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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 38

Capítulo de novela - 110 párrafos

Orión estiró un brazo antes de que el hombre pudiera decir algo. La diferencia de altura entre ambos era tan notable que ni siquiera alcanzó su cuello. Una gran mano se aferró con fuerza a su frente.

—¡Ugh...!

—¿Ni siquiera sabes cómo reconocer el área? Este no es lugar para negocios como el que propones. Si quieres hacerlo, irás al callejón trasero, ¿por qué estás merodeando aquí?

 —N-no eres un patrullero. ¡¿Por qué te entrometes?!

El hombre que protestó dejó escapar un doloroso quejido. Orión apretó su cabeza una vez más y lo soltó. A pesar de ser un simple escarmiento, el hombre palideció y no pudo recuperar el sentido. Entonces apretó su sien y dejó escapar una serie de insultos, hasta que pareció reconocer a su oponente y se detuvo.

—Espera un momento... ¿Eres Orión de Tira? ¡¿El hijo de Poseidón...?!

—¡No hagas un alboroto y lárgate de aquí!

Orión gruñó por lo bajo e hizo el gesto de patear al hombre en la espinilla. Solo movió un poco la pierna, pero el hombre se echó hacia atrás como si realmente le hubieran pateado. Desapareció tan rápido que Kira lo perdió completamente de vista.

¿Por qué se había enojado tanto Orión? El hombre había huido a tanta prisa. Kira, quien se preguntaba aquello, fue arrastrada rápidamente. Orión tomó la mano de Kira con fuerza y ​​escapó en una dirección menos concurrida.

—¡Ah, Orión!

Kira lo siguió apresuradamente. Hace solo unos momentos le había dicho que no podía sostener su mano, pero ahora Orión era quien se aferraba a Kira con fuerza como si no quisiera soltarla.

Sus manos eran muy grandes y gruesas que incluso cubrían toda la delgada mano de Kira. Sintió un extraño cosquilleo cuando la textura áspera de sus dedos tocaron su delicada piel. Mientras Kira estaba distraída por la extraña sensación, llegaron a un callejón un poco alejado del mercado donde se ofrecían servicios laborales.

En ese momento Orión dejó de caminar. Kira confirmó que había pocas personas a su alrededor y preguntó.

—¿Estás buscando a esa persona de antes?

Ella misma pensó que fue una pregunta un poco extraña. El lugar al que se dirigió Orión era completamente diferente de la dirección en la que huyó el hombre.

Orión volvió a mirar a Kira. Estaba frunciendo el ceño como si el mero pensamiento de ese hombre lo fastidiara. Una gran mano descansó sobre el hombro de Kira. Inesperadamente, hubo una avalancha de nuevas solicitudes.

—No esperaba que alguien así se te acercara tan rápido ni bien apartara mi mirada de ti. Tú, no debes escuchar a quien te proponga algo así. No puedes volver a hacer esto.

Era como si estuviera enseñándole los peligros de nuevos depredadores. Kira comenzó a preocuparse de que Orión pudiera haber malentendido algo.

—Solo estaba buscando trabajo. Oh, también entendí que estaba pidiendo una suma muy alta por sus servicios.

—¡Sus servicios podrían ponerte en peligro!

Orión pegó un gritó.

Kira quedó atónita por la impactante aseveración. Si ese era el caso, ese hombre de antes…

—Estaba tratando de engañarme. ¡Era un cazador que vino a atraparme!

Casi caía como una idiota. Kira se estremeció. Había dicho algo sobre Faros, eso significaba que esa isla vecina ya había enviado cazadores. ¿Cuántas islas había en el mar Egeo? Creta y otras potencias no eran las únicas ciudades de las que debían tener cuidado.

Orión debió haber notado inmediatamente que ese hombre era sospechoso . Kira levantó la cabeza admirada por sus habilidades. Entonces, como el clímax de una tragedia, lo encontró pellizcándose la frente en agonía.

Kira se sintió aún peor cuando lo encontró afligido.

Lo siento, Orión. Me he comportado como una tonta. Estaba eligiendo las palabras para disculparse en su corazón. Sin embargo, Orión volvió a agarrar su hombro antes de que pudiera decir algo.

—Escúchame bien, mujer pura de Delos.

La forma en la que habló fue solemne, así que Kira escuchó con atención. 

—El bastardo de antes no apuntaba a la bestia divina. Lo supe con solo mirarlo. Se acercó a ti pensando que eras una joven proveniente de una buena familia. No es necesario que alguien sea un cazador para ponerte en peligro. ¡Hay tantos hombres como estrellas que intentarán seducir y llevarse a chicas distraídas!

Kira se quitó el sombrero de piel de nutria inesperadamente.

—¿Para venderlas a barcos piratas?

—Eso es igualmente peligroso. Quiero decir... eh... es por tu castidad.

Kira abrió mucho los ojos.

Esto le sonaba familiar. ¿No era esta una versión reciclada de la enseñanza que decía no debías estar en contacto con un hombre por tu castidad? Kira se sorprendió de que Orión hablara como la suma sacerdotisa del santuario.

—No pasó nada después que conocí a Orión. ¿Es tan mal visto que alguien pierda la castidad? La mía ya debe haber desaparecido.

Dado que la gente a su alrededor decía que era algo que se mantenía o se perdería, Kira pensó que era una especie de energía divina adherida a su cuerpo.

Y por lo que Kira sabía, esto iba así. Cuando un hombre besaba a una mujer soltera, su castidad se perdía. Además, las mujeres casadas eran consideradas automáticamente impuras.

El matrimonio significaba vivir con un hombre en la misma casa. Ahora Kira vivía con Orión, por lo que era muy probable que su pureza ya se hubiera ido muy lejos. Pero realmente no se sentía diferente de antes, por lo que pensó que las enseñanzas de la suma sacerdotisa no eran más que una tontería.

Para Orión esto era muy difícil de explicar.

—No importa que una persona sea casta o no. Pero tu pureza, eh, estará bien. Solamente vivimos juntos, no estamos casados.

—Oh, entonces desaparece solo cuando te casas oficialmente. No lo sabía.

—Dejemos de hablar de castidad. No sé por qué se vuelve más complicado. Quiero decir, ese bastardo podría haberte tocado en contra de tu voluntad. ¿Lo entiendes?

Orión explicó con la mayor paciencia posible.

Kira apenas podía entender lo que estaba diciendo. Odiaba el solo imaginarlo. Su cuerpo era propenso a doler y a formar moretones si alguien colocaba sus manos imprudentemente sobre ella.

—No me agrada la idea.

Orión pareció aliviado de que finalmente haya entendido el mensaje. Su ceño fruncido desapareció rápidamente. Entonces se frotó la mejilla por un buen tiempo, pues había estado enrojecida por la difícil explicación.

—Está bien si lo sabes. Si alguien así se te acerca otra vez, simplemente ignóralo. No hay necesidad de escucharlo con educación.

—Sí, lo tendré en cuenta.

—No tienes que temer mientras damos vueltas…oh, es una locura. Solo sígueme, ¿bien?

Kira respondió rápidamente.

Entendía lo que decía en momentos como este. Orión se tragó el amargo nudo en su garganta.

Sabía que la dama con cuernos carecía de conocimiento en lo que respecta a hombres y mujeres. Todo lo que sabía era una vaga enseñanza de que no debía acercarse a los hombres. Aparte de eso, era como un frasco vacío.

Fue por eso que su vigilancia se volvió demasiado débil después de que se rompió la irrazonable opresión que sufría en el santuario. Era una mujer que insistía en dormir en la misma cama que él sin el más mínimo problema.

En ese momento, Orión se negó por completo pero finalmente terminó cediendo. No podía soportar ver llorar a esa mujer. No estaba seguro si era por proyección de su infeliz infancia o alguna otra compleja emoción, pero acostarse uno al lado del otro no le haría daño a nadie de todos modos.

Fue un poco agradable escuchar el sonido de su respiración mientras dormía a su lado. Incluso si los malinterpretaban, trató de hacerle entrar en razón, pero...

También tenía un límite.

Era difícil cuidar a una dama que había crecido con un mínimo de conciencia y estado de alerta.

¿Qué hacer? ¿Debería dejársela a la abuela? Ella tenía experiencia, por lo que podría enseñarle todo respecto a la educación de una dama.

Pero Orión pronto se sintió frustrado. La abuela ya había malentendido la relación entre ambos. Era obvio lo que diría si le pidiera que le enseñara todo desde el principio. ¡Diría que había hecho algo desvergonzado al meter a una chica que no sabía nada en su cama!

《 Entonces, ¿quién rayos le enseñará sobre hombres y mujeres…》

De ninguna manera.

Su agonía se profundizó.

Los pensamientos de Orión se volvieron más y más complicados, pero Kira no lo notó dado que las cosas se desarrollaron rápidamente. Preguntándose cuándo sus mejillas volverían a su color original, comenzó a contar el número de sucesos fuera de lugar frente a él. Fue en el momento en que el número superó los dos para convertirse en tres.

Orión retiró abruptamente su mano.

Las mejillas rojas se enfriaron rápidamente y la mirada se volvió infinitamente fría frente a una inesperada presa.

Miró al otro lado del callejón.

—¿Qué está sucediendo?

Kira siguió su mirada. Todavía no sabía qué pasaba. Como si Orión hubiera visto a alguien, levantó la voz hacia una dirección donde no parecía haber nadie.

—¿Pensaste que no lo notaría? Si vas a seguirme así de mal, es preferible que salgas.

Mientras hablaba, una mano que escondía tras la espalda aflojó rápidamente el arco. No podía ver exactamente lo que hacía, pero Kira lo sabía. En caso de emergencia, haría lo posible por sacar su arma escondida bajo la capa.

—Si quieres morir por una flecha, quédate exactamente donde estás. O sal a la cuenta de tres. Tres.

Sin embargo, todo parecía indicar que no tenía la intención de contar desde un principio. Fue cuando el antebrazo venoso estaba a punto de extender el arco.

Una respuesta provino de esa dirección. Se levantó una lona que cubría la basura esparcida en el callejón y una mujer delgada apareció. Habló lentamente.

—Aquí estoy. No dispares.

Kira vaciló ante la repentina aparición de la completa extraña, pero no quería esconderse bajo la capa de Orión como un ratón asustado.  Presionando su palpitante corazón, examinó cuidadosamente a la mujer.

La mujer parecía ser joven, casi como Kira, o podría decirse que un poco más joven. Incluso para Kira, que conocía muy poco sobre las razas, su apariencia distaba mucho de ser griega.

El cabello de la mujer era muy corto, como una peluca egipcia. Sus característicos rasgos de varios grupos étnicos daban una impresión tímida.

Su identidad era obvia con solo mirar su atuendo. Las túnicas delgadas eran típicas de los esclavos. Hizo un gesto de reverencia juntando sus huesudas rodillas.

—Lamento mucho haberte seguido en secreto.

—¿Qué es lo que quieres?

Orión suavizó su expresión un poco cuando se dio cuenta de que era una chica de humilde origen. Sin embargo, todavía no soltó el arco.

La mujer bajó la mirada como si estuviera asustada.

—Bueno, escuché la conversación de antes. Definitivamente eres el honorable Orión de Tira.

—¿Y bien?

Orión preguntó sin afirmar ni negar nada.

Pero la mujer de repente volvió su mirada hacia Kira. De repente, unos pasos se acercaron con entusiasmo.

—Entonces usted es la rumoreada diosa de Artemisa. Bueno, me gustaría preguntarle esto. ¡Por favor, tómeme como su criada!

—¿Q-Qué?

Una voluntaria apareció en un lugar inesperado, dejando a Kira sin palabras.  Incluso para sus ojos ingenuos, esto era bastante sospechoso. El hombre anterior tenía una actitud más creíble.

Habría parecido aún más sospechoso para Orión. Mientras entrecerraba los ojos con frialdad, envió a Kira detrás de él. Entonces habló en voz baja, en una actitud que no pasaría desapercibida.

—No es una mala idea. Estábamos buscando una nueva criada. Pero si de repente tomas la iniciativa, no podemos saber si eres un perro o un lobo.

—No digas palabras tan duras. La diosa Deméter una vez se disfrazó de anciana y se ofreció como voluntaria para ser niñera.

—En la vida real, es mucho más probable que seas una mujer que quiera dañar al hijo del dueño arrojándolo al fuego. Está bien, dinos tu nombre y de dónde vienes.

Entonces la mujer se arrodilló respetuosamente en el piso de piedra y reveló su identidad.

—Me llamo Hatsha de Éfeso.

Era proveniente de Asia. Lo asiatico también se sintió en el nombre. Mientras tanto, Kira, que había escuchado el nombre de un lugar familiar, murmuró casualmente.

—Si es Éfeso, es un lugar donde las familias profesan su fe a Artemisa. 

—Sí. Crecí mirando el gran Templo de Artemisa desde que era un bebé. Desde que escuché el rumor de que una bestia divina había llegado a la Atlántida, vine hasta aquí para verla.

—¿Dónde deja un esclavo a su amo y se va por su cuenta?

Preguntó Orión sin rodeos. Entonces Hatsha levantó la cabeza.

—No tengo dueño. Fue asesinado hace unos días.

La palabra “asesinato” hizo que a Kira se le helara la sangre. Tan pronto como tuvo una corazonada, una situación ominosa salió de la boca de Hartsha.

—Nací en Éfeso, pero me vendieron a Creta. Originalmente, mi amo era un cazador llamado Cyproites. Al ver la oportunidad, confiaba en que cazaría a la deidad, ¡pero los atenienses lo mataron!

Después de hablar, Hatsha se postró como si estuviera abrumada por la emoción.

—Debe haber sido un castigo divino por burlarse de la diosa. Estaba asustada, así que me escabullí y tomé un bote para venir a la Atlántida. Diosa de Artemisa. Debe haber sido tu guía lo que me llevó a encontrarte aquí por casualidad. Si me das una oportunidad, te serviré con todas mis fuerzas. ¡Por favor, no viertas tu irá sobre mí...!

Traducción: Claire 

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