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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 83

Capítulo de novela - 112 párrafos

Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo, los pensamientos de las mujeres se volvían cada vez más intensos.

Normalmente, los pensamientos de las personas se dispersaban como la humedad en el aire, por lo que Kira no solía ser consciente de ellos. Pero esta vez era diferente. La extraña combinación de dos hombres realmente hermosos llamaba mucho la atención, y los pensamientos de las mujeres, que se dirigían en una sola dirección, comenzaron a formar una nube cuya presencia se volvía más clara.

El poder que había mejorado con el tiempo también jugó un papel importante. Así como los músculos de un brazo que se entrenan con el tiempo se vuelven más fuertes y ágiles, su mente se había vuelto considerablemente más sensible.

Ahora, los pensamientos que llenaban los callejones eran tan palpables que Kira no pudo evitar percibirlos. Incluso los murmullos que se intercambiaban verbalmente se amplificaban.

Su habilidad para escuchar pensamientos había aumentado repentinamente, y ahora podía escuchar con claridad los comentarios de las mujeres a su alrededor como si fueran voces en su cabeza.

[Es Lord Orionis. ¿Qué hace por aquí? ¿La mujer que está a su lado es la bestia sagrada de Artemisa?]

[¿La bestia sagrada no le teme a ese hombre? Aunque tiene una personalidad bastante ruda, debe ser tan fuerte que, si yo fuera ella, iría corriendo a su cama todas las noches.]

[Ese bárbaro es el famoso príncipe de Atenas y las Amazonas. ¿Por qué lleva un atuendo tan apegado al cuerpo?]

[Ese es mi tipo ideal. No es ni demasiado alto ni demasiado delgado, y tiene una expresión suave. Perdón a Poseidón y la princesa, pero incluso si es guapo, alguien como Lord Orionis es tan grande que me incómoda.]

[Alguien tan guapa y con cuernos tiene tanta suerte. Puede pasearse por el día con varios hombres y nadie le dice nada.]

[Es como si una ninfa estuviera seduciendo y burlándose de ambos hombres. Comer cordero con las dos manos, la bestia sagrada es bastante atrevida. ¡Ah, me gustaría probar a cualquiera de los dos, aunque sólo sea una vez en la vida!]

¿Qué tipo de pensamientos eran esos?

Kira, avergonzada, tiró de su sombrero para cubrirse las mejillas, que ardían.

Era la primera vez que escuchaba tan claramente los pensamientos de los demás. Y aún más, eran comentarios sobre ella y los dos hombres a su lado. De hecho, caminaba nerviosa entre el perro guardián a su izquierda y el cazador a su derecha, pero, por alguna razón, el sonido de su propio corazón palpitando no parecía ser percibido por ellos.

Dios mío. ¿Acaso todos me ven como la bestia sagrada de Afrodita? Esa diosa, a diferencia de otras diosas estrictas, disfruta de la diversión. ¡Me han dicho que le gustaba pasear con hombres guapos!

Además, ¿cuándo se hizo tan estrecha este callejón? Este lugar originalmente había sido una zona inclinada que se niveló artificialmente. Con casas y talleres instalados, el espacio para caminar no era muy amplio.

En otras palabras, aunque dos mujeres pudieran caminar cómodamente con los brazos cruzados observando, tres personas, incluidas dos grandes figuras masculinas, no podían caminar lado a lado por allí. Al pasar junto a los escaparates, naturalmente se empujaban hacia adelante o hacia atrás.

En momentos como este, sería ideal que uno de ellos se apartara para dejar pasar a los otros, pero los dos hombres no parecían dispuestos a separarse de ella. ¿No les molestaba caminar tan cerca?

Finalmente, Kira, al no poder soportarlo más, decidió retroceder ligeramente para intentar tomar el camino detrás de ellos. Pero eso tampoco resultó. Las voces que venían de todas partes la estaban volviendo loca, y los comportamientos extraños de los dos hombres la hacían sentirse aún más incómoda.

Ninguno de los dos parecía dispuesto a permitir que Kira quedara a solas con cualquiera de ellos.

—Quédate detrás de mí hasta que ese grupo pase. Dile al tipo de Atenas que se adelante.

—¿Quién diablos ha tirado agua aquí? Avanza un poco y acércate más a mi. Este espacio es tan estrecho que ni un gigante podría pasar por aquí.

—Ven aquí. Si tropiezas con esa jarra, te vas a hacer daño. Mejor te cargo, ¿sí?

—Toma mi mano. No creo que puedas atravesar esta multitud por ti misma.

Los dos hombres no dejaban de hablar, presionando, sugiriendo, empujando y tirando de ella. Cuanto más lo hacían, más miradas curiosas y susurros de la gente a su alrededor aumentaban. Kira empezó a sentirse cada vez más mareada, como si todo estuviera girando.

«¡Qué ruidoso...!»

Lox. Loxias. ¿Es que siempre había vivido rodeado de tanto ruido?

Aunque Kira estaba acostumbrada a ser el centro de atención, esta situación la estaba superando. Quería taparse los oídos, pero ¿cómo bloquear las voces que llegaban directamente a su mente? Estaba completamente aislada, como una pequeña roca en una isla desierta, agotada por las olas que la golpeaban.

Gracias a todo esto, apenas había pasado dos calles, y ni siquiera había podido fijarse en lo que había en las tiendas o vitrinas.

Una tienda exhibía cintas bordadas para el cabello o la cintura, decoradas con flores. Otra mostraba porcelanas rojas, las más populares de la moda actual. Lo que más se vendía entre las mujeres era la figura heroica de dioses guapos, y las mujeres experimentadas sabían reconocer a los mejores pintores de estas figuras.

Cuando Kira pasó frente al taller de cerámica más exitoso, un grupo de mujeres estaba allí, hablando con ojos brillantes y comentando sobre las obras. 

—¡Este pintor tiene que dibujarle la barba a Ares!

Decían mientras opinaban sobre las figuras. Como no podían apartarse, Kira se quedó esperando, de pie. El sol de Targelion brillaba sobre su cabeza, y su sombrero de piel de nutria se estaba volviendo cada vez más caliente. En su mente seguían resonando los murmullos. 

[¿Quién es más guapo, Orionis o Hipólito?]

Kira, medio aturdida, dejó caer los hombros. Justo en ese momento, Orión, con un movimiento rápido, la sostuvo.

—Oye, espera, ¿qué pasa?

Las mujeres que estaban distraídas con las jarras levantaron la vista al oír el ruido. Kira vio en sus rostros una mezcla de asombro, un poco de miedo, y una especie de deleite instintivo al ver una belleza única. La mayoría de las mujeres que se encontraban con Orión tenían una expresión similar.

¿La princesa Merope también habrá sentido algo parecido? Su mente, estimulada por la sombra de las trenzas, se agudizó. Kira se enderezó rápidamente.

—¡Estoy bien!

Al ver su expresión, Orión frunció el ceño y susurró.

—¿Qué quieres decir con eso de 'estoy bien'? ¿Qué estás oyendo en tu cabeza?

Kira levantó la mirada, sorprendida. No podía creer que este hubiera adivinado todo lo que estaba pasando en su mente.

—Orión... ¿cómo lo sabes?

—Luces igual a cuando sufrías en el mar Naxos. ¿Qué ocurre está vez? No escondas el dolor, dime qué está sucediendo.

Orión tocó la cinta dorada en su cuello, creyendo que podía ser obra de Loxias. Kira, mirando a su alrededor, respondió.

—No, es solo que, tal vez porque hay tanta gente, los murmullos de aquellos a nuestro alrededor me están retumbando en la cabeza, y me siento un poco mareada... Todos nos miran y hablan de nosotros como si pudieran decir lo que quieran.

—Al menos cien personas hablan de tí y de mí todos los días. Pero, ¿es tan molesto? Ven, déjame ver tu frente. No tienes fiebre. ¿Es eso lo que estás oyendo más fuerte que mi voz?

Al escuchar la voz de Orión, Kira suspiró aliviada. Mientras hablaba con él, el ruido molesto que había estado atormentándola desapareció por completo. Parecía que la tensión en su mente, al relajarse, también había afectado sus sentidos. Kira, sorprendida, se llevó la mano a la oreja.

—¡Ya no las oigo!

—No sé cómo funciona esto, pero me alegra. ¿Lo ves?, eso de tener poderes divinos solo trae problemas. Siempre te está molestando.

Orión, como siempre, era negativo respecto a sus habilidades. Kira no sabía cómo responder y se quedó en silencio. El entrenamiento en el uso de esos poderes había sido para ella y para él, pero los resultados no habían sido los esperados. ¿Significaba eso que aún le faltaba mucho para poder ganarse su confianza?

Mientras tanto, Hipólito, que había ido adelante, regresó después de un rato. Al ver el rostro de Kira, preguntó.

—¿Qué ha pasado? ¿Estás cansada por el calor?

Orión intervino antes de que Kira pudiera responder.

—Todavía no se adapta al clima del sur. No tiene un cuerpo tan resistente como el tuyo, que puedes andar por ahí cubierto de pies a cabeza.

Hipólito, como si no hubiera escuchado, ignoró sus palabras y siguió mirando a Kira.

—Lo siento mucho. No hace falta que te esfuerces por mi culpa. En un lugar tan lleno de gente, hasta los más saludables pueden sentirse mareados. ¿Qué te parece si nos alejamos un poco y buscamos un pozo? Pareces necesitar agua urgentemente.

No parecía que tuviera la intención de guiarla por preocupación, pero antes de que Kira pudiera decir algo, Hipólito tomó su mano de manera natural. Con destreza, movió su brazo y despejó el camino.

—¿Puedo pasar? Si te apartas un poco, te lo agradecería. Gracias por la ayuda.

Con palabras suaves y educadas, siguió avanzando junto a Kira, quien, incapaz de oponerse, lo siguió sin poder evitarlo.

¿Estará bien esto? Kira, sin saber exactamente si deseaba ser rescatada o si esperaba algún otro tipo de acción, miró a Orion. Él, observando la parte posterior de Hipólito, mantuvo el codo de Kira contra su costado.

No le habría sido difícil arrebatarle a Kiea, pero parecía que, al no querer forzarla demasiado, mantenía una expresión que indicaba que estaba conteniéndose, como si temiera que, al tironearla con fuerza, pudiera llegar a causarle algún daño.

Hipólito buscó un pozo, pero en Acrotiri no había ninguno. Sin embargo, Kira pudo distinguir una fuente y señaló en su dirección. La estatua de una tortuga, mirando hacia el mar, escupía agua proveniente de un manantial costero.

—Vaya. No solo la casa de huéspedes para invitados tiene buenas instalaciones de agua. En Atenas también hay duchas, pero no se encuentran tan bien distribuidas en toda la ciudad. Incluso la puerta del puerto de la isla tuvo que ser un gran proyecto de construcción.

Hipólito mostró interés en el sistema de tuberías subterráneas. Entonces, recogió un poco de agua que caía de la tortuga y se la ofreció a Kira

—En ese caso, ya me has mostrado algo muy interesante. Bebe.

El agua en las manos de Hipólito se acumulaba, lista para ser ofrecida a Kira. Ella al instante, recordó el agua en el bosque y el momento en que este hizo de soporte para sus pies. Le parecía vergonzoso beber de las manos de alguien con quien no tenía mucha confianza.

Se apartó un poco y lavó sus manos en la boca de la tortuga.

—También tengo manos, ¿sabías?

—Entonces, usémoslas para lavar las mías.

Sin vacilar, Hipólito unió sus manos y vertió el agua.

Sería preferible que lo hubiera bebido él mismo. Este hombre era amable, pero cuando le convenía, podía ser tan tajante como una cuchilla.

Kira se inclinó sobre la fuente y bebió. Mientras tanto, Orión sostenía su sombrero para que no se le cayera.

—¿Estás segura de que estás bien?

Kira pensó que estaba por continuar la conversación de antes, así que asintió rápidamente.

—Sí, aquí todo está en calma. Además, puedo sentir la brisa fresca, así que ya me siento mucho mejor. Parece que al príncipe le gustaría seguir explorando, así que... un poco más...

—Si lo haces, te lo agradeceré. Solo por favor, decide dentro de tus propios límites.

—No, me refiero a tu sombrero.

Esta vez, Orión ignoró a Hipólito y continuó hablando.

—¿Qué pasa con el sombrero?

—Hoy me di cuenta, el cuero de nutria es demasiado caliente para este clima.

Lo dijo con rotundidad.

—Claro, un sombrero de cuero grueso es lo mejor para cubrir tus cuernos. Pero no es adecuado para usarlo en esta temporada. Aunque sea cómodo en invierno, en verano no permite que el calor escape.

Al escuchar esto, Kira se dio cuenta de que Orión tenía razón. El mareo no solo era causado por pensamientos errantes, sino también por el calor acumulado en su cabeza. 

La fina capa de piel de lujo, con su suave pelaje, retenía el calor y bloqueaba el aire. Y el clima de Atlantis, aunque aún tolerable, se volvería cada vez más caluroso y seco conforme se acercara el verano.

Orión no dio largas explicaciones y actuó rápidamente. Primero, hizo que Kira se quitara el sombrero y luego, con destreza, desabrochó el broche de su capa y la colocó sobre su cabeza para cubrirle los cuernos. Llamó a una mujer que pasaba por allí y le dio una orden concisa.

—Sabes quién soy, ¿verdad? Llévate este sombrero hasta la colina. Un sirviente irá a recogerlo.

La mujer, al reconocer a Orión, tomó el sombrero y el pago por el encargo, sin comprender completamente lo que ocurría. Al verla desaparecer por el camino, Hipólito comentó, quizás en tono de alabanza o sarcasmo.

—Tienes una gran reputación, ¿eh?

—Es más útil que la de alguien que ha sido desterrado.

Respondió Orión de forma tajante. 

Su tono de voz, sin embargo, se suavizó cuando se dirigió a Kira.

—Es un sombrero particular, así que si esa mujer intenta venderlo en otro lugar con malas intenciones, nos enteraremos fácilmente. Si lo llegamos a perder, simplemente lo reemplazamos con uno nuevo.

Hablaba de eso con la misma indiferencia con que alguien podría hablar de recoger una piedra del suelo. Kira deseaba, por el bienestar de la nutria, que la mujer fuera honesta.

—Aunque te pongas mi capa, no vas a dejar de sentir calor, así que es preferible que compremos algo fresco en las tiendas. Algo ligero y fresco, como… ya sabes, algo tan delicado como alas de insecto. Estoy seguro de que Atenea no tendrá objeciones.

Cuando Orión miró a Hipólito, éste respondió con una ligera demora.

—Por supuesto, eso está dentro de lo razonable.

Entonces, como si no pudiera quedarse de brazos cruzados, Hipólito se acercó a Kira. Su mirada, tan fresca y clara como sus ojos de verde pálido, de repente se tornó fría, reflejando su naturaleza distante.

Examinó la capa oscura de Orión como si no le agradara.

—Hija de Artemisa, permíteme expresar una opinión. ¿Realmente es necesario cubrir esos cuernos? He escuchado que en este lugar no se considera mal visto. Me gustaría que los lucieras con orgullo, dado que ya naciste con esa divina herencia.

—Hay cosas que solo algunas personas saben, pero no siempre dos lo entienden igual.

Respondió Orión con una sonrisa burlona.

—Los cuernos no importan. Aquí, el viento y el sol del sur te afectan de todos modos. ¿Qué esperas, andar por ahí sin nada en la cabeza? Pensé que te encargabas de la defensa del puerto, pero parece que no piensas con claridad.

—¿De verdad es así? 

Respondió Hipólito con una sonrisa, como si hubiera comprendido la lección. Sin embargo, Kira sintió un escalofrío al enfrentar de nuevo la fría y calculadora presencia de Hipólito.

—No lo había considerado. Mi error. Espero que puedas disculparme. En Atenas, solo los hombres sirven en la marina, así que...

—Ni siquiera la capa amazonica te queda bien.

Interrumpió Orión, lanzando un comentario mordaz.

Traducción: Claire

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