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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 25

Capítulo de novela - 128 párrafos

La ruidosa cena terminó con el truco de la cuchara. Los chicos que vieron la extraña hazaña se veían tan emocionados que se apresuraron a recoger los platos diciendo que ellos se encargarían de lavarlos.

Mientras tanto, Orión, que estaba guiando a Kira al baño, preguntó.

—¿Por qué les mostraste eso?

Kira detuvo sus pasos. ¿Acaso pensaba había sido inútil? La suma sacerdotisa que la había instado a no usar el poder de la bestia descuidadamente vino automáticamente a su mente. Dijo encogiéndose de hombros como de costumbre.

—Lo lamento.

—No…. no era mi intención regañarte.

Orión miró hacia atrás bastante sorprendido. Kira abrió los ojos y examinó cuidadosamente su expresión. Entonces las cejas de Orión se endurecieron nuevamente en línea recta y una mano alborotó su cabello.

—Lo que digo es que no tienes que tratar de hacer lo que te digan. No es como si te hubiera traído hasta aquí para consagrarte y recibir tributos como Delos. Es decir, no mencionaste tus habilidades en detalle cuando estábamos en el palacio.

Oh, ahora que lo pensaba. Kira había explicado la mayoría de las circunstancias a Orión y a los demás después de llegar al palacio. Sin embargo, ésta sólo había dicho unas cuantas palabras en referencia a su poder.

En ese momento, Orión se había negado a comentar sobre el poder de Kira. ‘Lo lleve a un sitio seguro con dificultad’, ‘Luché para calmar mi sorpresa cuando me quitó la tela que cubría mis cuernos’ Recordó claramente que esas habían sido sus palabras.

En ese momento, su poder no había estado muy relacionado con el flujo de los eventos, por lo que no fue consciente de la omisión. Al pensar en ello, realmente parecía que había sido deliberadamente evasiva.

Orión continuó mientras dejaba a Kira ingresar en el baño.

—No sé cómo se difundirán los rumores si esos dos hablan de más al estar tan muy emocionados. Ese es el caso de Lykos, pero Nikos entenderá si hablo con él más tarde, así que mantendrá la boca cerrada. 

—¿Es malo usar mi poder?

—No, no necesariamente. Pero será molesto si traen a otros chicos consigo para que también les muestres lo que puedes hacer.

Kira miró hacia el suelo del baño con la cabeza gacha. ¿No significa eso que no debería haber usado su poder? Familiarizada con la prohibición, interpretó las intenciones de Orión como control. Se disculpó débilmente, desanimada.

—Lo siento. No lo volveré a hacer...

Sólo quería demostrarles que podía hacer algo. Ver a los chicos entusiasmados la hizo sentirse un poco mejor. Sin embargo, ya no estaba tan feliz ahora que se lo habían recriminado. La momentánea sensación de haber conseguido un logro se desvaneció y una sensación de vergüenza volvió a llenar su corazón.

Orión pareció bastante desconcertado cuando vio su rostro lloroso.

—¿Dije algo aterrador? ¿Por qué lloras?

—No, es solo que…

Kira se mordió los labios y negó con la cabeza. Temiendo avergonzar innecesariamente a este hombre, sonrió rápidamente.

Pero Orión todavía sospechaba. Frunció los labios como si quisiera decir algo mientras parecía no saber qué hacer con las manos. Entonces como si de repente recordara el propósito de haber venido hasta ese lugar, se acercó apresuradamente a la pared.

Sin embargo Kira había estado sintiendo curiosidad por la apariencia del baño desde hace unos momentos. Aquí no había barriles de agua ni bañeras.

Un delfín tallado en bronce había sido colocado en la pared. La cabeza inclinada hacia abajo, la boca abierta de par en par. La aleta superior de la cola que se alzaba en el aire lucía extrañamente como un mango.

Orión agarró la aleta y la presionó hacia un lado. Hubo un chirrido seguido de un extraño ruido proveniente de la pared. Pronto el agua comenzó a salir de la boca del delfín.

Kira exclamó y se acercó. ¿Era ese un delfín real? Por supuesto que no. Incluso si miras de cerca, el delfín estaba hecho de bronce.

El tubo en su boca arrojó agua caliente. Revisó debajo por si acaso, pero no había ninguna estufa cuando empezó a salir agua hirviendo.

—¿Cómo es posible?

—Escuché que el agua sube por una tubería de arcilla bajo tierra. No soy ingeniero, así que tampoco estoy seguro.

Orión midió con calma la temperatura del agua y empujó la aleta hacia el otro lado, cambiando la cola de dirección. Esta vez, el agua fría comenzó a fluir en un instante.

—Mira, esta aleta abre y cierra el flujo del agua. La izquierda es la caliente, la derecha es la fría. El lado caliente es agua hirviendo del fuego subterráneo, por lo que si lo haces mal, te cocinaras por completo. Debes aprender a usarlo correctamente.

Kira estaba estupefacta. Había pensado haber visto demasiada tecnología de punta en La Atlántida. Pero esto era totalmente asombroso, más que una compuerta en el mar o un edificio de tres pisos. Entendió inmediatamente como Quidna se había quejado sobre cuán primitivos eran los baños de Naxos.

Kira se armó de valor y extendió la mano para mover cuidadosamente la aleta del delfín. Fue divertido ver el agua fluir, detenerse y una vez más volver a fluir. El agua mojaba las baldosas del suelo y se iba a través de un agujero con rejilla. En este lugar parecía que el agua usada fluía hacia algún lado sin necesidad de desperdiciarla.

—¡Mi falda está mojada!

Sintiéndose mejor después de juguetear con el agua, Kira exprimió su falda con una sonrisa.

Después de confirmar que sus lágrimas se habían aclarado, Orión finalmente relajó su expresión. Se dio la vuelta y salió del baño.

—Date un baño. Estaré esperando hasta que termines.

Antes de que Kira pudiera decir algo, la puerta se cerró rápidamente. La lámpara junto a la puerta parpadeó.

El baño que de repente se había quedado en silencio se volvió incómodo. Kira miró hacia la puerta y se quitó la ropa. Cuando presionó la aleta, el delfín volvió a dejar caer agua por su boca.

Era inusual pararse y darse un baño en lugar de sentarse en una bañera. Kira preguntó fuera de la puerta después de encontrar un jabón hecho de grasa de oveja, ceniza y sales.

—¿Estás ahí?

Suponía que realmente la estaba protegiendo. Sin embargo, se sintió realmente avergonzada cuando fue consciente de que sólo una pared lo separaba de su desnudez.

—No esperes allí. Puedo subir sola.

—Me iré después de que llegue la criada. No sabemos qué tipo de persona podría entrar de repente.

Orión parecía tranquilo. Al recordar la carga que se le había impuesto, Kira volvió a deprimirse un poco.

Un año. No sabían cuándo ni dónde aparecerían los cazadores. Pero, ¿podría Orión cuidar cada uno de sus indefensos movimientos?

Sólo por hoy, no, quizá podría durar hasta diez días así. Sin embargo, ¿no sería difícil cuidarla de tal manera durante más de 300 días? Sería tan difícil como hacer rodar una roca que cae interminablemente por el acantilado del infierno.

Sin embargo, era como si supiera qué tipo de respuesta recibiría si hacía esa pregunta.

Quizás Orión la apartaría de inmediato, tal como lo hizo cuando la llevó a la Atlántida. No es nada de lo que debes preocuparte. No hagas un alboroto innecesario. Kira se instó a permanecer en silencio y no causar problemas.

En cierto modo, era una amable consideración.

Sin embargo, no parecía que la respuesta fuera simplemente ocultarse porque tenía miedo de que otros la vieran.

Kira tocó la cadena, preocupada. También buscó a tientas los cuernos que crecían en su cabeza.

«Si sólo pudiera romperla»

La estrujó a pesar de que sabía que era inútil. Una sensación terrible la golpeó y renunció a seguir intentándolo. Un dolor similar a sus uñas siendo arrancadas resonó a través de su cabeza.

Su cuerpo se calentó, pero su corazón todavía seguía frío. Kira, que fue golpeada por el agua, envolvió sus hombros con ambas manos. Se acurrucó tal como una criatura envuelta en un caparazón duro.

Cuando se vistió y abrió la puerta se encontró a Orión con una espada pesada en la mano. Kira pegó un grito y se escondió detrás de la puerta. Orión rápidamente la guardó en su funda a un costado de su cinturón, avergonzado.

—¡Estaba aprovechando a trabajar un rato! ¿Por qué te sobresaltas así? ¡Casi se me sale el corazón!

Kira apenas salió después de asomar la cabeza. Había una piedra de afilar en el suelo. Resulta que había estado afilando la hoja.

—Iba a llamar a un vendedor ambulante* cuando amaneciera. Voy a tener que esperar. Deberías corregir eso de estar sobresaltándote a cada rato.

—¿Por qué un vendedor ambulante?

—Necesitarás artículos personales y ropa.

Orión señaló su cabello húmedo.

Era un desperdicio. Significaría un gasto muy grande llenar la casa con artículos o muebles todo al mismo tiempo. Kira dijo después de solidificar el malentendido de que este hombre era débil en lo referente a las finanzas.

—Puedo peinarme con las manos. Me pondré lo que me quede.

—No. No quiero escuchar a esos dos chimpancés clamar el por qué recibes ese trato.

—¿Pero de dónde vas a sacar el dinero…?

Orión dejó escapar una extraña carcajada.

—Vamos, ¿sabes cuánto gana al día un herrero que fabrica un gran yunque?

¿Cómo podría saber? Orión prosiguió de inmediato.

—Una dracma de plata* .¿Cuántos dracmas crees que vale un electrum? *

—¿11 Dracmas…?

Ese básico tipo de cambio era el mismo que había aprendido durante su vida en aquella pequeña habitación. Como si la respuesta fuera correcta, Orión agregó dejándola entrar en la habitación.

—Cuando Quíos preguntó por mí, el mensajero me dio dos puñados de electrum sólo por ir a esa ciudad. Incluso recibiría tres puñados cuando finalmente hiciera que esa cabra salvaje dejara de causar problemas en los campos.

Era una cantidad que Kira no podía apreciar de inmediato. Para ella, el dinero no era más que una noción numérica. Sin embargo, a juzgar por la forma en que habló, parecía que ella se estaba preocupando por nada. Era solo que la casa que parecía una mansión estaba tan vacía que no daba la impresión de riqueza en absoluto.

Mientras tanto, Orión colocó el arco en su hombro con firmeza, se retiró a la puerta y se despidió.

—Buenas noches. Grita si ocurre algo.

Entonces se quedó sola otra vez.

Kira miró alrededor de la habitación desconocida. Estaba oscuro ya que las lámparas no habían sido encendidas y las ventanas estaban cerradas para evitar que nadie entrara.

Kira se quedaría en esta habitación a partir de ese día. De cualquier manera, estaba decidida a que sólo permanecería allí hasta el próximo año.

De alguna manera, Kira se sintió fuera de lugar. Haber vivido tanto tiempo en una habitación tan pequeña quizá fuera la razón de su incomodidad. Aunque estaba acostumbrada a esta oscuridad… no le sentó bien a su corazón.

«Es porque es el primer día.»

Kira se obligó a acostarse en la cama y tratar de dormir. Olía un poco a polvo. La sensación de una manta hecha de piel de animal tampoco le era familiar.

Mientras tanto, sintió el agotamiento de todo lo que había pasado en estos últimos días. Había cogido un barco para llegar a La Atlántida vía Naxos para entonces ir al palacio y enseguida conocer a nuevas personas. No había podido permitirse sumergirse en la ansiedad porque estaba prestando atención a la situación que cambiaba rápidamente y lo que sucedería con su nueva residencia.

Todo eso había llegado a su fin esta noche. Ahora Kira se encontraba acostada en su nueva morada. Tan pronto como tuvo tiempo de reflexionar con calma sobre su situación, sus preocupaciones sobre el futuro crecieron como una bola de nieve.

«¿Lox volverá a intentar comunicarse conmigo esta noche?»

El pensamiento de él mirandola desde la oscuridad le dio escalofríos.

Loxias dijo que esperaría y vería cómo viviría Kira en La Atlántida. La presión de ser una presa pesaba sobre Kira. Acteón, Hipólito… Los nombres que había escuchado en el palacio le vinieron a la mente uno tras otro, extendiéndose en una ansiedad similar a la neblina. 

«Vienen a buscarme. Gente que no conozco viene a cazarme.»

Su cuerpo se encogió dentro de la manta.

¿Y si era arrastrada a otra ciudad? ¿La volverían a encerrar? ¿Sería golpeada una vez más? ¿Sería obligada a hacer algo que haría una divinidad?

La imagen de la espada de bronce de la suma sacerdotisa destelló en su mente como un relámpago.

«Vienen de toda Grecia durante un año para matarme, para lastimarme...»

Al llegar a ese punto, la maldición que Loxias había dejado la noche anterior se superpuso.

Dijo que eventualmente mataría a Orión.

Kira sacudió la cabeza con horror.

«No. Orión no debe morir por mi culpa. ¡Nadie más!»

Kira dio vueltas y vueltas para sacudirse el miedo sin fin. Sintió el frío único de una habitación que no había sido ocupada por personas. Odiaba la sensación, así que volvió a darse la vuelta, pero entonces sintió algo que se arrastraba por la manta. Entonces saltó con una ominosidad instintiva.

—¿Qué es esto…?

El sentido del tacto se dio cuenta primero antes de que la visión nocturna pudiera discernirlo.

Una corteza sólida.

Muchas patas.

Kira se puso de pie al darse cuenta de lo que era el intruso.

Un escorpión. De vez en cuando unos entraban a su habitación desde la montaña. El hecho de que tocara su cuerpo le puso la piel de gallina.

Pero por alguna razón, la desagradable sensación de ese animal haber escalado sobre su piel no desapareció. Kira cerró los ojos con fuerza por el miedo.

Esta habitación estaba llena de escorpiones. Docenas y cientos acudían en masa para hacerle daño.

—¡Vete, vete!

Su mano extendida liberó su telequinesis. La manta que salió disparada golpeó la pared y cayó. Fue en el momento en que se propuso a voltear la cama.

Kira volvió en sí con la sensación de ser presionada contra un cuerpo. Entonces reconoció la temperatura y la fuerza corporal familiar.

Orión sostuvo a Kira entre sus brazos y sacó la pesada espada que había afilado antes como un rayo. La hoja afilada golpeó el suelo de inmediato.

—Cálmate. Te tengo. ¿Cómo llegó uno de estos desde el sótano?

Encendió la lámpara mientras la calmaba con palabras suaves. Jadeando, Kira miró alrededor de la habitación iluminada.

Un escorpión muerto.

No había nada más.

Orión dijo mientras arreglaba un poco su despeinado cabello.

—Incluso si alguien como tú recibiera una picadura, sólo te hincharías un poco, eso sería todo. ¿Estabas muy sorprendida? Supe que algo había pasado tan pronto como me acosté.

Kira respiró con dificultad. Se aferró al dobladillo de Orión con fuerza. No sabía si estaba avergonzada por armar un escándalo, o por ser sostenida como una niña en brazos del hombre. Ahora le resultaba demasiado difícil ser consciente de estos sentimientos tan complicados. Desde el momento en que había sido llevada frente a la estatua de Artemisa, había puesto toda su energía para soportar la perdurable realidad.

Kira se mordió los labios. Trató desesperadamente de controlar su mentón tembloroso, pero finalmente se rindió y se echó a llorar.

—¿Estás llorando...? Sí, está bien. Esto nisiquiera es el mar.

Inesperadamente, Orión colocó una mano sobre su cabello en lugar de regañarla.

Sin nadie que la detuviera, Kira siguió llorando. En lugar de reprimir sus sollozos, se avergonzó de sí misma por dejar salir sonidos extraños. Pero por otro lado, se sentía tan libre como si su caparazón se hubiera roto.

Vendedor ambulante*: Bangmuljangsu, vendedores ambulantes que vendían una variedad de artículos necesarios para la vida diaria de las mujeres, desde cosméticos y adornos hasta herramientas de costura y joyería.

Drama de plata*: Dracma, antigua unidad de moneda y de peso usada en la Grecia clásica y en las zonas bajo influencia helénica.

Electrum*: aleación de oro y plata. Las primeras monedas de Lidia estaban hechas de esta mezcla natural de oro y plata.

Traducción: Claire.

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