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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 73

Capítulo de novela - 119 párrafos

Partegita se reafirmó una vez más.

Que hagan lo que quieran. Son solo los actos de una polilla cegada por el honor, la gloria o el deseo. Esperaba que esos autoproclamados héroes se lanzaran a perturbar la Atlántida. Ella era diferente. Su patrocinadora, Atenea, no se dedicaba a revolver arbustos ni tomar parte en juegos inofensivos. El campo en el que se especializaba su protectora era la gran batalla tejida con barcos de guerra y milicias.

Iba a tejer todo paso a paso. Necesito más barcos y suministros. Para conseguir lo que quería, tendría que invertir aún unos meses más.

«Vamos a ganar a lo grande. Sea en una Atlántida llena de Oriharukon o en las Amazonas donde caballos fuertes corren libres, quiero aplastarlo todo de una vez…»

Así, incluso la bestia divina caerá naturalmente en sus manos.

De todas formas, debía alargar al máximo el estado actual. Era preferible que la criatura divina se quedara en la Atlántida en lugar de ser robada y causar cambios innecesarios a su plan. Entonces…

Es necesario introducir competidores adicionales.

Un caldero con tres patas es más estable que uno con dos. Dividir en tres partes es más efectivo que el tira y afloja entre dos.

Pero Creta estaba fuera de la jugada. ¿Dónde más encontraría a alguien adecuado para su causa?

«Alguien que no perjudique mis intereses y que sea un guerrero adecuado…»

Sumida en sus pensamientos, Partegita fue interrumpida por una sirvienta.

La sirvienta, luego de entregar el frasco de sangre verde que había solicitado, le hizo una señal con las manos. Partegia, al entender lo que dijo en el lenguaje de señas, sonrió.

—¿Una solicitud de audiencia? Ah, es el comerciante de quien me hablaste, el que conocía a un miembro del consejo de la Atlántida.

Recordando el nombre de ese hombre, Daeton, Partegita envió a Lishe a entregar el frasco y rápidamente salió de su habitación para dirigirse al templo.

El comerciante, que ya esperaba bajo una de las columnas, la recibió con los brazos abiertos. Detrás de él, había cajas llenas de ofrendas.

Con una gran sonrisa, el comerciante se inclinó.

—¡Sacerdotisa protectora de Atenea, espero que haya estado bien! Vengo a devolver el favor por el préstamo que me facilitó anteriormente.

Partegita sonrió con aire de indiferencia. No había sido un favor, sino una maniobra para establecer contacto con la alta jerarquía de la Atlántida.

—No es para tanto. La administración de los metales preciosos es parte de la responsabilidad del templo.

—No es así, señora. La razón por la que nuestro negocio ha prosperado es gracias a la bendición de Atenea.

—Dejemos eso de lado. Ya que estás aquí, ¿por qué no me cuentas algunas noticias extranjeras? ¿Dónde has estado últimamente? Ah, Tebas... ¿Qué está sucediendo allá?

Con la aparición de Hipólito, todo se había vuelto un caos, por lo que Kira había olvidado por completo sobre el burro. Lo recordó justo cuando comenzaron a hablar de las nuevas reglas para la caza de la criatura divina. 

Exactamente, cuando Orión, quien había ido a la isla interior, apareció en la puerta.

Kira, que había estado de un lado a otro en el patio, estaba esperando. El sol ya se había puesto, y hasta los platos de la cena estaban limpios. Al ver que Orión no llegaba, empezó a preocuparse. La abuela y los niños ya se habían ido a dormir.

Hatsha había insistido en quedarse a su lado, pero Kira la hizo entrar también y decidió esperar a Orión sola.

Los escasos momentos en los que se encuentra en total silencio y soledad eran losl más adecuado para practicar sus poderes.

«Quería ayudar, pero al final no pude hacer nada.»

Desde que regresó de su salida al norte de la isla, Kira había estado atrapada en ese tipo de pensamientos.

Hasta ese momento, había sido protegida de manera segura en la casa de Orión. Por eso no lo había notado. En medio del bosque y en el campamento, era prácticamente una carga.

Sin embargo, había quienes la veneraban como una gran entidad divina. Ese hecho, en lugar de elevarla, la llenaba de desconcierto. La bienvenida de los soldados de la marina, la sonrisa que Hipólito le envió y la adoración de los amazonas rondaban insistentemente en su mente.

«¿Qué exactamente soy?»

Escuchó muchos comentarios. La bestia sagrada de Artemisa, el monstruo con cuernos para los humanos, la insignificante Lokira originaria de Mikonos...

Incluso su poder divino, originario de los dioses, era apenas una fracción comparado con el de Loxias. Todavía le faltaba mucho para alcanzarlo.

«¿Al final, basta con tener cuernos para que me consideren “algo”?»

Al final, solo era una bestia interesante para ver.

«No me gusta ser una bestia. Yo también quiero ser humana...»

Al llegar a esos pensamientos, los impulsos que últimamente sentía hacia Orión comenzaban a estremecerla, causándole una sensación inquietante en lo más profundo de su pecho.

Debía tener más cuidado consigo misma. El miedo de convertirse en una bestia devoradora de humanos la presionaba.

El resultado de todo esto fue que se concentró aún más en practicar sus habilidades. Decidió llevar a cabo lo que había estado considerando durante un tiempo.

Sentada, Kira preparó el telar y el hilo. Al concentrarse, su energía mental empezó a mover los objetos en el aire. Pronto, el hilo y la trama comenzaron a entrelazarse en el telar, lentamente tomando la forma de un tejido.

Era mucho más lento que hacerlo con las manos, y a menudo se confundía en el orden de los movimientos, lo que hacía que el diseño quedara mal. Sin embargo, era un buen ejercicio para vaciar su mente y mejorar su concentración.

Cuando ya había perdido la noción del tiempo, absorta en el telar, escuchó un ruido afuera.

Era Orión. En el momento en que lo sintió, su concentración sobre el telar se dispersó de inmediato. Kira dejó caer el hilo y corrió rápidamente a su encuentro.

Fuera de la puerta, un hombre cansado y con el ceño fruncido estaba de pie. Cuando sus ojos se encontraron, éste relajó ligeramente su expresión.

—Ahora que lo pienso, aún no has comprado un burro. Vamos a conseguir cuanto antes.

Orión empezó a hablar de esto antes de reportar sobre lo que había sucedido en la isla. Tal vez sentía que el dulce de azúcar en sus manos no era suficiente como regalo.

Probablemente le preocupaba que Kira se estuviera incomodando un poco más con el calor. En Tira, al llegar a mayo, el clima mediterráneo se encontraba en su punto máximo. El tiempo era muy soleado y ya casi llegaba la temporada seca.

Kira había estado sudando mientras practicaba sus poderes en soledad. Orión, al verla, probablemente pensó que le sería cada vez más difícil moverse por la ciudad. O tal vez estaba molesto por el hecho de que el establo que había construido con tanto esfuerzo aún estaba vacío.

Sin poder esperar más, Orión dijo con firmeza.

—El tipo de Atenas, ese que se está metiendo donde no lo llaman, ya lo presioné para que retara oficialmente. Si quiere comportarse como un visitante aquí, no podrá hacer nada precipitado. Si tienes tiempo, sería bueno ir.

Así que, escogieron un día y fueron al mercado de animales.

Kira, que había aprendido varias cosas durante ese tiempo, ya sabía distinguir entre cebollas de buena calidad y buenos hilos de los sacos del mercado. Pero todavía no tenía idea sobre los animales.

Por eso, Orión la acompañó nuevamente.

El vendedor de ganado era un cliente habitual con quien Orión ya había intercambiado oro y plata por animales. El hombre sacó varias riendas de burros del corral improvisado y señaló a uno de ellos, que tenía algo de pelaje blanco pero una mirada tranquila y una postura calmada.

—¿Qué te parece? Yo creo que un burro un poco mayor sería mejor.

Orión le levantó el labio al animal como para hacerle a Kira una demostración. Hablaba con tono experto, como un cazador que sabe todo sobre los animales.

—Mira las orejas. Si tiene mucho cerumen, es un signo de infección en los oídos. Si no estás segura de la edad, basta con levantar el labio. Los más jóvenes tienen dientes muy limpios.

Kira escuchaba atentamente las enseñanzas mientras observaba cuidadosamente al burro. Orión, mirando al comerciante, comentó:

—Parece tener experiencia, pero su paso parece algo lento. 

—Para alguien tan importante, este es el más adecuado para paseos. Es perfecto para viajar cómodamente.

—Eso es lo que dicen. Pero, a mi parecer, este es el más seguro. Aún así, lo que más importa es si te gusta a ti…

Orion interrumpió su frase.

De hecho, Kira ya no prestaba atención al burro que Orión le había mostrado.

Uno con pelaje marrón brillante, ojos grandes y resplandecientes, que exhalaba aire constantemente por su nariz. Aunque su tamaño era pequeño, sus largas orejas le daban un aspecto algo gracioso. Kira no podía dejar de mirarlo, sintiendo una extraña atracción.

En un principio, ella también tenía sus propias preferencias. Quería elegir uno elegante y esbelto, como el caballo negro del palacio. Pero al encontrarse con este burro, sus deseos cambiaron por completo. Extrañamente, ese burro la atraía.

Ambos, el burro y ella, se quedaron mirando fijamente durante un buen rato. Como si algo hubiera hecho clic, el burro se acercó repentinamente.

Al ver que el animal le frotaba la cabeza de manera amistosa, Kira sintió una emoción inexplicable. ¡A diferencia del cordero de antes, este burro no huyó cuando lo abrazó!

Miró rápidamente a Orión.

—¿Puedo quedarme con este?

—No necesitas mi permiso para eso.

Orion se acercó y se agachó un poco. Cuando extendió la mano para levantarle el labio al burro, este reaccionó dando un salto y luego enterró su cabeza en el cuello de Kirq, como si estuviera jugando. Orión hizo un gesto de frustración.

—Este tonto... No hace falta ser un genio para ver que aún es joven y tiene carácter. Lo siento, pero creo que un principiante tendría dificultades para establecer una buena relación con él. ¿Estás segura de que lo quieres?

—Es extraño. No hace eso conmigo.

Kira, siguiendo las instrucciones de Orión, levantó suavemente el labio del burro. Increíblemente, el burro se mostró tranquilo y dejó que le mostrara los dientes.

Orión, asombrado por la actitud completamente opuesta del burro, murmuró incrédulo:

—Vaya, nunca pensé que sería tratado así por un burro.

—Es que tú tienes manos grandes. Probablemente se asustó al verte de repente.

Kira, ya encantada con el burro, defendió su comportamiento. El animal, siendo joven, tenía los dientes blancos y limpios, y sus orejas también se veían saludables, lo que la tranquilizó.

—Me gusta este. Si es joven, es más rápido y resistente, ¿no? Además, si surge algún problema, podría ser útil.

Kira pensó en los visitantes del otro lado del mar.

La nueva regla propuesta por Orión había convertido la caza de bestias divinas en una especie de "competencia". Ahora, cualquier cazador que pidiera el permiso del rey podía desafiar a un rival en un duelo oficial. Orión había establecido que la victoria o derrota se decidiría en un lugar determinado.

La caza de la bestia divina se había convertido en un ritual que, de alguna manera, se realizaba en un estadio, como si fuera una verdadera olimpiada.

Tanto la emboscada como el ataque repentino resultaban incómodos para todos. El rey George, con la ayuda de la regente Saphira, decidió enviar decretos a todas las regiones para establecer reglas claras y reducir la confusión. Se escucharon respuestas positivas de varias naciones cercanas.

Sin embargo, aunque se establecieran reglas, eso no garantizaba que los riesgos desaparecieran por completo.

Loxias, quien aún permanecía en silencio, seguramente estaba observando todo esto desde algún lugar. Mientras no revocara su proclamación, la caza continuaría siendo válida. El "botín" que Kira recibiría como vencedora tampoco cambiaría.

Por lo tanto, era beneficioso asegurarse de tener las mejores opciones para escapar. El ágil burro formaba parte de esas opciones. Después de todo, en cualquier momento, Hipólito o algún otro cazador podría decidir atacar sin previo aviso.

Orión, entendiendo el razonamiento de Kira, cerró la boca con firmeza. Con su gran mano, arregló suavemente las mechas de cabello que se habían enredado debido a la cabeza del burro.

—El príncipe de Atenas... si hace falta, podría sorprenderlo en medio de la noche y tirarlo al mar. No tienes nada de qué preocuparte.

—¡Vamos! ¿Y si Atenas o las Amazonas deciden invadirnos por hacer algo así…?!

Este hombre realmente parecía estar siempre buscando una oportunidad para causar problemas. Cuando Kira le lanzó una reprimenda, Orión la golpeó suavemente en el hombro como si hubiera estado esperando el momento para hacerlo.

—De todos modos, el que te guste es lo importante. A mí también me ha comenzado a gustar un poco después de mirarlo. 

—¿Verdad? ¡Sus orejas son tan grandes, qué lindo!

—A mí me parece un poco tonto, pero lo que me gusta de él no es eso…

Orion, aparentemente a punto de decir algo, se quedó en silencio, mirando hacia abajo por un momento. Finalmente, tragó lo que iba a decir y cambió de tema de forma repentina.

—Por cierto, tenemos que conseguir una silla de montar adecuada para su tamaño. ¿Qué nombre le vas a poner?

La pregunta le sorprendió, y Kira se quedó sin saber qué responder. Si hubiera pensado en un nombre con antelación, habría sido más fácil. Pero ahora, al momento de decidir, ningún nombre venía a su mente. Miró al burro durante un rato, vacilando, y finalmente dijo:

—Aún no estoy segura... Tal vez lo decida más tarde.

—Está bien, lo importante es que el nombre lo decidas cuando sea el momento. Estaré esperando a ver qué eliges.

Orion dijo esto en tono de broma, y, como siempre, apareció esa sonrisa que no lograba entender si era de diversión o simple picardía.

Kira, viéndolo, infló un poco las mejillas. Sin embargo, en cuanto tomó las riendas, su atención se centró completamente en el burro. Estaba feliz por haber encontrado un buen compañero, y no quería perderse ni un detalle de lo que el comerciante le había explicado sobre cómo cuidarlo.

El comerciante, sonriendo, recibió el pago de Orión y luego se dirigió a Kira mientras ella subía al burro.

—Este será probablemente el primer animal bajo el cuidado de la criatura divina. Asegúrese de alimentarlo bien y cuidarlo con cariño.

El primer animal bajo mi cuidado… Las palabras del comerciante hicieron que las mejillas de Kira se sonrojaran ligeramente. Mientras se volteaba para agradecerle a Orión, el comerciante añadió algo más.

—Esto debe ser obra de la diosa del destino, ¿verdad? El color de su pelaje es tan parecido al cabello de la criatura divina. ¡Seguro que Lord Orionis estuvo acariciándole la melena por eso!

—¡Cállate! No digas tonterías. Yo solo toqué su melena porque estaba desordenada, ¡nada más!

Orión, saltando hacia atrás, intentó defenderse, mientras Kira lo miraba fijamente.

De repente, algo en su mente encajó, como si se tratara de un rompecabezas. Recordó que Orión había tocado la melena del burro antes. ¿Y si… acaso lo que había dicho sobre que le gustaba el burro no era solo una broma?

—¡Orión, otra vez estás intentando burlarte de mí!

No podía creer que él hubiera hecho un comentario sobre la melena del burro, ¡cuando ella misma cepillaba su cabello con tanto cuidado cada mañana!

Al ver la reacción de Kira, Orión se puso nervioso. Para evitar que el burro se escapara si ella tiraba de las riendas por error, le tomó la muñeca y, dijo en tono apresurado.

—No, no es eso… ¡te estoy diciendo que no es eso!

—¡Cambiaste de tema antes! Lo sé todo. Estabas callando porque pensaste que me iba a enojar

—No, en serio, no es lo que piensas…

Orión, casi sin querer, soltó:

—Es solo que tu cabello es bonito…

Traducción: Claire

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