pensará que finalmente podrá dormir tranquilo por primera vez en mucho tiempo?

Pensar en eso hizo que Kira se sintiera muy triste y se le cerrara la garganta. Dormir junto a Hatsha era divertido, pero no era exactamente lo que realmente deseaba. No era algo por lo que hubiera ansiado tanto tiempo, no era algo que deseara con todas sus fuerzas.

No tenía a un hombre a su lado que pudiera abrazarla con fuerza, envolviéndola completamente, haciendo que se sintiera segura.

…¿De verdad no quería dormir conmigo?

Hatsha, que había estado hablando por un buen rato, abrió los ojos sorprendida y dijo.

—Lady Kira, parece que tiene sueño. He estado hablando demasiado sin darme cuenta. Mejor duérmase ya.

Esas palabras le recordaron a lo que Orión solía decirle cuando ella no paraba de hablar.

’No tienes sueño, ¿verdad? Deja de hablar y duerme. Mañana por la mañana podemos hacerlo. Vamos a estar siempre juntos en la misma casa.’

No solo en la misma casa, sino cerca el uno del otro…

Hatsha apagó la lámpara con habilidad y acomodó bien la manta antes de cubrir a Kira. Esa acción le recordó a Kira cómo Orion solía jalar la manta de manera un poco torpe, como si quisiera cubrirla. Cerró los ojos, pero su mente seguía despierta.

Pasaron varios días.

Esa tarde, Kira estaba sentada en el patio central, mirando las sábanas de Hatsha colgadas en el tendedero, gotas de agua cayendo lentamente. En ese momento, alguien golpeó la puerta y un mensajero del palacio de la isla llegó.

Traducción: Claire

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