Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 34

A pesar de que Orión no sabía la cantidad exacta de cabezas de ganado, afortunadamente sí recordaba a quién se las había prestado. También sabía los nombres y sus direcciones, así que les fue fácil encontrar donde ir.

La ciudad frente al mar tenía una brisa marina que los azotaba cada vez que giraban por los callejones exteriores. Kira estaba aterrorizada por el agua azul abajo, pero no podía quitarle los ojos de encima. ¿Cambiaría el color del agua en primavera?

Llegaron a la primera casa mientras pensaba en ello.

El patio de enfrente de la casa estaba lleno de baldes con tinte, por lo que le pareció que su actividad principal era el teñido de prendas. Una abuela que estaba tendiendo ropa de muchos colores notó a Orión y salió corriendo a su encuentro. 

—Oh, por los dioses, Lord Orionis. ¿Qué lo trae por aquí tan temprano? Escuché que regresó herido. ¡Oh! ¿Pero qué le sucedió a ese hermoso rostro? Los cazadores siempre son vulnerables a lesiones.

La abuela se afligió como si fuera su hijo el que tuviera una cicatriz en el rostro. Orión tosió, aclarando así su garganta, y prosiguió según lo acordado con Kira.

—Estoy bien, es solo una pequeña herida. Más que eso, una nueva persona ha venido a vivir a mi hogar, así que hemos venido a saludar.

—¿Qué quiere decir con una nueva persona? ¿Podría estar refiriéndose a aquella de la que todos hablan en las calles, la Diosa de Artemisa…?

La abuela miró a Kira sentada sobre el burro. Kira sonrió torpemente y asintió con la cabeza. Sorprendida, la anciana alzó los brazos y se inclinó.

—Oh, por los dioses. ¡Esto es maravilloso! ¡Lo digo en serio, maravilloso! ¡Hemos insistido una y otra vez, pero finalmente Lord Orionis ya no estará so..!

—¡No tenemos tiempo para charlas! Vamos de camino a otros hogares como el tuyo. ¿Cómo están las gallinas que te presté?

—Por supuesto. Las diez están muy sanas y cantan bien por la mañana.

La abuela parpadeó ante la pregunta apresurada de Orión.

Los dos fueron conducidos al patio trasero. Había un gallinero junto a un jardín de flores. Las gallinas salían de éste y andaban en la tierra buscando insectos.

Kira estaba fascinada por la vista y contó rápidamente. Tres gallos y siete gallinas. No había duda. Sacó la tablilla de la bolsa y anotó la cantidad. Esta vez también dibujó dos muslos de pollo.

La abuela miró a Kira con una suave sonrisa.

—Entiendo, está viendo la cantidad de ganado. Lo está haciendo bien. Estoy feliz de que nuestro mejor guerrero haya encontrado una buena anfitriona.

—¿Qué? Oh, sí... Gracias por el cumplido.

Kira respondió, preguntándose por qué la había llamado anfitriona. ¿A qué se refería con anfitriona? Era una palabra que se le daba a una mujer casada. Orión y ella no tenían una relación así en absoluto, y ni siquiera habían tenido un banquete de bodas. Así que, ¿había lugar para malentendidos?

Sin embargo, no lo negó de inmediato. De hecho, en una casa sin esposa hay personas que se convierten en llevadoras de la casa. Por lo que la anciana también pudo haberlo dicho en el sentido de “una mujer que lleva la casa”

Orión parecía angustiado por alguna razón. Dijo tirando de las riendas del burro a toda prisa.

—Diez pollos. Lo hemos comprobado, así que está bien. Vámonos.

—Oh, sí. Vámonos. Adiós.

—Oh, esperen un minuto. ¡Un segundo!

La anciana corrió rápidamente a la cocina y regresó volando. Un paquete de paja cayó en los brazos de Kira.

—Tengo prisa ya que no lo sabía, pero este es un regalo de felicitaciones. Tomenlo, son de una gallina que los puso hoy.

El paquete contenía dos huevos. Kira estaba agradecida y con cuidado puso el paquete en la bolsa. Le dijo a Orión, quien se apresuró en su camino.

—Orión, supongo que me felicitó por venir a vivir a esta isla. Es una buena persona.

—……Por supuesto. Sí, digamos que es eso……

La respuesta de Orión fue oscura. ¿Tenía prisa porque todavía había muchas casas que visitar? ¿O es que era una pena que solo hubiera dos huevos? Kira infirió y se convenció a sí misma. Sí, él es un tipo que podría comerse cinco huevos de una sola.

Una situación similar continuó en las casas de al lado.

El propietario salía, preguntaba qué estaba pasando y se sorprendía al escuchar que Orión había venido a presentar a Kira. A todos ellos se les iluminó el rostro y felicitaron a Orión. Sus palabras generalmente iban acompañadas de modificadores como "por fin", "finalmente" o "al fin".

Pero algo parecía decirle que Orión no estaba muy agradecido, pues cada vez que lo hacían, su habitual comportamiento gruñón sacaba lo peor de él. Cortaba las palabras de los demás de una manera tan apática que Kira quiso regañarlo. En cierto modo, parecía que estaba desesperado por no causar ningún malentendido.

Las respuestas a Orión fueron en gran medida consistentes. Sin embargo, cada casa tenía una forma ligeramente diferente de acercarse a Kira.

Algunos la saludaron con alegría al igual que la primera abuela, otros vacilaron mirándola únicamente por el rabillo del ojo, mientras que otros se arrodillaron y suplicaron. Eran personas que querían recibir la bendición de la diosa de Artemisa, de quien solo habían oído hablar.

La persona de la quinta casa parecía particularmente desesperada. Rápidamente invitó a los dos a pasar a su casa, diciendo que les ofrecería leche de cabra mezclada con miel.

Era una casa tan pequeña que Orión tuvo que contraer su gran cuerpo para entrar. Cuando habían tomado un par de sorbos de leche de cabra de un cuenco de madera, la mujer bajó de su silla y agarró con fuerza el dobladillo de la ropa de Kira.

—Escuché que la dama pertenece a Artemisa. ¿Es verdad que salvaste al hijo de Poseidón? Si es así, por favor, te lo pido, concédeme la gracia de la diosa también.

Kira dejó el cuenco, avergonzada. La razón por la que se vio involucrada con Orión fue porque éste estuvo a la deriva hasta llegar a Delos. Ni siquiera tenía una gran habilidad para llamarla gracia. ¿Cómo podría explicar eso? Orión la ayudó cuando la vio dando vueltas sobre cómo hacerla entender.

—No sé lo que está pasando, pero los dioses solo ayudan a los que ellos quieren. Incluso si ella no fuera una bestia divina, sino la misma Artemisa, no podrías lograr nada. Deja de molestar y levántate.

Sin embargo, la propietaria, que estaba en una situación desesperada, protestó ante Orión en lugar de retroceder.

—¿Escuché que Apolo de Delos mira a mil millas de distancia? No hay nada que la bestia divina de Artemisa no pueda hacer. ¡Por favor, no te estoy pidiendo que saques a los muertos del Tártaro, así que por favor solo escúchame!

Kira se vio atrapada en su impulso y vaciló. Fue lamentable verla aferrándose a ella tan desesperadamente. Mirando a Orión a los ojos, pronto se decidió y dijo:

—Si no te importa, te escucharé. Por cierto la leche de cabra estuvo deliciosa…

—Es suya, es de las cabras que se me fueron prestadas No necesita alabar a esta casa.

—La miel pertenece a esta casa. Yo, eh, tal vez no pueda hacer nada. Pero si no te importa, cuéntame.

Entonces la mujer alzó su rostro arrugado. Se acercó al regazo de Kira y habló rápidamente.

—Tengo un hijo que salió en un barco. Es un barco mercante que va de Etruria a Cerdeña. Hace meses que no sé nada de él, y ni siquiera puedo encontrar a dónde fue a parar el anillo que dejó atrás. Se dice que el barco ni siquiera fue bendecido por el templo. Si su barco naufraga, yo... ¡Simplemente no podré vivir...!

La mujer bajó el rostro para contener su pena.

Kira miró de soslayo a Orión. Como era de esperar, este se cruzó de brazos emitiendo claro disgusto.

Debe haber sido algo absurdo para alguien que no creía en los dioses. ¿Cuál podría ser la relación causal entre el paradero del anillo y el naufragio del barco? Era una creencia irracional.

Pero Kira entendió a la mujer hasta cierto punto.

Ella también sabía un poco cómo se sentía mirar el mar sin cesar. Simpatizó con su corazón inquieto porque el suyo también lloró en su momento.

 «¿Qué haría Lox en un momento como este?»

Ahora que lo pensaba, hubo muchas personas que llegaron hasta Delos y rezaron a Apolo.

Quería usar bien su poder al igual que él. Esperaba llegase el día en que pudiera encontrarlo y hablar una vez más con él.

Era una locura pero pensó que tal vez está sería una oportunidad para probar su poder ligeramente mejorado.

Kira hizo que la mujer levantara la cabeza. Dijo tratando de usar un tono amigable.

—No llores y piensa con cuidado. ¿Dónde perdiste el anillo?

Solo entonces la mujer comenzó a repasar su memoria.

—Definitivamente lo tenía puesto cuando le di de comer a las cabras hace unos días. Llegué a casa y empecé a organizar las cosas, pero en algún momento lo perdí de vista. Después de eso, no importa cuánto busqué, no pude encontrarlo.

—Entonces se perdió en casa. ¿Es de oro?

—De ninguna manera. Es cuarzo incrustado en cobre. Hay algo redondo en el medio.

La mujer se untó ceniza en los dedos y dibujó el anillo sobre la mesa.

Kira, que había mirado con atención el dibujo, puso su mano sobre este. Se imaginó la forma del anillo en su cabeza.

 «Cobre, cuarzo. Incrustado en cobre...»

—¿De qué color es el cuarzo?

—Es transparente. El cobre es marrón y no es muy caro. El anillo me queda justo.

«Marrón, algo así. No grande, justo. El cuarzo transparente era redondo.»

Si fuera una casa grande, Kira habría dudado. Afortunadamente, esta casa era una sencilla donde vivían solo dos personas. Una casa tan estrecha que no había separación entre la sala de estar y la cocina.

Kira se concentró aún más. Irradiaba ondas de sal dondequiera que llegaban sus ojos. Tiró del anillo imaginario como si estuviera haciendo volar los alimentos para colocarlos en sus respectivas bolsas como lo había hecho en el almacén de comida.

«Ven aquí. Aquí...»

Exclamó sin querer y el anillo salió volando mientras giraba en el aire.

La mujer sorprendida se puso en pie de un salto. Kira también miró el anillo con sorpresa. Extendiendo ligeramente la palma de su mano y tirando de este, el anillo descendió lentamente en su mano.

El anillo estaba cubierto de ceniza y pelusas. El cobre de un color opaco. Kira frotó la superficie con los dedos y finalmente el modelo se reveló un poco más.

—Aquí tienes. Está lleno de ceniza. Debe haber caído en el pozo de fuego por error. Ten más cuidado la próxima vez.

Desconcertada, la mujer aceptó el anillo. Parpadeó con incredulidad incluso después de haberlo visto volar con sus propios ojos.

—Oh, por los dioses, el poder de una diosa ha hecho este milagro… Siempre lo mantuve en mi dedo, siempre lo atesoré. Pero ¿cómo fue que cayó en las cenizas? No me digas que los dioses me mandan una revelación siniestra.

—Lo has de haber frotado todos los días pensando en tu hijo.

Orión escupió sin rodeos.

Se levantó de su asiento como si no tuviera nada más que hacer en este lugar.

—El cobre cambia de forma más fácilmente que el oro o el hierro. Especialmente cuando se trata de un anillo tan pequeño, incluso un poco de fuerza puede doblarlo. Siempre usas el anillo de tu hijo cuando trabajas, por lo que la forma tuvo que haber cambiado debido al aceite y a tu trabajo. Es obvio.

La mujer quedó atónita y miró el anillo. Volvió a colocarlo en su dedo como si no pudiera creerlo fácilmente. Se sorprendió cuando se dió cuenta de que no encajaba bien.

Orión puso los ojos en blanco.

—Sería más fácil pensar en todo esto como la voluntad de Poseidón. Si fuera yo, empezaría por limpiar el horno en vez de ponerme a llorar solo porque estoy ansiosa por cosas que se me pierden como un simple anillo.

Kira tiró del dobladillo de su ropa, indicando que debería detenerse. Sintiendo su toque, Orión suspiró y dijo.

—Hoy esta chica hizo algo especial por ti. Espero que no compartas esto con nadie. Nos vamos. Ya hemos confirmado que las cuatro cabras están bien.

Se alejó, dejando atrás a la mujer sin palabras. Kira recibió un frasco de queso de cabra como agradecimiento por parte de la mujer.

En ese momento, el burro estaba cargando demasiado peso, por lo que Kira decidió caminar. Pudo observar la expresión de Orión una vez éste redujo la velocidad de sus pasos.

Mantuvo la boca cerrada de nuevo otra vez.

Kira vaciló por un momento, pero ahora tenía una ligera certeza de que contestaría la pregunta. Separó cuidadosamente sus labios.

—Orión, ¿no te gusta que use mi poder frente a otros?

Había dicho que quería aprender a hacer buen uso de ellos. Estaba segura de que él sabía que si no practicaba, sus habilidades nunca mejorarían, así que ¿por qué lo de hace unos momentos le había parecido desagradable?

Orión respiró hondo y luego respondió.

—No tiene que ver el que no me agrade. Es solo una cuestión de cómo me siento, así que no tienes que preocuparte por mí. 

—¿Qué tiene que ver mi poder con cómo se siente Orión?

Orión de repente dejó de caminar. Era el punto donde el callejón entraba en una pendiente irregular.

Tal vez estaba pensando en aligerar la carga del burro, pues ató una cuerda al frasco y lo cargó sobre su hombro. Entonces levantó a Kira y la puso sobre la silla de montar.

La respuesta no volvió hasta entonces.

—Como dije, no soy creyente. No me agrada que te adoren como a una diosa.

Eso fue inesperado. ¿Creía que sentía estaba siendo retenida? Sus cuernos eran muy apreciados debido a la costumbre atlante de adorar a los monstruos. Al igual que Loxias, no podía imaginarse a sí misma siendo considerada una encarnación de una diosa del Olimpo.

Pero Orión siguió hablando en voz baja.

—Solo eres una mujer inusual con cuernos. No me molesta que practiques para perfeccionar tu don. Es tuyo, de nadie más.

—Pero no me gusta cuando aceptas escuchar a una persona que solo busca a un Dios. Solo habrá más personas que te mirarán como algo diferente a ti. En mi experiencia, definitivamente será así.

Kira reflexionó sobre lo que quería decir. Preguntó con una ligera intuición.

—¿Orión experimentó eso?

Orión no dijo nada por un momento, pero entonces dejó escapar una risa seca familiar para Kira.

—No hubo necesidad. No cuando haces pasar al hijo de un mortal como el hijo de Poseidón.

Traducción: claire

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