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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 6

Capítulo de novela - 130 párrafos

Capítulo 6

Su cuerpo se volvió rígido.

¿Este hombre no había dicho que no podía ver correctamente?

Incluso ahora mantenía cerrado su ojo herido. Además, el que parecía sano a menudo lucía desenfocado. ¿No había estado tanteado con las manos como si tratara de encontrar los alimentos hace sólo unos minutos?

No sabía lo que estaba pasando, pero su estómago se endureció. Sin embargo, reaccionar de forma exagerada sería sospechoso.

—¿Qué-De qué hablas?

Salir de allí en ese instante sería lo mejor.

El hombre llamado Orionis entrecerró los ojos.

—Mi vista se aclaró un poco una vez tuve algo en el estómago. Han estado sobresaliendo dos cosas bajo ese velo que llevas en la cabeza desde hace antes.

—Dices cosas muy extrañas. Tengo que irme, si llego tarde estaré en problemas.

Su intención de enseñarle cómo usar los analgésicos y ungüentos se evaporó en un instante. Lokira rápidamente se puso de pie fingiendo no saber de lo que hablaba ese hombre.

Sin embargo, Orionis fue mucho más rápido. Se levantó rápidamente a pesar de sus heridas y alcanzó a Lokira fácilmente con sólo unos pocos pasos. La entrada a la cueva se vio bloqueada, proyectando una gran sombra con su cuerpo.

Lokira quedó desconcertada. El hombre que se había puesto de pie era como un gran muro. Ésta gritó mientras ajustaba la tela que cubría su cabeza.

—¿Pero qué es esto? ¡Apártate de mi camino!

—Nunca he oído hablar de una sacerdotisa de Artemisa que llevara una corona. Incluso si fueras una princesa que se encontrase de visita en el santuario por un tiempo, no llevarías una corona bajo ese velo.

—¡Haga lo que haga, eso depende de mí! Yo soy...

Entonces, ¿qué se supone debería decir? El hombre desaprovechó el momento en que  Lokira se quedó sin palabras. En un instante, como si de un gato atrapando a su presa se tratase, el hombro de Lokira fue jalado hacia un costado.

—¿Qué estás pensando? Parece que es algo muy puntiagudo. Vamos, ¿qué es esto? ¿Es una espada de hueso? ¿Vas a aprovechar la oportunidad para hacer algo estúpido?

—¡No es así, yo...! ¡Suéltame!

Su corazón se aceleró y comenzó a sudar frío. No había lugar para esconderse. Tan pronto como Lokira agitó su mano, las ondas fluctuantes de sal se liberaron inconscientemente. Una presión intangible golpeó a Orionis en el pecho empujando así a su oponente tal como había querido.

Orionis gimió y se agarró el pecho. Por un instante, desconcierto cruzó su rostro. Sin embargo, pronto recuperó el equilibrio y la concentración. 

—Esto es en defensa personal.

Agarró a Lokira por la espalda mientras ésta intentaba huir una vez más. Hubo un grito de estupor, pero todo fue en vano.

La visión de Lokira se vio perturbada con la sensación de ser jalada. En el momento en que finalmente regresó a sus sentidos la brisa marina elevó su cabello. Se dio cuenta en ese momento.

El velo que había cubierto su cabeza fluyó por sus hombros.

Sus ojos azules se abrieron como platos.  Incluso por un momento pareció estar tratando de abrir su párpado lesionado.

Al darse cuenta de lo que significaba esa expresión, las mejillas de Lokira enrojecieron. De repente su mirada se enfrió.

Se había acabado.

Estúpida. Bastó sólo dos noches para que se diera cuenta de que era un monstruo.

El desprecio y la intención asesina que se dirigiría hacia ella en sólo unos segundos barrieron con Lokira como lo haría un tsunami. Gritó mientras volvía a cubrir sus cuernos.

—¡No, no mires!

Sus emociones estaban fuera de control mientras la confusión y la vergüenza fluctuaban. En ese momento, una ola de sal irradió fuera de control.

Las paredes de la cueva retumbaron como un terremoto. La grava del suelo se levantó.  Orionis se sorprendió por el repentino fenómeno y se acercó a ella.

—Espera, tú… quédate quieta. ¡Tranquilízate!

—¡Aléjate, Aléjate!

Lokira tiró del velo una y otra vez para tratar de cubrirse el rostro. Encogió su cuerpo ansiando la idea de volverse humo y desaparecer. Entonces enterró su rostro en sus rodillas y usó sus brazos para ocultar su cabeza.  

Las lágrimas brotaron por su patética apariencia, su mandíbula temblando sin cesar. Después de unos momentos de haber disminuido la agitación, su débil fuerza se desvaneció rápidamente. De repente, las súplicas fluyeron.

—No me golpees...

Pronto ese hombre intentaría matarla a golpes. Incluso si lograba escapar al templo, allí también sería golpeada hasta la muerte. Había salido sin permiso, e incluso había deambulado alrededor de un intruso.

De repente ansío tanto ver a su hermano al otro lado de la montaña. Loxias podría al menos pedirles que no la castigaran hasta la muerte. Sólo había una persona en este santuario que era amable con ella…

Pero era imposible. Ni siquiera tenía fuerzas para ponerse de pie. Lokira rogaba incesantemente, aturdida.

—No me golpees, Por favor, no me golpees. No me mates...

Pero fue un poco extraño. No hubo gritos ni puños, ni flechas ni esa pesada espada perforando su piel.

Lokira parpadeó y dejó que las lágrimas cayeran. Lentamente alzó la vista mientras miraba a su alrededor. Se preguntaba si el hombre había salido corriendo al ver su monstruosa apariencia. Entonces se encontró con los ojos azules y se horrorizó una vez más.

Estaba mirando a Lokira.

Lo que se veía reflejado en esos ojos azules no era ira ni miedo, sino desconcierto. Parecía no entender la escena que había tomado lugar frente a él.

Lokira también estaba desconcertada. Había escuchado innumerables veces lo que le harían si la descubrieran. Su imaginación había volado todas las noches pensando en ello. ¿Por qué ese hombre no levantaba una de sus armas y gritaba despavorido?

Orionis intentó acercarse a ella pero Lokira retrocedió, sobresaltada. Entonces éste miró a su alrededor con torpeza y encontró una cantimplora de agua tirada en el suelo. La recogió cuidadosamente y se la tendió, despacio.

—Bien, está bien, primero…bebe un poco de agua.

¿De qué rayos estaba hablando? ¿Era ese su último acto de misericordia?

Lokira miró fijamente al hombre. Orionis se revolvió el cabello con frustración. Entonces se agachó por completo, colocó la cantimplora en el suelo y la hizo rodar con cuidado en lugar de entregársela directamente.

—Es la que trajiste contigo. No morirás  aunque la bebas. ¡Ni siquiera tengo la intención de ponerte un dedo encima!

Forzada por el impulso, Lokira rápidamente recogió la cantimplora. Puso su boca en el pico y bebió un poco. Fue entonces que se dio cuenta de que tenía la garganta adolorida por las lágrimas y gritos.

En ese momento, Orionis dejó escapar un gran suspiro.

—¿Qué diablos fue eso? Lamento haber malentendido y haberte quitado el velo sin tu consentimiento, sólo sentía curiosidad por esos adornos sobre tu cabeza. Siendo una tan inmaculada sacerdotisa ¿por qué lloras como si te hubiera hecho algo malo?

Lokira miró al hombre en estado de shock. ¿Creía que sus cuernos eran adornos…?

Todavía había esperanza de que su verdadera identidad no hubiera sido revelada, por lo que respondió rápidamente.

—Oh, es porque de repente actuaste con mucha violencia 

—Esos cuernos se ven muy reales, parece como si salieran de tu cabeza.

—Así es, eso es porque la artesana que los fabricó es muy dedica-

—¿Alguien realmente creería esas palabras?

Lokira se congeló en su lugar. El hombre la miró fijamente.

—Autoproclamada sacerdotisa, dejemos de engañarnos. Cuernos de venado. Un extraordinario poder. ¿Eres la bestia divina de Artemisa que el santuario tanto desea esconder?

Lokira se olvidó incluso de respirar. Se encogió de hombros con cautela. Orionis se apresuró a agregar rápidamente como si hubiera creído que Lokira tendría la intención de volver a hacer vibrar la tierra.

—Por favor, quédate quieta. ¡No estoy haciendo nada! Siempre me preguntaba de qué rayos tanto se jactaba Delos. El sólo pensar que era de una chica como tú….

Orionis estuvo a punto de decir algo más pero se abstuvo. Lokira podía decirlo a simple vista. Tal vez las complicadas circunstancias en la que se encontraban, las cuales por el momento no tenía intención de contar, debieron pasar por su cabeza.

Sin embargo, Lokira sintió más curiosidad por otra cosa que eso.

—¿Qué quieres decir con "jactaban"? Soy una bestia que traerá caos al mundo, es por eso que la suma sacerdotisa dijo que era necesario que viva en cautiverio dentro del santuario...  

—Sí, esa es la excusa que siempre dan para nunca mostrarte correctamente frente a sus aliados. Solo había rumores. ¡Toda clase de rumores exceptuando que mantenían a una cierva en cautiverio!

Orionis gritó en voz alta. Como si la herida le doliera de repente, frunció el ceño y recogió un analgésico tirado en el suelo.

Lokira se sorprendió de que reconociera la hierba sin explicación. Orionis prosiguió.

—Si no lo sabías, es mejor que te enteres ahora. Las bestias divinas son objetos preciosos. Cuanto más corren los rumores sobre lo feroces que son, más gente se lo cree. El simple hecho de someter a una de ellas y mantenerla a tu merced eleva tu estatus a otro nivel.

—¿Pero qué…?

—Hace veinte o treinta años Creta contaba con un Dios, una bestia divina al igual que tú. Del cuerpo de una reina infiel nació un príncipe con cabeza de toro.

Lokira se estremeció ante la mención de esa familiar historia. El Minotauro de Creta era una anécdota que la suma sacerdotisa solía compartir con ella.

—Fue gracias a él que Creta tuvo tanto éxito en los negocios. Construyeron un gran laberinto para mantenerlo encerrado y presionaron a cada miembro de la alianza para que pagaran los costos de mantenimiento y la mano de obra, es decir, los guardias y asistentes del laberinto. Otras ciudades estaban en necesidad, pero se vieron obligados a ganarse el favor de Creta por el miedo de que éstos soltaran al Minotauro y dañaran sus tierras.

—La suma sacerdotisa dijo que se ofreció a alguien para servirle de alimento a la bestia divina.

—Creta inventó eso porque era demasiado bueno para ser verdad. ¿Dices que alguien estaría lo suficientemente loco como para meter a un joven en la boca de un toro?  

Orionis aplastó bruscamente el analgésico y empezó a frotar el líquido obtenido sobre la herida.

Lokira se quedó sin palabras. Ese era un tratamiento cien años más primitivo de lo que había aprendido en el templo. Sin embargo, sus palabras parecían tener mucho más sentido que lo que había considerado una realidad hasta ahora.

—Entonces, Tesseo, el actual rey de Atenas, era muy joven en ese entonces pero se decía que no podía soportar que lo estafaran de esa manera, así que se disfrazó y fue hasta Creta. No fue hasta que ese chico entró en el laberinto que se reveló la verdad. El príncipe, de quien se decía era un monstruo con cabeza de toro, no era más que una persona nacida con problemas  de cabeza al ser asfixiado en el vientre materno.

A pesar de Lokira tener los ojos tan abiertos como platos, Orionis continuó con el relato.

—El rey Minos era un cobarde. Mientras escondía a su hijo difícil de tratar, inventó rumores sobre un ser divino y lo volvió un ser frugal. Fue él quien incluso difundió rumores sobre una supuesta infidelidad por parte de su esposa por el bien de los intereses nacionales.

—Eso, ¿cómo sabes eso?

—La atlantida está cerca de Creta. Las noticias son más detalladas en las ciudades importantes.

Lo dijo como si Lokira hubiera preguntado lo obvio.

No podía creerlo. ¿Cuál era entonces la razón por la que había sido educada de tal manera por la suma sacerdotisa? ¿Cuántas veces no había sido golpeada para evitar  convertirse en un monstruo devorador de hombres?

Orionis sonrió burlonamente.

—En una situación en la que es imposible saber si existe un dios o no, donde con tanta frecuencia te cuentan historias sobre cómo asesinan en el exterior a seres igual que tú, ¿por qué crees que Perseo eligió y asesinó a una de las hermanas Gorgonas? De hecho, se dijo fue para robar el método de refinación del veneno de serpiente que había sido monopolizado por una mujer de cierta familia. Una droga paralizante tan hábil que podía usarse para muchos propósitos.

—Entonces, ¿es una ventaja para Delos el mantenerme aquí encerrada…?

Dijo mientras trataba de controlar el impacto que trairían sus palabras.

Quería negar la verdad, esperaba que no fuera real. ¿Tal vez este hombre estaba tratando de engañar a su torpe yo?

Si esa era la verdad, entonces ¿por qué tendría que vivir encerrada allí?

Pero lo que había dicho este hombre parecía tener sentido. Incluso para Lokira era mucho más plausible el que la hermana Gorgona fuera una botánica que sabía cómo hacer medicamentos paralizantes a que fuera una hermana monstruosa que convertía a las personas en piedra. Aparte de ella, había muchos otros monstruos mencionados en historias antiguas. Pero si hablaban de botánicos y curanderos, ¡Entonces había muchos de ellos!

Orionis finalmente encontró el ungüento. Se lo puso sobre la herida y dejó escapar un suspiro amargo.

—Creo que ese es exactamente tu caso.

—Mientes…

—¿Lo hago?. En estos días, la autoridad del santuario es más fuerte que nunca. El dueño de este santuario dice ser la encarnación de Apolo. Además, se jacta de proteger la criatura sagrada de Artemisa, por lo que está lleno de arrogancia.

Lokira se sintió cada vez más confundida. Todo lo que había dado por sentado empezó a volverse desconocido.

No tenía idea de que su existencia era conocida fuera del Santuario. Tampoco tenía una explicación del cómo o la razón del por qué se habían esparcido tales rumores.

Lokira sintió como si todo su mundo se estuviera desmoronando y enredando.

Orionis la miró y agregó en voz baja.

—Quiero decir… debe ser irónico que un hombre que cometió un asesinato diga esto,  pero no me ruegues de esa manera otra vez. No sé si seas una cierva de verdad, pero atraparé a una chica como tú y veré si actúa igual.

Como para reducir cualquier amenaza, aunque sea un poco, desató la pesada espada de su cintura y la colocó lejos de él.

Lokira se dio la vuelta, su rostro enrojecido.

—Pero mis cuernos son reales.

—Eso no es nada. Algunas personas nacen con cola, algunas otras nacen pegadas a sus hermanos. No sería algo fuera de otro mundo el que algunos huesos de tu cabeza hayan crecido de más.

Orionis dijo sin rodeos.

—Soy un bastardo sin Dios que no cree en nadie. Siempre he sospechado de la fortuna de Delos, pero ahora que sé la verdad, me siento un poco aliviado.

Enrolló el trozo de tela de donde habían estado los alimentos, la ató con un nudo y se la arrojó a Lokira.

—Sólo sube.

—Por los alimentos y las medicinas, muchas gracias.

Mientras murmuraba, de repente la miró con fiereza.

—Ahora deja de entrometerte. Te dije que toda mujer que se involucra conmigo muere. ¡Sube rápidamente antes de que te atrapen y te maten a golpes como a una idiota!

Lokira se puso de pie con la tela y la cantimplora en brazos. Ahora que lo pensaba, había estado allí demasiado tiempo. Salió corriendo bajo la luz de la luna para apresurarse a regresar a su habitación.

Entonces, de repente recordó algo que había olvidado.

Aquel hombre le había dado su nombre. Ella todavía no le había dicho el suyo.

—Yo, este, mi nombre…

—Mi nombre es Lokira, aunque puedes llamarme Kira…si quieres.

Se dio cuenta sólo después de soltar el aire. Estaba hablando con más naturalidad que antes. 

Ella no había tenido el coraje de decirle esto a nadie más que a Loxias.  

Orionis soltó un "hm", y se volvió hacia otro lado. Pronto se acostó en el suelo.

Lokira subió corriendo los escalones de piedra. Un latido diferente al de cuando bajaba llenó su pecho.  

Un monstruo con cuernos de venado con cabeza humana, ni humana ni animal. Una bestia divina maldecida por Artemisa. Siempre le habían dicho que reprimiera su naturaleza tiránica y que se avergonzara de sí misma.

Ese hombre era extraño. El autoproclamado asesino no trató de asesinar al monstruo a golpes. Aseguró que no había nada sorprendente en ella.

«Oriónis, Orión. La Atlántida es su hogar...»

Le dijo que no se entrometiera de nuevo.

Sin embargo, Lokira ya lo sabía.

Ya no podía dejar de volar.

Traducción: Claire

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