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Bailando En Un Mar Legendario – Novela Capítulo 99

Capítulo de novela - 95 párrafos

—Ma... Madre...

¿Qué palabra más simple podría haber usado?

 Madre. Kira sabía bien quién era la madre de este hombre. Era fácil recordar, ya que el nombre de su madre estaba incluido en el suyo: Hipólita. La reina amazonas que gobernaba. ¿Será que al sentirse enfermo, de repente deseó verla?

Pero también existía la posibilidad de que hubiese oído mal. Kira tragó saliva y, con cuidado, se inclinó para escuchar de nuevo, pero los labios secos de Hipólito se detuvieron justo en ese momento. Cuando ella empezaba a sentirse inquieta, él volvió a murmurar.

—Madre, quiero estar en Atenas... No, no hace falta que vengas... Hipólito está bien, estoy bien en Atenas...

¿Era un monólogo o estaba conversando en su mente? La voz de Hipólito, delirante por la fiebre, se entrecortaba entre sus respiraciones.

Kira había escuchado una respiración similar antes. La primera vez que conoció a este hombre, en el bosque, se topó con un jabalí herido. Un macho enfadado, con espuma en la boca, luchando por su vida. También emitía esos mismos sonidos. Recordar esa escena hizo que una sensación instintiva de peligro invadiera a Kira, y un escalofrío recorriera su cuerpo. Era como si escuchara una plegaria de un muerto.

No era una expresión adecuada para un hombre adulto. Parecía que Hipólito había dejado de ser ese príncipe elegante y elocuente, y en su lugar, hablaba como un niño pequeño, de la edad de Nikos o Lykos.

«No puede ser... Esto tiene que ser un sueño, debe estar soñando...»

Kira rezó en silencio para que la situación se convirtiera en una simple anécdota graciosa, y para que no fuera necesario tomarla en serio.

«Debe ser cosa de los dioses del sueño, Morfeo ha mostrado a la reina amazonas en su sueño.»

De ser así, lo aceptaría. No quería caer de nuevo en sus trampas, temiendo lo que pudiera suceder. Si el dios de las llamas en su interior se hubiera infiltrado en su sueño, como una polilla atraída por una lámpara, sería perfecto. Estaría navegando en un bote de sueños, observando peces extraños en un mar onírico. Sin duda, eso es lo que estaría haciendo.

Pero Kira no tenía forma de saber si esto era obra de los dioses. Y mientras Hipólito seguía murmurando palabras incomprensibles, Kira trató de calmar su corazón acelerado. Sus manos se apretaron alrededor de su rostro, con la esperanza de que él se callara por sí solo.

Pero en lugar de tranquilizarse, Hipólito rompió la esperanza de Kira al abrir los ojos y mirarla con su mirada borrosa.

¡Estaba despierto!

¿Entonces, por qué le dicía esas cosas? ¿Se supone que debía interpretar el papel de su madre? Kira lo miró desconcertada. Ambos se quedaron en silencio, mirándose sin saber qué decir.

Fue Hipólito quien parpadeó primero, y sus labios se movieron lentamente.

—Sí... todos en Atenas me tratan bien porque soy el príncipe…

Sus labios se torcieron. Un escalofrío recorrió su rostro sonrojado por la fiebre, y, por un momento, una fría mirada de hostilidad se cruzó en sus ojos.

Kira, sin entender la causa de esa animosidad, lo observó en silencio. Pero cuando él se convulsionó, su cuerpo temblando, ella corrió hacia él.

—¡¿Estás bien?! ¿Te duele mucho? Dime algo…

Kira, preocupada, lo miraba, olvidando por completo la ansiedad de antes al ver cómo sufría.

¿Qué debería hacer? ¿Cuándo llegará Hatsha con el agua fría?

Kira no estaba acostumbrada a lidiar con delirios causados por la fiebre. Aunque al principio dudó de que Hipólito estuviera simplemente bromeando, ahora estaba claro que su estado era grave.

—¿Te duele mucho? ¡Dime algo!

Pero Hipólito no respondió. Sus ojos perdieron el enfoque, y la fiebre provocaba que su respiración se volviera más pesada.

Kira, apretando sus manos, lo miraba, sin saber qué hacer. Finalmente, el cuerpo de Hipólito tembló fuertemente, su respiración se aceleró y la fiebre aumentó, dejando de lado cualquier intento de racionalidad.

La fiebre le había oscurecido los ojos, y los párpados caían lentamente.

Un suspiro escapó entre sus labios.

¿Estaba ignorando el dolor, o simplemente no podía soportarlo más? Kira observó cómo mordía su labio inferior, mientras gotas de sudor caían por su frente. Era una vista extraña, verle temblar de frío mientras su cuerpo sudaba tanto.

Las largas pestañas comenzaron a empaparse lentamente, y el sudor y las lágrimas se mezclaban, empapando la cama de Hatsha.

Finalmente, un susurro escapó de sus labios, tan débil que parecía imposible de distinguir de un animal herido.

—No hay...

Kira ahora sentía como si estuviera a punto de llorar. No era porque hubiera enviado a Nikos a Orión. Si al menos ese chico hubiera estado aquí, podría haber compartido aunque sea un poco de la confusión que sentía al enfrentar esta situación.

—No hay nadie...

Hipólito murmuró unas palabras enigmáticas y luego guardó silencio. Ya no temblaban sus párpados. Ahora no había señales de que él fuera a abrir los ojos o mover los labios. Kira suspiró al sentir cómo su pulso en el cuello latía con una intensidad que parecía a punto de estallar.

«Parece que ha terminado.»

La tormenta indefinida parecía haberse calmado. Cuando la confusión se asentó, Kira finalmente pudo ver la situación de forma más clara. Este hombre no estaba soñando, ni estaba fingiendo para engañarla.Parecía que en su delirio por una alta fiebre, había estado delirando.

Pensando esto, Kira sintió un poco de lástima por Hipólito. Aunque él había intentado darle lacazs, no había hecho nada tan directo como intentar herirla o secuestrarla. Fuera de confundirla con su labia, no había logrado nada, y hasta en esta situación fallida, seguía necesitando usar su lengua. ¿Y todo eso para terminar en una isla lejana al sur, exiliado, atado a un cuarto de sirvienta y sufriendo? El Hipólito que ella conocía siempre había sido elegante y sereno, por lo que ver esa actitud casi infantil le resultaba inquietante.

Sería bueno si alguien le trajera una toalla y agua fría, pero Hatsha, que había ido a buscarla, no volvía. Kira sentía que, incluso sin poder usar sus poderes, podía adivinar sus intenciones. Ella probablemente estaba buscando alargar el tiempo para hacerle una jugarreta al hombre.

El consejo para la sirvienta podría esperar. De todos modos, Kira no podía dejar a alguien que sufría sin hacer nada. Aunque fuera un cazador atrapado.

«Ver a otros sufrir también me hace sentir mal.»

Y un poco de compasión comenzó a surgir en ella. De alguna forma, recordó cuando ella misma había estado en una situación similar.

¿Cómo estaría de saludable un niño atrapado en un cuarto tan pequeño? Ella también había estado enferma varias veces. Algunas veces, con fiebre alta, temblando en su cama hasta que alguien llegaba a ayudarla.

«Cierto. En ese entonces también lloraba buscando a la Gran Sacerdotisa.»

Como no recordaba a sus padres biológicos, nunca pensó en buscar a su mamá o papá. Cuando era pequeña, aunque la castigaran o la golpearan, siempre corría a aferrarse a la Gran Sacerdotisa, o lloraba buscando a su hermano gemelo, que era su único consuelo y amigo...

Al revivir esos recuerdos, Kira recordó un día en que Loxias apareció a su lado despues de usar teletransportación y la tomó de la mano mientras se acostaban juntos.

Entonces, esa imagen se fusionó con el sueño en el que lo había visto antes, y un escalofrío recorrió su cuerpo.

«No pensaré en Loxias. No es momento de distraerme con él.»

Kira sacudió la cabeza con determinación. No era momento de quedarse absorta proyectando su situación sobre ese hombre.

¿No hay algo que pueda hacer ahora? No podía simplemente salir de la habitación y presionar a Hatsha, temiendo que el hombre empeore repentinamente. Miró a su alrededor, pero la habitación tan sencilla no ofrecía ni siquiera un pedazo de tela que pudiera usar como toalla.

¿Qué voy a hacer? En un dilema, Kira observó a Hipólito por un momento.

Su cabello gris empapado en lágrimas y sudor se pegaba en mechones a su rostro. Pensó en al menos arreglar esto, así que extendió la mano. Con cuidado, separó los cabellos, pero parecía que iba a volver a pegarse, así que decidió colocar su mano sobre su frente y apartarlos.

«Está hirviendo.»

Parecía que la fiebre era bastante alta.

Hipólito no dijo nada. No sabía si estaba completamente desmayado y dormido o si aún se encontraba en un estado delirante debido a la fiebre. Como no era médica, a Kira le resultaba difícil distinguirlo. Al reflexionar sobre lo torpe que se sentía en esa situación, le dio algo de vergüenza haberse lanzado a usar sus conocimientos rudimentarios de hierbas. Sin embargo, la verdad era que no había nadie más, aparte de ella, que pudiera ayudar seriamente a este hombre.

«¿Mi mano podrá ayudar?»

Comparado con su frente caliente, la mano de Kira, que tenía temperatura normal, se sentía fría. Colocó su mano sobre su frente mientras apartaba el cabello. El sudor hacía que su piel se sintiera pegajosa. Bueno, eso no importaba, podría limpiarlo después.

Parecía que Hipólito, incluso en su estado de confusión, sintió el frío de su mano, ya que su respiración se calmó visiblemente. Su respiración comenzó a cambiar a un ritmo más suave y regular. Probablemente su cuerpo agotado por la fiebre estaba finalmente descansando.

Kira también soltó un suspiro. Entonces, una duda la invadió.

¿Qué había visto este hombre en su fiebre?

¿Por qué había llamado a su madre?

¿Qué significaba lo de "no hay nadie"?

De repente, una idea brilló en su mente y, sin querer, apretó su mano con más fuerza.

Hace un tiempo, Loxias había entrado en el sueño de Kira cuando ella llegó por primera vez a Atlantis y hablaron. Y justo ahora, él había atraído el sueño de Kira hacia él. En ese sueño, ella había hablado con él y recibido un tímido beso en la mejilla.

Ambos tenían el mismo poder. Aunque el poder de Lokira era mucho más débil e insignificante, tal vez, tal vez...

¿Podría hacer lo mismo con Hipólito?

Tal vez podría entrar en su sueño.

No, ahora estaba completamente convencida de que podía hacerlo. La experiencia de apagar las luces de la ciudad se había convertido en el mayor combustible para su confianza. Las dudas y vacilaciones que aparecieron se disiparon, dejando lugar a una confianza inquebrantable.

«Lo haré. Ya tengo la prueba colgando del cuello.»

Kira apretó con fuerza el regalo de Orión en sus manos. Sintió las irregularidades de la vieja concha y se concentró.

A pesar de que esta era la segunda vez que lo intentaba, no fue tan difícil como la primera. Como el sonido de los tambores que se cuelan durante una interpretación de lirio, las imágenes de un volcán y llamas brillaron ante sus ojos, para luego desvanecerse.

«Entraré en el sueño del príncipe… y leeré sus recuerdos.»

Con esa conclusión, Kira sintió un escalofrío.

Pero, ¿será que está bien? ¿Esto no terminará siendo lo mismo que Loxias hacía a su antojo, actuando sin permiso? Leer el pasado de otra persona sin su consentimiento…

«...Pero este hombre vino a cazarme.»

A medida que el práctico juicio tomó forma, Kira corrigió su sentimiento de culpa.

Sí. Aunque ahora parezca lamentable al estar atado de esta manera, el hecho de que Hipólitos se haya presentado como un cazador de bestias divinas no había cambiado. Lo que decida hacer a partir de ahora depende de Orión, pero si este hombre usa su ingenio para idear otro plan, seguro que se presentarán problemas.

Esto es una caza. Si no apuntaba correctamente, ella sería la atrapada. Y Orion siempre investigaba las condiciones locales durante al menos dos días cuando salía a cazar bestias, decía que necesitaba entender la naturaleza y la personalidad de la presa.

Kira sabía que debía aprender sobre Hipólito para evitar que repitiera una jugada como esta.

Una vez que resolvió sus pensamientos, su decisión se hizo más firme.

Esto era claramente diferente a lo de Orión. En ese momento, Kira era tan ingenua y simple como una tela sin patrón. No tenía ninguna sospecha ni calculaba absolutamente nada. Solo sentía compasión por el extraño ser que había llegado a la playa y quería ayudarlo. En apenas medio año, se había vuelto lo suficientemente compleja como para pensar que debía cuidar a una persona enferma y conocer las debilidades del oponente al mismo tiempo.

—Solo voy a echar un vistazo. Solo un momento, hasta que Hatsha llegue.

Después de prometerse a sí misma, Kira no retiró la mano de la frente de Hipólito y se concentró.

Hipólito, como si hubiera percibido algo sin querer, emitió un leve gemido. Kira, confundida, añadió unas disculpas como si fuera una excusa.

—Príncipe. Lo siento. Pero quiero saber cómo es que el príncipe... terminó llorando.

Eso es cierto. Tal vez, aprovechando esta oportunidad, descubra que él también tenía circunstancias que no podía evitar.

Kira cerró los ojos para despejar su mente de pensamientos innecesarios. El corazón de Hipólito, el mar de temperatura fría, se agitaba de repente debido al calor y dibujaba formas de olas complejas. Aunque la imagen era solo una representación sensorial, Kira se sintió intimidada y le dio miedo saltar a ella.

Pero no podía retroceder ahora.

Kira decidió seguir adelante y saltó al mar verde claro. Pronto, las burbujas de recuerdos comenzaron a subir, envolviéndola por completo.

—¡Ah...!

Traducción: Claire

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