Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 147

Acteón hizo un sonido de desdén y apartó su mano.

—¡Cállate! Hijo de bárbaros…

—Bueno, si preguntamos quién es realmente el más salvaje, creo que tú ganarías por completo.

Hipólito sacudió su muñeca exageradamente y sonrió. Era una actuación bastante evidente. Sin embargo, sus palabras golpearon el punto sensible, y Actaeon, mordiendo sus dientes, no pudo refutarlo. Aprovechando la oportunidad, Hipólito se inclinó ligeramente hacia Kira.

—Debió ser difícil rechazarlo. ¿No te lastimó?

—Ah, no…

Kira, sintiendo una incomodidad, miró en su dirección. Aunque agradecía que la hubiera salvado de la situación, no podía expresar su gratitud con facilidad. Este hombre, al igual que Actaeon, era complicado. Kira sentía que sus intenciones no eran puras, y esa idea dominaba su mente.

La sonrisa suave de Hipólito se acercó. Era, sin duda, cauteloso. Bajó la voz, asegurándose de que nadie más escuchara, y susurró al oído de Kira.

—Te lo dije antes. Hoy he venido a contarte algo en particular. ¿Te gustaría saberlo ahora?

Kira se detuvo un momento, considerando si debía ir hacia Orión. Pensó que este hombre tenía una habilidad impresionante para hablar, y le respondió con firmeza.

—Si no es nada importante, mejor vete. De lo contrario, apresúrate y dímelo.

—Sabía que dirías eso. Doncella de Artemisa, ¿no me darías la oportunidad de acercarme como hombre?

Los ojos de Hipólito brillaron con una curva suave, como una media luna. Parecía que ya tenía todo preparado, y extendió una botella limpia. Al girar la tapa, un suave aroma a crema de aceite flotó hacia el aire. La acercó hacia Kira como si quisiera que lo oliera, y susurró.

—Cuando lo hueles, te das cuenta de lo que contiene. Es narciso.

—Príncipe, ¿qué estás diciendo?

—El perfume que ese hombre te ofreció antes solo me hacía suspirar. Es un olor tan ruidoso, algo que solo las mujeres que siguen a Afrodita usarían. Él no entiende nada de ti.

El susurro de Hipólito fue tan discreto que solo Kira podía oírlo. Incluso aquellos que querían escuchar, se acercaban disimuladamente mientras fingían mirar otros productos. Mientras tanto, Actaeon, que los perseguía, se vio atrapado y no pudo avanzar.

Hipólito, como si le estuviera entregando un tesoro que había encontrado en secreto, acercó la botella a Kira, como si le estuviera diciendo que la tomara inmediatamente.

—Doncella de Artemisa, creo que este aroma es el que realmente te queda bien. Si lo aceptas, también te diré lo que tanto te intriga.

Kira, involuntariamente, frunció el ceño al pensar en sus palabras. Hipólito no era alguien a quien se pudiera subestimar. Incluso después de haberla engañado antes, seguía siendo un adversario formidable.

Hipólito, sin parecer darse cuenta de los pensamientos de Kira, continuó elogiando el perfume con una sonrisa brillante.

—¿Qué te parece? Es claro, suave y tiene un toque de timidez. No creo que te resulte abrumador. Si tienes curiosidad sobre lo que quiero decirte, por favor, acepta el perfume.

Kira no supo qué responder. Honestamente, al oler ese perfume, inmediatamente pensó en el templo. Los templos siempre desprendían un buen aroma, pero el tipo de fragancia era más bien el de aceites sagrados que se utilizaban allí.

Las estatuas de Artemisa en Delos siempre se limpiaban con toallas impregnadas de aceites de alta calidad. Por eso, Kira asoció el perfume que le ofrecía Hipólito con su vida en el confinamiento del templo. Además, lo vinculó a recuerdos de regaños y castigos.

Por eso, aunque el aroma fuera limpio y suave, Kira no podía dejarse cautivar por él como lo haría cualquier otra joven. A pesar de la sonrisa encantadora de Hipólito, su actitud no cambiaba.

Hipólito siguió sonriendo mientras la provocaba con una última observación.

—Si no fuera por que estoy en esta situación por tí, te habría sugerido una vez más que cambiaras el jardín de Tebas por las praderas del Amazonas, ¿no crees que serían más atractivas?

Este hombre, al parecer, todavía no había renunciado a la caza de la bestia. Hipólito bajó aún más la voz, susurrando solo para que Kira lo escuchara.

—¿Una vida dedicada a un marido y a un hijo? ¿De verdad? Ese tipo no puede ver tu alma. Solo está mirando la carcasa del cuerpo. Hija de Artemisa, como te dije antes, permíteme repetirlo. Si te vas a las llanuras de las Amazonas, serás protegida toda tu vida por una guerrera que te mantendrá a salvo. Podrás mostrar tu poder divino y salvar a los pobres como desees.

Kira miró la copa de perfume frente a ella. El recipiente elegido por Hipólito era de forma redonda, decorado con oro y parecía una manzana. Era muy bonito. Sin embargo, no extendió la mano para tocarlo, sino que se quedó pensativa.

Por supuesto, Kira no sentía ninguna atracción por las llanuras de las Amazonas. El aroma que él le ofrecía también era tan reverente que le hacía pensar en la vida dentro de un templo.

¿Debería sucumbir a las intenciones de Hipólito? ¿Debería aceptar este perfume y pedirle una explicación sobre la apariencia de ese lugar?

No podía hacer eso. Ya llevaba meses viéndolo, y no podía dejarse engañar tan fácilmente, como si estuviera saltando por un agujero en la tierra.

Kiea levantó la mano y empujó la copa de perfume. Sin pensarlo, giró sobre sus talones y se dirigió hacia la salida.

—Ya está. No tengo ganas de escucharte más.

Cuando Kira se alejó rápidamente, Hipólito, sorprendido, no soltó la copa que tenía en las manos. Él, que se había agachado para igualarse a la altura de Kira, rápidamente se enderezó al ver que ella se alejaba.

—Espera un momento, hija de Artemisa. ¿De verdad no quieres escuchar por qué estoy aquí?

Kira sintió que Hipólito se acercaba entre la multitud. Ella no miró hacia atrás y, con una mirada fija al frente, esquivó rápidamente las estrechas mesas del establecimiento. Le respondió fríamente.

—¿De verdad te gustaría escuchar una respuesta, príncipe? Si el príncipe ha tramado algo y lo que va a decir es: ‘Me gustaría que vinieras conmigo a las Amazonas’, ¿qué haría? No tengo ningún interés en eso.

—Una idea ingeniosa que no había considerado. Es un buen plan, pero no imaginaba que me rechazarías de manera tan fría después de que te trajera los rumores del palacio.

Hipólito continuó siguiéndola de cerca. Chasqueó la lengua, como si no pudiera detenerse.

—Ese hombre de Tebas realmente ha manchado tu cabeza. Debería haber evitado que fueras al baño ese día. Ahora, mira, ya has caído en estos trucos mundanos. No me agrada en absoluto.

—No tengo por qué pedir permiso al príncipe para hablar con alguien. Haz lo que quieras pensar. ... ¡Orión!

Cuando Kira estuvo cerca de la salida, vio a Orión y corrió hacia él con una sonrisa.

Orión, que estaba bloqueado por la multitud desde la entrada, no había podido moverse ni un paso. Había sido una sabia decisión, ya que con su tamaño no habría podido pasar por las apretadas mesas del lugar sin causar estragos. Para evitar que frascos de perfume caros se rompieran, él prefería quedarse donde estaba y no tratar de colarse.

Por eso, Orión se encontraba apoyado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados, mostrando una expresión de frustración contenida.

Sin embargo, al ver a Kira acercarse, su rostro se iluminó como si la nieve se derritiera con el sol. Rápidamente la envolvió con su capa y la escondió en su interior. Al ver a Hipólito acercarse, Orión dio un paso adelante, mirándolo con una sonrisa burlona.

—Atenas, sabrás que perseguir a alguien que no quiere lo que le ofreces solo te hace quedar mal.

Hipólito se detuvo en seco, a punto de acercarse a Kira. Se dio cuenta de que había caído en la misma trampa que había usado antes con Actaeon y esbozó una sonrisa amarga.

—Parece que hoy me están cayendo golpes de todos lados.

—¿Qué significa eso de que escuchaste rumores en el palacio? No pensabas engañar a esta mujer con otro juego de palabras, ¿verdad?

—Exacto. Príncipe, ¿realmente tienes algo importante que decirme para haber venido hasta aquí?

Kira se asomó desde atrás y agregó a las palabras de Orión. Pensó brevemente que tal vez tenía algo que ver con la noticia de que Loxias estaba en Quíos, pero pronto cambió de idea. Era difícil imaginar que Saphira hubiera permitido que tales rumores salieran de la boca de un extranjero tan sospechoso.

Mientras tanto, Hipólito, claramente insatisfecho con el giro de los acontecimientos, dejó escapar el aire por la boca. Luego, sacó una bolsa de monedas de oro de su cinturón y se las dio al joven propietario que, desde hacía rato, estaba dando vueltas alrededor esperando cobrar.

—Señorita de Artemisa. Mi deseo de hablar contigo a solas se desmorona de manera tan innecesaria. No se puede evitar. Recordaré bien tu actitud de hoy.

Después de decir esto, Hipólito, sin dar demasiadas vueltas, continuó de inmediato.

—Este mes el año ha cambiado. Seguramente sabes que el evento de la salida del sol está cerca, ¿verdad?

—¿Qué, crees que este es mi lugar natal?

—No, no lo mencioné para que te involucraras. En otras palabras, he oído rumores de que el rey de aquí podría invitarte a la fiesta de Año Nuevo y asignarte algún cargo importante.

Kira se quedó sorprendida por la repentina mención de un “cargo importante”. 

—¿Qué podría ser lo que quieren que haga en la fiesta...?

—Bueno, hasta ahí no estoy seguro. Como será una reunión de las principales figuras de la isla, probablemente lo consideren apropiado. Sin embargo, no creo que te pidan gobernar el país o entrenar tropas…

Hipólito se quedó pensativo por un momento, tocándose la barbilla, y luego, como si tuviera una idea, abrió las manos. 

—Probablemente sea algo relacionado con el festival que sigue a la fiesta. He oído que en esta isla, después de la fiesta, se celebra un festival. ¿Estoy equivocado?

Hipólito miró a Orión, quien frunció el ceño, como si tuviera una corazonada siniestra. 

Este respondió en un tono grave.

—Sí, es cierto. Dura varios días.

—Exacto. En Atenas también solemos celebrar el festival de todos los ciudadanos en estas fechas. Después de Año Nuevo, supongo que en todas partes será lo mismo.

Festival. Kira tragó saliva. Pensando en ello, se dio cuenta de que últimamente su mente estaba agitada por Orión, los secretos entre hombres y mujeres, los delfines, Loxias y muchas otras cosas, por lo que no había prestado mucha atención al paso del tiempo. El último día del mes pasado y el primero de este mes no fueron nada especiales. Solo cocinaron huevos de pato que habían guardado con esmero en el almacén. Aunque los miembros del palacio real habían subido al monte Tira para ofrecer el primer sacrificio del año, eso era algo que Kira solo había escuchado. 

Orión, que no pertenecía al Senado, no tenía razón para seguirlos, y como ella era la criatura sagrada de Artemisa, sería raro verla involucrada en la devoción a Poseidón. El primer día del año pasó tranquilamente. De hecho, no era tan importante. Lo que sí era mucho más importante era el primer día del festival, el día de la luna llena. 

Gracias a las conversaciones de Nikos y Lykos, Kira tenía una idea general de lo que sucedería en el festival de Año Nuevo. Se celebraba el más grande de los sacrificios, se ofrecían grandes ofrendas, había combates de lucha, concursos de teatro y canto. Nikos estaba esperando ansiosamente las peleas de burros que se celebrarían en la ciudad, y Lykos estaba emocionado solo de pensar en probar el pastel de queso. Con todo esto en mente, ¿qué papel podría desempeñar Kirs en medio de todo esto? No podía hacer luchar, nunca había participado en un concurso de teatro o canto. No podía participar en las peleas de burros porque Titán era demasiado educado y Leto demasiado juguetona. Y, además, nunca había hecho un pastel de queso... 

Kira, sintiéndose repentinamente ansiosa, agarró fuertemente a Orión. 

Su mente comenzó a llenarse de pensamientos extraños. 

—Orión, ¿no será que terminaré siendo parte del sacrificio?

—No digas tonterías. Cada año se sacrifican un toro y una vaca.

Orión corrigió rápidamente, pero Hipólito se rió a carcajadas, claramente disfrutando de la respuesta de Kira. Después de mirarlo con una ferozmente para indicarle que dejara de bromear, se limpió las lágrimas y habló. 

—No hay costumbres de sacrificios humanos en esta isla, ¿verdad? De todas formas, no he escuchado qué papel te darán en el festival. Sin embargo, ese ruidoso hombre parece tener algo en mente con Acropolis…

En ese momento, Actaeon se abrió paso entre la multitud y llegó hasta donde estaban. Hipólito, evitando ser empujado por él, se apartó rápidamente. 

—Decidí seguirlo un poco por la dirección en la que iba, para ver qué tal. Pero en serio, ese hombre tiene una costumbre molesta de caminar como si nada lo detuviera.

—¡Cállate! ¡Y tú, Orionis de Tira! Justo cuando comienza el festival de Año Nuevo, parece que la buena fortuna de Zeus me acompaña. ¡Finalmente me toca a mí!

Actaeon se acercó rápidamente a Orión, como si fuera a agarrarle del cuello, y gritó con toda su fuerza. No parecía importarle que la gente a su alrededor pudiera oírlo; Kira tapó sus oídos, pero la voz de Actaeon resonó por completo.

—¡Ahora sí que voy a desafiarte y llevarme a la criatura sagrada! ¿Será lucha con puños, con nuestras espadas o pankration (lucha libre)? ¡Acepta el reto de cualquiera de ellos!

—Cualquiera de esos desafíos lo acepto, pero en cuanto al festival, paso. Tengo otros compromisos ese día. Te sugiero que investigues un poco antes de hacer el ridículo, Tebas.

Traducción: Claire

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