Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 140

El refugio era una pequeña choza construida con gruesos troncos que formaban las paredes y columnas, mientras que el techo estaba tejido con ramas finas. Aunque la choza parecía estar abandonada, Kira no podía estar más feliz. Aunque no había señales de vida en el interior, estaba convencida de que Orión conocería este lugar.

Él le había contado que había recorrido todos los bosques de las islas. Si un cazador pasaba la noche en el bosque y encontraba refugio en un lugar como este, podría reconocerlo al instante con solo las más mínimas características. Emocionada, Kira envió una serie de pensamientos a Orión a través de su habilidad mental, describiendo la choza y el terreno cercano.

Mientras ella hablaba, Actaeon, que estaba revisando el interior de la choza, la interrumpió.

—No hay nadie. Entra, no estaría mal descansar un poco.

Si esas mismas palabras las hubiera dicho Orión, habrían sonado de otra manera, pero cada vez que este hombre hablaba, parecía que estaba dando órdenes.

Al no querer dormir al aire libre bajo el rocío de la noche, Kira entró en la choza sin protestar. Era tan pequeña que tuvo que agachar la cabeza para no golpear sus cuernos en la puerta. El fuego que Actaeón llevaba iluminó el interior, que era mucho más pobre que el pequeño santuario del monte de Tira. En un rincón, había una estatua rudimentaria de madera, con rasgos faciales tallados, y una tapa de un jarro cubierto de polvo. El lugar no ofrecía ninguna esperanza. Parecía que lo único que podía hacer era sentarse en el suelo y descansar.

Sin embargo, sorprendentemente, el “sabio” de ese lugar había dejado en el jarro su último recurso. Kira, con cuidado, levantó la tapa del recipiente y encontró vino. ¡Y en abundancia!

Miró sorprendida el contenido del jarro.

«¿Puedo beberlo?»

El hambre y la sed la hacían pensar solo en eso. Quería beberlo de inmediato, pero la preocupación de que el vino pudiera haberse echado a perder la detenía. Decidió olerlo primero. Sabía que el agua se estancaba y se descomponía, pero el vino, al fermentar dentro, parecía estar bien.

No había razón para dudar. Kira usó sus manos para sacar el vino y, al probar un sorbo, notó que estaba un poco ácido, pero la sed pudo más que cualquier preocupación. Después de probarlo más, ya sin dudas, bebió el vino de un trago.

«¡Está delicioso...!»

El vino, tan dulce, le parecía casi como un néctar divino. Jamás habría creído que el vino pudiera ser tan placentero. Solía acompañar las comidas con un poco de vino, pero nunca había sentido algo así.

Kira siguió bebiendo, ansiosa por calmar su sed. Cuando la sensación de sequedad en su garganta no se aliviaba, tomó más, llenando sus manos con vino. En un abrir y cerrar de ojos, lo bebió todo de un solo trago.

«¡Vaya, qué sed tenía!»

Finalmente se dio cuenta de lo sedienta que había estado. Mientras estaba en el mar, no lo había notado, pero ahora, al sentir el viento de la tierra y después de discutir con Actaeon, su garganta estaba completamente reseca.

Después de beber dos grandes tragos de vino, la sed desapareció, pero el calor comenzó a subir en su estómago, quemándola. Estaba tan hambrienta que casi prefería tener esa sensación ardiente en su cuerpo, así que se desplomó junto al jarro.

«Ah, Orión. Te extraño. Ojalá llegaras pronto...»

Su mente, ahora algo nublada, solo pensaba en él. Creyendo haber escapado del peligro de morir en el mar y de la amenaza de dormir al aire libre, y aliviada, se dejó llevar por la relajación.

Aunque en un principio había tenido hambre, ahora su estómago no se sentía tan vacío, pero sí ardiente, lo que en cierto modo era un alivio. Nunca pensó que el vino fuera tan agradable, sobre todo porque, al acompañar las comidas, no lo disfrutaba tanto.

Finalmente, Kira comenzó a sentirse eufórica y agitó la cabeza. Sin darse cuenta, sus cuernos golpearon el borde del jarro, pero ni siquiera le prestó atención. Molesta por el ruido, intentó apoyarse en la pared, pero su cuerpo se desplomó hacia un lado.

«Bueno, al menos así está mejor. Hoy estoy agotada...»

Mientras tanto, Actaeon había estado vigilando el bosque desde la ventana de la choza, buscando signos de animales, y preparando un pequeño fuego en el centro del suelo. Cuando trasladó con éxito las brasas, miró alrededor y vio a Kira tirada junto al jarro. Al verla en ese estado, se alarmó y gritó.

—¡Mujer de Delos, qué demonios estás haciendo!

Kira, medio dormida, despertó al oír su voz y levantó la cabeza, mirándolo con enojo. Sin querer, sus pensamientos salieron sin filtro.

—Actaeon ¿por qué sigues gritando? ¿Qué pasa ahora?

Parecía que su lengua también estaba cansada, pues sus palabras sonaban raras. Por otro lado, Actaeon se acercó rápidamente a ella, extendiendo la mano, y le reprochó.

—¿Estás fuera de ti por el cansancio? ¿Cómo te vas a dormir de esa manera?

—No iba a dormir, es que mis cuernos siguen golpeando el jarro…

A Kira le molestaba que él fuera tan insistente. Intentó dar una explicación rápida, pero luego pensó que si él se moría de sed, sería un gran problema. Entonces, sin pensarlo más, le ofreció el vino.

—Tienes razón, Actaeon, bebe un poco de esto. Estás sediento, ¿no? Yo ya he bebido.

Actaeon, sorprendido, miró rápidamente dentro del jarro y se asustó aún más por el olor.

—¡¿Es vino completamente agrio?! ¿Y tú lo has bebido sin más?

—No estaba tan agrio. Quizá por la sed, pero estaba buenísimo.

—¡No digas tonterías! ¡Bebes vino como si nada, sin saber qué puede tener dentro!

—¡Ay, por favor! ¿Acaso crees que no iba a comprobarlo primero? Huele perfectamente bien, no me iba a morir por beberlo. ¡Estaba realmente sedienta! Y además, Actaeon, ¿acaso tienes una enfermedad que te hace no poder hablar sin mencionar “mujer”? ¡Prueba a ser un poco más variado!

El molesto sonido en sus oídos hizo que Kira se irritara. En el siguiente momento, el calor subió desde su estómago hasta su garganta, lo que la hizo inclinarse hacia adelante. Su conciencia, que permanecía tenue, comenzó a diagnosticar su estado. El interior de su estómago ardía, y la sensación de náuseas seguía presente. Ahora que había llegado a tierra, ¿quizás aún quedaba resaca de los mareos del mar? Además, ¿sería por haber bebido el vino con el estómago vacío?

—¿De verdad, sin un poco de autodominio, ni un ápice de cautela…?

Al verla en tal estado, Actaeon expresó su desdén. Había visto muchas mujeres ebrias, pero lo que estaba frente a él ahora le parecía sencillamente horrible.

Sin embargo, él también sentía sed por la brisa salada y la falta de agua en el bosque. Resistir la tentación del vino ante sus ojos se volvía cada vez más difícil. Con esta mezcla de deseos, él estiró la mano hacia el recipiente, y Kira, tambaleándose, comenzó a reír y señalarlo con el dedo.

—Mira, ¿ves? Tú tampoco puedes evitarlo, Actaeon.

Actaeon, refrenándose, respondió:

—Soy hombre, así que puedo resistir esto. Las mujeres no deberían beber alcohol.

—¿Eh? Pues había rumores de que las mujeres de Tebas siempre están ebrias…

Kira respondió sin preocuparse por lo que decía, mientras su cuerpo tambaleaba y sus párpados se cerraban pesadamente. Pensaba que no debía quedarse dormida, ya que no sabía cuándo llegaría Orión.

—Tal vez esas mujeres también tenían mucha sed, ¿no? Si ese es el caso, es normal que los hombres de Tebas hablen, pero al final las mujeres no pueden evitar beber. O quizás, Actaeon, al seguir quejándote, has hecho que tengan aún más ganas de beber…

Con esa reflexión, tambaleándose de nuevo, se levantó con dificultad, todavía con algo de sed. Vertió un poco de vino en la copa del recipiente y lo bebió, lamiendo incluso lo que quedaba en sus manos.

Al ver su comportamiento, Actaeon sintió algo que no podía identificar, algo molesto en su interior. Pero, al recordar que ella estaba completamente fuera de sí por el vino, perdió el deseo de interrogarla. Además, él también sentía la quemazón del alcohol en su estómago vacío.

El ardor en su abdomen lo hacía sentir incómodo, y aunque se rehusaba a aceptarlo, las palabras de Kira seguían resonando en su mente.

«Esa es nuestra reputación. Maldición. Todo esto es culpa de esa forma de pensar que llegó a nuestra tierra desde la India, y mi madre, mi hermana… Todo esto es culpa de ese bastardo de Dionisio.»

Pero al mismo tiempo, las imágenes de la hermana de su madre, la princesa Semele, quien murió trágicamente, y su madre en sí, de quien nunca llegaba a comprender sus pensamientos, lo hacían sentir tan confuso.

«Sea lo que sea, no hay excusa para perder el autocontrol por el vino.»

Actaeon miraba a la joven que parecía estar medio dormida frente a él, luchando con su propio sentido de culpa.

«¿Y si la culpa también es mía? Tal vez todo esto es mi responsabilidad, ya que yo la obligué a beber vino de forma imprudente… Si no la hubiera presionado tanto, probablemente habría aguantado la sed por más tiempo…»

Sin embargo, su orgullo masculino era demasiado grande para permitirle aceptar tal culpa. Mientras reflexionaba, de repente escuchó un sollozo extraño. Actaeon se levantó de un salto, pensando que podría tratarse de una ninfa del bosque intentando atraerlo, pero pronto reconoció de dónde venía el sonido. La persona llorando frente a él era Kira.

Kira había abrazado sus rodillas, con la cabeza agachada, mientras sus lágrimas caían sin cesar.

—Oriooón…

El calor de su cuerpo, provocado por el vino, hizo que sintiera frío al contacto con el aire nocturno. En ese momento, una oleada de tristeza la invadió, y sus lágrimas se desbordaron.

¿Por qué pasa esto? Si lloras en el mar, el agua en tu cuerpo escapará. Ah, pero aquí estamos en tierra, así que está bien. Además, había bebido vino. Atravesada por todo tipo de pensamientos absurdos, de repente recordó al hombre que le había enseñado esos conocimientos, y volvió a llorar desconsoladamente.

—¡Orión, ¿dónde estás...?! ¡Quiero ir a casa!

Ahora actuaba como una niña perdida. Actaeon, algo atónito, gritó.

—¿Qué pasa, mujer de Delos? ¡Hace un rato te pavoneabas en el mar y ahora lloras, ¿por qué?

—¡Pero es que estoy aquí con alguien como tú!

Con tantas emociones encima, Kira gritó sin pensar. Como era de esperar, Acteón no retrocedió ni una palabra y respondió con firmeza.

—¡Estás siendo grosera! ¡¿Acaso tienes algo contra mí?!

—¡Piensa un poco, Actaeon! Nos conocimos de forma horrible, recibí malentendidos extraños de tu parte, ¡y encima hablaste de matrimonio! ¡No quiero casarme contigo!

—¡Yo también estoy en una posición difícil! ¡Rompí mi propio código de honor, el cual establecía que solo debo mostrarme desnudo a la mujer con la que voy a casarme, y lo rompí por tu culpa!

—¿Por qué no puedes mostrarte desnudo?

Kiea, sin comprender, preguntó sinceramente. Después de todo, ella también había aprendido que mostrar el cuerpo era algo vergonzoso, así que si Actaeon sentía lo mismo, podría entenderlo. Sin embargo, había una regla extraña y firme en su mente, el que solo mostraría su cuerpo desnudo a la mujer con la que se casaría. No podía comprender cómo había llegado a esa conclusión.

Después de todo, Orión le había mostrado el cuerpo sin ser su esposa, ¿verdad? Aún no había visto ninguna diferencia decisiva entre hombres y mujeres, al menos no hasta ese momento.

¿Es que lo que Actaeon quería decir es que solo debía mostrárselo a su esposa?

¿Por qué?

Mientras tanto, tal vez por el efecto del vino, Actaeon, con las mejillas rojas como su propio cabello, balbuceó.

—¿Es eso lo que estás diciendo?

Él parecía dudar un momento, tratando de comprender el significado de sus palabras. Luego, como si de repente lo entendiera, chasqueó los dedos.

—Ya entiendo. ¿Es que acaso has perdido la virginidad viviendo con ese gigante? Que mala suerte estar relacionado con una mujer como esta.

—No se pierde la virginidad de esa manera. No somos jarras de barro cocido.

—No seas descarada y no te hagas la tonta. Después del incidente, me tomé la molestia de investigar sobre ti. ¿No te acusaron de perder la virginidad cuando saliste de Delos? Y ahora, ¿no vives con Orión de Tira y hasta dicen que eres su prometida?

Al recordar esos hechos que casi había olvidado en medio de todo este caos, Actaeon, de nuevo, sintió que algo importante estaba sucediendo y su voz tembló ligeramente. El dueño de los famosos huertos y colmenas de la región de Tebas, con sangre real de la familia real, se había enredado con una mujer de tan mala fama. Pero, con el respeto que le debía a los dioses, no podía preguntarle directamente sobre ese asunto.

Actaeon aclaró su garganta y, pretendiendo no saber nada, trató de no caer en las manipulaciones de la mujer. Pensando que si su objetivo era el matrimonio, esta era una oportunidad para enseñarle, dijo con firmeza y pronunciando las palabras lentamente.

—Deberías aprender qué es la vergüenza de una mujer. Para mí, llevarte aquí y hacerte mía sería fácil. Pero no puedo manchar mi honor con algo tan impuro, así que debo mantener mi cordura.

—...No entiendo nada de lo que estás diciendo. Yo crecí en Delos sin saber nada de eso

Con el alcohol alterando sus emociones, Kira dejó escapar lo que pensaba sin censura. La verdad era que no entendía sus palabras en absoluto. Había venido a cazar un ciervo sagrado, pero ahora parecía estar evitando llevarla consigo como si estuviera restringiendo. La lógica del tercer cazador le resultaba completamente incomprensible, y gritó con mayor intensidad.

—Es que, verás, me enteré de que los hombres tienen... eso, ¡hace poco! ¡Justo al ver a Actaeon!

—...¿Qué?

Traducción: Claire

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