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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 80

Capítulo de novela - 88 párrafos

En ese momento, Kira sintió algo palpitante en el pecho. Ya de por sí, había sido un día pesado. Había ido al salón de belleza con la intención de hacer algo diferente, pero no pudo conseguir el peinado que quería debido a sus cuernos. 

Estaba tensa por enfrentarse a Hipólito. El esfuerzo que hizo fue en vano, ya que terminó cayendo en la trampa de ese hombre. Al final, su nuevo peinado, esas estúpidas trenzas, tampoco causaron una buena impresión en Orión. 

El recuerdo de Merope de Quíos le revolvió el estómago. La única que estaba realmente molesta era ella, pues, Orión solo había fruncido el ceño, lo que la dejó totalmente confundida. ¿Qué significaba todo eso?

Orión, que iba por delante hacia la cocina, habló bruscamente.

—Esos tipos han llegado con sus lenguas afiladas y se han instalado en esta isla. Escuché que los de Atenas se reúnen todos los días en la plaza para hablar de filosofía y lógica, como si eso fuera su diversión. Si es un tipo así, probablemente tenga una lengua mucho más afilada que la mía, que solo me paso dando vueltas por los bosques.

Se ajustó el arco y subió rápidamente las escaleras hacia la habitación donde guardaba sus herramientas de caza. Dejó el arco y otros implementos en su sitio, y luego colgó su capa en un clavo en la pared.

Kira lo siguió hasta la puerta y observó su actitud. El comportamiento arrogante de este hombre no era nuevo, pero hoy no pudo simplemente dejarlo pasar.

Últimamente, Kira se daba cuenta de que ya no se sentía intimidada ni se encogía ante él como antes. Especialmente Orión, durante todo este tiempo de convivencia, ya no le daba miedo.

Finalmente, liberó el enojo que sentía en su pecho. 

—¿Por qué dices esas cosas?

Orión, que estaba a punto de salir por la puerta, se detuvo. 

Sin embargo, esta vez no se echó atrás fácilmente. 

—Hablaste del príncipe de Atenas y de mí, ¿verdad? Como tu cabello es largo, supongo que hablaste durante bastante tiempo mientras te lo cortaban.

—¡Y eso me molestó mucho! Ese hombre no paraba de alabarme diciendo que soy un ser divino, no dejaba de alardear cuando le mostré mi poder, e incluso me pidió que lo encontrara para buscar algo....

—Mira eso, ¡Te has pasado hablando de todo! ¿Incluso le mostraste a ese tipo lo que puedes hacer?

Orión reaccionó de manera algo tajante. Kira tragó saliva, sintiéndose un poco nerviosa. Ella quería expresar que todo lo mencionado anteriormente le había resultado incómodo, pero ¿quizás Orión lo interpretó de manera diferente? Estaba claro que había algo más detrás de sus palabras.

—Bueno... no es que yo deba meterme en eso.

Dijo él, rascándose la cabeza.

—No me malinterpretes. Si tú actúas así, ¿qué podría hacer yo? Era de imaginar que te sentirías más cómoda con alguien como el tal Apolo, con su cara bonita y buenos modales, en lugar de conmigo, que soy tan irritante.

Kira no entendió completamente lo que él quería decir, pero la atmósfera en la que se encontraba indicaba algo más. Orión estaba haciendo una suposición equivocada. No sabía exactamente qué pensaba, pero parecía imaginar que ella había estado riendo y disfrutando mientras conversaba con Hipólito. ¿Cómo podía haber malinterpretado las cosas de esa manera?

Pero al final, eso no importaba. Lo que realmente importaba era la verdad. Hoy, ella se sintió afectada por la conversación sobre Merope. No entendía por qué el hombre de Atenas se acercaba a ella de esa manera, ¡estaba desesperada!

—¡Qué...cruel!

Gritó Kira sin pensar. De repente se dio cuenta de lo que acababa de hacer. Había levantado una pierna y dejado caer con algo de fuerza, aunque no era mucho, pero sí fue un claro gesto de irritación. Orión, sorprendido, la miró con los ojos muy abiertos, y ella continuó gritando.

—¡No estaba para nada cómoda! ¡Me costó mucho no salir corriendo de ahí! Ese hombre, claro, ahora está tranquilo, pero fue muy claro cuando me dijo que había venido hasta aquí para ”cazarme” ¡y no dejaba de intentar seguir haciéndome hablar de ti, Orión! ¡Me insistió tanto para que le respondiera! ¡Ese hombre! ¡Habla de manera suave, pero realmente no entiendo qué quiere de mí! ¡Es totalmente diferente de ti, que aunque eres gruñón por fuera, ¡siempre me proteges!

Sus palabras se desbordaron en un torrente, sin poder detenerlas. Kira se dio cuenta de que había dicho algo contradictorio. ¿Qué había dicho en realidad? ¡Al principio empezó a quejarse de Orión, pero terminó diciendo que prefería a alguien como él!

No estaba equivocada, de hecho. Para ella, un hombre que se mostraba sincero, aunque gruñón, como Orión, era más reconfortante que esos hombres con su fachada bonita pero que no entendía en absoluto.

Además, el estar con él, le provocaba una extraña sensación que no sabía cómo interpretar. Una extraña sensación que la ponía incómoda y la dejaba confundida, una y otra vez.

Aunque claramente era así… no podía seguir enojada. Kira, que siempre fue torpe al elevar la voz y discutir, de repente se quedó sin palabras.

¿Qué debería hacer? ¿Qué voy a hacer? Si nunca he sabido cómo enojarme...

El calor que la había puesto roja comenzó a desaparecer gradualmente, y ahora su rostro estaba palideciendo.

Estaba atrapada. Para Kira, lo mejor en ese momento era hacer como si nada hubiera pasado. Mientras trataba de recuperar el aliento, se forzó a mirar a Orión, observando su reacción. Aunque la habitación estaba oscura, sus ojos ya se habían acostumbrado a la penumbra, y por un instante pudo ver su expresión.

Orion parecía desconcertado. Todo parecía indicar que él también se había quedado sin palabras. La actitud burlona de antes se había desvanecido, y ahora él parpadeaba con sus ojos azules. El silencio estaba lleno de una clara sensación de incomodidad.

Kira, avergonzada, retrocedió. En el pasillo oscuro del piso, el canto de un pájaro nocturno se escuchó. Parecía que un ave que solo cantaba de noche se había posado en el árbol del patio central,l. Al distraerse con el sonido, su mente se relajó, y sin quererlo, sus verdaderos sentimientos salieron a la luz.

—Entonces, no digas esas cosas...

Pero ella también estaba tratando desesperadamente de disimular mientras pensaba en Merope.

Como una bestia que se acurruca en la oscuridad y da a luz a sus crías en silencio, ella deseaba sentirse especial para él. Quería que no hubiera nadie más de su edad que fuera significativo para él.

Kira bajó la cabeza, incapaz de mirar las cicatrices de Orión. Incluso su grito y sus impulsos salvajes la aterraban, sentía que algo dentro de ella se estaba volviendo más fuerte. Apresuradamente, presionó su pecho, que latía con fuerza, tratando de calmarlo.

Debía decir algo bien.

Sí, Orión dijo antes que mi cabello suelto se veía bien. Así que yo también...

—Y yo, bueno, si tengo que decirlo... en lo que se refiere a aspectos... creo que me gusta más Orión que Lox o el príncipe de Atenas...

Mientras hablaba, sin darse cuenta, tocó la cuerda que rodeaba su cuello. Estaba ardiendo. No sabía si el calor venía de su piel o de la cuerda misma.

—Yo... tengo cuernos, así que no me importa que Orión tenga cicatrices en el rostro. Tampoco me molesta que Orión sea grande y aterrador. Y también, también... Orión tiene unos ojos muy hermosos, … así que...

Pero esto era la pura verdad. Aunque Loxias fuera llamado el hermoso joven de Delos, para Kira siempre había sido solo su hermano pequeño. Y aunque en Atenas muchas mujeres se derretían por la sonrisa de Hipólito, a Kira no le causaba ninguna emoción especial.

Quien realmente llamó su atención fue Orión. Cuando lo encontró varado en la pequeña playa fue cuando empezó a sentir esa extraña emoción.

Descubrió que podía sentirse nerviosa al mirar a otra persona.

Pero si decía esto, parecía que confesaría incluso su impulso de devorar a ese hombre. ¿Qué conclusión debería sacar de todo esto? Sin saber qué hacer, Kira dio un paso atrás y chocó contra la barandilla del pasillo. Al sentirla en su cintura, instintivamente levantó los brazos para mantener el equilibrio.

No era posible.

Él era tan grande que, con un solo paso, ya estaba tan cerca de ella, cuyas zancadas eran mucho más cortas que las de Orión.

Un brazo la atrapó y la levantó, mientras su gran mano la rodeaba por la cintura. Su antebrazo soportó todo el peso de ella. Para evitar que cayera sobre la barandilla y la giró hacia el lado opuesto.

Kira, sorprendida, levantó la vista hacia él. Se dio cuenta de lo cerca que estaba de él y, sin pensar, agarró el dobladillo de su ropa. A diferencia del grueso abrigo del norte, su túnica delgada y arrugada la envolvía. A través de ella, el olor a tierra, madera y bestias se mezcló y la envolvió.

—Tú... Por favor, no digas esas cosas.

Dijo Orión, luciendo como si estuviera extremadamente sediento.

Kira pensó en si debía darle más vino, mientras respondía:

—En Acrotiri también dicen que Orión es muy guapo. ¿No debería poder decirlo yo?

—¿Acaso eres igual que esas personas?

—Entonces, ¿es así? Orión siempre habla a su manera, siempre hace lo que quiere. Hace un momento me dijiste que mi cabello lucía bonito, y ahora, de repente, te comportas de forma grosera...

En ese momento, Kira recordó que, cuando se sintió alterada por Merope, había deseado lanzarse de forma feroz hacia este hombre. Ahora, ese deseo se había hecho realidad sin que ella lo esperara. Orión estaba tan cerca. Tal vez el brazo más fuerte del Egeo la mantenía de forma cálida en su abrazo.

En ese instante, fue invadida por un impulso misterioso, y sin darse cuenta, extendió sus brazos hacia él. Rodeó el grueso cuello de Orión con sus brazos y se colgó de él.

Fue entonces cuando Kira se dio cuenta de lo que sentía. Estaba sedienta. Hubiera sido mejor si también hubiera bebido vino. Usó toda su fuerza para susurrar en su oído.

—Ni siquiera sabes cómo me siento...

Orión se quedó paralizado por un momento. Pero pronto, como si despertara de un sueño, empezó a moverse rápidamente. Su enorme mano subió por su espalda, alcanzando su columna vertebral. Sus dedos, fuertes y gruesos, se enredaron suavemente en su cabello, pasando por la nuca y sujetando la parte posterior de su cabeza con fuerza.

—¿Qué quieres decir con cómo te sientes?

El tono de Orión estaba lleno de tensión, como si estuviera esforzándose por no titubear. Kira, al darse cuenta de lo que acababa de decir, buscó su mirada. En el momento en que quiso cambiar de tema, se encontró sin palabras.

Orión la miraba fijamente, como si quisiera perforarla con la mirada. Los ojos azules del hombre parecían estar titilando con algo de inquietud. En ese momento, Orión, como si fuera arrastrado por algo, la abrazó mientras una de sus manos sostenía por detrás su cabeza.

Kira se encontró atrapada en su pecho, inmóvil. Sus manos acariciaban suavemente su cabello, y en algún momento, una extraña sensación se deslizó a través de su cuerpo. No podía ser un dedo, era una suavidad indescriptible, una sensación que la hizo estremecerse

Justo en ese instante, la puerta del pasillo se abrió de golpe y la abuela Baki asomó la cabeza.

—¿Están ahí? Escuché que discutían. ¿Hay algún problema?

La anciana, con su cuerpo incómodo, levantó la lámpara para iluminar el lugar.

En ese momento, Kira se apresuró a apartarse del abrazo de Orión, como si hubiera cometido un delito. Orión, también sorprendido, dejó de abrazarla, por lo que fue fácil para ella escapar.

Kira corrió hacia la anciana, tratando de aparentar normalidad.

—No, no es nada, abuela. Solo estábamos hablando. Hay alguien a quien debo devolver un objeto que tomé prestado.

Trató de tranquilizar a la anciana para que volviera a descansar. Mientras tanto, Orión se quedó allí, parado, mirándola fijamente. Luego, como si estuviera huyendo, bajó las escaleras rápidamente.

Kira, al darse cuenta muy tarde, corrió hacia la barandilla y miró hacia abajo. Lo vio cruzando el patio y desapareciendo detrás del baño. Tal vez se dio cuenta de que necesitaba darse una ducha. Recordó el olor que había estado emanando de él y suspiró profundamente.

Mientras recorría el pasillo en círculos, se preguntaba por qué. Algo no encajaba. Esa suavidad que había sentido parecía haber sido sus labios, pero lo entendía, claro, se encontraba en una situación íntima. ¿Pero por qué esa suavidad en su cabello?

Sin embargo, incluso si se lo preguntaba ahora, Orión estaba escondido en el baño, y Kira ya había agotado toda su valentía ese día. No tenía la energía para confrontarlo, ni para enfrentarse a él fuera de esa situación.

Al final, decidió ocuparse de una tarea que había pospuesto. Para calmar su mente, se concentró en algo más.

Abrió la puerta decorada con guirnaldas de flores de anémona y entró en la habitación. Encontró la bolsa en la esquina y la abrió. El tocado que había dejado allí salió rodando. Era un artículo extranjero, con bordados exóticos en colores brillantes.

Hipólito había dicho que lo buscaría pronto.

Kira dudó por un momento. Tal vez debería simplemente ignorarlo y enviarlo a través de un mensajero. O tal vez podría decir que lo había perdido.

Aunque pensaba que podría sentirse bien al lograr un pequeño triunfo, no estaba segura de que fuera la mejor opción. Si era ese hombre, encontraría otra excusa para buscarla, sin importar cuál fuera la versión que diera: "se lo diste a otra persona" o "debes tomar la responsabilidad de perderlo". Como buen orador, encontraría una excusa rápida.

—Pero no puedo seguir haciendo lo que él quiere.

No quería seguir dejándose llevar por él. No quería que Orión se preocupara más por ella.

Mirando fijamente el tocado, Kira reflexionó durante un largo rato. ¿Cómo iba a enfrentarse a este hábil cazador de segunda clase?

La respuesta era, en realidad, muy simple.

Traducción: Claire 

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