0%

Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 92

Capítulo de novela - 106 párrafos

Kira, sorprendida por las palabras absurdas, gritó.

—¡¿De qué me serviría hacer eso?!

—¿De qué te serviría? ¡Te ayudaría a romper tu cáscara!

Hipólito respondió tranquilamente con una sonrisa. A lo lejos, un pescador que había perdido su lanA gritaba algo, pero él lo ignoró por completo. La lanza trazó un arco perfecto hacia arriba.

La hoja dentada reflejó las antorchas circundantes con un resplandor agudo. La luz reflejada golpeó el rostro de Hipólito, y su expresión comenzó a llenarse de una emoción cada vez más intensa.

—¿Por qué te aferras al abrazo de un gigante? Lady Artemisa, tú no eres una mujer común. No eres una mujer que dependa del brazo de un hombre. Esos cuernos con los que naciste desde el principio, esa divinidad, es tu verdadera esencia.

Sorprendida por el destello de luz, Kira cerró los ojos involuntariamente, pero luego, dándose cuenta de que no podía ignorar la situación, los abrió de nuevo. En ese momento, la punta de la lanza del arpón chocó con el hacha de Orión, produciendo un sonido agudo.

Hipólito, con su capucha retirada, tenía una clara sonrisa en el rostro. A pesar de enfrentarse a Orión, solo tenía ojos para Kira. Su elocuencia seguía siendo la misma, con sus palabras fluyendo suavemente.

—Si sigues ahí de pie, te va a poner en peligro. ¿Olvidaste el momento en que me lanzaste las tijeras en la peluquería?

—¡Príncipe, eso fue entonces, y esto es ahora!

—¡No es diferente! Te dije que puedo mostrarte las llanuras del norte. Pero viendo cómo estás ahora, parece que las llanuras no te interesan mucho. Bien, ya que esto ha llegado a este punto, si no quieres convertirte en mi presa, ¿por qué no vienes a condenarme aquí personalmente, con ese poder divino tuyo?

Hipólito dio un gran paso hacia adelante, avanzando rápidamente. El rastro de su ataque se dibujó en el aire con una trayectoria que chocaba ruidosamente y se enredaba. Las palabras, que parecían una provocación o una manipulación, seguían abrumando a Kira.

—¡Vamos! ¡Hazlo como si fueras la dueña del santuario! ¡Como una diosa, juzga a este humano!

Kira se sintió pálida, aterrada por una secuencia de palabras que nunca había considerado. ¿Un monstruo con cuernos llamado Lokira, como una diosa? ¿Juzgar a un hombre que incluso era príncipe de Atenas?

Ella no era Loxias. Sin embargo, Hipólito no sólo mencionó su poder, sino que también mencionó a ese niño. Estaba amenazándola, exigiendo que tomara una lanza y se vistiera con ropas doradas.

El hacha de leñador de Orión era corta. El uso original de la gruesa espada era cortar las ramas que obstaculizaban el paso en el bosque. Por suerte, las extremidades de Orión eran largas y fuertes, porque el hacha no era rival para una lanza. Aunque el largo de la asta y la hoja dentada de Hipólito eran simple, si lograba atravesar, incluso un delfín podría ser enviado al más allá de un solo golpe.

A ese punto, Kira ya entendía el flujo de la batalla.

Orión, que hasta hace poco había derrotado sin esfuerzo a las amazonas, ahora estaba adoptando una postura defensiva. Retrocedía y no atacaba con la misma agresividad. El hacha de leñador, que antes había golpeado sin piedad el arco de Antíope, ahora solo se concentraba en desviar las lanzas que venían desde lejos.

La razón de su repentina pasividad era obvia.

Era por Lokira, por ella.

Temía que la lanza rozara la piel de Kira. En lugar de avanzar activamente, estaba tomando una postura defensiva para evitar los ataques de la lanza que venían desde lejos.

A pesar de todo, continuaba desbaratando los ataques que se le acercaban, pero de continuar así, la batalla quedaría estancada.

«¡Hace un momento, con un solo brazo, derrotó a todas las amazonas, pero ahora, por mi culpa, Orion está en desventaja!»

El peso de la responsabilidad se hundió en la mente de Kira. No debía seguir así. Había decidido que, por el apoyo que él le daba, debía contribuir al menos con un brazo de fuerza, pero ¿estaba convirtiéndose en una carga nuevamente?

¿Qué debía hacer ahora?

Las palabras de Hipólito rondaban su mente. Hasta hace un momento, todo dependía solo de la fuerza de Orión, no de la de Lokira.

Kira recordó por qué había comenzado esta pelea. En el fondo, quería darle una lección al segundo cazador. Por eso pidió la ayuda de Orion. Quería que le mostrara la sensación de ser atacada en una tierra desconocida.

¿Pero acaso esa idea había sido fundamentalmente equivocada?

No entendía nada sobre lucha, pero creía que con la ayuda de Orión, todo se resolvería. 

Después de todo, Orion siempre decía que nunca perdería, lleno de confianza. Había derrotado a todos en el santuario y fácilmente dominado a la banda de Creta. Kira había llegado a olvidar incluso la posibilidad de ver a Orión derrotado.

Fue fácil. Era un pensamiento reconfortante.

De hecho, Orión también era humano. Había una gran posibilidad de que estuviera en peligro si atacaba a Hipólito. ¡¿Por qué solo pensó en pedirle su ayuda?!

En ese caso, ¿no hubiera sido mejor atacar por sí misma a Hipólito?

Para no quedar atrapada en la batalla y caer al suelo, Kira se aferró con todas sus fuerzas.  Sin embargo, Hipólito seguía metiendo ideas a su cabeza y se sentía mareada.

Atacar a la gente. Eso era algo en lo que Kira nunca se había atrevido a pensar. En el santuario estaba acostumbrada a que la trataran mal. La encerraron en silencio, sintiéndose avergonzada de su apariencia y sólo preocupándose por no ser golpeada. Ella nunca había golpeado a nadie. Nunca había insultado a nadie.

Entonces, ¿cómo podría usar su poder para atacar a la gente?

Una vez había dejado escapar un estallido de ira. Pero incluso entonces, todo lo que pudo hacer fue sorprender telepáticamente al ganadero mentiroso. El incidente de las tijeras de peluquería que mencionó Hipólito fue solo una copia del uso excesivo de las tijeras por parte de Hatsha. Ni siquiera podía imaginarse apuñalar directamente a ese hombre en el pecho con unas tijeras. 

Pero Hipólito exigía que Kira hiciera precisamente eso. 

Usar su poder para abrumarlo.

Como Loxias. Como la encarnación de Apolo. Como una seguidora de Artemisa.

Entonces, Kira naturalmente recordó el mar Naxos, y la imagen del niño que se había trastornado y enfurecido pasó por su mente de manera repentina.

Hipólito le estaba incitando a que, como Loxias, dejara salir su temperamento. Si pudiera usar telepatía para atacarlo, derribarlo al suelo y obligarlo a besarle los pies, parecía que él quedaría agradecido.

Kira se asustó al imaginarse esa escena.

No podía imaginarse haciendo algo tan aterrador. Si cometiera tal brutalidad, quizás se convertiría realmente en una bestia. Más importante aún, ¿acaso tenía derecho a comportarse como un dios solo porque había heredado algo de poder y cuernos?

En el mar de su conciencia, Kira pronto encontró la luz guía que le dio la respuesta.

No. No sabía si realmente era humana o una bestia, pero al menos estaba segura de una cosa.

No era una diosa. No podría convertirse en una.

Aunque Artemisa estuviera por encima de ella, no sentía el deseo de mirar fijamente a Hipólito con la mirada de una diosa y castigarle.

Claro, en las leyendas, los dioses se volvían resentidos por cosas pequeñas y convertían a los humanos en árboles o los enviaban al cielo como constelaciones. Pero ser tan mezquino también resultaba algo vergonzoso.

Ella simplemente había encontrado un poco molesto al hombre. Así que había preparado una pequeña trampa. Pensó que si le hacía darse cuenta de la diferencia de habilidades entre él y Orión, podría hacer que abandonara la caza de las bestias divinas.

Eso era todo. Por lo tanto, no tenía interés en hacer que Hipólito se arrodillara e imitara a Artemisa.

Pero la lanza estaba justo frente a ella, y el ataque no se detenía.

Fue entonces cuando la sensación de que Orión podría resultar herido inclinó su mente de inmediato.

«¡No es momento de pensar solo en mí!»

Después de todo, ya la trataban como un monstruo. No importaba qué límites cruzara, era un lujo tener dudas en ese momento. Si dudaba y Orión resultaba herido, eso sí que sería lo peor.

«¡Orión debe estar a salvo! Al menos, ¡debo detener esa lanza!»

Fue en ese instante cuando Orión gritó con fuerza.

—¡No te dejes engañar por sus palabras!

Kira se sorprendió al mirarlo, preguntándose si él realmente había notado su confusión.

Aunque Orión mantenía su mirada fija en el frente, apretó con fuerza el brazo que rodeaba a Kira. Era como si estuviera tratando de calmar algo que surgía desde dentro de ella.

—No hay nada de qué preocuparse. Si haces lo que él quiere, serás solo un juguete en las manos de ese tipo. Conmigo basta para tratar con este tipo de personas.

Como si estuviera demostrando sus propias palabras, Orión apretó los dientes y se agachó de manera ágil. De repente, el centro de gravedad se desplazó, y el soporte de Kira estuvo a punto de caer. Orión, manteniendo el equilibrio con destreza, levantó el hacha de leñador de abajo hacia arriba. Incluso Hipólito, con su gran tamaño, se vio sorprendido por la rapidez del golpe, como si hubiera sido alcanzado por un golpe inesperado.

El objetivo del hacha de leñador de Orión era la barbilla de Hipólito. Hipólito esquivó por poco, pero el siguiente ataque fue aún más rápido. La hoja del hacha cambió de dirección y pasó rozando la sien de Hipólito. Su cabeza estuvo a salvo, pero el pañuelo que llevaba se rasgó por el filo del hacha, y los hilos rojos se agitaron brevemente en el aire.

Kira se estremeció al ver la cercanía del ataque. El lazo decorativo de su oreja se separó, revelando su cabello plateado.

Hipólito miró rápidamente hacia su oreja, luego hacia Orión y Kira. Un murmullo apenas audible llegó a sus oídos con el viento.

—¿Qué pasa, ahora atacas primero? Cada vez me caes peor…

Hipólito se quitó completamente el pañuelo, y su mirada se volvió mucho más afilada. Con una velocidad precisa, lanzó una lanza hacia Kira.

La punta dentada de la lanza se dirigió hacia Kiea. Aunque Kira pudiera usar su poder, no era lo suficientemente hábil como para responder rápidamente. Lo mejor que podía hacer era no cerrar los ojos y enfrentar la situación con valentía.

Pero Orión fue mucho más rápido. Desvió la lanza de vuelta hacia Hipólito, quien la volvió a balancear con una fuerza que parecía querer apuntar directamente a Kira.

Hace poco, Hipólito había dado una orden a sus subordinadas para que no dispararan su arco por temor a lastimar a Kira, advirtiendo que podrían fallar el tiro.

Ahora la situación era diferente. No había tiempo para dudas. Los ojos verde brillante de Hipólito mostraban una emoción inexplicable mientras lanzaba un ataque imparable. Con una sola mano, levantó la lanza e intentó apuñalar el costado derecho de Orión.

El miedo de Kira a la lanza hizo que se acercara instintivamente al pecho de Orión. Todo a su alrededor parecía moverse rápidamente, y seguir la acción con la vista resultaba abrumador. No tenía tiempo ni espacio para pensar en cómo desviar el ataque usando su poder. Su experiencia era limitada, por lo que lo único que podía hacer era morderse el labio y contener un grito.

Orión esquivó torciendo su torso y golpeó el hombro de Hipólito con su hacha.

—Atenea, maldición, ¿realmente vas a lastimar a este chica?

—Te lo dije, ¿no? Voy a ser un cobarde. Solo así me sentiré capaz de enfrentarlos.

Con habilidad, Hipólito desvió el hacha usando su lanza, y el filo del hacha se clavó en el asta de la lanza.

El resultado de la lucha de fuerza era claro. A pesar de que Orión presionaba con su gran poder, Hipólito no cedía, su brazo temblaba de la tensión, pero no perdía su postura desafiante. Con una sonrisa despectiva, miraba fijamente a Orión.

—Descendiente de poseidón, ¿no sería mejor que te apartaras un poco? Sólo eres un espectador en esto. Este segundo enfrentamiento es un asunto entre la bestia divina y yo. Sería más seguro para ella si simplemente la dejaras y te apartara ahora.

Justo cuando Orión iba a presionar con fuerza, Hipólito sacó una dardo y lo lanzó con una rapidez increíble. Esta vez, el dardo iba claramente dirigido hacia Kira.

Orión, apresuradamente, recuperó el hacha de leñador y golpeó el proyectil en el aire, derribándolo. Cualquiera que estuviera observando podría haber quedado asombrado por su destreza, pero Kkra se puso nerviosa. Olvidando incluso el poder del viento, le dijo a Orión.

—Orión, ¡estás en peligro! Mejor…

—No pienses tonterías. No te dejaré, incluso si muero.

La firme declaración de Orión dejó a Kira sin palabras. Cuando abrió los ojos de par en par, él volvió a hablar con énfasis en cada palabra.

—No pienses ni por un segundo que intentarás hacer algo por mí. No necesito que te esfuerces en esto. ¡No voy a permitir que te conviertas en un espectáculo para esta gente aquí presente!

La última frase de Orión sonaba áspera y tensa.

—Te saqué del santuario, así que no te voy a dejar involucrarte en ridículos juegos de dioses.

¿Era esa una especie de autoconvencimiento para Orión?

Antes de que Kira pudiera asimilar el peso de esas palabras, Orión, de repente, adoptó una postura tan silenciosa y sigilosa como si fuera una bestia a punto de cazar. Mientras observaba de cerca los movimientos de Hipólito, aprovechó la oportunidad para hacer un giro y blandir su hacha.

En ese momento, se dirigió directamente al punto más débil de la lanza que venía hacia él.

—Te gusta ser un espectador, ¿eh? Basta de hablar como un bárbaro, ¿crees que hay algo especial entre tú y esta chica para que esto sea un problema entre solo ustedes dos?

Hipólito detuvo su ataque en seco. También se dio cuenta de algo extraño.

La lanza, que antes estaba intacta, ahora tenía su asta rota en el centro por el golpe del hacha de Orión.

 El mismo lugar donde el filo del hacha se había hundido previamente durante el ataque anterior, debilitando la lanza.

Gracias al preciso golpe de Orión, la parte superior de la lanza voló inútilmente hacia el aire. El sonido del metal chocando contra el suelo resonó.

Cuando la lanza cayó, solo quedaba en las manos de Hipólito el pedazo roto del asta.

—Los objetos largos tienen ventajas y desventajas. La ventaja es que, incluso un novato puede usarlos de lejos y causar mucho daño con solo balancearlos.

Orión, sin mostrar ninguna piedad, pateó la parte cortante de la lanza lejos, hacia el suelo.

—La desventaja es que, si apuntas bien al asta, puedes dejar a tu oponente completamente vulnerable en un instante. Y tú, por lo que veo, viniste sin ningún otro arma que no sea una daga. Aunque parece que al menos preparaste algunos dardos, pero con lo que acabo de cortar, parece que te he dejado sin mucho más…

Orión comenzó a contar la cantidad de dardos. Kiea solo necesitaba mirar el rostro de Hipólito para entender la situación.

Ya no le quedaban más armas.

Orión, que ya había captado la situación, dejó caer su hacha.

—Ya basta de juegos. Ve a compensar al dueño de la lanza.

Traducción: Claire

Si te gustó, Puedes apoyarnos aquí ~  [http://www.paypal.com/paypalme/MangoNovelas ]

Tambien contamos con página de facebook ~ [https://www.facebook.com/MangoNovelas ]

Tambien visítanos en TikTok ~ [https://www.tiktok.com/@mangonovelas ]

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Inicio Detalle del manga