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Después De Mi Muerte Mi Marido Enloqueció Novela capítulo 1

[Traductor: Pryse]

“Diálogos”

‘Pensamientos’

[Recuerdos] *Sonidos*

T/N: (nota de traductor)

Fue un día de un gran y majestuoso funeral. Aunque el clima era terrible, el elegante canto resonó en armonía con la lluvia.

Era un día apropiado para burlarse de la muerte de la duquesa que había traicionado a su marido.

*¡BANG!*

La puerta de la funeraria se rompió con un fuerte choque.

"¡Oh, Dios mío!"

"¿Quién eres tú?"

Era Dehart Inverness, el esposo de la difunta y cabeza de la principal familia ducal en el norte. Con un paso feroz, se hizo camino a través de la multitud hasta el ataúd en el estrado. Un silencio repentino cayó sobre la habitación, y todos se sintieron incómodos, como si no estuvieran preparados a presenciar el desarrollo de la escena.

“¿No dijo que no podía asistir?”

“Qué demonios…”

Los susurros se apagaron rápidamente. Dehart miró al ataúd con su cara pálida de incredulidad.

"...No puede ser".

Su voz sofocada se mezclaba con el aire frío. Sus ojos se abrieron.

"Esto no puede ser real. Tú... de verdad".

Dehart se cubrió la cara con las manos, obligado a reconocer la realidad con la que había luchado tan duro hasta llegar aquí.

La mujer que había amado y odiado toda su vida estaba realmente muerta.

"Sebelia".

Acostada pacíficamente en el ataúd, la cara de su esposa se mantuvo serena. Dehart se arrodilló frente a ella.

"No, no puedo dejar que me dejes así".

Ahora se dió cuenta de que ella sólo se había preocupado por él. Pero Sebelia ya se había ido de su lado. Ella murió en la mansión sin él, sola, retorciéndose de agonía.

"No, Sebelia. No, por favor..."

Ahora, ni siquiera se le concedió la oportunidad de pedir perdón.

El remordimiento lo acabó.

* * *

Volvamos a hace algún tiempo.

Mansión Inverness, Hillend Hall, donde solo el sonido del canto de los pájaros reemplazó al canto ominoso. Allí, Sebelia se quedó en silencio frente al invernadero.

‘Esta mansión es como una densa telaraña’.

Desde hace algún tiempo, Sebelia se había sentido así con respecto a la casa. Al igual que una telaraña, se aferró a ella con fuerza, comiéndosela lentamente de principio a fin.

"Debe haber tomado la dirección equivocada". La voz franca del mayordomo rompió su ensoñación en el momento justo. "Es mejor volver ahora. Si se reúne con el Duque en este estado, sin duda sería un problema".

El mayordomo con gafas miró su reloj mientras hablaba. Es un gesto para volver corriendo.

Qué manera tan insolente de dirigirse a una duquesa. Incluso si levantara la voz, no había nada que pudiera decir sobre ese tipo de comportamiento. Pero Sebelia lo sabía. Ella sabía que no podía hacer eso. Y el que lo había hecho actuar así no era otro que su marido, que pasaba su tiempo acostado en el invernadero.

Ella lo había soportado como una cuestión de rutina. Un matrimonio arreglado con un bastardo que nunca había visto antes. Un matrimonio que su difunto padre arregló arbitrariamente porque quería hacer las paces con uno de sus rivales políticos.

Ella sabía que era una tontería esperar que sintieran algo bueno el uno por el otro, y que debería estar agradecida de no despreciarla abiertamente.

Pero...

‘Aún así, quería amarte’.

Ella quería amar y ser amada, así que ella había hecho ese esfuerzo. Para él, probablemente todo parecía una trampa para la traición.

Con una sonrisa amarga, Sebelia suspiró y enderezó su ropa.

‘Pero eso termina hoy’.

"¿Todavía no se ha ido?" El mayordomo la reprendió con un ceño fruncido. Pero Sebelia lo ignoró y puso su mano en el pomo de la puerta.

"Señora, está en contra de la etiqueta..." Fue el momento en que el mayordomo, como siempre, intentó "asesorarla".

"¿Entonces?" Esta vez, ella respondió. "¿Me vas a enseñar modales?"

"¡Señora!"

El mayordomo la miró con exasperación, luego con ira y luego con sorpresa. Los ojos que se reunían con los de ella eran escalofriantemente blancos y azules. Como los de los muertos.

‘¿Qué?’

Inconscientemente, el mayordomo retrocedió. Sebelia le disparó una mirada seca y entró por la puerta.

“Hoy me gustaría probar uno de los nobles pasatiempos de mi marido". Sebelia declaró con firmeza, mirando al desconcertado mayordomo. "No hay necesidad de esperarme hasta que regrese. Eso será todo".

Con esas palabras, Sebelia entró en el invernadero y cerró la puerta de un portazo.

* * *

"Ah..."

El aire dulce y pesado la envolvió en un instante, dejándola en silencio. Sebelia entró lentamente en el invernadero hacia su marido, que estaba rodeado por el matorral de rosas. Era un hombre guapo con el pelo oscuro y ojos dorados llamativos pero fríos.

"No recuerdo haberte invitado".

*Snip*.Las tijeras de su mano se cerraron con un sonido agudo. Sus oscuros y penetrantes ojos dorados se fijaron en ella, como si fuera una presencia no deseada.

"Sebelia". Los labios delicadamente esculpidos se movieron, llamándola por su nombre. Pero la expresión en su cara no era una sonrisa; era indiferencia.

Era Dehart, el maldito señor de Inverness.

‘Y el marido que me alejó y me odia’.

Sebelia lo miró como si nunca lo volviera a ver.

"Si necesitabas un lugar para descansar, había muchos otros lugares además de aquí..." Un escalofrío corría por su columna vertebral mientras su fría voz se deslizaba más allá de ella como una hoja bien afilada. "No entiendo por qué estás aquí".

Una vez que reunió su ingenio, se topó con la cara de Dehart mirándola fijamente con su habitual cara impasiva y fría.

"Parece que me debes una explicación". Su tono estaba desprovisto de emoción, pero había una amenaza subyacente que exigía su respuesta. Sebelia respiró hondo y procedió.

"He venido aquí para hablar contigo". Las palabras  fueron dichas con su respiración tranquila, y Dehart suspiró. Después de un momento de vacilación, tiró las tijeras sobre la mesa. Un sonido desagradable resonó a través de la habitación.

"Espero que sea algo digno de mi tiempo".

Mientras se quitó los guantes, tirándolos a un lado con una mirada crítica postrada en ella, Sebelia permaneció sin inmutarse.

"Adelante, dímelo", dijo Dehart con un aire arrogante, cepillándose el pelo. Sus ojos agudos escanearon a Sebelia, y pronto surgió una voz retorcida. "No lo alargues como la última vez", advirtió.

Sebelia respondió con una sonrisa burlona. Sin embargo, esta sonrisa no era la habitual llena de resignación y aceptación, sino de pura diversión por la situación.

Al verlo, los ojos de Dehart se abrieron y luego se entrecerraron con una luz irreconocible en sus ojos.

‘¿Qué está pasando con ella?’

Una sensación de inquietud se arrastró por la nuca de su cuello. Normalmente, Sebelia se acercaba persistentemente, incluso si él se alejaba. Sin embargo, hoy fue diferente. Con una sonrisa sutil en sus labios, lo miró con una actitud distante.

Dehart limpió la expresión de su cara y se dió la vuelta con una inexplicable sensación de incomodidad corriendo a través de su cuerpo. No, tal vez es algo más que eso.

Pero ese sentimiento pronto pasó.

Como siempre, el comportamiento espinoso de Dehart la hirió.

"¿Estás aquí de nuevo para extraer información de mí para tu familia?" preguntó. "Si no, ¿por qué más has venido a buscarme?"

Su expresión se mantuvo intacta, pero las palabras que salieron de su boca eran duras y frías.

‘En el pasado, habría suplicado con todas mis fuerzas diciendo que eso no era cierto’.

Y él no le habría creído de todos modos.

Esto sucedió una y otra vez.

Sebelia se tragó un suspiro cansado. Afortunadamente, su corazón se había vuelto demasiado rígido para derramar una sola gota de sangre más. Tal vez por eso se estaba muriendo lentamente.

Con un enfoque renovado, Sebelia abordó el asunto en cuestión. "De hecho, vine a preguntarte si puedes retrasar tu salida solo un día".

"Dios mío, qué sorpresa. ¿Es eso lo que llamas una solicitud?" Dehart se rió inmediatamente con incredulidad.

"¿Hay algún beneficio para tu padre si llego tarde esta vez?" Dehart preguntó mientras jugueteaba casualmente con la pila de rosas sobre la mesa. Los espinosos tallos estuvieron bruscamente al alcance de su mano.

"No se trata de eso", respondió Sebelia con calma, que era bastante diferente a su yo pasado. En lugar de darse por vencida e irse en este punto, ella dio un paso deliberado más cerca de él. "Mañana es nuestro aniversario de bodas".

"......"

"Entiendo si no te acuerdas. No te culpo. Solo quiero que estés conmigo esta vez. Hay algo que quiero decirte—"

Pero Dehart la interrumpió despiadadamente. "Eso solo sería si nuestro matrimonio fuese un día que valiera la pena celebrar". Su expresión era sombría.

“...”

"Ah, supongo que para ti es así…"

Un rayo brilló detrás de los ojos de Dehart mientras la sangre bajaba de su apretado ramo de rosas.

"Se podría decir que has crecido bien, la hija de un simple barón no siempre tiene la oportunidad de casarse con un duque".

La fría mirada de Dehart se mantuvo inquebrantable mientras la miraba fijamente.

Ante su presencia inquebrantable, Sebelia se quedó en silencio.

‘...No has cambiado en absoluto’.

Desde el principio, el matrimonio no había sido una cuestión de consentimiento para ninguno de ellos. Dehart estaba obligado por el tratado acordado por el duque anterior, y Sebelia fue obligada a casarse por su hermana mayor, Nelia. No había amor ni comprensión entre ellos, y fue una unión incómoda. Naturalmente, Dehart la vió como una espina en su camino.

[Soy generoso con la gente que se lo merece.]

Esas fueron las primeras palabras que Sebelia escuchó del hombre del que se enamoró.

[......]

[Espero que no me decepciones, mi señora.]

Sebelia, que en secreto había estado deseando casarse con él, estaba devastada. Sin embargo, no mostró sus verdaderos sentimientos. A pesar de que era un matrimonio político, ella creía que algún día, su corazón se abriría, y con esfuerzo, su relación podría mejorar.

Pero no había un final de cuento de hadas.

‘Fue un comienzo con un final predeterminado’.

Él era un hombre que no tenía intención de amarla nunca, mientras que ella anhelaba tontamente su amor. Una sonrisa amarga se formó en las comisuras de su boca.

Con una repentina claridad en su voz, habló. "Hay algo que he querido preguntarte desde hace un tiempo".

"Es asombroso que todavía tengas más que decir. Verdaderamente sorprendente".

"Si yo fuera Nelia, ¿habrías sido igual?"

Dehart frunció el ceño por la repentina mención de Nelia.

Nelia Wheddon.

Ella era la hermanastra de Sebelia y la que su suegro, el duque de Inverness, originalmente hubiera que se uniera a su familia.

"¿Habrías pasado nuestro aniversario de bodas conmigo si yo fuera mi hermana?" Sebelia se quitó su cabello dorado pálido de su rostro y preguntó con calma, como si ya supiera la respuesta. Su predicción resultó ser correcta.

"No".

La voz de Dehart era tan fría como un viento del norte, afirmando un hecho indiscutible.

"No quiero estar cara a cara con la sangre de Wheddon, si puedo evitarlo lo hago".

Sebelia sintió sus facciones faciales retorciéndose de una manera extraña, sin reír ni llorar, solo una expresión peculiar.

La cara de Dehart se palideció al verlo. Pero Sebelia estaba demasiado abrumada por sus emociones desenfrenadas como para darse cuenta. Respiró hondo, parpadeando con sus ojos mareados.

‘Gracias a Dios’.

Ella no es la única a la que odia.

Cuando salió de su boca las palabras de que odiaba a todos en la familia Wheddon... Fue extrañamente liberador.

¿Es porque sabe que podría morir pronto? Este extraño sentimiento fue lo primero para ella.

"¿Hay algo más que decir?"

Sebelia sonrió a su marido, que la miró con el ceño fruncido. "Me disculpo por tomar de tu tiempo con algo tan poco importante".

Sin esperar su respuesta, ella salió del invernadero y se dirigió de vuelta a su habitación. No escatimó ni una mirada en el mayordomo, que la estaba mirando extrañamente.

La habitación estaba fría y atenuada, con poca luz solar. Sebelia cerró rápidamente la puerta con llave, como si se estuviera sellando dentro.

*Tosido…*

En ese lugar parecido a una prisión, se limpió la sangre de la comisura de la boca.

[Seis meses, como máximo.]

Las palabras del médico que la había examinado en secreto resonaron en sus adentros, y recordó la cara de su marido, inmutable hasta el último segundo al verla.

‘Qué suerte. Incluso si muero, siempre serás igual’.

Con una expresión tranquila, Sebelia cogió la bolsa que guardaba al pie de su cama.

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