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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 128

Capítulo de novela - 108 párrafos

Kira miró a Orión en shock. Parecía como si Orión hubiera salido corriendo directamente del campo de entrenamiento, con la parte superior de su cuerpo empapada en sudor, todavía en la misma postura mientras luchaba. Sus vendas, todavía envueltas alrededor de sus puños, ni siquiera se habían deshecho del todo.

Sin embargo, Orión no parecía interesado en ajustar su atuendo. Chasqueó los nudillos, produciendo un sonido escalofriante, y frías palabras brotaron de su boca.

—Tienes un rostro que nunca antes había visto. No es necesario que pregunte tu nombre. Tebas, ¿qué diablos haces en tierra ajena? Piensa bien en tus siguientes palabras si quieres evitar que te rompa los huesos tanto como sea posible.

Sus palabras fueron más duras de lo habitual, pero lo que sorprendió a Kira incluso más que su tono fue la forma en que se refirió al hombre. Jadeando, se volvió hacia él.

Dl pelirrojo, luchando por estabilizar su cuerpo golpeado, se secó la nariz con el dorso de la mano. Gotas de sangre, tan rojas como su cabello, cayeron al suelo con un ruido sordo.

Tebas, ¿qué dices?  Entonces, ¿podría ser que la verdadera identidad de este hombre sea...?

—Un primer saludo bastante grosero. ¿De repente me pegaste y ahora me estás amenazando?

El hombre se estabilizó antes de cargar repentinamente hacia ellos. Mientras balanceaba la pierna en una patada feroz, Kira gritó e instintivamente cerró los ojos.

Para su sorpresa, todo quedó en silencio y cuando abrió los ojos, Orión estaba parado frente a ella. Extendió su hombro derecho, bloqueando el golpe de Actaeon.

Kira contuvo la respiración ante lo cerca que estaba. Luego se cubrió los ojos con ambas manos, temiendo ver la cola monstruosa o la deformidad, o tal vez algo completamente diferente. Mirando entre sus dedos, notó que, afortunadamente, él se había envuelto en una toalla. Aun así, fue igual de vergonzoso.

El hombre finalmente saltó hacia atrás y cayó al suelo, recuperando su postura mientras se sacudía el polvo. Se echó hacia atrás el pelo mojado y dijo:

 —Bien. ¿De qué hay que avergonzarse? Soy Actaeon de Tebas.

Actaeon reveló audazmente su identidad y, todavía limpiándose la sangre de la nariz, enseñó los dientes.

—Así que tú eres Orionis de Tira, el gigante. Lo puedo saber sólo por tu tamaño. ¿Es tu costumbre saludar a las personas golpeándolas en la mandíbula en el primer encuentro?

—Hablando de barbarie cuando eres tú quien amenaza por la fuerza a las mujeres, diría que, a comparación de tí, soy mucho más civilizado

Respondió Orión, inflexible.

Actaeon frunció el ceño, como si cuestionara de qué estaba hablando Orión, y señaló a Kira, que todavía estaba tirada en el suelo.

—¿Amenazar? Qué divertido. Esta mujer acaba de irrumpir aquí sin ninguna consideración. En todo caso, soy yo quien sufrió un incidente.

—¡Eso es porque ni siquiera cerraste la puerta!

Kira gritó en señal de protesta, sintiéndose agraviada.  

—¡Si lo dejaras abierto, cualquiera podría entrar!

—¡Eso es lo absurdo de las costumbres de esta isla!

Actaeon respondió acaloradamente. 

—La sala de entrenamiento es un santuario para los hombres, y nadie esperaría que una mujer como tú deambulara por aquí. Si hubieras hecho algún ruido, me habría preparado, pero en lugar de eso, ¡abriste la puerta sin decir una palabra!

—¡Ya basta! ¡Deja de echarle la culpa!

Orión gritó enojado.

Mientras tanto, el ruido en el pasillo se había hecho más fuerte cuando la guardia real se apresuró a observar cómo se desarrollaba la escena. 

Kira giró la cabeza para ver la multitud reunida y sus mejillas se sonrojaron de vergüenza mientras las lágrimas brotaban de sus ojos.  Su plan de ocultar en secreto la sangre de su menstruación se había arruinado. Si se levantara ahora, su falda manchada de sangre sería visible para todos.

Aunque podría haber sido culpa suya por no llamar, tenía prisa y no quería que nadie la viera. Mientras Actaeon y Orión intercambiaban insultos y casi llegaban a las manos, Kira estaba demasiado abrumada para detenerlos.  Lo único en lo que podía pensar era en cómo protegerse en esta situación.

En medio del revuelo, una nueva voz se destacó.

—Hazte a un lado. ¿De qué sirve bloquear el camino de esta manera?

Hipólito dio un paso adelante, abriéndose paso entre la guardia real. Al ver a Kira, sus ojos se abrieron y se quedó paralizado por un momento antes de arrodillarse y rodear suavemente sus hombros con sus brazos.

—Ah, ya veo. Parece que las cosas se pusieron un poco sudorosas y tensas aquí. ¿Estás bien? Pensé que podrías haberte enojado cuando saliste corriendo así.

A pesar de todo, el tono gentil de Hipólito hizo que las lágrimas de Kira cayeran libremente.  Pero aunque él fue amable, ella no se sintió mejor. Se odió a sí misma por llorar tan impotente y se secó los ojos con el dorso de la mano.

Al ver esto, Hipólito pareció comprender la situación y le dio unas palmaditas en la espalda para consolarla.

—Pobrecita, estabas asustada, ¿no? Todo ha terminado. No te preocupes. Sus acciones serán tratadas por los guardias del palacio.

—¡Tú! ¿Me estás acusando de difamación?

Gritó Actaeon, escuchando claramente las palabras de Hipólito. Miró a los guardias reales afuera de la puerta y agregó.

—La guardia real de Atlantis, ¿no fueron ustedes quienes de repente me echaron durante el tiempo de entrenamiento? Estaba limpiando después de terminar el entrenamiento cuando quedé atrapado en este desastre. Orionis de Tira, ¿el que él este detrás de esto no les parece una conclusión lógica?

—Tu imaginación realmente vuela, yo no he hecho nada

Orión chasqueó la lengua, bloqueando sin esfuerzo un puñetazo lanzado por Actaeon con ira. Torció el brazo de Actaeon y lo empujó a un lado antes de escanear a los guardias reales con una mirada. Los guardias, al encontrarse con su mirada, inmediatamente apartaron la vista.

Orión los miró fijamente durante un rato. Le hubiera gustado darles la vuelta a todos esos rostros, pero lo hecho, hecho está. No era una buena idea que una lucha de poder dentro de la Atlántida arrastrara a alguien de Tebas.

Sobre todo, Kira está llorando. No podía dejarla así.

Orión chasqueó la lengua con fuerza y ​​les dijo a los guardias que escucharan.

—Sé exactamente qué causó el desastre de hoy.

Los guardias se estremecieron y cada uno evitó los ojos de Orión. Orión los miró fijamente y luego volvió su mirada hacia Actaeon.

—Y Tebas, de ahora en adelante, debes encargarte de cerrar la puerta de la ducha.

Ante esas palabras, Actaeon lo miró y se defendió.

—¿¡Golpeaste a alguien y le trajiste deshonra, y simplemente crees que voy a dejarlo pasar…?!

—Oh, si no quieres dejarlo así, ven a mi casa. Te daré un calzoncillo.

—¡Este sureño…!

—¿No te gusta? Si eso es lo que quieres, ¿debería reventarte la nariz aquí y ahora?   

Kira quedó aterrorizada cuando vio que la atmósfera se volvía más tensa. Podría haber sido un combate en el campo de artes marciales, pero definitivamente no era lo que ella quería que Orión peleara para lucirse en un lugar como este. Incluso si el culpable fuera Actaeon de Tebas, no sería conveniente para él sufrir más daño. Kira rápidamente apartó la mano de Hipólito que estaba alrededor de su espalda y se acercó a Orión de rodillas. 

—¡Basta, Orión…!

Ella abrazó sus piernas lo mejor que pudo y Orión se estremeció mirando hacia abajo. Kira levantó la barbilla y suplicó con voz llorosa.

—Vamonos. No quiero estar más aquí. De verdad, Orión...

Kira rompió a llorar de nuevo, su sinceridad brotó más allá de sus cálculos para encubrir la situación. 

¿Qué diablos es esto? ¿Por qué Artemisa actuaba cruelmente? Tenía los muslos mojados desde hacía un tiempo y se sentía mal. Ya era bastante difícil derramar sangre y era muy frustrante quedar atrapada en un incidente tan desafortunado. 

Hipólito, a quien Kira había rechazado dos veces hoy, se miró la mano. Sin embargo, no tenía intención de darse por vencido todavía, así que se acercó a ella nuevamente y le rodeó la espalda con la mano. Una voz suave se acercó al oído de Kira.

—Señorita Artemisa, ¿no sería mejor tomarse las cosas con calma e irse? Pareces muy sorprendida.

Kira respondió con firmeza. Luego, cuando miró a Orión, este señaló con la cabeza hacia Hipólito. Era una mirada que podría interpretarse como decirle que se apartara del camino rápidamente o como decirle que simplemente se perdiera. 

Hipólito lo fulminó con la mirada, pero pronto se dio cuenta de la expresión de Kira y apartó su mano vacilante.

Finalmente, Kira fue levantada en los brazos de Orión, quien la sostuvo con fuerza. Kira, con su capa en las manos, se hundió en su pecho, deseando que la parte de su falda se ocultara lo más posible en los fuertes brazos de Orión.

Orión comenzó a caminar lentamente. Su mirada, más feroz de lo habitual, hizo que la guardia personal se apartara sin necesidad de ordenes. Mientras salían de la zona de duchas, se oyó el murmullo de Hipólito.

—Qué suerte tienes. Ahora puedes llevarte a la mujer de los dioses a tu cueva, legalmente.

Orión entendió perfectamente con su oído agudo y se dio la vuelta rápidamente. Hipólito, con una actitud de indiferencia, se encogió de hombros, como si no pasara nada.

Orión murmuró una maldición en su dirección. Sin embargo, no había tiempo para perder con alguien como él. Su urgencia por salir de allí y calmar a Kira era cada vez mayor. En ese momento, un grito sonó detrás de ellos.

—¡Oye, mujer de Delos!

Kira, que descansaba débilmente en los brazos de Orión, se sobresaltó al escuchar eso. Mujer de Delos... no había otra persona de Delos aquí, y mucho menos una mujer.

Instintivamente, se giró. Actaeon, apoyado en un estante, la miraba fijamente. Su rostro bien parecido se torcía por la rabia.

—Veo que me recuerdas. Mujer, recuerda el nombre de Actaeon de Tebas. No te quedarás tranquila si te atreves a mirarme así...

—¡Vete a bañar y cállate, Tebas!

Antes de que Kira pudiera responder, Orión cortó sus palabras con firmeza. Continuó su camino, saliendo del área de duchas, cruzando el pasillo y finalmente saliendo por la puerta trasera del edificio de entrenamiento.

Era una tarde seca. El sonido de los insectos veraniegos llenaba el aire fuera del edificio. Orión, en lugar de tomar el camino donde el sol caía directamente, se desvió hacia un área sombreada por los árboles del palacio. A pesar de haberse alejado bastante del edificio, no dejó de sostener a Kira en sus brazos.

Kira se sentía incómoda al darse cuenta de que Orión seguía sin ropa, como si estuviera a medio entrenar. Fue consciente de que estaba apoyada en su pecho sudoroso y desnudo. Sin embargo, al notar las manchas de sangre en su falda, no pudo pedirle que la dejara bajar y se quedó dudando. Fue entonces cuando Orión habló en voz baja.

—¿Por qué te fuiste sola? ¿Qué pasó?

Kira se sorprendió por el tono calmado de su voz. Esperaba que él estuviera furioso por lo que había sucedido y que comenzara a gritar. Sin pensarlo, tartamudeó al responder.

—O-Orión. ¿No vas a gritar?

—Estoy enojado. Muy enojado.

Orión le respondió de forma inesperadamente tranquila. Kira, confundida por su cambio de actitud, parpadeó varias veces mientras trataba de leer sus emociones. A pesar de que parecía molesto por sus cejas fruncidas, parecía no estar tan furioso como ella pensaba.

Orión continuó, sin mostrar mucha emoción.

—Estoy enojado, pensé que no serías tan tonta como para irte sola. Así que cuando me di cuenta de que no estabas en el gimnasio, salí a buscarte inmediatamente.

—Ah, ya veo...

Kira asintió con la cabeza, dándose cuenta de que había olvidado agradecerle. Rápidamente se disculpó y expresó su gratitud.

—Gracias, Orión, por venir a buscarme cuando estuve en apuros. Si esa persona era realmente Actaeon, seguramente debe haberle dolido ser golpeado nada más verme...

—Él se lo merece.

Orión respondió con firmeza. Kira no supo qué decir y permaneció en silencio. Mientras observaba a Kira, Orión notó que ya no había lágrimas en sus ojos, lo que lo hizo detenerse y tomarla en sus brazos una vez más. Luego le preguntó de nuevo.

—Entonces, ¿qué pasó exactamente? ¿Cómo llegaste a entrar sola en la ducha?

Orión hizo una pausa, frunciendo el ceño, antes de añadir cuidadosamente.

—No me digas que ese tipo de Tebas o alguno de los de la guardia te obligó...

—¡No, no! ¡Eso no fue así, Orión!

Kira agitó la cabeza rápidamente, temiendo que si decía algo mal, Orión podría volver al gimnasio y arrasar con todo. Se apresuró a dar una explicación.

—Fue mi decisión ir. Yo fui la que entró por su propio pie... ¡De verdad!

—¿Qué? ¿Tú fuiste sola? ¿Te dio calor y quisiste ducharte?

Orión no podía creer que Kira hubiera tomado una decisión tan imprudente. Su pregunta estaba llena de incredulidad.

Kira tragó saliva, sabiendo que si no explicaba bien, podría generar una confusión mayor. Pensó que si había alguien con quien podía ser honesta, era con Orión. Así que, con decisión, juntó las manos y se preparó para decirle la verdad.

—Orión, ¿puedes acercar un poco la oreja?

Orión inclinó la cabeza hacia ella.

—¿Qué pasa? Actúas cada vez más raro.

—Es que...

Kira se acercó a su oído y susurró con cautela.

—¿No hueles... sangre en mí?

—¿Qué? ¿Sangre...?

Orión frunció el ceño como si preguntara de qué diablos estaba hablando, pero luego se dio cuenta de algo. Luego se estremeció como si le hubiera alcanzado un rayo.  De repente, sus mejillas comenzaron a ponerse rojas.

Traducción: Claire

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