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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 86

Capítulo de novela - 90 párrafos

¿Un dios? ¿Un ser humano convertirse en un dios? 

Kira respondió sorprendida ante la absurda afirmación. 

—¿Cómo puede ser eso posible?

—¿Es eso algo que debes decir, tú, a quien llaman la 'bestia sagrada de Artemisa'?

Hipólito respondió como si se divirtiera ante su reacción. Sin embargo, Kira no se sintió incómoda ni avergonzada por sus burlas. Simplemente estaba inmersa en la idea de que todo eso no tenía sentido. Según lo que ella sabía, en el Egeo, sólo Loxias era considerado un dios. Ese niño siempre había sido excepcional desde su nacimiento, y de hecho, desde pequeño había causado varios prodigios con sus poderes. Por eso, lo consideraban una especie de manifestación de Apolo que había descendido a la Tierra. Fue proclamado el líder del santuario y obtuvo el derecho de ejercer su influencia sobre la alianza griega. 

Es decir, esto era una cuestión de secuencia. Un dios podía descender a la Tierra disfrazado de humano, como una manifestación, pero se referían a Lóxias como tal. 

Sin embargo, que una persona común se convirtiera en un nuevo dios... Eso era algo que no tenía precedentes. 

En las antiguas leyendas, aunque existían casos de dioses que alguna vez fueron humanos, o de humanos que, por el amor de un dios, engendraron a un ser inmortal, Kira había aprendido a través de varias experiencias, incluida la suya, que esas historias eran imprecisas. 

Además, los relatos de Dionisio y la princesa Sémele, quienes habían sido figuras reales hace tan solo unas décadas, dejaban aún más dudas. Incluso Loxias había admitido que no sabía dónde quedaba el monte Olimpo. 

¿Era realmente posible que un ser humano común pudiera infiltrarse en el banquete de los dioses y comer la comida inmortal? Kira sospechaba que Hipólito estaba tratando de engañarla con sus palabras. Sin embargo, la extraña sensación que tenía no parecía indicar que estuviera mintiendo. 

—No hay nada que escuchar. Son solo rumores inútiles.

Orión intervino, y Kira, aliviada por su rechazo, se giró hacia él. 

Orión estaba mirando a Hipólito de reojo con los brazos cruzados. 

—En todos las naciones, no ha existido un rey que no lleve sangre divina, y en este mundo, los niños que no se pueden mostrar a la luz son considerados dioses. En el Egeo, si recogieras a los autoproclamados hijos de Zeus, llenarías cinco carretas. Hay personas como Hércules de Micenas, cuya fuerza fue la que originó tales rumores.

—Tus palabras, hijo de Poseidón, tienen bastante credibilidad. Son más creíbles que las de tu madre, que es descendiente de Ares.

Hipólito respondió con sarcasmo, pero Orión no sonrió ni se dejó atrapar en la provocación. 

Por un momento, Hipólito quedó sin palabras, y su rostro se torció amargamente al recordar a su madre. 

Orión, recordando las palabras de Kira sobre evitar peleas, dejó de presionar y volvió su atención a ella. 

—En todo caso, según lo que sé, el niño que nació prematuro está muerto. Así lo reportaron nuestros emisarios e información. Si hubiera sobrevivido, alguien lo habría visto, pero no se ha oído nada al respecto.

Kiea comenzó a contar los años con los dedos. Si era más antiguo que el incidente con el Minotauro, eso había ocurrido hace mucho tiempo. 

—Es cierto. Si estuviera vivo, ya sería un adulto.

—Probablemente tendría más de treinta años. Si hubiera crecido normalmente en la familia real, ya sería conocido en esta región. El anterior rey murió de manera extraña y la familia real de Tebas ahora tiene muy pocos hombres.

Al escuchar eso, Kira dedujo naturalmente el entorno de Tebas. Ese reino también se encontraba al norte del Egeo, cerca de Atenas. 

De hecho, en el norte, las leyes sobre la herencia eran estrictas, transmitiéndola solo a los varones. 

Orión, visiblemente cansado de todo esto, se apoyó en su mano, como si estuviera aburrido. 

—Algún borracho seguramente está esparciendo esas tonterías. Tal vez el niño haya muerto y lo han elevado al mismo nivel que un Dios  para consolarse, ¿quién sabe?

—Orionis de Tira. Esa es la hipótesis más razonable, pero me parece que llegar a una conclusión tan definitiva no es lo más adecuado.

Hipólito aprovechó la oportunidad para contradecirlo. 

Cuando Kira se giró a mirarlo, él cambió de expresión y le sonrió con amabilidad. 

—Parece que crees que estoy negando la verdad.

—...No es así. Creo que el príncipe simplemente quiere contradecir todo lo que Orión dice.

—Eres más directa de lo que imaginé. Aunque debo admitir que me gusta esa parte de ti.

Hipólito habló con sinceridad. Parecía satisfecho al ver la expresión orgullosa en Orión mientras permanecía en el fondo, con su actitud arrogante.

—Por supuesto, yo también seré cauteloso al discutir sobre la posibilidad de su supervivencia. Sin embargo, no creo que la teoría de la muerte sea completamente confiable, ya que hay aspectos sospechosos. Tebas está al noroeste de Atenas. Si cruzamos la llanura de Beocia, llegamos inmediatamente a esa tierra. En cambio, esta isla está al sur. No me parece correcto hacer una afirmación definitiva sobre los asuntos de Tebas, pues están demasiado lejos.

—Pero Orión ha viajado por muchos lugares, incluso hasta Atenas, y su nombre es conocido allí.

Kira intervino en defensa de Orión. Miró a Orión y, en su mente, le preguntó: [¿No es así?]. Esta vez, Hipólito no quedó atrás en cuanto a habilidad verbal.

—Lady Artemisa, conocer el clima de tierras lejanas no es lo mismo que obtener información sobre las familias reales extranjeras. Deberías escucharme, porque esto te será útil. Ese trovador delante de nosotros ya ha convertido las historias de Tebas en mitos. Al cruzar el mar, los rumores se transforman tanto como el vino de uva se convierte en vinagre.

Y pensó que la bestia sagrada de cuernos era una mujer como las sirenas. Aunque, al verla con sus propios ojos, se dio cuenta de que ella era completamente diferente. 

Hipólito observó los ojos redondos de Kira y, en su mente, se tragó esas palabras.

—De todos modos, no sacaré conclusiones apresuradas sobre los asuntos internos de las familias reales extranjeras, especialmente si se trata de Tebas. El rey actual, Polidoro, ha hecho declaraciones mínimas incluso en las reuniones de la alianza, y otras naciones dudan de si está en pleno uso de sus facultades mentales. Este lugar no es la excepción.

Hipólito desvió su mirada hacia Orión, como si disparara una flecha hacia él. Orión, con su rostro serio, cruzó los brazos y respondió de manera contenida, como para no mostrar demasiado.

—Es cierto que nuestro rey ha expresado ciertas incomodidades.

—Exacto. Es una figura sospechosa en la que no se puede confiar por completo. Lo único que puedo confirmar es que desde su ascenso al trono, ha habido una atmósfera de decadencia en Tebas. Específicamente, las mujeres que deberían permanecer en sus aposentos están organizando banquetes, embriagándose con vino, y hay testimonios públicos de que andan vagando por montañas y bosques, incluso en los puertos.

—No está mal que las mujeres hagan banquetes o salgan al exterior.

Kida dijo esto un poco molesta, pues sentía que, de alguna manera, Hipólito daba por sentado que las mujeres deberían permanecer confinadas en su lugar.

Hipólito, al darse cuenta de su sensibilidad, se apresuró a agregar una aclaración.

—Tienes razón, pero un exceso de libertinaje puede traer riesgos. A menos que estemos hablando de lugares como las Amazonas.

—¿Es porque pueden encontrarse con bestias salvajes en los bosques?

—Es algo parecido. Tú tampoco sales sola, ¿verdad?

Orión de repente interrumpió con urgencia. En el siguiente momento, sus ojos azules brillaron ferozmente mientras lanzaba una mirada penetrante a Hipólito, dándole alguna advertencia. Sin embargo, Kira no pudo comprender completamente el contexto oculto en esa mirada. Lo único que pudo percibir fue una mezcla de verdad y mentira, así como la temperatura emocional de algo oculto.

Si se trataba de Hipólito, podría no entenderlo, pero en el caso de Orión, Kira confiaba completamente en sus palabras. Así que las aceptó tal como eran. Después de todo, si se quedara dormida en el bosque, sería un gran problema encontrarse con un jabalí o un oso. Aunque Kira no conocía bien la sensación de embriaguez, sabía que la gente se sentía mareada y somnolienta al beber.

Hipólito observó con interés la reacción de Orión. Después de dudar un momento, hizo una expresión como si estuviera tragándose sus palabras. El tema volvió a su curso original.

—De todos modos, después de la muerte de la princesa Sémele, la familia real de Tebas se ha vuelto extremadamente reservada. La única verdad que podemos conocer es esa. Y es extraño que no muestren ninguna reacción a 'la cacería de la bestia sagrada'.

Pronunció “la cacería la bestia sagrada” con énfasis, y luego miró hacia abajo a Kira, inclinando ligeramente el mentón. El tocado de las amazonas cubría parcialmente su rostro, y sus ojos, antes brillantes como un verde claro, ahora se oscurecieron, como si estuviera observando a una presa.

Kira sintió un escalofrío involuntario y dio un paso atrás. Por mucho que él se comportara con amabilidad o se dedicara a discusiones sin sentido ese día, de repente se dio cuenta de que si él lo deseara, podría atacarla en cualquier momento.

Tragó saliva. Necesitaba calmarse. No debía dejarse dominar antes de que el día terminara. Justo cuando se resolvió a ello, Orión soltó una risa burlona.

—Eres más astuto que los demás, ¿verdad? No te arriesgas a ir a tierras lejanas solo para acabar siendo destruido.

Fue en ese momento cuando Kira se dio cuenta de lo cerca que estaba Orión. Estaba tan cerca que casi parecía que la abrazaría. Sus ojos azules seguían mirando fijamente a Hipólito, mientras su boca se curvaba en una sonrisa irónica.

Aunque su rostro, marcado por cicatrices, podía parecer intimidante a primera vista, la perfección de sus rasgos faciales hacía que, en general, su expresión transmitiera una confianza abrumadora. Parecía que si se deshiciera de todos los obstáculos a sus pies, podría dominar todo lo que estuviera frente a él.

Al verlo, Kira olvidó por completo su miedo.

Hipólito, algo incómodo, apretó la mandíbula y no reaccionó. Aunque él también podría haberlo desafiado, sabía instintivamente que ahora no sería útil.

Si respondía, implicaba aceptar que estaba dispuesto a pelear. En cambio, decidió actuar con cortesía y suavizar la situación, sabiendo que cualquier intento de romper la barrera de ‘la bestia sagrada’ se desbarataría.

Sonrió con su habitual amabilidad y desvió la mirada hacia el frente.

—La charla ha sido demasiado larga. Vamos a perdernos el espectáculo de la canción. Aún no ha terminado, así que sigamos escuchando. Creo que la historia de hoy no era tan importante.

¡Ah! Estuvieron hablando tanto que casi olvidaron al trovador. Kira se sintió avergonzada por haber interrumpido el espectáculo, preguntándose si su conversación había molestado a los demás espectadores. Mientras tanto, la flauta de caña comenzaba a tocar una melodía triste.

Parece que Zeus, en algún momento, logró sacar al hijo de la princesa muerta de su cuerpo. Luego, decidió mantenerlo secretamente en su muslo para criarlo. El dios del cielo lamentaba haber terminado con la vida de la princesa solo por haberse relacionado con ella.

«Si iba a arrepentirse, ¿por qué no lo evitó desde el principio?»

Kira pensaba en estas cosas mientras escuchaba las conversaciones y el tono que la rodeaba. Sin embargo, hablar sobre los excesos de los dioses de esa manera era irreverente, por lo que no se atrevió a decir nada en voz alta.

Al no poder empatizar con los personajes, su concentración se desvió y comenzó a pensar en otros asuntos. La situación en el mundo real invadió su mente.

Una nación al noroeste de la península griega. Recientemente, Saphira había señalado a Tebas como un posible rival por la supremacía de la alianza. Aunque se pensaba que habría una expedición enviada allí, por el momento todo permanecía tranquilo.

Había rumores de que el actual rey estaba perdiendo la cordura. Tal vez debido a los problemas internos, no podían ocuparse de los asuntos exteriores.

«Si envían cazadores, hay un nombre importante que se mencionó… ¿cómo era…? ¡Ah, sí! ¡Actaeon!»

Kira apretó sus sienes y comenzó a buscar en su memoria, hasta que finalmente lo recordó. Se sintió orgullosa por un momento, pero rápidamente se dio cuenta de que no era algo por lo que estar feliz. Bajó los hombros.

En ese entonces, también se mencionaron otros nombres como Cyproites de Creta e Hipólito de Atenas. Aunque el primero se había convertido en su leal sirvienta, el segundo había complicado las cosas al sentarse a su izquierda y distraer su mente. Si añadieran más nombres a la lista, ¿cuán más complicado sería?

Todo esto, los secretos de varias naciones, estaba estrechamente vinculado con el destino de Kira. Si tan solo tuviera la habilidad de Loxias, quien podía ver más allá con su poder…

Kira deseaba saber más sobre este mundo. De hecho, sentía un impulso por absorber el conocimiento de los hombres a su lado, como había deseado alguna vez conocer los recuerdos más antiguos de las conchas marinas.

Mientras pensaba esto, su mano rozó el collar de conchas que Orión le había hecho. En ese momento, apretó con fuerza el collar, tratando de calmar sus nervios.

En ese instante, la canción alcanzó su punto culminante, y de repente, una visión desconocida la envolvió.

Era rojo. Fuego. Un río de fuego descendía desde la cima de la montaña. Kira de repente reconoció el lugar. Era la montaña que había visto antes. La misma que se veía desde Acrotiri. La montaña de Tira, en el centro de la isla.

Kira se levantó de un salto, confundida, dejando caer el collar que tenía en las manos. De inmediato, la visión desapareció y volvió a la realidad.

El bardo detuvo su lira y la miró atónito. Las miradas de los demás espectadores también se dirigieron hacia ella.

Kiea sintió su rostro volverse rojo de vergüenza. ¿Qué había hecho? 

Probablemente pensaron que no podía distinguir entre la letra de la canción y la realidad.

Rápidamente, se inclinó en señal de disculpa y se sentó, mientras la música continuaba. Cuando la atmósfera se calmó, Hipólito susurró.

—¿Te sorprendió tanto? Era solo una canción inventada.

Kira se quedó en silencio, sin saber qué responder. En ese momento, Orión la agarró sin decir palabra alguna y la envolvió en su capa.

Traducción: Claire

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