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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 68

Capítulo de novela - 133 párrafos

[Nota de traducción: se ha procedido a corregir el título de Saphira, de cónsul a regente luego de obtener más contexto en la historia. Gracias por la comprensión.] 

Capítulo 68

Los ojos del hombre, de un verde claro, brillaban como si estuviera hipnotizado. Con un movimiento lento y casi sin aliento, extendió la mano.

Sin embargo, los siete colores solo flotaron en el aire. No había nada en esta. A pesar de eso, el hombre abrió la palma de su mano y la miró, como si aún esperara encontrar algo.

Mientras tanto, Kira sentía como si la sangre de su cuerpo se hubiera enfriado. Sus dedos estaban fríos. En su mente, pensamientos acelerados comenzaron a hacerla entrar en razón.

¿Qué hacer? Había bajado la guardia, pensando que estaba en un bosque deshabitado. ¿Quién iba a imaginar que se encontraría con una persona extraña en un lugar apartado?

De manera apresurada, se puso el tocado, pero ya era obvio que era demasiado tarde. El hombre ya había visto no solo sus cuernos, sino también todo su poder.

El pánico y la alerta se apoderaron de ella. De manera instintiva, lo comprendió.

—Ése hombre, es un bárbaro...

Primero, su atuendo le parecía extraño. No vestía ropas griegas. Su ropa de mangas largas, con colores brillantes, destacaba en el bosque verde.

El jubón de arriba tenía un fondo rojo con bordes amarillos, y la prenda negra de abajo se ajustaba perfectamente a sus piernas, lo cual, además de extraño, parecía incómodamente caluroso para Kira.

El hombre también tenía un aspecto peculiar. Aunque llevaba un tocado que cubría su rostro, su cabello gris no estaba completamente oculto.

Además, ¿no llevaba un arma en la mano?

Una larga lanza con bordes dentados.

Kira había visto herramientas como esa en el puerto de Acrotiri. Era un arpón usado en los barcos. Decían que los expertos podían pescar tiburones o delfines con una sola lanzada.

Pero, según lo que Kira sabía, la única tribu extranjera en esta zona era un grupo de mujeres. ¿Podría ser que ese hombre fuera...?

Independientemente de su origen, no era una persona con la que quisiera encontrarse.

Pero, ¿sería sensato dar la vuelta y huir? Eso podría solo provocarlo, y terminaría en una persecución sin fin. Además, el hombre tenía un caballo, y si se alejaba demasiado, podría perder a Orión para siempre, lo que sería aún peor.

Finalmente, Kira quedó paralizada, incapaz de actuar.

Parece que el hombre también quedó congelado en su lugar por un momento. Mantuvo su mirada fija en Kira, como si fuera atraído por un hilo invisible, y dio un paso hacia ella.

Solo cuando sus botas se empaparon en el agua, se detuvo bruscamente. Sus ojos seguían fijos en Kira, observándola con intensidad, como si estuviera inspeccionando su cuerpo. Kira sintió una creciente incomodidad mientras lo miraba.

—¿Una bestia, dices...? ¿Qué demonios...?

El hombre murmuró en voz baja, con un tono de gran desconcierto.

Luego, pareció tomar una decisión. Colocó la rienda de su caballo en una rama cercana y se dirigió a Kira.

—Señorita, permítame hacerle una pregunta. ¿Acaso vio un jabalí pasar por este camino?

A pesar de todo, su tono fue educado. Con voz suave, Kira abrió los ojos con sorpresa.

¿Será acaso el príncipe de Atenas? Pensó. Pero, ¿estaba equivocada? La imagen negativa que había formado en su mente se desmoronó de inmediato.

Sin embargo, Orión siempre decía lo mismo: No aceptar conversaciones de hombres que se acercan sonriendo. Si fuera una persona común, lo primero que habría hecho sería mencionar sus cuernos, pero en lugar de eso, hablaba de algo completamente distinto, lo cual, irónicamente, lo hacía aún más sospechoso. Aunque no fuera el príncipe, podría ser uno de sus asistentes, por lo que no podía relajarse.

Kira se inclinó ligeramente hacia atrás.

—Lo vi... pero...

No pudo mentir en ese momento. El hombre dio un paso más cerca.

—¿Lo vio? ¿Dónde?

—Yo... allí…

Kira señaló con un superficial gestó en la dirección por la que había venido. El hombre mostró una ligera sonrisa.

—¿De verdad? ¿No estaba agitado y era peligroso?

—Estaba... muy agitado. Parecía estar sufriendo. Estaba sangrando por el hocico.

El hombre asintió como si hubiera entendido.

—Ya veo. Ese era el animal que estaba cazando.

—¿Cazando?

—Hay una aldea cerca de aquí donde me quedo. Cuando cuelgan los peces que atrapan con una red para secarlos, ese jabalí viene a robarlos. Como las quejas eran muchas, decidí ir a atraparlo. Logré clavarle el arpón, pero el animal cargó con tal fuerza que se me escapó.

El hombre levantó el arpón en sus manos como si quisiera que lo observara bien.

A pesar de su tono suave, el arpón tenía un aspecto mortal. Este estaba cubierto de sangre, y hasta el largo asta de madera estaba teñido de rojo.

Kira sintió que su espalda se tensaba. El movimiento del hombre parecía sugerir algo. Su garganta se cerró, y ni siquiera pudo tragar con facilidad.

El hombre bajó lentamente el arpón. Una ligera sonrisa apareció en sus ojos.

—Así que lograste escapar del jabalí agitado, ¿eh? ¿Eres buena corriendo?

—Tuve... suerte. No soy muy buena... en e…

Kira iba a decir que no era buena corriendo, pero se detuvo a tiempo. Qué tonta. No debía mostrar sus debilidades. Sin importar quién fuera ese hombre, probablemente era de la tribu amazona. Si dejaba claro que no tenía ninguna fuerza, sería como pedir que la capturara en una caza.

Su mente se llenó de confusión mientras pensaba qué hacer. ¿Sería mejor regresar rápidamente a tierra firme y huir? Si volvía por el mismo camino, podría encontrarse con Orión.

No, ¿y si Orión ya había sido herido por el jabalí? Justo antes había confiado en sus habilidades, pero ahora solo podía pensar en el peor de los escenarios.

Kira palideció sin darse cuenta. El hombre la observó detenidamente y luego cerró su ojo visible en una forma de media luna.

—Perdona. Supongo que te he contado una historia un tanto aterradora.

Él dejó el arpón en sus manos, como si quisiera tranquilizarla, con una expresión que parecía decir "No te preocupes". Sus ojos verdes reflejaban una luz difícil de interpretar.

—¿Vives por aquí?

—¿Ah, no? Por un momento pensé que eras una ninfa del agua. Aunque no tendría sentido, ¿verdad? El agua aquí es muy poco profunda.

El hombre dejó esa extraña sensación en el aire, antes de mirar directamente a Kira.

—Esa fuerza divina que mostraste antes, ¿la compartió contigo Loxias?

En ese momento, Kira también tomó una decisión. Apoyó ambas manos con fuerza sobre el tronco y se puso de pie. La corteza que tocaba sus pies era rugosa y afilada, pero no había tiempo para sentir dolor. Solo pensaba en huir a tierra firme y alejarse de ese hombre.

Sin embargo, había un factor inesperado. Al cambiar rápidamente de peso, su equilibrio se desestabilizó. El tronco comenzó a inclinarse peligrosamente.

Kira sintió un repentino desajuste bajo sus pies y se sobresaltó. Sus piernas se tensaron involuntariamente, pero al deslizarse, perdió el control y su visión se nubló. En un instante, su cuerpo se sumergió en el agua con un estruendo.

Kira abrió los ojos que había cerrado con fuerza.

El agua caía de su cuerpo por completo. Como solo estuvo un breve momento bajo el agua, su nariz y boca permanecieron intactas.

Confusa por lo que sucedía, levantó la vista y se encontró con los ojos verdes del hombre. El hombre la había levantado con su brazo.

—E-Espera...

—¿Te asustaste mucho?

El hombre, por el contrario, hizo sus ojos más redondeados, mostrando una expresión tranquila. Su tono era calmante.

—No creo que estuvieras huyendo con tanta desesperación por esa pregunta. No te preocupes. No te cazaré aquí. Después de todo, si yo terminé en este estado, ¿qué más podría hacer?

El hombre había entrado al agua en algún momento sin que ella se diera cuenta. Al parecer, la había sacado del agua para que no se ahogara al caer de cabeza.

Aunque el agua no era profunda, el centro del agua alcanzaba hasta su pecho. Por lo tanto, el hombre también estaba completamente empapado. Las gotas de agua se habían formado en las puntas de su cabello gris, y el rizo que antes era tenue ahora se hacía más evidente.

Kira estaba atónita. No podía entender en absoluto lo que ese hombre pensaba.

—¿Por qué...?

—¿Eres la bestia divina de Artemisa, verdad?

Su tono era suave, como si estuviera guiándola a responder.

Kira tembló una vez. No podía negarlo, era evidente. No podía más que culparse por haberse quitado el tocado tan imprudentemente. Incluso las astas en su cabeza se mojaron. Su capa estaba medio sumergida, empapada y flotaba pesadamente.

El hombre observó su expresión y soltó un suspiro entrecortado con una ligera risa. Luego comenzó a caminar lentamente hacia la orilla.

Una vez fuera, aunque no era frío por ser primavera, el tejido de su capa estaba pegajoso, como si se hubiera enredado. Kira, al estar de pie, sintió sus piernas débiles y se desplomó. Al darse cuenta de que su piel estaba expuesta por debajo de su ropa corta, rápidamente se envolvió con la capa.

El hombre, que también estaba empapado, no se veía mejor. Torció el final de su ropa y exprimiendo el agua, comentó con tono juguetón.

—Ves, ahora ni siquiera puedes caminar bien. Si te llevo así, ¿no me atraparía pronto ese gigante famoso?

Era como si supiera desde el principio que Kira había estado con Orión

Kira reafirmó su determinación. Aunque la había salvado de caer al agua, el hombre seguía siendo sospechoso. No podía escapar sin más, y se sentía frustrada en silencio por esa situación.

Con los brazos cruzados frente a su pecho, se encogió ligeramente. El frío del agua le calaba hasta los huesos. Pensó en que si iba a tomar el sol para secarse, al menos podría quitarse la capa, pero no quería mostrarle su cuerpo prácticamente desnudo a ese hombre.

De reojo, Kira lo observaba. Él, a su vez, la observaba con una mirada pensativa. De repente, Kira sintió la necesidad de ver a Orión, quien la había dejado atrás al volverse hacia ella.

Un rato después, el hombre bajó lentamente una rodilla. A la misma altura que ella, dijo suavemente.

—¿Decidiste que no vas a responderme ahora?

¿Qué quería decir con eso? Kira, llena de desconfianza, se apartó un poco del agua. Intentó controlar los temblores causados por el frío.

«No tengo miedo. No voy a asustarme. Si es necesario, usaré mis poderes para defenderme…»

Sus ojos se posaron en el alfiler que llevaba en el hombro. Estaba lo suficientemente afilado como para raspar la corteza de un árbol.

Kira comenzó a planear una especie de plan. Si el hombre intentaba arrastrarla, lo derribaría con eso de inmediato. Aunque se sentía un poco insegura, era lo único con lo que podía defenderse en el peor de los casos.

El hombre se acomodó, sentándose cómodamente. Se apoyó en una mano y le sonrió.

—Está bien, parece que no soy un oponente fácil para ti.

El hombre sacudió el agua de las mangas mientras hablaba.

—Solo para que lo sepas, no estoy mintiendo. Hoy realmente vine a cazar un jabalí, no tengo intención de cazarte a ti ni de pelear con Orionis de Tira.

De repente, pareció recordar algo importante. Se quitó rápidamente la tela que cubría sus ojos, revelando por completo su rostro.

Lo reveló.

—Ah, es cierto. No me he presentado. Me llaman Hipólito. No tengo otro nombre que te pueda enseñar, excepto el que heredé de mi madre. Es una pena.

Kira contuvo un suspiro.

Como temía, resultaba ser el príncipe que había hecho llorar a su madrastra.

Lo miró detenidamente de nuevo. Había estado tan cautivada por su ropa extranjera que no lo había reconocido antes, pero era alguien bastante diferente de lo que había imaginado. La imagen que había formado de él, con una apariencia cruel, era completamente opuesta.

Era un hombre que proyectaba una sensación de calidez. Tenía una expresión bondadosa, como si nunca hubiera experimentado enojo en su vida. Su cabello tenía un tono apagado, pero sus ojos de color verde claro se mezclaban perfectamente con el aire primaveral. Aunque su aspecto era diferente al de Orión o Loxias, sin duda era un hombre atractivo.

«No, no debo dejarme engañar por su apariencia.»

Kira reafirmó su decisión. Aunque pensaba saber todo sobre Loxias, él había estado ocultando muchas cosas. No podía juzgar a un hombre desconocido solo por su primera impresión. Sin relajar su guardia, respondió cuidadosamente.

—He oído hablar de ti. Eres el príncipe de Atenas, ¿verdad?

Hipólito sonrió ligeramente, como si la respuesta fuera algo que ya esperaba.

—Bueno, algo así. 

—También escuché que el príncipe Hipólito llegó a esta isla y tomó control de una aldea costera. ¿Los aldeanos están a salvo?

Recordó el propósito de su visita y le preguntó. Aunque la situación era complicada, aún se preguntaba si la misión de exploración tenía algún sentido.

Hipólito, sorprendido por la pregunta, ajustó su postura y respondió.

—Por supuesto que están a salvo. De hecho, estoy tratando de llevarme bien con ellos. Ojalá pudieras transmitirles que no vine aquí para pelear. ¿Por qué, si no, vendría hasta esta isla del sur a cazar jabalíes?

—¿Por qué? Para ofrecer a una bestia divina a tu padre y pedir perdón…

Kira se detuvo al darse cuenta de lo directa que había sido. Mientras jugaba con el alfiler de su capa, Hipólito sonrió sutilmente. 

—¿Así que esa es la versión que se ha difundido?

—¿No es eso cierto?

Kira preguntó, confundida. Él, con una mirada algo peculiar, se echó a reír suavemente.

—¿Tú qué crees?

—No soy buena resolviendo acertijos…

—Tal vez vine aquí con la intención de llevarte conmigo como mi esposa.

Kira se quedó paralizada y miró a Hipólito con sorpresa.

Al ver su expresión, él estalló en una risa divertida.

—Sólo es una broma. Ya fui desterrado de Atenas, y en cuanto a las Amazonas, las mujeres no se casan con hombres. Allá solo es importante engendrar, así que no necesitan casarse.

—Ah, ya veo. Es bastante diferente…

Kira sintió una mezcla de ira al darse cuenta de que este hombre probablemente se estaba burlando de ella, pero también despertó su curiosidad por este nuevo conocimiento. 

Pensaba que el matrimonio era igual en todos los países, pero al parecer en el mundo exterior existían muchas costumbres diferentes.

Cuando Hipólito notó que su guardia empezaba a relajarse, esbozó una ligera sonrisa.

—Gracias a ti, mis asistentes están alborotados. Quieren convertirte en la madre de la tribu amazonas, pues adoran a  Artemisa. Pensé que era un deseo imposible.

Antes de que Kira pudiera procesar completamente el significado de sus palabras, Hipólito se acercó más.

Extendió lentamente una mano. Kira, sorprendida, intentó retroceder, pero él sujetó su barbilla para hacerla mirarlo. De rodillas, reunió ambas manos de Kira entre las suyas. Esta, atónita, no sabía cómo reaccionar y lo miró.

En sus ojos verde claro, pudo detectar un deseo palpitante. Era como si una ola inesperada de emociones estuviera empapando su mente.

Era un color familiar. Recordó las emociones que sentían aquellos que veneraban los cuernos de las bestias. Pero era aún más intenso…

—Me equivoqué.

—¿Qué? 

—Te vi antes, cuando jugabas en el agua.

Los ojos verde claro de Hipólito brillaron por un instante en dorado, su sonrisa se volvió aún más intensa.

—Realmente eres una existencia sagrada.

Traducción: Claire

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