Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 91

En algún momento, el asta de un animal del norte, que había servido como arco, finalmente cedió ante la fuerza de Orión. Un sonido ominoso resonó y el arma se rompió de repente.

Antíope perdió el equilibrio por un momento y vaciló. Orión aprovechó la oportunidad y la arrojó al suelo, sujetándola por el cuello. 

Cuando las otras dos amazonas vieron esto, gritaron y se lanzaron a atacar a Orión.

—¡Orión!

Orión giró el codo y golpeó a una de ellas en el estómago. Cuando cayó, rápidamente atrajo a Kira hacia su pecho. Con su pie derecho, que parecía un rayo, golpeó a la otra amazona que venía hacia él, quien logró esquivar el ataque al doblar su cintura, pero perdió el equilibrio y cayó al suelo.

Al confirmar que había neutralizado a sus oponentes, Orión se apartó un poco.

Si hubiera querido, podría haber terminado con las tres al mismo tiempo sin esfuerzo, pero primero se aseguró de que Kira estuviera bien.

—Gracias por lo de antes. ¿No te has hecho daño?

Con sus palabras indiferentes y sus ojos azules reflejando claramente el color del cielo, Kira involuntariamente se sintió nerviosa y tragó saliva. Tal vez era porque, al mantenerse firme en su abrazo, apenas podía respirar.

—Uhm… No.

—Bien. Mientras sigas a salvo en mis brazos, para mí ya es una victoria.

Sonrió con su característica arrogancia, y luego la abrazó nuevamente.

Con esa expresión, era difícil imaginar que pudiera perder, así que Kira, en lugar de exagerar, simplemente asintió con la cabeza. No necesitaba prometer que se mantendría firme. Después de todo, no quería hacerle sentir mal a Orión diciendo cosas innecesarias.

De muchas maneras, era muy diferente a lo que ocurrió en Creta. En ese entonces, Kira había estado cubierta de barro, y el primer cazador, Hatsha, estaba en peligro de ser eliminado por sus propios compañeros. Orión había derrotado a un grupo de personas cubiertas con lonas impermeables.

En ese momento, Kira no tenía idea de lo que estaba pasando. Solo aceptó con indiferencia que, para sobrevivir a esa caza bajo la lluvia, debía soportar tal violencia.

Ahora, estaba en los brazos de Orión, observando la batalla desde el asiento más cercano al escenario.

Al estar tan cerca, la realidad le golpeaba más fuerte. Aunque su visión estaba algo borrosa, los movimientos de Orión eran tan flexibles como un leopardo y tan rápidos como una marta. Su fuerza explosiva parecía suficiente para someter incluso al perro de tres cabezas Cerbero, el guardián del inframundo.

Lo más sorprendente era que no mostraba signos de miedo o debilidad. Aunque a veces chasqueaba la lengua o fruncía el ceño, esos gestos eran momentáneos. Siempre mantenía una actitud relajada.

Claro, tal vez en parte estaba mostrando su poder. El pecho de ese hombre, pegado a la mejilla de Kira, se expandía y se desinflaba, emitiendo respiraciones profundas. Sin embargo, de manera curiosa, él cooperaba activamente en una lección personal de Kira: enseñarle al príncipe de Atenas a no subestimarla nunca más.

Entonces, pensó que debería mantenerse firme y no encogerse frente al oponente.

Aunque en este momento estaba en los brazos de Orión, Kira no quería volverse inútil. Estaba en una situación impredecible. Tal vez también podría hacer algo con su propio poder. Para eso, debía mantener los ojos bien abiertos y escuchar atentamente, incluso estando en sus brazos. Como él no podía usar un brazo, ella tendría que aportar con el suyo.

Con esa determinación, Kira enderezó la espalda y miró hacia el príncipe Hipólito, que parecía perdido.

—¿Qué te parece, Príncipe? Mi… ah, ejem, protector también tiene habilidades bastante notables, ¿no lo crees?

Por un momento, no supo cómo definir su relación con Orión, lo que la hizo toser nerviosamente.

Entonces, Orión levantó fuertemente sus piernas, causando que Kira se sobresaltara. Mientras contenía un grito, él la colgó ligeramente en su hombro y siguió provocando al oponente.

—Lamento empezar de forma poco honorable. ¿Nunca has luchado en un combate real en ese puerto famoso?

Al escuchar esas palabras, Hipólito levantó la cabeza de repente. Orión, sin sonreír, prosiguió con tono frío.

—Esto es lo que pasa cuando te pones a pensar de manera torpe. Has tenido demasiada suerte durante demasiado tiempo. No sé qué pensaste al organizar esto, pero gracias a eso incluso terminé recibiendo una petición de esta mujer, pidiéndome que me deshaga de ese hombre pesado que no dejaba de molestarla.

Kira quería responderle mentalmente a Orión, pero no podía negar que no estaba completamente equivocado, así que se quedó en silencio. Los espectadores se rieron de manera despectiva, pero Kira, que estaba cerca, pudo percatarse de algo.

Las palabras de Orión parecían una provocación, pero su rostro mostraba una tensión más aguda que antes. Sin perder la compostura, miró a Hipólito, cuyos ojos verde claro brillaban con intensidad, y continuó.

—¿Por qué no dices algo con esa lengua orgullosa tuya con la que tanto hablas?

Hipólito finalmente respondió.

—… ¿Hablar?

—¿Qué, te quedarás mirando como un tonto? Durante el día corriste sin decir una palabra, pero si planeas rendirte escondiéndote detrás de tus subordinadas, no me interpondré.

—Príncipe, ¿acaso has perdido todas tus armas?

Kira intervino. Lo había deducido al ver que él no se movía desde hacía rato.

Ese hombre había fingido ser un turista hoy, actuando como si estuviera desarmado. No llevaba ni un cuchillo común en su cinturón como protección.

Los dardos ocultos que llevaba consigo habían sido usados varias veces para bloquear los ataques de Orión, por lo que ya no sería raro que hubiera llegado a su límite.

—Si estás desarmado, esto termina aquí. He mostrado mi punto. El príncipe es un invitado importante en esta isla, no quiero que se lastime innecesariamente.

Orión le echó un vistazo a Kira, y luego sonrió con una expresión que claramente estaba diseñada para provocar a Hipólito.

—Si vas a rendirte tan rápido, el resultado está claro incluso si usas tu derecho a desafiarme. Oye, Atenas. Si luchamos formalmente en el campo de entrenamiento, ni siquiera podrías usar a tus buenas subordinadas como escudo. En lugar de pasar tres meses en cama por una lesión, ¿por qué no hablas con tu madre y lo dejas?

Justo cuando Orión terminaba su frase, el cielo que había estado vigilando el cambio entre el día y la noche se tiñó de azul profundo. Las antorchas y lámparas de aceite en las calles empezaron a iluminar el lugar nuevamente.

Con la oscuridad estableciéndose, Kira olvidó por un momento la situación y comenzó a mirar alrededor. Después de meses viviendo en Acrotiri, no conocía realmente la ciudad de noche. Sólo había mirado desde su mansión en la colina, observando a lo lejos las luces brillantes.

La ciudad nocturna, vista de cerca, era aún más sorprendente de lo que había imaginado. Las calles que conocía parecían haber cambiado por completo, como si estuvieran envueltas por una niebla. Los edificios de paredes blancas que brillaban a la luz del día se habían teñido con la luz cálida de las antorchas. Los callejones sin antorchas se oscurecían aún más, como si fueran las puertas del inframundo.

Por el contrario, la multitud de espectadores que antes solo se veían como sombras ahora se mostraban claramente. Kira se dio cuenta de que eran personas, hombres y mujeres de todas las edades, como si estuvieran presenciando un espectáculo callejero.

De repente, uno de ellos gritó con entusiasmo:

—¡Esos bárbaros no son nada frente a nuestro Lord Orionis!

—¡Cállate, incluso las mujeres son un asunto menor, pero ese hombre es un príncipe!

Kira frunció el ceño al escuchar tales palabras groseras. Sintió que podría escuchar murmullos maliciosos en su mente, pero se armó de valor y controló sus emociones. Tal como Orión había hecho antes, ella también intentó volverse insensible a lo que sucedía a su alrededor.

Ahora no era el momento de prestar atención a los demás. Aunque los escuchara, no eran más que simples comentarios. La única persona a la que debía prestar atención era ese hombre, el segundo cazador.

La luz de la noche iluminó la figura de Hipólito.

El lugar al que había sido empujado por la presión de Orión era precisamente el borde de la plaza central. La luz de las lámparas de aceite en los edificios cercanos caía toda sobre él. Bajo esa luz, su vestimenta extranjera resaltaba aún más, mostrando colores intensos. Su cabello gris se veía algo más claro, y su nariz, aunque cubierta por un turbante, proyectaba sombras marcadas, mientras que su mandíbula y el contorno de su rostro reflejaban características típicas de las tribus del norte.

Y lo más llamativo, sus ojos, de un verde claro, brillaban con intensidad.

Kira se preguntó si el olivo de Atenas tendría hojas de ese color.

Estaba mirando a Kira fijamente. Pero, a pesar de eso, no pronunciaba ni una sola palabra.

Antes, había estallado con un grito totalmente molesto. Sin embargo, en poco tiempo, la calma que había llegado era aún más ominosa. Kira, sin darse cuenta, apretó la capa con fuerza y susurró a Orión.

—Orión. El príncipe... me está mirando…

El instinto de sentir la mirada de otro estaba gritando eso. Los ojos de Hipólito claramente estaban dirigidos hacia ellos, pero, en realidad, Orión, con quien había estado luchando momentos antes, no estaba en su mente. La dirección de su mirada estaba completamente centrada en Kira.

Orión también pareció haberlo notado, y con un fuerte sonido de desdén, volvió a abrazar a Kira. Si no hubiera tenido su hacha de leñador en la mano, probablemente habría tirado del manto para cubrirla por completo.

Pareciera que ya no esperaba una respuesta de la otra parte, por lo que habló rápidamente.

—Espera un momento, agárrate bien. Voy a darle una lección a ese tipo para que reaccione.

—Bestia sagrada de Artemisa.

Hipólito de repente habló.

Orión, que iba a dar un paso, se detuvo al instante. La intervención de Hipólito fue más rápida que la de Kira.

—Veo que al final has decidido irte hacia el norte, ¿verdad?

—No te he hablado a ti, así que cierra la boca, ¿quieres? Estoy hablando con la bestia sagrada. Bestia sagrada de Artemisa, noble dama, si me estás escuchando, por favor responde.

—¿Qué diablos estás haciendo? ¡Deja de comportarte como un príncipe! No soy uno de tus subordinados, así que no tengo por qué obedecerte.

Orión gritó furioso. El tono suave de Hipólito cuando se dirigía a Kira no le gustaba para nada.

A este punto, Kira no podía quedarse callada, ya que era una de las personas involucradas.

—Príncipe Hipólito. Parece que me llamabas, pero no siento la necesidad de responderte. Mi nombre es Lokira, así que llámame por mi nombre formalmente y con respeto.

Gracias a estar en los brazos de Orión, Kira podía hablar con cierta superioridad, ya que podía mirar a Hipólito desde arriba. Por un momento pensó que quizás estaba siendo irreverente al dirigirse así a un príncipe, pero al final no le importó. Estaba en medio de una pelea por quien estaba intentando imponer su autoridad, ¿por qué debería ser un problema? Después de decir esas palabras, algo de la incomodidad que había sentido hacia él hasta ese momento se alivió.

Sin embargo, Hipólito no mostró ni un poco de incomodidad. Una sonrisa se asomaba en sus ojos, visibles por debajo de su capucha.

—Aún no entiendes lo que te estoy diciendo. No importa lo que digas, no puedes dejar de ser un ser sagrado. Mientras tengas esos cuernos y ese poder, serás considerada parte de la diosa y, en ocasiones, incluso considerada la diosa misma.

En ese momento, Antíope, apoyada por otra amazona, logró levantarse. Hipólito les hizo un gesto con la mano y dio un paso adelante. Ahora, estaba claro que era un mensaje para que se apartaran.

Se dirigió a sus subordinadas que quedaban atrás, dirigiéndose a ellas brevemente.

—Perdón, las he hecho trabajar por mi terquedad. El tiempo para disculparme por mis costumbres de Atenas vendrá más tarde.

Finalmente, Hipólito, como si quisiera respirar más fácilmente, se quitó la tela que cubría su rostro. Su expresión era la de alguien que acababa de salir de las profundidades del océano. La sonrisa cálida había desaparecido, dejando solo una expresión seria.

—¿Presumiendo de poder? Aún no he visto el poder del que hablas, ¿qué opinas de eso?

Hipólito avanzó paso a paso hacia ellos. Orión levantó su hacha de leñador y adoptó una postura defensiva. Kei, tratando de retrasar el avance de su oponente, respondió:

—¿No lo has visto? Justo hace un momento viste cómo Orión peleaba.

—Ese no es más que el poder de un subordinado. Un hombre conocido en la isla del sur, en Tira, solo por su habilidad para cazar bestias. Ese es el poder del tal Orión, un hombre que no es nada más que eso, sin valor fuera de este territorio.

—Orión es mi protector, y también es a quien se enfrentarán al desafío de cazar a la divinidad. ¿No crees que está suficientemente calificado para reemplazarme?

—Niña ingenua y cruel. Hoy, tal vez, pensaba que podría conducirte hacia un final inesperado, utilizando astucia, mientras mantenía a mis subordinadas en la sombra. Mi codicia me llevó a preparar todo esto en secreto, por lo que, si ambos hemos dispuesto este juego de sustitución, sería mejor que dejáramos de lado los rencores y lo resolviéramos.

Orión ya estaba cargando en ese momento. Parecía pensar que incluso blandir su hacha era una pérdida de tiempo, por lo que pateó inmediatamente.

—Ya te lo dije, ¡hablas demasiado!

La patada debería haberle dado justo en el pecho, pero esta vez Hipólito la esquivó. Un pensamiento cruzó por la mente de Kira. Tal vez todavía tenía un arma escondida bajo la manga y estaba planeando lanzarla de nuevo hacia ellos.

No. Eligió una dirección diferente. 

La atmósfera se volvió aún más animada cuando Hipólito saltó entre la multitud de espectadores. Un pescador, que había estado escuchando atentamente, preguntándose si había algo provocativo en su largo discurso, se convirtió en su objetivo. 

 —Préstame esto un momento.

Hizo tropezar al pescador, le quitó su lanza del hombro e hizo girar el mango en su mano. 

Cuando Kira lo vio, se acordó de él cazando jabalíes en el bosque. La imagen de él saltando ligeramente sobre un tronco al borde del agua se superpuso de forma natural.

Hipólito se apresuró a avanzar. La lanza de mango largo, con su afilada hoja, cortó el aire y el filo dentado se acercó con una trayectoria precisa. Orión quien estaba bloqueando el ataque, giró su cuerpo para evitar que el filo alcanzara a Kira.

Hipólito parecía haber esperado esto desde el principio. Atacó por detrás. Orión, que había desviado la hoja con su hacha, rechinó los dientes. 

—¡Este bastardo…!

 —¿Dices que no te importa el honor?  Entonces, ¿no debería ser un poco más descaradamente cobarde? 

Hipólito le gritó a Kira en un tono más alegre que antes. 

—Hija de Artemisa, ¿no bajarás ahora de los brazos de ese bastardo? Me has estado molestando desde antes. Si no te gusta, muéstrame tu poder. ¡Con tu poder, con tu divinidad, como una bestia elegida por la diosa! ¡Abrúmame y aplástame!

Traducción: Claire

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