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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 44

Capítulo de novela - 116 párrafos

Era la primera vez que Kira escuchaba a Orión hablar con ese tono. Sus ojos azules estaban hirviendo como metal que había sido calentado sobre un fuego y sumergido en agua fría. No había ningún rastro de tolerancia.

Hatsha, que lo miraba de frente, se puso pálida como si estuviera aterrada. Ambos ojos parecieron calcular las repercusiones de sus actos a futuro. Finalmente, se decidió y apretó los puños.

—Ya lo sabes todo, así que ¿por qué preguntas?

—Esa no es una respuesta que me agrade, pero la consideraré como una afirmación. ¿Cuánto te pagaron por ello?

—No es algo que puedan permitírselo en Creta. ¿Cuánto crees que me pagaría gente que debe comprar vacas de otras islas para ganar la confianza de sus ciudadanos?

Hatsha rió mientras miraba a los hombres atados al tronco del árbol.

—Dijeron que a los esclavos que mataban a sus amos se les sacan los ojos y la lengua. ¡Si quería liberarme del pecado, debería seguir adelante haciendo todo lo que ellos dijeran para así atrapar a la bestia divina! ¡No podían vencer a Orionis de Thera con sus pobres habilidades, así que me dijeron que hiciera algo con mi cuerpo de mujer!

Mostró sus colmillos y maldijo a los cretenses.

Orión chasqueó la lengua con disgusto. Era obvio sin necesidad de preguntar. Ese grupo habría presionado a Hatsha para traerles a la bestia divina.

Sucios asuntos internos no debían caer en manos de una persona inocente. Habiendo tomado una decisión, Orión dejó de hablar.

—Pedí una respuesta, no excusas.

Orión volvió a mirar a Kira. Estaba consternada por la situación, pero no parecía que estuviera temblando de miedo. Habló con un poco más de tranquilidad.

—Escuché que te hacías pasar por Cyproites. Ha pasado un tiempo desde que escuché sobre él. No importa cuántos falsos rumores circulen por ahí, una chica como tú nunca podría ser confundida con un hombre como él. Si es cierto que lo mataste, ¿cuándo murió Siproites?

Hatsha arrugó la nariz. Estaba disgustada y escupió una respuesta como si le repugnara.

—Hace unos tres o cuatro años.

—Vale la pena saberlo.

Orión respondió brevemente. Kira no podía seguir el ritmo de la conversación, así que preguntó.

—¿Qué cosa?

—Una virgen lleva la protección de la luna hasta que llega el momento. ¡Ese hombre le dijo al traficante de esclavos que necesitaba fuera una esclava con la edad apropiada para empezar con ello!

La forma de hablar de Hatsha había vuelto a ser respetuosa. Sin embargo, antes de que Kira notara el cambio, primero se sorprendió por lo que dijo.

Ella también sabía sobre la protección de la luna. La luz de la luna de Artemisa tenía un efecto extraño en una niña que había alcanzado la edad apropiada. Luego, a medida que la luna cambiaba cada mes, el cuerpo derramaba sangre inmunda. Kira también estuvo mucho más restringida durante este tiempo, por lo que ni siquiera podía ver a Loxias.

Kira miró a Orión. Fue solo después de confirmar que tenía un rostro tranquilo que dejó de lado su vergüenza y contuvo el aliento.

—Entonces, Hatsha a esa edad…¿mató al hombre llamado Siproites?

—Sí. Lo apuñalé la noche que me compró. Estoy segura porque usé un cuchillo con el que cortan la garganta de los animales. ¡La sangre brotó como una fuente!

Hatsha escupió.

—No lo pude evitar. Artemisa no podía cuidar de una esclava como yo. Yo era la única que podía protegerme. ¡Ni siquiera tengo al hijo de Poseidón a mi lado como tú!

Así que esa había sido la verdadera historia detras de la muerte de Siproites.

Hatsha, que había estado hablando durante un rato, tragó un aliento hirviendo. Parecía inmersa en viejos resentimientos. El agua fluía constantemente de su cabello corto empapado por la lluvia invernal. Así que si había estado conteniendo las lágrimas o no, Kira no podría estar segura.

Solo podía entender la mitad de las palabras de Hatsha. Todavía le faltaba el conocimiento para discernir las implicaciones ocultas de estas.

Pero podía comprender en su corazón qué tipo de desgracia había sufrido.

Había llegado a una tierra desconocida de la mano de un hombre vicioso y se había visto obligada a hacer algo terriblemente desagradable.

Era una situación parecida a la que se había enfrentado Kira. No había estado más que asustada y ansiosa. Esta esclava realmente había pasado por un infierno y llegado a este punto.

Kira dobló las rodillas con cuidado. Ignorante en cuanto a relaciones humanas, no pensó en que sus palabras podrían sonar vacías.

—Has pasado por mucho. Debe haber sido duro.

Hatsha miró a Kira con los ojos muy abiertos, sorprendida. Dijo recordando la cena en la que había leído sus olas de sal.

—Tenías mucho miedo ese día. Recuerdo que estabas muy nerviosa frente a mí.

—¡...Deja de pretender que sabes cómo me siento!

Hatsha gritó con todas sus fuerzas. Sin embargo, su barbilla goteante no dejó de tmsblar. La ira que se extendía alrededor de sus ojos se fue borrando gradualmente, volviéndose mansa.

Después de exhalar una vez, Orión intervino.

—Continúa.

Estaba agradecido con Kira. En algún momento, se convirtió en una historia difícil de escuchar para un hombre. Gracias a la intervención y consuelo de Kira es que se calmó el ambiente. Decidió aclarar los hechos en ese momento.

—Entonces has estado fingiendo ser tu maestro todos estos años.

Hatsha asintió en lugar de responder.

El Siproites del que Orión había oído hablar era un hombre pequeño y hosco, por lo que Hatsha logró atacarlo debido a que su físico no había sido suficiente en primer lugar.

Sin embargo, había un límite de lo que ésta podía hacer. Daba lo mismo si se subía a un barco para huir de la isla. Como esclava, no tenía adónde y sin un amo la misma desgracia se repetiría en otro lugar.

Hatsha se deshizo en secreto del cuerpo de Siproites. A partir de ese día, decidió tomar el papel de amo y criada. Hatsha empacó todas sus pertenencias ese día y se mudó a una cabaña en el bosque, aprovechando al máximo el estatus de cazador de su amo.

El refugio de la montaña era peligroso pues estaba muy lejos del pueblo, pero lo que necesitaba era una vida aislada. Tenía muchas ganas de vivir, por lo que no tuvo gran dificultad en ello. Si alguien visitaba de repente preguntando por el muerto, ella daba la excusa de que su amo se había ido a cazar muy lejos.

De vez en cuando atrapaba animales usando las trampas dejadas por Siproites. Esto para pretender que el cazador estaba vivo. Cuando salía, se las arreglaba para tomar la apariencia de ese hombre, usando sus zapatos y cubriéndose con una de sus lonas.

—Incluso haciendo eso, no podía ser tan buena cazadora, por lo que ponía como excusa que sus habilidades habían disminuido debido a la edad. Cuando llegó una solicitud realmente complicada pidiendo deshacerse de una bestia, lo rechacé alegando que había resultado lastimado en uno de sus recorridos. Entonces decidieron llamar a alguien desde la cercana Atlántida.

Solo entonces Kira unió los cabos. Esa fue la razón por la Creta solicitó en cambio la ayuda de Orión.

Orión miró a Hatsha.

—Sin embargo, la caza de la bestia divina no era algo que podría ser delegado a mi.

 —...Así es.

Si la cola es larga, se pisa. Hatsha ya había venido de Creta con la cola descubierta.

—En el apogeo del sacrificio, Creta estaba buscando a alguien para hacerse de la bestia divina de Artemisa por la retaguardia. Era el turno de Siproites, por supuesto. No pude salirme con la mía esta vez. Eventualmente, el hecho de que yo lo maté fue descubierto...fui enviada aquí para llevar a la bestia divina hasta ellos.

La historia dió un largo giro y volvió al punto de partida.

Mientras tanto, la fuerte lluvia invernal se estaba convirtiendo gradualmente en lloviznas. Orión miró al grupo de hombres atado al árbol.

—Puedo ver qué trataron de hacer. Deben haberte ordenado que la alejaras de mi hogar donde no pudiera verla

—Me presionaron para que cumpliera con mi parte lo antes posible, pues no sabían cuando vendrías por ella.

—En ese caso, habrían preparado un barco para partir de inmediato en cualquier momento. ¿Dónde está ese barco? Podrían haberlo hecho pasar por un barco mercante y situarlo en el muelle. ¿O es que lo están escondiendo en algún lugar del cual no sepa su existencia?

Hatsha parecía desconcertada. Bajó la cabeza.

—...No lo sé. Eso no compartieron conmigo. Me dijeron que si aparecía con la bestia divina todos volveríamos juntos, así que no había necesidad de saberlo de antemano.

—Parece que tu disposición había sido decidida desde un principio.

Orión analizó la situación con frialdad. Hatsha se mordió el labio.

Kira pensó que era una situación terrible y apretó su pecho.

Anteriormente, el grupo cubierto por lonas intentó apuñalar a Hatsha con una daga. Sin embargo, tan pronto como apareció Orión pensaron que los había traicionado, por lo que trataron de acabar con ella mientras huían. Si Kira no hubiera usado su poder a tiempo, Hatsha ahora mismo no estaría hablando frente a ella.

Hatsha se había acercado a Kira con un motivo oculto. También arrastró a Kira a la trampa de los cretenses. Sin embargo, fue Kira quien la indujo a revelar su verdadera intención. Sin embargo, después de escuchar su historia no la culpó tanto. Más bien, era realmente desagradable que la gente de Creta hubiera llevado a Hatsha a este punto.

Kira miró a Orión. Todavía sostenía la cuerda sin mostrar una mínima muestra de que la dejaría en paz.

—Orión, ¿vas a castigar a Hatsha?

Podía sentir la mirada de Hatsha en ella. Kira no apartó la mirada sobre Orión.

Orión tenía una mirada amarga.

—No tengo derecho a castigarla. Eso es algo que deberá decidirlo el palacio real. Lo que sí puedo hacer es decidir si me deshago de ella en este mismo lugar.

—Entonces…

—Por lo que ha contado, parece que no es más que alguien sin opción, por lo que no hay razón para ensuciarme las manos.

Solo entonces Orión insertó la pesada espada que sostenía de manera brutal en la vaina de su cinturón.

Kira se sintió aliviada de que su juicio fuera el mismo que el de ella. Enya sonrió brillantemente. 

—Es un alivio. Hartsha, si informas lo que nos acabas de contar al palacio, tus circunstancias se tomarán en cuenta. La regente de la Atlántida es una mujer muy inteligente. Así podrás evitar un castigo aterrador.

—Espera. ¡Diosa de Artemisa!

Hatsha distorsionó abiertamente su rostro, pero no dejó de lado lo que tenía que decir.

—Se sensata. Intenté secuestrarte y dije cosas terribles. ¿Por qué estás tan feliz...? 

Se encogió de hombros al asumir las intenciones de Kira.

—No soy nadie para ti. ¡Puedes castigarme con tus asombrosas habilidades!

—No puedo darte un castigo divino. Si quisiera lastimar a Hatsha, no habría detenido la daga. Oh, ¿es que hubieras preferido ser golpeada por esa daga?

Kira preguntó en estado de shock. Esperaba que no tuviera ese tipo de pensamientos tan terribles. ¿No la había regañado Orión por haber tenido una actitud tan negativa con respecto a su situación actual? Sintiéndose desesperada, Kira estiró su mano y se aferró a Hatsha.

—¡No puedes pensar en algo tan aterrador…!

Por terrible que sea tu vida, no solo debes andar lamentando tu situación. Definitivamente habrá una manera de salir de ello.

Contrario al sincero corazón de Kira, Hatsha estaba muy aturdida por la reacción frente a sus ojos. O es que era muy ingenua o realmente era estúpida. Negó torpemente con la cabeza.

—No. No hubiera preferido morir al ser alcanzada por la daga.

—Ah, es un alivio. ¿Vez?

—Si no quieres morir, usa el buen juicio.

Orión de repente interrumpió en un tono aterrador.

—Dado que me he encargado de ello, es muy probable que te dejen ir sin más. Sin embargo, ¿crees que Creta lo dejará pasar? Serás perseguida por aquellos que buscan venganza. Tendrás que soportar un duro trato a tu cuerpo y vivir escondida.

Hatsha mostró sus dientes desafiando esas palabras. Pero no estaba mal. Inmediatamente se le pasó y bajó la cabeza.

—...Está bien. Después de todo, soy de una nación extranjera fuera de la alianza griega. No me importa lo que pase con Creta.

Confirmando la falta de resistencia, Orión sacó un pequeño cuerno de metal de su pecho y sopló. Un sonido alto y estridente como el canto de un pájaro atravesó el bosque. Después de un tiempo, un grupo de personas comenzó a descender desde arriba.

Kira también reconoció quienes eran. Usaban el familiar traje del Cuerpo de Marines de la Atlántida.

Entre ellos, la persona que entregó el falso recado. Después de inclinarse ante Orión, se hicieron cargo del grupo de cretenses inconscientes y se los llevaron uno por uno.

Orión, quien confirmó habían terminado con el trabajo, entonces se acercó a Kira.

Una de sus manos tocó la capa colocada sobre la cabeza de Kira. La lluvia estaba a punto de parar, por lo que Kira se proponía obedientemente a devolverle la capa.

Entonces esa misma capa giró a su alrededor. Kira se horrorizó cuando sus pies flotaron repentinamente

 —¡Orión!

Fue levantada del suelo envuelta en la capa sin oportunidad de decir nada. Sus muslos estaban fuertemente envueltos por sus antebrazos, y se apoyó en sus hombros desnudos como reposabrazos.

Orion la levantó y dejó un mensaje a los soldados con una mirada de soslayo.

—Me iré primero. Manténgame informado de las circunstancias posteriores al arresto.

Subió como si volara sobre la pendiente rocosa. Kira susurró apresuradamente, avergonzada por el repentino abrazo.

—Oye, puedo subir por mi cuenta…

Orión no dijo nada. No fue hasta después de una larga pausa que llegó una respuesta.

—No hay nada de qué avergonzarse. Solo quería llevarte.

—No es necesario.

—Entonces, ¿debería hacerte caminar luciendo como un perro revolcado en el barro?

Orión la cargó sin mucho esfuerzo.

—No puedo permitir eso.

Traducción: Claire

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