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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 57

Capítulo de novela - 96 párrafos

Kira miró a Orión con curiosidad. A pesar de que los alrededores estaban oscuros, su rostro enrojecido brillaba por la hoguera. Sus cejas oscuras y pobladas estaban distorsionadas como si hubieran sido alcanzadas por un rayo.

Kira, que no entendió bien su oración a medias, se preguntó si había cometido un error.

No parecía que ese fuese el caso. Desde el momento en que llegó a Acrotiris, sus planes a futuro estaban claros. Orión la acogió en su casa de buena fe. No debería estar en deuda con él por tanto tiempo. Después de que haya pasado un año y la caza de la bestia divina haya terminado, Kira tendría que encontrar su propio camino. Hasta entonces, tenía que aprender las costumbres del mundo exterior.

¿Pero Orión pensaba diferente?

Kira habló con cuidado mientras tocaba el collar dorado.

—Incluso si no es lo que quiero, tengo que volver a hablar con Lox después de un año.

—Podríamos acabar con ese bastardo antes de eso. No, espera. ¿Realmente planeas vivir con él cuando lo encuentres? ¿Vas a volver al santuario del que viniste?

Con un gruñido, Orión arrojó la brocheta que había terminado de comer al fuego.

De hecho, Kira había estado considerando la idea de volver a vivir en Delos siempre y cuando se levantara el confinamiento, pero su impulso la hizo negar con la cabeza con urgencia. Una vez negó esa idea, pudo ver con más claridad sus sentimientos ocultos.

Habló en voz baja.

—No viviré… en Delos.

Se sintió más segura después de dejar salir esas palabras. Había vivido allí toda su vida, estaba harta y cansada de ello. ¿Cuál era el punto de vivir en una tierra llena de templos? Después de experimentar la vivacidad de Acrotiris, ese Santuario le parecía un lugar insoportablemente aburrido y poco interesante.

—No, no volveré al santuario cuando termine la caza. No sé cuánto entenderá Lox, pero… viviré mi vida.

Su nuca ardió tan pronto como pronunció esas palabras. Kira se sobresaltó y tocó el collar dorado. Se sentía frío al tacto. ¿Quizá se equivocó con una chispa que saltó de la hoguera?

La expresión de Orión se relajó un poco. Kira habló rápidamente.

—Para entonces, estaré por mi cuenta.

—¿Por qué llegas a esa conclusión? ¿Quién te dijo que hicieras eso?

—Yo- está bien, Orión. No quiero seguir siendo una carga para tí.

Kira juntó las manos.

Ya había recibido suficiente: el sombrero de piel de nutria, los peplos que vestía, adornos  decorativos para el cabello y hasta una brocheta de pollo. Si no fuera por él, no habría podido montar un caballo tan bonito y observar este volcán.

Orión estaba pagando la deuda de vida que Kira había puesto sobre sus hombros accidentalmente. Ni siquiera sabía cocinar, ésta bestia desvergonzada.

—Una vez que termine la caza de la bestia divina… intentaré valerme por mí misma, no sólo confiar en ti, Orión.

Pero Orión permaneció en silencio, mirándola fijamente.

Cogió la brocheta que acababa de tirar y rebuscó en el fuego. Las palabras salieron como si tuviera arena en la boca.

—Una mujer que vive sola. Bueno, eso suena bien. Hay gente que vive así. Ya sea trabajando como criada en una casa como la abuela, vendiendo pescado o pintando tinajas. ¿Dónde y qué vas a hacer exactamente?

—Sé un poco sobre templos, así que si todo lo demás falla, puedo... puedo trapear y hacer manojos de hierbas medicinales.

Kira respondió vagamente. Todavía estaba aprendiendo, así que no podía decir con exactitud cuál sería su camino.

Cuando trató de ser específica, no estuvo segura de si ella, a quien le habían crecido cuernos, podría conseguir un trabajo normal y vivir una vida como cualquier otra persona. Dar vueltas en el exterior para terminar regresando al templo, ¿tendría algún sentido?

Orión hizo un gesto. Kira no estaba segura si se estaba riendo o escupiendo una astilla. La sonrisa en su boca evidenciaba su mal humor.

—Sí, dado que tus poderes aumentan día a día, las sacerdotisas probablemente te reciban con flores. Probablemente consigas un lugar en su mesa si sabes mover tus piezas. La vida será más fácil si eliminas el pasado de ser llamada bestia divina y te conviertes en la encarnación de Artemisa y actúas como una diosa.

—¿Por qué dices eso…?

La voz de Kira tembló al sentir que la estaba regañando. Entonces Orión dejó de hablar. El fuego reflejado en sus ojos azules vaciló distraídamente.

Finalmente dejó escapar un pequeño suspiro. Había vuelto su hábito de alborotarse el cabello con una mano. Fue más violento de lo habitual, tanto que Kira se preguntó si se estaba golpeando la cabeza.

Entonces bajó la mano. Kira jadeó cuando el hombre de repente se acercó. Una gran palma ahuecó su mejilla, barriendo desde la coronilla, tal como lo había hecho él en la cama. Levantó ligeramente la barbilla de Kira, obligándola a mirarlo, y dijo con dificultad.

—Puedes quedarte.

Debe haber sido difícil para Orión decir esas palabras, ¿o es que tal vez tenía sed? Su voz se quebró ligeramente.

—Creo que te compré un espejo y arreglé un cuarto sin ningún motivo. Puedes hacer lo que quieras. Pensé que contabas mi ganado con la intención de quedarte en mente. Si ibas a irte después de un año, ¿por qué molestarte?

La actitud gruñona y sarcástica ya había desaparecido. Su tono era casi suplicante.

Kira encontró esta situación muy extraña. Era muy grande, grueso y fuerte, pero se sentía como si se estuviera aferrando a su yo más pequeño y delgado.

El calor que desprendía su palma era tan caliente como el fuego. Kira bajó la mirada, repentinamente avergonzada.

La extraña sensación que había sentido antes volvió. Sus olas de sal se balanceaban juntas en respuesta a las olas del hombre. No fue fácil encontrar una explicación. La razón por la que llevaba un libro de cuentas de la casa era simplemente para mantener las cosas en orden y lo hacía puesto que le preocupaba que el precioso electrum de Orión se desperdiciara en un monstruo con cuernos.

¿Por qué estaba tan nerviosa? Su corazón latía con fuerza y su cuerpo parecía temblar. Quizás fuera el frío del aire nocturno. Había olvidado los cambios drásticos de temperatura durante la primavera. Kira se encogió de hombros y se envolvió los brazos con ambas manos.

—Pero… 

El frío pareció devolverla un poco a sus sentidos. Contrólate, Lokira. Este hombre sólo se compadecía de ella por pena debido a su situación con cuernos. Los vergonzosos sentimientos que sentía por Saphira se superpusieron, haciéndola sentir aún más avergonzada.

—Cuando Orión se case algún día… será difícil tenerme cerca.

Orión se detuvo repentinamente en ese momento.

Kira lo miró. No había ningún significado en esa mirada.

Fue sólo un pensamiento inocente. La abuela y otras personas parecían confundirla con su novia o la anfitriona, pero ese no era el caso. Era sólo una cuestión de perspectiva. Al igual que a Lokira la llamaban monstruo o diosa dependiendo de la situación, en realidad ella era solo una chica con cuernos deformes.

Quizás algún día Orión traiga una novia de verdad y, cuando lo haga, ella tendrá que bajar de su cama. Fue en ese momento que surgió en ella una nueva inquietud, ¿por qué se sentía tan triste al imaginar eso?

Orión lentamente retiró su mano.

La cálida temperatura corporal desapareció y las mejillas de Kira se sintieron vacías. Mientras se recostaba, la sombra oscura del techo cubrió su rostro.

Dijo en voz baja.

—… Eso no sucederá. No me casaré, porque la mayoría de las mujeres con las que me relaciono terminan muertas.

Kira se preguntó si inconscientemente había hecho que él recordara esa vieja superstición.

—Yo no estoy muerta.

—Una rara excepción. Ah sí. No es seguro todavía, porque es posible que cambies de opinión durante todo este tiempo que nos queda, pero si aparece alguien más digno que yo que promete tratarte tan preciosamente como el oro, cuando llegue ese momento, no podré detenerte.

Orión había vuelto a su humor natural. Kira estaba confundida en cuanto a por qué estaba usando un tono sarcástico otra vez.

Si alguien así apareciera aquí ahora mismo, sin importar cuán dulcemente hablara y le ofreciera envolverla en cinco capas de seda, ella no aceptaría.

Orión podría ofrecerle lo mismo con solo atrapar un león. Y Kira no quería usar cinco capas de ropa de seda. No tenía intención de dejar la Atlántida, a la que apenas se estaba acostumbrando.

Kira intentó utilizar sus ondas de sal, pero pronto se rindió. Su poder no podía resolverlo todo. Este hombre realmente creía lo que decía, así que ¿qué podría descubrir leyendo sus colores? El océano de su mente era un campo magnético de palabras y no podía explorar el terreno a menos que ella misma profundizara en él.

—No iré sin importar lo que prometan. Moverme de un lugar a otro es justo lo que Lox quiere, y habrá más cazadores que querrán lastimarlo a él también…

Kira primero hizo todo lo posible para aclarar su malentendido. Tuvo que tomarse un respiro, pero intentó transmitirlo con claridad.

—Estaré al lado de Orión porque él me salvó..

Cuando Kira dijo aquello, Orión pareció sentirse un poco aliviado. Aunque todavía estaba un poco malhumorado, su tono se volvió más moderado que antes.

—Entonces no insistas en que te irás cuando llegue el momento.

Eso y aquello eran temas completamente diferentes... Kira no podía entender por qué Orión seguía pensando en dos cosas distintas como una sola. Pero cuanto más hablaba, más parecía que perdería sentido y tenía miedo de que ésto se convirtiera en una discusión.

Más que eso, hacía mucho frío. Sus complejos pensamientos se desvanecieron ante la fría temperatura. No había ningún bosque en la cima de la montaña que sirviera de protección contra el viento, por lo que el aire nocturno se sentía mucho más helado. Kira obligó a su temblorosa barbilla a calmarse.

—Es extraño. Estaba bien bajo el sol…

Orión se puso de pie de un salto como si se hubiera dado cuenta tardíamente de su condición. Entró al centro de oración y sacó una manta que había sido colocada allí como parte de una ofrenda. La extendió, envolvió a Kira con ella y la levantó en brazos.

—No te sientes al viento. Entremos. Es más llevadero allí.

—Pero quiero ver las estrellas…

—No seas terca. Tomará un tiempo que aparezcan. Primero calienta tu cuerpo.

Tal como dijo, las primeras estrellas estaban apareciendo una a una en el cielo nocturno. Orión pateó y pisoteó para apagar la hoguera. Entró al centro de oración y colocó a Kira contra la pared. Sus temblores disminuyeron un poco mientras estaba envuelta en la manta que Orión había colocado en ella para protegerla del viento.

Encontró la linterna al pie de la estatua y vertió aceite en la vasija. Entonces el interior se volvió más claro. El olor a aceite quemado llenó el área del centro de oración.

Orión tomó a Kira envuelta en la manta y la colocó con cuidado en su regazo. Sus brazos rodearon la manta, aferrándose a los extremos con fuerza para evitar que el calor se escapara.

—Sólo estaba pensando en mí. Realmente no me importaba mucho. Si te sientes enferma o mareada, dímelo de inmediato.

—Estoy bien ahora. Mi barbilla ya ni siquiera tiembla.

Pero Kira no se sintió tan mal estando en sus brazos. Entonces, en lugar de obligarse a bajar, apoyó su cabeza en su pecho. Sus cuernos a veces eran un poco agotadores, pero parecían no importarle ahora. Le hizo preguntarse si era realmente necesario estar envuelta en una manta. Su cuerpo mucho más grande que cualquier otra personas irradiaba calor corporal.

Kira exhaló constantemente. Orión respiraba a un ritmo similar. Su amplio pecho subía y bajaba, y su cabeza reclinada subía y bajaba con él, haciéndola sentir como si estuviera flotando sobre las olas.

La curiosidad de Kira se desbordó y se centró en sus movimientos. Su esternón era como una lámina de metal endurecida en la noche, sólida como una armadura bajo su quitón. Su corazón latía con urgencia, como si lo estuvieran persiguiendo. Debía ser un corazón diligente para bombear sangre a cada rincón de su gran cuerpo.

Cuando alzó ligeramente la vista, notó su clavícula y los músculos de su cuello. Más arriba, una manzana en su cuello se elevaba como montaña y tragaba saliva de vez en cuando. Sus orejas estaban unidad a una fina mandíbula que parecía haber sido afilada por un cuchillo de artesano.

Kira recordó el impulso que alguna vez tuvo.  Hubo un momento en que pensó quería tocar su oreja

Sacó con cuidado su mano de la manta. Sus rasgos perfectamente definidos cambiaban en varias expresiones mientras la linterna se balanceaba. Sus orejas siempre estaban rojizas.

Orión levantó ligeramente la cabeza en respuesta al chirrido ocasional de un pájaro nocturno en la distancia. Su mano también extendida, tocó la suya en ese momento.

Éste se detuvo y respiró hondo.

Kira también se detuvo en la superficie de su oreja.

Orión no continuó. Eso fue todo. No dijo nada más como si su lengua se hubiera congelado.

Entonces Kira reunió más coraje y tocó su oreja. Tenía una textura misteriosa. Su oreja no era ni dura ni blanda. Si tuviera que comprarla con algo, sería a los huesos blandos de una gallina de Guinea siendo masticados con los molares.

Sus dedos exploradores atravesaron un bonito valle antes de deslizarse hacia una cueva profunda. El lóbulo de su oreja era suave y elástico. Lo presionó con fuerza.

Volvió la cabeza. Cabello negro hormigueó el dorso de la mano de Kira.

Los ojos de Orión se cerraron con fuerza bajo el ceño fruncido. Su voz fue como un suspiro.

—Hey… Lokira…

Traducción: Claire

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