Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 27

Orión dejó escapar un gran suspiro.

—Recorrí todos los bosques de las islas exteriores. Ese fue el final de mi libertad. Los hombres enviados por la familia real me encontraron y me llevaron consigo.

Sus labios se torcieron como de costumbre.

—Hubieron muchos rumores sobre mí después  de regresar a la sociedad. Era un niño que había aparecido inesperadamente de la nada. Bien, la familia real eligió creer la teoría de que era el hijo de Poseidón.

—Eso, pero, entonces tu madre…

—Así es, dijeron que ella había obtenido el favor del dios del mar. Siendo sinceros, no está tan mal.

Orión agregó una cínica evaluación.

Estaban en una colina frente al mar, por lo que el viento era fuerte desde la mañana. Su corto cabello negro se agitó en el aire.

—¿Quién rayos es Poseidón? ¿Qué más da si es un Dios? Aun así, mi madre me culpó diciendo que yo había sido producto de su semilla. Comenzando por esa persona, toda mujer que se ha visto involucrada conmigo se ha encontrado con un tráfico final.

Apretó los ojos como si de pronto le doliera la cicatriz. Ojos azules volvieron a mirar a Kira.

—Pero sobreviví. Cuando escapé de Quíos, pensé que finalmente iba a morir, pero tú terminaste salvándome.

Se volvió hacia la ciudad.

Las siguientes palabras sonaron como un susurro. 

—Es por eso que no podía verte morir.

Desafortunadamente para Kira fue muy difícil tratar de entender sus palabras. Obviamente ella había salvado a Orión por pura curiosidad. Pero no podía entender cómo eso tenía que ver con su intención de sacarla del santuario.

Las palabras que usó podían significar muchas cosas. Hasta el punto en que se preguntó si el propio Orión tampoco lo tenía claro.

Bien, entonces fue porque Kira le había salvado la vida… ¿Era así? 

Kira se vió obligada a aceptarlo. Orión continuó sus palabras con más firmeza.

—Así que no digas cosas como lo de anoche. Es una cacería de bestias divinas o algo así, sí, pero no dejes que se vuelva un dolor de cabeza. Olvida al bastardo que se cree un Dios y piensa en otra cosa. Debe haber algo que habrías querido hacer una vez salieras de ese encierro. 

Algo que habría querido hacer una vez saliera al mundo exterior.

No estaba segura. Kira no podía responder de inmediato en este momento. No podía evitarlo aunque fuera patético. La vida de encierro que le dieron era tan normal para ella como respirar, al punto que incluso rechazó una vez la ayuda de Orión.

Era un hecho que la habitación del santuario había sido demasiado pequeña para contener a una persona desesperada, pero no tuvo más opción que perderse vagamente en sus pensamientos y preguntarse sobre lo infinito que parecía ser el mar Egeo.

—Yo, desde que llegué aquí...

Kira respondió con un nudo en la garganta.

—He pensado que soy terrible. Tengo cuernos, no puedo nadar, no puedo hablar con confianza, yo solo...además de poder doblar una cuchara, soy una persona que ni siquiera puede ayudar en la cocina.

Las imágenes de las mujeres de la Atlántida se superponían, haciendo que sus hombros se sintieran más pesados. ¿Qué tipo de lugar sería adecuado para ella que no podía trabajar fuera ni hacer las tareas del hogar?

Orión frunció el ceño como si quisiera objetar. En ese momento, Kira tragó saliva. El estómago que había sido vaciado de tanto llorar la noche anterior dejó escapar palabras honestas.

—Quiero hacer lo mismo que todos los demás.

¿Era por el calor del amanecer?

Un anhelo creció lentamente en el fondo de su corazón.

Sí, era una mujer que tenía cuernos. Pero no quería esconderse y quedarse quieta en una estrecha y oscura habitación solo por esa razón. Incluso si Loxias estaría mirando desde algún lugar, no quería dejarse influenciar por su absurda cacería. Más aún sabiendo que él la estaría observando.

El gemelo que tanto había creído era cariñoso y amable. El hermoso Apolo.

Sin embargo, ignoró a Kira. Todo lo que quería era a una mujer con cuernos encerrada en una pequeña habitación. Quizá incluso en este momento estaría pensando que Kira temblaría y buscaría esconderse en algún lugar.

—Sí, Orión. Quiero hacer todo lo que hacen los demás… salir a caminar por las mañanas, llama a un vendedor ambulante... Y está bien si alguien desea que muestre mis poderes, quiero usarlos correctamente.

Kira se sorprendió cuando tocó ese tema. ¿Realmente eso era lo que guardaba su corazón? El caparazón que cubría sus preocupaciones parecía haberse roto y eclosionado por sí solo. La sensación de impotencia se había convertido en una meta sin saber cuándo o cómo.

Añadió como si se diera a sí misma una explicación adicional.

—Quiero poder usar correctamente lo que se me fue otorgado.

Orión escuchó en silencio y escupió.

—¿Es porque los chicos dijeron que tienes el poder de la diosa?

—No. No es así. Es por Lox.

No sabía lo que éste estaría pensando a pesar de estar tan cerca de él.

Kira llevó su mano a la cadena dorada alrededor de su cuello.

—Lo encontraré.

—Él es el tipo que te encerró en el santuario y desapareció.

—Sí. Pero si aprendo a usar bien mis poderes, podré ver dónde está.

¿Loxias estaría escuchándola ahora mismo?

Quería que la escuchara.

—Si lo encuentro, definitivamente lo golpearé. Le pediré que se disculpe por ser tan egoísta.

Mientras decía lo primero que se le venía en mente, un sentido de responsabilidad brotó naturalmente. Loxias realmente había causado un desastre.

¿Era el corazón humano tan profundo como el mar? De ser así, Kira tenía que saber cuál era la profundidad del corazón de ese chico llamado Loxias. Como su hermana mayor que siempre había estado con él desde la infancia, como su familia.

No debería haber… Loxias no podría haber estado feliz de hacer tal proclamación.

Kira se entristeció un poco. Eran tan diferentes. De hecho, no se entendían en absoluto. Sintiendo pena por el hecho, murmuró como si las palabras se las llevara el viento.

—Artemisa también se habría enojado si Apolo le hubiera hecho esto.

Orión, que había estado escuchando seriamente, se rió ante esas palabras.

—Se necesita año y medio de práctica para dominar el arco correctamente. ¿Cuánto crees que tardará tu truco?

—...Me esforzaré.

En primer lugar, nunca había usado sus poderes correctamente. Por otro lado, Loxias había mostrado el alcance de los propios desde una edad temprana. Era una diferencia abismal de experiencia.

Pero no tendía más remedio que intentarlo.

Con esa meta por delante tendría que encontrar su propio camino.

Habiendo endurecido su corazón, Kira dijo con determinación.

—Sí. Entonces estaré en deuda con Orión hasta que pueda hacer mi parte. 

—Esa es una resolución excelente.

—¡Y tomaré prestada tu cama!

Orión de repente se atragantó y tosió. Preguntó de vuelta con una expresión de haber escuchado una profecía como un rayo caído del cielo.

—¿Pero qué estás diciendo ahora…?

¿Había dicho algo extraño?

—Dijiste que no podía usar la cama donde apareció ese escorpión.

—No- oh, es verdad…

Tosió como si lo hubieran apuñalado en un punto ciego.

Kira sintió pena por él. Como era de esperar, dormir en el suelo era incómodo. Por supuesto, ella no pretendía monopolizar la cama de otra persona de forma egoísta. Rápidamente ideó un compromiso justo a tiempo.

—Vuelve a dormir a mi lado esta noche, Orión. La cama es tan grande que sería un desperdicio usarla por mi cuenta.

—¿Qué? Ese sería un gran problema. ¡¿Qué pasa si los demás lo malinterpretan?!

Kira ladeó la cabeza.

Orión vaciló y respondió.

—No, quiero decir, la cuestión de la castidad sería cuestionada.

—Pero Orión no me besaría ni me tocaría, ¿verdad?

No lo entendía. Este lugar era La Atlántida, no Delos. No podía ser posible que pudieran malinterpretar a Orión, el Gran Guerrero, con una persona que no era. ¿Qué tenía de malo usar una cama ancha que podía dar cabida a más personas?

Orión presionó su sien como si le estuviera palpitando.

—Por supuesto que no lo haré.

—No quiero dormir sola…

Kira bajó las cejas. Lamentaría mucho si tuviera que dormir incómodo esta noche.

Orión apartó la mirada por un momento. Era como si estuviera recordando algo que había escuchado en el pasado. Después de murmurar durante mucho tiempo sobre lo que había provocado Saphira, finalmente respondió con dificultad.

—…Está bien. Por ahora bajemos. Los chicos estarán tratando de ahorcarse.

Rápidamente tomó el brazo de Kira. Después de un momento de vacilación, finalmente recuperó el equilibrio y volvieron por donde habían venido. Mientras el paisaje aún era visible, Kira miró hacia atrás para mantener la vista en la ciudad.

Isla nueva. Nuevo hogar. Gente nueva y vida nueva.

Una nueva meta.

Por primera vez, el hecho de que pasaría el próximo año en este lugar estaba empezando a hacer que su corazón se acelerara de una forma agradable un poco.

—Así que la bestia divina ya ha llegado a La Atlántida…

Partegita, la suma sacerdotisa de Atenas, reflexionó en silencio sobre el informe que acababa de escuchar.

Una mano larga encendió el quemador de incienso. Preocupado de que el dobladillo del vestido se dañara, un asistente cercano arremangó sus largas mangas.

El templo guardián que había sido renovado durante el período de Teseo era enorme. A quien se adoraba en ese templo era a la estatua de Atenea tallada lo suficientemente alta como para tocar el techo. La diosa que llevaba un casco y sostenía una larga lanza miraba hacia abajo con su característica expresión fría.

El informante que acababa de regresar se vió bajo presión y ejerció más presión sobre su cabeza postrada en el suelo.

—Sí. Se dice que el rey de La Atlántida se encargó personalmente de ella. Me pregunto si hacerse de la bestia divina fue su plan desde el principio. Se dice que en Naxos, que les fue de escala, están ofendidos pues no tenían idea de que la bestia divina se encontraba por sus tierras.

—Oh, vaya. ¿Incluso la tierra donde Ariadne se suicidó hace mucho tiempo codicia bestias divinas?

—Es consciente que el rey de Naxos es un hombre lujurioso, ¿verdad? Incluso si no se atreve a rebelarse a la Atlántida debido a las relaciones comerciales, dicen que se lame los labios lamentando haber perdido la oportunidad de hacerse de esa hermosa mujer.

Partegita detuvo su mano sujetando una varilla de incienso.

—Tus palabras parecen indicar que esta nueva bestia divina es una mujer.

—Ya hay rumores de ello en La Atlántida. Parece una ninfa, pero se dice que se ve un poco extraña con cuernos de animales brotando de su cabeza.

—¿Estás seguro de que no se trata de una manipulación como el Minotauro?

—Todos fuimos engañados una vez, ¿seríamos engañados dos veces?

Efectivamente.

Partegita era muy consciente de la costumbre sureña de adorar monstruos horribles. Dado que hubo un mal precedente hace décadas, todos habrían examinado la veracidad de los hechos más de cerca.

El actual rey de La Atlántida era un joven inmaduro, pero la regente era una mujer formidable. Incluso ella había aceptado a la bestia divina sin dificultad. Fuera o no una divinidad, lo indiscutible es que era una mujer con una apariencia deforme.

Recordó toda la información recopilada. Una hermosa mujer. Un hombre que la sacó de su encierro. La histeria que mostró el joven señor del santuario.

La combinación de los tres elementos parecía revelar la respuesta.

«...No. Sigue siendo una especulación.»

Evitemos sacar conclusiones precipitadas en este juego barato.

De todos modos, Loxias había ocultado su paradero actual. El informante que había sido enviado en secreto por Partegita al santuario había regresado con las manos vacías.

No había necesidad de profundizar en este problema por el momento. Era increíble que una encarnación causara tantos problemas.

Partegita miró el humo del quemador de incienso, perdida en sus pensamientos. Dijo sin mirar atrás.

—Entiendo. El hecho de que hayas averiguado tanta información debe significar que las noticias se han extendido a las islas cercanas.

—Incluso un comerciante de Rodas dijo haber oído hablar de ella. Sin embargo, la mayoría de ellos no son naciones ricas comparables a La Atlántida, tierra del famoso cazador Orión. No importaba cuán codiciada sea la bestia divina, la opinión pública decía era imposible que alguien pudiera acercarse a ella.

Partegita asintió en silencio.

La investigación de antecedentes de Orión ya había sido completada. Tenía una gran reputación, pero también era alguien muy notorio.

Un hombre que mató a un oso que había mordido a un hombre en el monte Taigetos, quien perforó el ojo izquierdo de un tiburón frente a la costa de la isla de Thira, quien cuando La Atlántida estaba en un conflicto con Milos, apareció de repente en la fortaleza de estos últimos donde rompió una botella de vidrio y se desvaneció. Nunca se supo por dónde irrumpió y cómo salió.

De cualquier manera, se rumoreaba que era uno de los mejores cazadores de Grecia.

Era por esa razón que sería difícil moverse apresuradamente incluso si se codiciaba a la bestia divina. Otras islas deberían estar conteniendo la respiración y vigilando cada uno de sus movimientos de cerca.

«¿Debería elegir a un grupo de élite ateniense y atacarlos de una vez para hacerme de la bestia divina?»

No, no era una buena idea.

Este era un juego a largo plazo establecido para más o menos un año. Los jugadores no siempre ganaban. Sobre todo, existía la posibilidad de que la mejor élite enviada a esa misión terminara muerta. Preciosos guerreros no podían desperdiciarse de esa manera.

«¿O debería instar al rey y a la reina a que envíen al príncipe Hipólito?»

No, tampoco era una buena idea.

Por supuesto, sería genial si pudiera deshacerse de él sin ensuciarse las manos.

Pero el riesgo era alto. Si se trataba de Hipólito existía la posibilidad de que regresara a casa después de hacerse de la bestia divina. Prepararía un ataque militar similar al de su padre Teseo en otros tiempos. Entonces se establecería como el heredero indiscutible al trono, habiendo usado tal hazaña como trampolín a la victoria.

Era terriblemente aburrido para Partegita. Hipólito era un joven problemático. Un tipo difícil de controlar detrás de escena. Fue por eso que logró sacarlo de la nación usando varias medidas. Si se le confiaba esta misión se le estaría dando la oportunidad de restaurar la confianza de su padre.

Después de calcular por un tiempo, llegó a una conclusión.

 Partegita se dio la vuelta. Después de hacer que el informante se fuera, dio órdenes a sus ayudantes.

—Lishe, iré a ver a la reina. Consigue un regalo y sígueme.

—Ah, sí. Tengo muchas de las hierbas que preparé el otro día.

Un ayudante que salió de la habitación con el regalo en manos la alcanzó rápidamente. Preguntó en secreto al oído de Partegita, que avanzaba rápidamente.

—¿Qué asunto tiene con Fedra?

Partegita sonrió.

—La princesa de Creta está aquí, así que usaré esta situación a mi favor. ¿No es también hermana del Minotauro y de Ariadna? Si te has esforzado tanto por ser una buena esposa, ¿no tendrías algo que decir respecto a esta situación? 

—¿Pretende que la reina pase información a Creta?

—No seas demasiado consciente de ti mismo.

Cerró la boca de su confidente porque esa era exactamente la respuesta correcta.

Los perros podían ingresar primero a la guarida del león.

Traducción: Claire

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