Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 45
Capítulo de novela - 115 párrafos
Kira sintió que las intenciones de este hombre eran difíciles de descifrar. En ese momento, la expresión de desaprobación de Orión pasó por su mente. Había dicho que no volverían a usar su plan.
¿Por qué había dicho eso? Ahora que lo pensaba, Orión se había mostrado reacio desde un principio.
¿Pero su plan no había salido a la perfección? Se había revelado la verdadera identidad de Hatsha y todo el grupo de Creta había sido capturado. Kira estaba desconcertada de que Orión volviera a tomar esa actitud.
Oh, ¿quizá todo esto se debía a que se había ensuciado?
Bueno, eso tenía sentido. Le había comprado ropa bonita, por lo que quizá estaba pensando debía haber sido un desperdicio haberla ensuciado. Kira dijo rápidamente para tranquilizarlo.
—Dicen que si remojas el barro en lejía después de que se seque, quedará limpio rápidamente.
—Vamos, es solo ropa. Está bien. ¿Por qué diablos importaría eso?
Orión se quejó. Kira se enfrentaba a un misterio cada vez más difícil de resolver. No podía adivinar una razón, así que intentó una vez más.
—Pero escuché que el Senado no interferirá si me visto bien…
—¿Por qué sigues con lo mismo? Nunca dije algo así.
Sí, ahora que lo pensaba, no lo había hecho.
Gracias a los rápidos pasos de Orión llegaron a la cima de la colina en poco tiempo. Dejó a Kira en el suelo cuando la casa apareció a la vista.
Pero no la dejó ir por completo. Agarró la muñeca de Kira como si tuviera miedo de romperla y la hizo caminar unos pasos a lo largo de la cerca.
Kira supo su intención con solo mirarlo. Estaba comprobando si cojeaba.
No veía el problema en caminar. Su tobillo estaba bien a pesar de haberse caído. Además, fue solo porque su pie se había atorado en el barro de la lluvia.
Después de observarla por un momento, Orión finalmente dejó escapar un suspiro de alivio.
—No pareces haberte lastimado. Cuanto más te miro, más pienso que has recibido una terrible educación en el santuario.
—No cometo ningún error al escribir o al contar. Aprendí bien.
—No te enseñaron nada realmente importante. No sabes defenderte por tu cuenta. ¿Entiendes de lo que estoy hablando? Estoy diciendo que necesitas aprender defensa personal. Esos lunáticos de Delos te volvieron así.
Orión suspiró y abrió la puerta de la cerca. Los chicos que habían estado esperando en el patio corrieron a su encuentro. Lykos echó un rápido vistazo a la cerca y gritó.
—¡Lord Orión! ¿Viste al cuerpo de marines? ¿Hatsha era mala después de todo?
—Lady Lokira, ¿se encuentra bien? Su ropa está toda sucia.
Nikos, que había notado el sucio dobladillo de su falda bajo la capa, también se apresuró a preguntar.
Kira retrocedió un poco, incómoda. Realmente no había pasado por mucho. Bueno, tenía que admitir que la habían empujado y amenazado un poco, pero eso era todo.
No había sido golpeada o apuñalada. Aunque habían amarrado uno de sus cuernos con una soga, Kira pudo zafarse de esta después de un momento. Había sido una prueba trivial a comparación de lo que había tenido que enfrentarse a lo largo de su vida.
Sin embargo, se sentía un poco incómoda de que alguien se preocupara por ella. Sentía como si la situación actual estuviera fuera de lugar. Kira sacudió la suciedad de su ropa para tranquilizar al niño.
—Estoy bien. Cualquiera puede ensuciarse cuando llueve. No seamos muy duros con Hatsha, ella es consciente que ha hecho mal.
Kira instó a los niños quienes la observaban luciendo muy preocupados. Orión colocó ambas manos sobre los hombros de los chicos como para evitar la incomodaran más.
—¿Se las arreglaron para pretender crear un incendio? Será problemático si la cocina está hecha un desastre.
—Todo está en orden. ¡Oh, todavía queda algo de hollín!
—.... Supongo que está hecha un desastre. Como sea, buen trabajo. Ahora denle un descanso a la dama.
Orion llevó a Kira al segundo piso.
Kira pensó se dirigiría a la habitación donde tenía sus cosas para poder cambiarse de ropa como de costumbre. Sin embargo, Orión la detuvo y la llevó al dormitorio.
Cerró la puerta y echó el cerrojo. También cerró las cortinas, oscureciendo así un poco la habitación.
Kira miró a su alrededor, consternada por su comportamiento.
—¿Por qué estás haciendo esto?
Entonces Orión rebuscó en el baúl de ropa, sacó una toalla y se la arrojó.
Kira la tomó con sorpresa. Entonces este se dio la vuelta y se acercó a la pared. Entonces colocó un antebrazo contra la pared, tapando así su visibilidad. Aparentemente, sus ojos también estaban cerrados.
¿…Estás tratando de jugar a las escondidas?
Su voz murmuró contra la pared.
—Echa un vistazo mientras te limpias. Dime si estás herida. Hay ungüento en el estante.
En efecto. Kira miró el unguento en el estante de enfrente. Ahora entendía por qué Orión estaba actuando así. Para comprobar la herida, tendría que subirse la falda que le llegaba hasta el tobillo. Mientras la abuela estaba fuera de la isla, no se atrevía a ayudarla por si mismo.
Kira se quitó la capa de Orión. Después de extenderla con cuidado sobre la cama, se deshizo del alfiler que mantenía al peplo en su lugar, el cual estaba mojado y pegado a su cuerpo debido a la lluvia. El traje cayó al suelo.
Kira miró a Orión aferrado a la pared. Movía el antebrazo de vez en cuando, pero nunca miró en su dirección. Ese gigantesco hombre estaba parado allí, sin siquiera un pilar entre los dos.
Avergonzada, Kira rápidamente se limpió. Buscó heridas por todas partes hasta que encontró algo inusual. Su rodilla se había lastimado cuando cayó por la pendiente, dejando rasguños rojos y moretones.
A juzgar por su larga experiencia recibiendo castigos corporales, era del tipo que se volvería cada vez más doloroso si no se lo atendía.
Vacilante, Kira recogió la ropa que se había quitado y la colocó lejos de ella para revisar bien la herida. La zona de la rodilla estaba totalmente desgarrada. Al final, informó con cautela a Orión.
—Mi rodilla está un poco… bien, supongo que estoy herida.
Orión dijo en un tono realmente enojado, todavía en la misma postura.
—Lo sabía. No fuiste solo un señuelo.
—Bueno, mi ropa está mojada, así que usaré una manta.
Kira sacó la manta de la cama y la envolvió alrededor de su cuerpo. No se podía doblar ni sujetar con alfileres como cualquier atuendo, pero al menos podía cubrir su piel desnuda. Tambaleó un poco, pero logró sentarse en la cama. Orión, vacilante, solo volvió la mirada cuando escuchó que estaba lista.
Su boca estaba seca. Los ojos de Orión parecían mirarla con un azul excepcional, por lo que Kira tiró de los extremos de la manta y la ató bien en su lugar.
—Debo colocar un poco de ungüento.
Llegó a sus sentidos un segundo tarde. Después de vagar un rato por el estante, tomó una pequeña botella. Su gran cuerpo se derrumbó en el suelo y se arrodilló frente a Kira.
—Muéstrame.
Kira sacó la rodilla de entre las mantas sin pensar mucho en ello. Fue entonces que se dio cuenta. Ya fuera una falda o una manta, daba lo mismo estar cubierta por cualquiera de esas cosas.
De alguna manera se sintió avergonzada y tiró un poco más de la tela. A medida que la manta se deslizaba hacia arriba, la piel desnuda se descubría lentamente. Fue después del tobillo y la espinilla que apareció su rodilla. Los suaves vellos sobre su piel se erizaron.
¿Debería considerarse afortunada de no haberse lastimado ambas rodillas? Sin embargo, ya era demasiado incómodo revelar una de sus piernas.
Orión mantuvo la boca cerrada y fruncía el ceño como si hubiera olido algo desagradable proveniente del frasco de ungüento. No había forma de que un mal olor provenga del ungüento hecho a base de hierbas con aceite.
Sus dedos totalmente cubiertos de ungüento fueron llevados hasta la herida. Estos frotaron cuidadosamente la redondeada rodilla. Kira dejó escapar un suspiro superficial, sintiendo una sensación de seguridad similar a cuando él le daba palmaditas en la cabeza.
El ungüento se derritió rápidamente debido a la temperatura corporal. Tan pronto como lo aplicó, este comenzó a gotear desde sus rodillas hasta sus espinillas. Orión tomó una toalla y la colocó en el suelo.
—Mira esto. ¿Cuando se ha escuchado de un dios que se lastima al caer? Eres humana a pesar de tus cuernos. No habrá vuelta atrás si te lastimas, así que no pienses en ti a la ligera y cuida de tu cuerpo como corresponde.
El ungüento empapó por completo su piel mientras la regañaba. Orión quitó la toalla.
—De todos modos, no volveremos a hacer esto la próxima vez. ¿Volverte un señuelo para atrapar a quienes van a por ti? Fue ridículo desde el principio. Lo peor es que yo fui el idiota que aceptó hacer algo así. Debo haberme golpeado la cabeza…
Kira no podía entender por qué seguía diciendo palabras tan duras.
Pero entendió vagamente sus intenciones.
Orión debía estar simpatizando con ella. Como cuando la rescató del santuario a cambio de nada. No quería argumentar en contra, diciendo que era inútil preocuparse por algo así.
De todos modos, Kira todavía estaba indefensa. La operación de hoy había sido un éxito únicamente porque Orión había aparecido a tiempo.
«Espero que mis poderes aumenten lo antes posible»
Esta vez, pensó, había valido la pena haber practicado tanto tiempo, pues había logrado salvar a Hatsha. Sin embargo, toda su concentración se centró en bloquear una sola daga. Todo parecía indicar que todavía estaba lejos de defenderse de decenas de estas a la vez.
Recordó entonces el grupo con las lonas.
—¿Qué pasará ahora con esa gente de Creta?
—Serán castigados. Intentaron secuestrar a una invitada de la Atlántida colándose en tierras ajenas. Merecen pagar por ello.
El corazón de Kira se sintió incómodo. Si no fuera por ella, no habrían puesto un pie aquí desde un principio. Esta misma situación se repetirá en el futuro.
Orión intuyó lo que Kira podría estar pensando y levantó el rostro para mirarla.
—Esa mujer de pelo corto deberá esperar que consideren su situación. Incluso si no le gusta ser una esclava, no tiene más remedio que obedecer órdenes.
—Sí. Espero que todo salga bien... Si las cosas hubieran sido diferentes, yo misma podría haber terminado como Hatsha.
Los dioses no protegen a los esclavos desafortunados ni a las mujeres con cuernos. Para salvarse a sí mismas, no tenían más remedio que intentarlo por su cuenta.
Sin embargo, Kira fue bendecida a diferencia de Hatsha. Ella conoció a un hombre que tenía el pasatiempo de ayudar a los demás.
Orión se ofreció como voluntario para salvarla. Incluso cuidaba de sus heridas.
Kira no tenía nada que ofrecerle excepto su gratitud. Un hombre tan sólido como un muro. Se acercó suavemente a Orión.
Quería hacer lo que a ella tanto le gustaba.
—Ahora que lo pienso, Orión, lo había olvidado. Gracias por protegerme antes.
Sus dedos se perdieron entre la negra cabellera. El abundante cabello se deslizó cuando lo barrió ligeramente. ¿Cómo era que un hombre bañado en el rocío del bosque podía tener un cabello tan suave? Si no hubiera sido consciente del hecho de que era un hombre, Kira podría haber abrazado su cabeza y frotado sus mejillas.
El rostro de Orión se descompuso y bajó la mirada. El cuerpo arrodillado a un lado de la cama se vio obligado a encogerse aún más.
—Eres…muy problemática. Tienes mucho que aprender.
—Sí, cuando llegue la primavera, podré aprender más sobre esto y aquello. Me esforzaré mucho.
—¡Quiero decir, todo esto...!
Orión, que estaba a punto de decir algo, dejó escapar un suspiro. Al ver que parecía una bestia salvaje aullando, Kira detuvo sus manos. La mano que recorría su cabello negro rozó accidentalmente el contorno de su oreja. De repente pensó que realmente le gustaría tocar la oreja de Orión.
Orion presionó su palpitante frente y tomó una honda respiración. Entonces acercó sus labios a su rodilla, que había sido empapada en ungüento y había adquirido un tono marrón. Dejó salir palabras cargadas de lo que parecía ser culpa.
—¿Por qué no se seca?
Sopló sobre su rodilla. Su aliento voló desde lejos y le hizo cosquillas en la piel.
Una sensación desconocida se apoderó de ella y provocó un sentimiento indescriptible. Kira se asustó pues pensaba se había vuelto rara. Encogió los dedos de sus pies tanto como pudo y se mordió fuertemente los labios.
Habían pasado varios días desde que el equipo de caza enviado desde Creta fue descubierto y llevado al palacio de la Atlántida.
El barco cretense, que flotaba en mar abierto y esperaba noticias, tomó una decisión. Renunció a rescatar a sus camaradas y optó por regresar rápidamente.
Si eran honorables guerreros cretenses, insistirían en que esto no tenía nada que ver con la familia real. Incluso si no eran honorables, Creta había preparado una excusa de antemano. Bastaba decir que algunas personas cegadas por la ambición habían cometido desviaciones personales.
De todos modos, la Atlántida era actualmente la única zona de producción del Oriharukon. El recurso en sí era indispensable. No podían ignorar la red comercial que se extendía por todo el continente debido a este. Sería una pena para Creta, pero era necesario estar en paz con las islas vecinas.
Entonces, decidieron rendirse ante las demandas irrazonables.
El lugar de encuentro era una isla cercana deshabitada. El barco cretense se puso en contacto con un pequeño barco que había estado anclado en ese lugar y le comunicó la noticia.
—La caza fracasó. No pudieron vencer al Gran Orión. Los guerreros que se escondían cerca de la costa fueron capturados. Todos, incluyendo el jefe, están esperando un castigo.
Continuaron.
—Dile a la reina Fedra que Creta no cuenta con lo necesario para volver a intentarlo. No podemos costear enviar más cazadores. Incluso el rey, su hermano, dijo que ya no buscaría involucrarse en el asunto de la bestia divina. Si quiere hacerse de la bestia divina, que acuda directamente a Atenea…
Tan pronto como salió el sol, el pequeño barco alzó sus velas y navegó por el mar Egeo.
Pasaron unos días hasta que el barco llegó al puerto de El Pireo, a poca distancia de Atenas. El informante se apresuró en su camino a esa ciudad.
Creta había dicho que le informaran a su sangre, la reina Fedra, pero el destino del informante era el templo de la suma sacerdotisa, Partegita.
Entregar ese mensaje era urgente y requería de suma discreción. Sin embargo, la tensión que los individuos traen consigo suele bajar cuando estos entran en su reino. El puerto del Pireo estaba justo frente a Atenas. El informante no fue una excepción.
Gracias a esto, esa noticia fluyó débilmente por la red de información del puerto. Y llegó al hombre que custodiaba el lugar.
Hipólito, príncipe de Atenas, quedó impresionado con la noticia.
—¿Creta no pudo cazar a la bestia divina?
Traducción: Claire
[Nota de traducción: Fedra (Phaedra) reina de Atenas, esposa de Teseo, hermana de Ariadna, del actual rey de Creta y del Minotauro.]
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