Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 18

Capítulo 18

Era una escena que había estado esperando desde la mañana.

Kira, qué había pasado la noche dentro de la habitación, apenas reunió un poco de valor y salió con cuidado del camarote.

Sería una falta de respeto para Orión el que permaneciera encerrada. Aunque volvió a ser malo al final, ¿no era cierto que también le había brindado palabras tranquilizadoras?

Sobre todo, ya no estaba confinada. Podía salir tanto como quisiera. Pretender ser un caracol y estar escondido en su caparazón fue un poco doloroso.

Tomó el riesgo y salió a cubierta.

Orión se mostró indiferente incluso cuando encontró a Kira. Después de sacudir su capa bajo el sol de la mañana, todo lo que dijo fue: “¿Estás despierta?” Ella estaba bastante agradecida con él por no haber hecho un escándalo.

En ese momento, el timonel que se disponía a zarpar se acercó a ella, vacilante.

Sorprendida, Kira se escondió detrás de Orión sin siquiera darse cuenta. Entonces el timonel gimió bastante consternado.

—Escuché un poco sobre su desafortunada situación. Tiene cuernos sagrados siendo una mujer, ¿verdad? Aunque Artemisa sea una diosa que no tenga conexión con el mar, ¿está bien si los toco una vez? Pensé que podría recibir su gracia.

—¿Gracia?

Kira preguntó con desconcierto. ¿Habían desarrollado una retorcida fe en lugar de susurrar cosas horribles sobre ella mientras permanecía encerrada en el camarote? De repente le quedó claro que La Atlántida consideraba auspiciosas las apariencias extraordinarias.

Incluso llegó un grupo de guardias y marineros que se alinearon.

—¡Por favor, el mar es tan caprichoso que es mejor obtener la mayor gracia posible!

—¡Deidad, por favor comparta una pequeña bendición!

—¡Escuché que la vida del señor Orionis fue salvada con esa gracia!

La cubierta se volvió ruidosa en un instante. Inaudito, Orión bloqueó a Kira por completo.

—¡Basta, muchachos! Si quieren pedir prestado un buen viento, oren al Dios que corresponde. ¿Por qué están haciendo un escándalo alrededor de esta mujer?

—Eso es porque el señor Orionis regresó a salvo gracias a la deidad. ¿No es lo que corresponde después de que se haya probado ese milagro?

—¿Quién fue el que remó hasta los huesos y cruzó el mar Egeo? Me alegro de que no se haya mareado tanto, pero la gracia que esperan...

—¡Diosa, por favor!

—Dejen de gritar. ¿Qué van a hacer al respecto?

Se desató una pelea. Sin embargo, solo había un Orión y muchos tripulantes. Los marineros incluso abuchearon a Orión.  El punto principal era que él los estaba haciendo quedar ante sus ojos cómo personas aterradoras.

Kira se aferró a la capa de Orión y observó la escena atentamente.

Fue increíble. Lejos de tener miedo a sus cuernos, parecían necesitar a Kira. Era extraño para ella que nunca antes había sido tratada de esa manera.

Pero, ¿qué debería hacer? No podía otorgarles ninguna gracia. Su débil divinidad era una burla a comparación de la de Loxias. Era demasiado incompetente para otorgarles lo que pedían. Realmente lamentaba ese hecho.

Sin embargo, si seguía escondiéndose así, estarían aún más decepcionados. Queriendo tranquilizar las cosas, Kira tiró del dobladillo de Orión.

Orión se dio la vuelta.

Kira finalmente salió de las sombras.

—Yo, bueno, estoy bien con ello. No es como si pasara algo si solo los tocan.

—Sabes, no tienes que seguir las supersticiones de los marineros...

—Aquí, está bien si es una persona a la vez.  Siempre y cuando sean gentiles.

Entonces todos saltaron de alegría.

Kira se sentó en un cofre de madera. Inmediatamente frente a ellos se formó una extraña procesión. De vez en cuando, personas vacilantes tragaban saliva y acariciaban un cuerno.

Las personas que pasaron fueron dando impresiones bulliciosas como "Son duros", "Son muy suaves" y "Tienen una hermosa forma". Kira se sintió avergonzada al escuchar los repentinos comentarios sobre sus cuernos.

Mientras tanto, Orión se situó voluntariamente al lado de Kira. Ella no se lo había pedido, pero éste miró fijamente como uno por uno colocaba una mano sobre sus cuernos. Era una mirada vigilante para cerciorarse de que nadie la tocara por mucho tiempo. Era como un perro pastor que hacía irse a toda prisa a la persona que chocara con él.

Murmuró en un tono de completa desaprobación.

—Incluso si oran durante cien días, un barco que está destinado a volcar, volcará. Están haciendo un escándalo por nada. Si continúas así, tus cuernos se desgastarán.

Cómo desearía que estos cuernos desaparecieran con tanta facilidad. Kira pensó para sí misma. Sin embargo, no contradijo a Orión porque sabía cuál era su intención.

En cambio, dijo algo más.

—Estoy bien.

—¿A pesar de toda esta gente en fila?

—La gente aquí ha sufrido por mi culpa. Es mejor que partamos de buen ánimo.

Kira miró a Orión y sonrió.

—Es la primera vez que estos cuernos son de utilidad.

La queja de Orión se detuvo ante esas palabras, pero no parecía completamente convencido. Su boca apretada se curvó ligeramente hacia abajo. Entonces rápidamente echó a patadas a los pobres marineros.

—Supongo tendré que decirles remen tan rápido como han recibido la gracia. Ve allí y mira el mar.

Kira hizo lo que se le dijo. Después de un rato, el rey George subió a bordo del barco bostezando. Quidna, que iba detrás, sacó una caracola más grande que su cabeza y la levantó. Mientras inflaba sus mejillas y exhalaba vigorosamente, los latidos de su corazón resonaron.

Se decía que La Atlántida sería visible en unas pocas horas más. Kira asomó la cabeza fuera del barco. Ciento ochenta remos comenzaron a abrirse paso a través del agua, rompiéndola limpiamente.

Era un movimiento maravillosamente regular. Tantos remos se movían en perfecta sintonía. ¿Estos cuernos realmente habían ayudado a que los antebrazos de los marineros se fortalecieran?

Fue cuando la invadió una extraña impresión al barco vencer las olas y ella los mareos.

Una mancha blanca de tierra apareció borrosa en el horizonte. La escena volviéndose más nítida a medida que avanzaban. Kira estalló en exclamaciones cuando se dio cuenta de que era La Atlántida.

Orión, que había aflojado los hombros, dijo con un suspiro.

—Sí, esa es La Atlántida. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve en casa.

—Blanco. ¡Todos los edificios son blancos!

Kira exclamó emocionada.

Obviamente eran blancos. Los edificios que bordeaban la isla eran todos de cal blanca. Gracias a los lúgubres acantilados costeros que sobresalían del mar, el contraste los hacía parecer mucho más limpios. Incluso se consideró afortunado de encontrarse por primera vez con esta isla a mitad del día.

En primer lugar, no podía compararse con Delos. Además, la isla era completamente diferente a Naxos. A diferencia de ese lugar que estaba abarrotado de coloridas tiendas de campaña, La Atlántida estaba prolijamente organizada.

Aún más sorprendentes fueron las galeras que iban y venían constantemente a lo largo de la costa. Todavía no se habían acercado al puerto, pero Kira ya había visto varios barcos del mismo tamaño. Además, ¿no estaban ondeando las banderas como si reconocieran este lado?

Explicó Orión

—Es el Cuerpo de Marines del que La Atlántida tanto se enorgullece. Patrullan aquí todos los días.

Kira lo entendió. La guardia del santuario también patrullaba y vigilaba todos los días.

—Ya que dijiste que Quidna es la comandante de la marina, ¿entonces ella es la capitán de la gente en este barco?

—Bueno, por así decirlo.

—¡Qué te parece nuestra isla, mujer del Santuario!

El rey George, que había estado escuchando la conversación desde el otro lado, intervino.

Temiendo parecer grosera, Kira retiró rápidamente las manos del barco. En realidad, George dijo mientras se reclinaba.

—Primo. La situación actual se ha vuelto muy complicada, pero primero regocijémonos en casa. Lokira, tú cómo invitada de nuestra ciudad, le diste la bienvenida al paisaje por lo que probablemente te hayas olvidado del rey.

—George, ¿ya no estás rodando con la cabeza entre las manos? ¿Se te pasó el pánico?

Orión escupió. George palideció como si le hubiera dado la espalda a un hecho que no quisiera recordar.

—Vamos, estoy muy preocupado por cómo informar la situación actual al cónsul…no sé. De alguna manera funcionará.

Mientras hablaba, George emitió un extraño quejido. Parecía un niño preocupado por ser regañado. Retorciéndose para sí mismo, finalmente murmuró débilmente.

—¡No quiero volver al palacio real...!

—¿No piensas regresar? Enviaré la señal para que abran la puerta, así que retrocede.

Orión dijo mientras sacaba su arco. Colocó el arco en posición, arrojó la capa que cubría su cuerpo detrás de su hombro como si estorbara y apoyó un pie contra el barco. Habría sido una postura poco razonable para una persona común, pero no fue un problema para él ya que era alto.

Kira se preguntó qué estaba tratando de hacer. Hizo caso al gesto de George de ir a su lado, pero no apartó los ojos de Orión ni por un segundo.

Quidna se acercó y le entregó una cuerda hecha de terciopelo rojo.

—¿Lo hará Lord Orionis?

—Prefiero hacerlo yo. Por varias razones.

Sacó una flecha, ató la cuerda de terciopelo a ésta y apuntó hacia arriba. Con el sonido de la cuerda del arco tensándose, las venas sobresalieron en la parte superior de sus brazos.

¿Qué era todo esto de repente? ¿Buscaba cazar estando en el barco? Kira, desconcertada, volvió la mirada hacia la dirección en que apuntaba. Entonces le sorprendió el paisaje de la isla que se acercaba.

 —¡Ah...!

La isla era mucho más alta de lo que parecía desde la distancia. El acantilado sobre el que se levantaban los edificios blancos era empinado y vertical. La tierra arraigada en el mar se dividió por ambos lados como los pilares de un santuario y una enorme puerta de metal instalada en medio del mar proyectaba una sombra sobre Kira.

Su boca se abrió de par en par. La compuerta era dos veces más grande que la estatua de Artemisa en el santuario. ¿No sería la misma altura si el Monte Cinto se cortara en tres partes iguales? ¡Cómo podía existir una estructura tan grande en el mundo!

Kira se sintió abrumada y retrocedió.

« ¿Esa puerta es plateada? ¿Es de hierro?»

Sin embargo, el metal plateado tenía una textura ligeramente diferente a la del hierro o la plata. También estaba lejos de ser del mismo material de la familiar reja de hierro del santuario.

Textura que parecía extrañamente suave y limpia. Las formas de siete mujeres rodeaban las compuertas inorgánicas. Kira las reconoció como estatuas de las Pléyades. ¿Quiénes más serían las siete hermanas del mar?

Pléyades, las siete hijas de Atlas, el primer rey de La Atlántida y primogénito de Poseidón. Atlántida también significaba “hija de Atlas”. Siguiendo el ejemplo de Gea, la madre tierra, a menudo se hacía referencia a la tierra como una mujer. Kira volvió a recordar lo que eso significaba.

Ella, que había estado confinada en el santuario de Delos, realmente había llegado hasta este lugar. Lejos de la tierra donde nacieron Apolo y Artemisa, ahora se encontraba en la isla de Atlas, en la tierra que lleva el nombre del gigante que sostenía los cielos…

Entonces Orión soltó la cuerda del arco. Una flecha con un hilo rojo dibujó una parábola. La flecha que voló lo suficientemente alto eventualmente cruzó el muro de la fortaleza por encima de la compuerta.

Poco después de que desapareciera la flecha, apareció una persona en la fortaleza. Estaba agitando el lino rojo que había sido atado a la flecha.

—¡Rey George, Lord Orionis! ¡Felicitaciones por su regreso seguro!

Un saludo de bienvenida y las compuertas se abrieron lentamente. Con un fuerte rugido, se reveló lo que estaba escondido dentro.

Kira no podía quitarle los ojos de encima. Era sentido común atracar los barcos una vez llegaban a la entrada. Sin embargo, La Atlántida era diferente. Incluso después de que se abrieron las compuertas, el mar continuó a través de las grietas en la tierra.

El barco se deslizó a lo largo de un canal.

Se sentía como atravesar un corredor hecho por agua del mar. La costa que se elevaba a izquierda y derecha estaba rodeada por elaborados cercos de madera. Se construyó un puente que conectaba ambos lados para facilitar el paso.

¿Cómo rayos surgió esta isla? Kira estaba desconcertada porque no podía entenderlo.

Orión, que había asegurado su arco, la miró y sonrió.

—¿Ves algo interesante?

Kira asintió, atónita. Ni siquiera podía darse el lujo de voltear a mirarlo porque era un lugar tan extraño.

Orió bajo a la altura de su cuerpo y apuntó alternativamente a ambas tierras.

—Mira. Este lado es el interior, y ese lado es el exterior. A estas dos partes las llamamos Tira interior y Tira exterior. Cuando juntamos las dos islas, las llamamos Atlántida.

—¿Inte…rior?

—Imagina que tienes dos miljeonbyeong (un tipo de pan muy delgado) y los apilas uno sobre otro. Uno tiene un agujero en el centro y el otro está mordido por los bordes. ¿Qué forma crees que tendrá?

Después de imaginarlo por un momento, Kira dibujó con el dedo un patrón de círculos concéntricos.

—Así es. Este canal de agua fluye de forma circular entre las dos islas. En el punto donde conecta con el mar exterior, se construyó una compuerta para evitar que barcos sospechosos puedan ingresar.

—Es impresionante. Nunca había visto una puerta tan grande como esa. Usar tanta plata o hierro...

Kira miró hacia el puente que pasaba sobre su cabeza. El puente también tenía algunos de sus marcos cubiertos con el mismo metal que las compuertas.

Orión se rió del comentario ignorante de Kira.

—¿Plata? ¿Hierro? Es mucho más valioso que eso. Todo está hecho por Oriharukon.

—¿Ori…harukon?

Kira inclinó la cabeza ante la palabra desconocida.

Después de dar la vuelta al canal, el barco se acercó al muelle antes de darse cuenta. Orión dijo mientras señalaba el peto de Quidna, la cual ordenaba los preparativos para el desembarco.

—Supongo que no has visto mucho de eso. Oriharukon es una especialidad de La Atlántida. Es el metal más útil del mundo, pero rara vez se encuentra en otras tierras. En el exterior es tan precioso que solo se usa en los palacios imperiales egipcios y en los jardines colgantes asirios. (Antigua región alta de Mesopotamia.)

Traducción: Claire