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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 132

Capítulo de novela - 103 párrafos

—Pero tú, ¿de verdad… … viste eso de Acteón? 

De hecho, Orión había estado preocupado por ese hecho todo el tiempo y no podía soportarlo. Mientras estaba ocupado en resolver el razonamiento absurdo de Kira y trataba de explicarle sobre aquello lo que el hombre tenía entre las piernas no era una enfermedad ni nada, había olvidado lo importante. 

En cuanto escuchó el nombre de Acteón, Kira jadeó y sacudió la cabeza con urgencia. 

—Bueno, ¿debería decir que lo vi… …? No. No lo vi bien. ¡Solo vi algo colgando! 

Orión se sintió ofendido por esas palabras y murmuró en voz baja. 

—Bien. La próxima vez que nos veamos, arrojaré a ese bastardo al mar.

—Orión. ¿Qué acabas de decir? 

—Nada importante. Estaba pensando que sería bueno lavarte los ojos si pudiera. Debiste haberte sentido incómoda. 

Fue un intento de ocultarlo, pero también era la verdad. Odiaba el hecho de que el cuerpo de ese bastardo de Tebas hubiera sido reflejado en los ojos de Kira. Si era posible, quería borrar incluso la vaga imagen residual que quedaba en su memoria.

Actaeon de Tebas. ¿Quién más le resultaría atractivo? Pero este oponente tampoco era de su agrado.

No, todos los hombres que atacaban a Kira por cualquier motivo eran desagradables.

Hipólito de Atenas era molesto porque solo se la pasaba bromeando y jugando con las palabras. Actaeon, por otro lado, era más fácil de entender. Un tipo que consideraba que haber nacido hombre era una gran bendición y que se pavoneaba de ello. Orión detestaba a todos los nobles y ricos que actuaban con arrogancia solo por su condición, por lo que naturalmente consideró desagradable la actitud de Actaeon.

En represalia por haber recibido un golpe en la mandíbula, amenazó con ir a por ella si quería, pero Acteón no se movió durante varios días. Fue una suerte que el cuidado de Kira hubiera terminado, pero una vez que este tipo de persona guarda rencor, era inevitable que se volviera una molestia. Orión encontró bastante sospechoso que Acteón estuviera sentado allí sin hacer nada en la isla. 

«¿Saphira logró convencerlo y atarlo de alguna manera?»

Estaba decidido a descubrir los secretos de Tebas.

Sin duda, ese país tenía demasiados rumores perturbadores. En medio de todo esto, el hecho de que alguien tan aparentemente confiable como Actaeon hubiera sido enviado, ¿qué significaba eso? Como regente, seguramente no querría dejar que alguien así se le escapara.

«De verdad, debería lanzarlo en agua salada...»

Mientras Orión estaba sumido en sus pensamientos, saltó sobre unas raíces de árboles.

De repente, Kira, que lo seguía, habló.

—Oye, Orión.

—Esa... Esa cosa... He tenido curiosidad por ella desde hace un tiempo, así que, ¿eso significa que tú también la tienes...?

Orión casi tropezó, pero logró estabilizarse. Su cuerpo rígido, cubierto de sudor frío. Movió sus extremidades con dificultad. Su respuesta salió vacilante. 

—Bueno, supongo que sí.

Él tenía uno. Aunque nunca se lo había mostrado a una mujer. El hecho de que quien le preguntara fuera Kira lo hizo sentir incómodo, por lo que Orión no se atrevió a mirarla. 

En ese momento, Kira saltó sobre la raíz de un árbol y rápidamente se acercó. El camino del bosque se ensanchó, lo que les permitió a ambos caminar uno al lado del otro. Kira pensó por un momento, colocando una mano sobre sus labios, luego miró a Orión. 

—Entonces, debe ser lo mismo con Lox, ¿verdad?

—Ese tipo parece una niña, pero sigue siendo un hombre en todos sus sentidos.

Orión respondió brevemente, sin querer detenerse en el tema. La última vez que vio a Loxias fue cuando lucía como un niño en la costa del mar Naxos, y no había pensado en cuánto había crecido desde entonces. 

—Incluso si te mantuvieron confinada, ¿cómo es posible que tu templo no te haya enseñado algo tan simple como eso?

—Si. Nunca lo mencionaron. Me pregunto por qué. 

Una mirada preocupada apareció en los ojos redondos de Kira. Al ver esto, Orión suspiró y cambió su enfoque. 

¿Por qué lo habían mantenido todo en secreto? Probablemente porque no querían que ella desarrollara ninguna curiosidad por los hombres o tuviera ningún deseo de acercarse a ellos. Habían hecho todo lo posible para mantener a Kira encerrada en una habitación. 

Entonces, sintiendo que su pregunta podría haberla puesto en una posición incómoda, Orión le dio una palmadita suave en el hombro a modo de disculpa. 

—Bueno, ahora lo sabes. ¿Cuál es la diferencia si te enteraste tarde? 

—Mm... Pero Orión, ¿por qué tiene que ser así? 

Maldita sea. Esa curiosidad suya parecía interminable. Sin detenerse, comenzó a hablar de nuevo. 

—Ahora que aprendí de tí, lo entiendo. Los hombres tienen algo que sobresale entre sus piernas y las mujeres tienen una abertura. Me pregunto por qué tiene esa forma. ¿Sabes por qué? 

—Bueno, los zorros crecen hasta el tamaño perfecto para cazar gallinas. Tal vez los dioses pensaron lo mismo cuando nos crearon. 

Orión trató desesperadamente de evitar responder la pregunta, pero Kira no estaba satisfecha y siguió preguntando. 

—Orión, no te gustan las historias sobre los dioses, pero en casos como este, siempre hablas de ellos. Ya lo sé. La razón por la que los pechos de las mujeres son redondos es para amamantar a los bebés. Debe haber una razón por la que la forma de los genitales también son así. 

Habló con voz firme. Orión ya no sabía cómo responder y se pasó una mano por el cabello. En este punto, no podía simplemente ignorarlo. Kira había aprendido lo suficiente sobre el mundo exterior y ahora podía formular sus propias opiniones. Entonces, ¿qué debería hacer? ¿Debería finalmente enseñarle sobre el secreto entre hombres y mujeres? En realidad, Orión quería retrasar este momento lo más posible. Todavía esperaba que, eventualmente, pasara. No podía quitarse la sensación de que una vez que supiera la verdad, se distanciaría rápidamente de él. Temía que, al tomar conciencia de las diferencias entre hombres y mujeres, ella lo alejara.

Pero todo parecía ir mal. De repente, apareció un tipo llamado Actaeon, y gracias a él, Kira descubrió al instante lo que era un hombre.

Orión, temiendo que Kira no pudiera defenderse y pudiera terminar en peligro si la dejaba así, decidió al menos enseñarle los conocimientos básicos sobre los hombres.

Pero eso era todo lo que sabía. Ahora, no podía dejarle todo lo demás a Hatsha o la abuela. Aunque sería reprendido por haber guardado silencio hasta ahora, lo que realmente le preocupaba era que Kira pudiera darse cuenta de su situación, y eso lo inquietaba.

Temía que ella lo viera como un sinvergüenza que la besó sin saber nada.

«Definitivamente no debería haber hecho eso... besar a alguien que no sabía nada, como ella»

Un ligero arrepentimiento permaneció, y poco a poco, comenzó a consumir su mente. Recordó el calor del campo de lavanda, la luz del sol en la biblioteca y todos esos momentos en los que se vio arrastrado a ello sin darse cuenta. Cuando esos recuerdos se desvanecieron, solo quedó una fría sensación.

Aquella chica no sabía nada. Ni siquiera sabía lo que había hecho. Se había acercado a él por pura curiosidad. La única razón por la que se acercó a él fue esa.

Fue Orión quien actuó por su cuenta, tomando sus labios como si fuera una mujer, sin considerar que ella todavía no entendía nada. Y sin embargo, esos labios eran tan dulces y suaves... que casi perdió la cabeza, queriendo devorarla por completo, con un dolor tan agudo como una flecha atravesándole el pecho.

Como una flecha dorada que lo atravesó, fuerte y dolorosa, pero al mismo tiempo, dejándolo con una sensación de éxtasis. Un veneno que se extendió por su cuerpo, entumeciéndolo por completo.

Aquella sensación era tan abrumadora que temió perder la cabeza, como si se convirtiera en una bestia consumida por el instinto.

Y vivían bajo el mismo techo. La cercanía entre ellos era demasiado peligrosa. Si las cosas seguían así, no tenía idea de lo que podría pasar.

Por eso, cuando se enteró de que Kira ya había pasado por el proceso de convertirse en mujer, una extraña sensación de incomodidad se apoderó de él, incluso después de haber ignorado tantas reglas hasta entonces. Tuvo que aceptar que, como dictaba la costumbre, los hombres y las mujeres no debían mirarse a los ojos durante ese tiempo.

No había otra opción. Y para ser sincero, ya en sus sueños, había... varias veces... 

«Voy a terminar tomándola» 

Maldita sea, qué sinvergüenza soy... 

Si el dios Morfeo se le apareciera ahora mismo, probablemente le daría un puñetazo de inmediato. Y si apareciera el dios Eros, le daría un gran golpe en la cabeza. 

Un dios que no hace más que jugarle bromas sin ofrecerle ninguna ayuda. Los recuerdos de la vergüenza que sentía al despertar cada mañana todavía estaban vívidos en su mente. En sus sueños, él era una bestia sin bellos, y Kiea era su presa. Ella asumió con entusiasmo ese papel, recostándose y llamando su nombre. 

En sus sueños, ella se entregaba a él hasta que se sentía aliviado, mientras que en realidad, ella permanecía pura e inocente, lo que sólo intensificó la culpa de Orión. 

Seguramente, si fuera una flecha real, no dolería tanto. 

¡Maldito idiota! ¡Estúpido! ¡Sinvergüenza! Había pasado toda su vida advirtiéndose a sí mismo que las mujeres que se involucraban con él seguramente morirían, pero ahora, de repente, su tensión se había aflojado. 

Aún así, cada vez que Kira aparecía en sus sueños por la noche, y ella venía a él, suplicando, no podía resistirse. Era tan pequeña y suave, su acercamiento inocente y decidido era adorable. Al mismo tiempo, era extremadamente seductor. Sentía que tenía que satisfacerla, llenarla hasta que estuviera contenta. 

No sabía cuántas noches habían pasado, atrapados en este ciclo de devorarse mutuamente. 

Orión negó con la cabeza, avergonzado. 

«¿En qué diablos estoy pensando? ¿Cómo se supone que la proteja de los dioses ahora?»

Sin embargo, no podía negar que ella era adorable. A veces era sorprendentemente hermosa y cuando sonreía, este caía rendido bajo su hechizo. Incluso cuando lloraba, su corazón dolía y solo quería tomarla entre sus brazos. 

«¿Qué diablos quieres hacer, Orión?»

Justo cuando sus pensamientos parecían dar vueltas en círculos sin llegar a ninguna conclusión, una voz repentina lo sacó de su trance. Kira, señalando algo con su dedo, gritó emocionada. 

—¡Orión, mira! ¡Es el mar!

Entonces, Orión miró hacia adelante.

A medida que descendía por la colina, el suelo comenzaba a cambiar gradualmente a arena. Las olas se rompían sobre el suelo blanco de arena y las rocas negras.

En el lado sombreado bajo las copas de los árboles, alguien había colgado una gran lona impermeable para hacer un refugio temporal. Dos chicos que corrían cerca del agua miraron hacia arriba, vieron a Orión y a Kira, y comenzaron a agitar las manos con entusiasmo.

—¡Lord Orión! ¡Lady Lokira!

Lykos fue el primero en gritar en voz alta. Orión, animado, sujetó el brazo de Kira para evitar que bajara corriendo.

—Ve despacio. El mar no se va a ir.

—¡Mira, ya han montado una tienda mientras no estábamos!

Parecía que Kira ni siquiera escuchó las palabras de Orión, tan emocionada que resbaló bajando la colina de arena sin importarle que esta se metiera en sus sandalias. Finalmente, cuando llegó a la playa, corrió hacia el refugio gritando.

—¡Abuela, Hatsha! ¡Ya volvimos!

Bajo la sombra de la tienda, dos personas estaban sentadas sobre una alfombra. Hatsha se levantó rápidamente y le preguntó a Kira.

—¿Han atrapado algo?

—Un zorro. Pero no era para comer, así que lo dejamos ir.

—No tienen que preocuparse por pasar hambre. Con cazar algo en el agua basta.

Orión dejó caer la bolsa con los animales cazados de su hombro. La mujer mayor, que estaba triturando unas ramitas en su lugar, le dijo.

—No hace falta que te desgastes cazando. En esta playa hay muchas conchas. Aunque sean pequeñas, si las recogemos y las cocinamos nos las podremos comer.

—¡Ya he recolectado esto! ¡Soy mejor que Nikos!

—¡Ya lo verás, yo ganaré!

Los chicos comenzaron a gritar y a mostrar las conchas que habían recogido en sus cestas. Kira miró fascinada las conchas, brillando como joyas por el agua, y luego miró la playa llena de olas antes de volver la mirada hacia Orión.

—¿Ya puedo entrar?

—Moja un poco tu pecho antes de eso. Tu cuerpo puede sorprenderse por la temperatura del agua.

—¡Hatsha! ¿Tú no vas a entrar?

La chica de cabello corto negó con la cabeza, mostrando su desagrado.

—No me gusta el mar. Ya fue lo suficientemente difícil remar en bote. Voy a quedarme aquí con la abuela a limpiar las conchas.

—Te dije que entres despacio. Yo te sigo enseguida.

Con esas palabras, Kira, totalmente emocionada, se acercó al agua. Mojó su pecho con cuidado con el agua del mar y, cuando metió los pies, sintió la temperatura fresca perfecta para el clima de esos días.

A medida que avanzaba un poco más, las olas comenzaron a acariciar sus piernas. Kira sintió una mezcla de placer y una ligera tensión, y una risa alegre escapó de sus labios.

Con la bendición de Artemisa ya terminada, Orión había prometido llevarla al mar. Recordaba claramente su promesa de enseñarle a nadar algún día. Para pasar el día refrescándose, toda la familia había traído el burro hasta la playa, a poca distancia de Acrotiri.

Cuando el agua le llegó por encima de las rodillas, Kira ya sentía que estaba completamente sumergida en el mar interior. Al acercarse a la isla a lo lejos, se adentró más contenta, y el quítón corto se pegó a su piel.

Sabía que esto sucedería, por lo que se había puesto ropa oscura para no quedar tan expuesta. Bajo, llevaba una cubierta de cuero que decían usaban los soldados del mar, así que no tenía que preocuparse por que su piel quedara al descubierto. Se sentó aliviada en el agua, recogió un puñado de agua clara, y entonces, de repente, algo brilló frente a ella.

Kira miró hacia arriba. Orión ya se había quitado la parte superior de la ropa y había llegado hasta donde ella estaba.

Traducción: Claire

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