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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 78

Capítulo de novela - 118 párrafos

Kira miró fijamente a Hipólito.

—¿Qué sabes tú de todo esto?

—Sé cómo viven los miembros de la familia real en un espacio como la corte real, incluso en lo que respecta a los rituales, bodas, y funerales.

Explicó con un tono de voz irritantemente astuto.

—Piensa en ello. Por mucho que él rechace a la noble dama de la región interior y la mande a volar, ¿crees que van a dejar al hijo de los dioses, un heredero real, quedarse soltero por siempre? Los miembros de la familia real son un recurso humano muy valioso, ¿sabes? Especialmente en un país como el nuestro, Grecia, que es una confederación de varias ciudades.

El matrimonio como un medio de alianza ha sido una táctica eficaz a lo largo de la historia, tanto en Oriente como en Occidente. Por eso, a veces nacen híbridos como los de Atenas y las Amazonas.

—Así que dejar a un miembro tan valioso de la familia real soltero sería un desperdicio. En este momento, claro, el rey de Atlantis acaba de cambiar, así que probablemente hubo un periodo de incertidumbre, pero seguro que desde la época de su predecesor ya se estaban buscando candidatas a esposa. Incluso se rumorea que había alguna conexión entre Chios y la Atlantida, algo que se escuchaba hasta en Atenas.

Esto era algo que Kira también había escuchado mientras estaba allí.

La Atlantida, conocida por su Oriharukon, y Chios, famosa por sus especias. Se decía que la resina de un árbol llamado "mastique" era producida exclusivamente en Chios, y era tan apreciada que se vendía en toda Asia.

Los nobles de la Atlantida, que se habían enriquecido con el Oriharukon, naturalmente se interesaron por los costosos perfumes. Y Chios, al estar cerca de Asia, quería obtener ese Oriharukon.

Así, su relación comercial se fortaleció. La razón por la que Chios envió a un barco a la isla del sur para pedirle a Orión que hiciera un encargo de caza no era solo por su renombre, sino también porque ya existían rutas marítimas establecidas.

Pero después del incidente de principios de ese año, la situación se había enfriado. Ya no era lo mismo que antes.

Orión había sido marcado por el incidente, y tenía derecho a exigir una disculpa oficial de Chios.

Sin embargo, Orión lo rechazó por su cuenta.

‘No vale la pena enfurecerse por algo tan trivial. Tendría peor aspecto si me pusiera a gritar por una herida tan pequeña. El negocio de los barcos comerciales con Chios sigue funcionando. No hay necesidad de que lo mencione todo.’

Aunque a menudo se comportaba de manera impetuosa con respecto a Kira, en lo que se refería a sus propios problemas, siempre se retiraba de una manera bastante elegante. Recordaba claramente cómo su tono brusco, casi grosero, en esos momentos lo hacía parecer más digno de lástima.

—Entonces, ¿lo que estás tratando de decir es que, originalmente, Orión y la princesa se llevaban bien?

—Si consideramos la relación entre los dos países, probablemente la princesa fue la que inició la propuesta de matrimonio.

—Y la princesa, por sentir traición, levantó su espada. ¿Entonces, lo que estás diciendo es que ahora Orión no tiene derecho a quejarse incluso si es apuñalado? ¿Eres consciente de en donde te encuentras?

Al decir esto con voz fría, las tijeras de la estilista se soltaron rápidamente de su mano. Esta, sorprendida, no tuvo tiempo de reaccionar.

Las tijeras temblaban en el aire, las filosas puntas dirigidas hacia Hipólito.

Kira intentó calmarse y concentrarse, evitando dejarse llevar por la emoción. Debía controlar su poder con razón fría. Si las dejaba caer en ese momento, sería una vergüenza, pero si la enviaba mal, podría herir a alguien, y eso sería mucho peor.

Por un momento, sintió una ligera vergüenza, pensando que su reacción se estaba pareciendo a la histeria que había mostrado Loxias. Pero aún más fuerte fue su enojo hacia el tono de voz, que parecía estar probando sus propios sentimientos.

El ambiente en la calle del salón de belleza se había vuelto tenso. Incluso Hatsha, desde lejos, miró hacia ellos, nerviosa. Las amazonas que estaban en sus puestos se levantaron de inmediato, pero no sabían cómo reaccionar frente al poder de Kira.

La que estaba a cargo, Antiope, intervino.

—Lord Hipólito, será mejor que detenga estos comentarios que es evidente irritan a la Divinidad.

Respondió de manera sencilla, luego sonrió a Kira.

—Mis disculpas. Me he pasado un poco con mis suposiciones. De todas formas, no es apropiado hablar tanto de la familia del anfitrión en presencia de un invitado. Mi intención era entretenerte, pero en mi afán de ser interesante, me dejé llevar. Reflexionaré sobre ello.

A pesar de todo, no cometió el error de desordenar su expresión. No podía permitirlo, pues no sabía a dónde podría volar la tijera suspendida en el aire.

Una fría evaluación pasó por su mente. «¿Me habré pasado un poco?» Claro, tirar piedras al agua cristalina nunca trae buenos resultados. 

Será mejor terminar aquí por hoy.

—Entonces, por favor, no te enojes. Creo que ya he comprendido, ¿no lo crees?

No podía seguir haciendo nada más violento frente a esa sonrisa, así que Kira levantó la mano en silencio. La tijera suspendida en el aire descendió suavemente y aterrizó en su palma.

Una vez resuelto el asunto, Kira sintió su corazón latir fuerte, al darse cuenta de lo impulsiva que había sido. Se obligó a mantenerse calmada, apretando el abdomen. Sostuvo la parte afilada de la tijera y la extendió hacia la estilista.

—Lo siento mucho. Estaba trabajando y, de pronto, la tomé sin permiso. ¿Todavía falta mucho para terminar?

—No, no, ya casi termino.

La estilista, atónita, aceptó la tijera.

—He oído mucho sobre los rumores del poder de un ser divino, pero jamás imaginé verlo en persona… ¡Es increíble, realmente no hay nada que no pueda hacer un dios!

Kira sonrió, desviando la conversación. Era también una forma de ocultar su inquietud. Aunque los resultados de su entrenamiento eran impresionantes, si Orión llegaba a enterarse de cómo había usado su poder, seguramente se sentiría incómodo.

Se todos modos, la estilista siguió cortando su cabello.

A diferencia de Orión, Hipólito siempre brillaba de asombro cada vez que veía su poder divino en acción. Kira, algo incómoda por su mirada ardiente, levantó el espejo para desviar su atención. Movió una mano por su cabello, intentando alisar la parte delantera.

Aunque el comportamiento de peluquería había afectado un poco su ánimo debido al príncipe de Atenas, la experiencia en este lugar le resultaba realmente novedosa. Los encargados del santuario solían cortar el cabello de manera grosera, como si solo fuera una tarea más. En comparación, el trato de la estilista era mucho más educado y delicado.

Solo cortaba el cabello, pero ese simple acto le dio a Kira una nueva perspectiva.

El sentimiento de cuidar y embellecer su propia persona la llenó de satisfacción. Había sido ella quien había decidido venir aquí hoy, y eso la hacía sentirse aún más feliz.

Al mirarse en el espejo, notó que su imagen había cambiado considerablemente. El cabello, que antes estaba desordenado, ahora lucía mucho más limpio y ordenado. Le sorprendió lo descuidada que había estado antes. Un leve rubor apareció en su rostro al darse cuenta.

La estilista le pasó un cepillo para evitar que el cabello cayera sobre sus hombros, y luego preguntó con cautela:

—Esto es todo lo que puedo hacer. Pero, ¿quería darle forma a su peinado?

—¡Ah, sí!

Kira, alegre, levantó la vista hacia la estilista.

Pero, algo extraño ocurrió. La estilista lució incómoda. Reuniendo su cabello, intentó elevarlo ligeramente hacia arriba, como si estuviera demostrando algo.

—Ahora que lo intento, debo decirlo, señorita, no es fácil darle forma como a los demás. Cualquier intento de atarlo se ve interrumpido por sus cuernos.

Kira, sorprendida, repitió:

—¿De verdad...?

—Mire el espejo. Los cuernos lo obstruyen, ¿no es así?

La estilista volvió a mostrar su intento.

Kira al observar en el espejo, pudo entender a lo que se refería. 

Cuando intentaba peinarse como las demás, los cuernos que sobresalían desde la parte superior de su cabeza interferían constantemente.

El peine chocaba una y otra vez, lo que hacía que no pudiera peinarse adecuadamente. Parecía como si el agua se estancara sobre una roca, y lo que intentaba ordenar resultaba en un cabello dividido, que se veía desordenado y molesto.

—Si intento hacer una trenza aquí, los cuernos lo dificultan aún más. Intentar hacer un peinado moderno es imposible.

Finalmente, la fatal noticia fue pronunciada. Su mente sonó como una campana funeraria.

Para rematar, la estilista dejó caer por completo el cabello que había intentado acomodar.

—Lo siento, pero esto es imposible. Lo mejor sería dejarlo como está.

—¡No puede ser...!

¡Malditos cuernos! !¿Qué utilidad tenían?!

Kira, aún sosteniendo el espejo, dejó caer su cabeza. Había apretado demasiado el espejo, lo que hizo que sus manos temblaran. Sabía que sería un proceso largo para levantar su ánimo.

Pensamientos de Saphira y de los elegantes peinados que había visto en la isla pasaron por su mente. Personas que usaban rizos, otros que recogían solo una parte del cabello…

Ellos siempre lucían como estatuas de diosas, tan hermosamente adornadas. Aunque las estatuas eran una representación de las tendencias de la época, Kira no pudo evitar sentirse un poco frustrada. Nació con cuernos, lo que significaba sostener sobre sus hombres la carga de ser un ser divino. ¡Y ahora no podía ni peinarse adecuadamente por culpa de esos mismos cuernos!

Todo lo que había planeado para sorprender a Orión se desmoronaba. Kira intentó no llorar, pero su voz, de manera involuntaria, sonó triste.

—¿De verdad no hay otra opción…?

—Lo siento, pero realmente debería dejarlo así. Aunque, señorita, tiene un cabello tan hermoso que lo natural podría ser lo mejor, ¿no cree? O, si quiere, podría envolverlo en los cuernos.

La estilista hizo un intento de envolver el cabello en torno a los cuernos. Kira comprendió que era un intento inútil para calmarla y negó con la cabeza, abatida.

—Está bien. A mí también me habría gustado algo más que solo lucir el cabello lacio, pero creo que se verá bonito incluso si lo dejo suelto.

Las personas tienden a anhelar lo que no tienen. Kira suspiró mientras imaginaba su cabello ondulado y abundante. Su propio cabello, lacio y recto, le parecía débil.

La estilista la detuvo.

—Déjalo así. Si usas una plancha, podrías conseguir un poco de onda por un par de días, pero no te lo recomiendo. La plancha puede dañar el cabello y hacer que pierdas más de lo que ganas.

Kira tampoco tuvo el valor de usar la plancha caliente. Al final, como siempre, se peinó hacia abajo. Mientras se miraba en el espejo y suspiraba nuevamente, Hipólito, que había estado observando en silencio desde la conversación anterior, intervino.

—No me gustaría ver tu cabello ondulado, sería como ver a Partegita.

Kira reaccionó ante ese nombre. Era extraño, pero parecía haberlo oído en algún lugar, tal vez en el palacio. Hipólitos continuó explicando.

—Es la sacerdotisa que cuida de Atenas. No estoy seguro de que sea real, pero dicen que escucha la voz de Atenea.

—¿Una sacerdotisa guardiana...? Eso significaría que es la sacerdotisa principal de toda la ciudad.

—Exactamente. En Atenas, pocas mujeres tienen su autoridad. Su poder no es comparable al tuyo. Es ambiciosa, así que no sé qué hará en el futuro.

Hipólitos terminó su explicación y, como siempre, mostró una sonrisa burlona.

—En lugar de hacer algo complicado, ¿por qué no simplemente lo recoges en trenzas y lo dejas caer hacia abajo? No creo que tus cuernos te molesten tanto así.

Kira no pudo aceptar fácilmente su sugerencia y lo miró con desconfianza. Este hombre era un cazador provisional. La desconfianza, que había aumentado por la conversación sobre la princesa de Quíos, hacía que ya no pudiera creer ni la mitad de lo que decía.

Sin embargo, la estilisa parecía pensar que era una buena idea. Para calmar el ánimo de la clienta, comenzó a trabajar rápidamente. Dividió el cabello en dos partes y lo ató en finas trenzas. Aunque aún quedaba una marca donde el cuerno había distorsionado el cabello, el resultado era mucho mejor que antes.

—¿Qué te parece? ¿Crees que ha valido la pena venir hasta aquí?

La estilista preguntó mientras observaba el rostro de Kira. Ella tocó su nuevo peinado. No era el estilo que había anhelado, y le resultaba un poco extraño. Además, un estilo tan simple no requería necesariamente la ayuda de un salón de belleza.

Finalmente, decidió cambiar de opinión. Agradecería el gesto de la peluquera. Si se comportaba de manera exigente, podría recibir un castigo.

«Quizás Orion pensó en algo como esto cuando me sugirió atarme el cabello»

Pensó. Al considerar eso, pensó que valdría la pena mostrarlo.

Sin embargo, aún desconfiaba de las intenciones de Hipólitos. Lo miró de reojo mientras se levantaba. Él se levantó y se acercó con una sonrisa.

La estilista puso unas monedas de plata en el bote de pagos. Hipólitos retiró su mano y dijo:

—Como yo lo sugerí, seré yo quien pague por tu corte de cabello hoy.

Kira, mientras agradecía a la estilista, lo miró de nuevo con una expresión fría.

—No fue por tu sugerencia que me corté el cabello. Si vas a seguir así, lo deshaceré.

—No seas tan fría. Bueno, considera esto como el pago por escucharme hablar hoy.

Su actitud desinhibida no le agradó. Kira abrió su bolsillo y sacó las monedas de plata que le correspondían. Las echó al bote, pero luego tomó algunas monedas de nuevo y se las dio a Hipólitos.

—Tómalo. Llévatelo.

Ella, con su nuevo peinado, se acercó al burro y se subió a la silla con rapidez, deseando ir a casa. Había perdido tanto tiempo innecesariamente por este hombre.

En ese momento, recordó de repente que aún quedaba algo por resolver que lo ataba a él y giró la cabeza en su dirección.

—¿Vas a venir a buscar el tocado del cabello?

Lo que más deseaba era devolverlo y librarse de él, pero Hipólitos negó con la cabeza mientras sonreía.

—Ahora, mis sirvientes también necesitan recibir el bautismo de la belleza. No puedo dejarlas atrás. Cuando tenga tiempo, me gustaría ir a buscarlo.

Se acercó rápidamente hacia ella. Kirq, que tenía la rienda en la mano, se dio cuenta de que él también era lo suficientemente alto como para montar un burro.

—Cuando nos volvamos a encontrar, sería bueno que me mostraras la ciudad mientras estamos en ello.

—¡¿Es que este tipo está loco?!

Hatsha gritó sin rodeos. Kira le lanzó una mirada para que se callara y volvió a observar a Hipólitos.

—¿Por qué yo? Podrías estar pensando en cazarme.

—Eso aún está por verse. Todavía no he utilizado el desafío que me dio el gigante. Es una petición para acercarme a ti, sin ninguna otra intención. ¿Te resulta difícil?

Él, más bien tranquilo, le respondió. Kira se encontraba cada vez más desconcertada por este hombre.

—¿Por qué querrías acercarte a mí?

—No lo sé, digamos que...

Dijo mientras le daba un ligero golpe al costado del burro. En el fondo, sus palabras sonaron como una broma mientras se alejaba.

—Probablemente no me veo inferior al gigante, ¿verdad? Nos vemos la próxima vez.

Traducción: Claire

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