Incluso el Villano Tiene Una Historia – Novela Capítulo 53:Han Geon-joo (8)

10 minutos acostado fueron suficientes para que las heridas que le habían rasgado el cuerpo y roto los huesos sanaran por completo. Cuando intentó incorporarse, sintió un dolor punzante. Parecía que la curación de las heridas y la acumulación de dolor en su cuerpo eran cosas distintas.

Se sujetó el cuello, que crujía cada vez que lo giraba, y comenzó a estirarse. Al alzar la vista, se encontró con un acantilado tan alto que le resultaba abrumador. Su risa salió sin querer: la pared de roca era tan inmensa que su cima ni siquiera se veía.

—¿Y ahora cómo subo?

Bajar había sido fácil, pero subir era otra historia. Se preguntó si realmente valía la pena intentarlo, cuando de repente escuchó un sonido extraño.

Era difícil de describir con precisión. Parecía el ruido de algo rascando el suelo, aunque también recordaba el movimiento ágil de algo cortando el agua.

Geon-joo apoyó una mano en la roca y se puso de pie, sacando su espada. No sabía qué era, pero estando en una puerta de grado S, resultaba difícil esperar que algo en ese lugar fuera amigable para alguien de grado B como él.

Gotas de agua resbalaron desde su cabello y cayeron sobre la roca. En medio del leve sonido del goteo, había algo más.

El sonido volvió a escucharse con claridad, y un escalofrío recorrió su espalda.

Sus dedos se crisparon alrededor de la empuñadura de la espada mientras sus ojos se desviaban hacia el arroyo. El agua era relativamente clara, pero lo suficientemente profunda como para no dejar ver su interior.

Geon-joo sintió que lo que emitía el sonido debía de estar en lo más hondo, fuera de su vista. Todo su cuerpo, músculos y nervios, se preparó instintivamente para la inminente batalla.

Sus ojos escudriñaron con precisión cada extremo del arroyo.

El agua estalló con un estruendo cuando una gigantesca columna se elevó desde el fondo.

No, no era una columna de agua.

Era algo enorme, emergiendo desde el abismo y levantando una marea a su paso. La escena evocaba la imagen de un tornado marino. Geon-joo reaccionó de inmediato, retrocediendo con rapidez. En apenas tres pasos, el lugar donde había estado quedó cubierto por una gran cantidad de agua.

Las salpicaduras le alcanzaron el rostro, obligándolo a apartar la mirada por un instante.

Una sombra se proyectó sobre su cabeza.

Era una sombra inmensa y alargada, tan grande que no solo lo cubría a él, sino que se extendía hasta los arbustos que tenía detrás.

Sus piernas se aflojaron por un momento al notar la longitud de la sombra, varias veces mayor que su propio cuerpo. Levantó la vista hasta que su cuello dolió, y entonces vio el rostro de la criatura.

Las escamas azul oscuro, empapadas, relucían con un brillo aceitoso. Subiendo por su piel resbaladiza, encontró un rostro reptiliano adornado con tres o cuatro largos bigotes blancos.

Las pupilas verticales y alargadas le transmitieron una sensación de amenaza estremecedora. Geon-joo sintió un peso opresivo en el pecho al encontrarse con aquella mirada, y sus párpados temblaron ligeramente.

—¿Un dragón de agua?

Parecía tan grande y amenazante como un dragón, pero intentó evaluar con cautela su verdadera identidad. Justo entonces, la criatura sacó la lengua. Tal vez por su enorme tamaño, incluso ese simple movimiento le resultó aterrador.

El sonido familiar salió de su lengua vibrante. Geon-joo se afirmó con fuerza.

Eso no era un dragón.

Era una serpiente.

Una serpiente… descomunal. Un imugi.

Justo cuando llegó a esa conclusión, la criatura se movió, como si la fase de reconocimiento hubiera terminado.

¡Kwagwagwagwa!

La roca no pudo soportar el impacto del monstruo que se abalanzó con todo su peso y se hizo pedazos con un estruendo. Entre las salpicaduras de agua, el imugi apareció, furioso. Geon-joo, sorprendido por el ataque devastador, rodó de lado en el último instante, esquivando por poco la embestida de la criatura.

Rodó tres veces seguidas y, gracias a ello, el ataque del imugi solo golpeó el suelo vacío. Con el polvo en el aire y la visibilidad reducida, Geon-joo tosió y agitó la mano para despejar su campo de visión.

Sentía que estaba gastando toda su vida rodando por el suelo.

Esto no era ningún entrenamiento de artes marciales, y sin embargo, rodaba de un lado a otro sin parar. Era un desastre absoluto.

En cualquier otro momento, jamás habría considerado hacer algo tan indigno como revolcarse en el suelo.

Mientras pensaba eso, se puso de pie al ver que el imugi, sin perder tiempo tras su ataque fallido, se lanzaba de nuevo, esta vez directo con la cabeza. No tenía el lujo de distraerse con pensamientos inútiles. No con su escasa experiencia de combate.

Su pierna vaciló una vez antes de recuperar el equilibrio.

—Sssshhh!

El imugi abrió sus fauces, revelando sus colmillos venenosos. Con solo una mordida, todo habría terminado.

No necesitaba conocimientos especializados para entender cuán letal sería el veneno de un imugi en una puerta de grado S para alguien de grado B como él.

Lo mínimo que podía asegurar era que quedaría paralizado al instante, incapaz incluso de beber una poción para curarse. Y aunque solo fuera por menos de un segundo, en medio del combate, ese breve lapso decidiría la batalla.

Con la alerta grabada en cada fibra de su ser, observó atentamente al imugi que se acercaba rápidamente. Sabía que no podía esquivar de la misma manera tres veces seguidas.

Sus ojos se estrecharon mientras analizaba la trayectoria del ataque. Cualquier espacio en el que pudiera moverse antes del impacto seguía estando dentro del rango del imugi.

Era la peor situación posible.

Mientras su mente trabajaba a toda velocidad, Geon-joo tomó una decisión: en lugar de esquivar, corrió directo hacia la bestia que venía a devorarlo.

¡Kwagagaga!

Tragó saliva al ver a la criatura abalanzarse sobre él a una velocidad feroz.

Cinco metros, tres metros, dos metros. La distancia se acortaba rápidamente.

Cincuenta centímetros, treinta centímetros, veinte centímetros.

Geon-joo, que había estado midiendo el espacio entre ellos, saltó de lado en el último momento.

Medio paso.

Con una precisión absoluta, ni más ni menos, se movió justo medio paso hacia un lado, saliendo del rango en el que la criatura podría asestar un golpe certero. Se había librado del peligro de una muerte instantánea, pero la situación seguía lejos de ser segura.

La ráfaga de viento que provocó la bestia al pasar rozándolo casi lo derribó. Geon-joo se tambaleó, pero con gran esfuerzo logró mantener su agarre en la espada que sostenía y la hundió en las escamas de la criatura.

Tal vez porque era la espada que le había dado Sa-yoon, logró penetrar la defensa del monstruo, incluso siendo de rango S. Solo un pequeño corte, del tamaño de una falange, pero Geon-joo apretó los dientes y la clavó con más fuerza antes de echarse a correr.

Un dolor punzante le recorrió el hombro, como si estuviera a punto de dislocarse, pero consiguió dejar una larga herida en el costado de la bestia. No esperaba alcanzar la cola, pero al menos quería hacerle daño en un tercio de su cuerpo. Se dio cuenta de que era un deseo demasiado ambicioso cuando, sin haber recorrido ni diez metros, salió despedido hacia atrás.

El latigazo de la cola de la bestia lo alcanzó de lleno y lo lanzó por los aires, haciéndole soltar un gruñido ahogado. La humillación lo hizo ruborizarse levemente. Si Sa-yoon hubiera estado allí, sin duda se habría burlado de él durante un año entero después de insultarlo sin piedad.

—Ssshhh…

Tal vez su ataque la había provocado, porque la criatura comenzó a retorcerse frenéticamente de un lado a otro. Su furia era evidente.

Cada vez que se sacudía, rocas se desprendían y el cañón entero temblaba. De repente, la bestia detuvo sus movimientos y bajó la mirada hacia Geon-joo.

El silencio se prolongó.

…creo que acabo de meter la pata.

Su golpe definitivo había fallado. Ahora solo le quedaba enfrentar la ira de una enorme criatura, de rango A o tal vez S. Mientras su boca se entreabría, Geon-joo movía los ojos con rapidez, buscando una ruta de escape.

Goteo, goteo.

Un líquido negro cayó de los colmillos de la bestia y tocó la roca, haciéndola corroer al instante. Al ver cómo solo un par de gotas bastaban para derretir la piedra, Geon-joo golpeó el suelo tres veces, como si quisiera rendirse.

Pero la bestia no tenía la menor intención de aceptar su rendición.

Destruyó rocas y árboles sin la menor vacilación, abalanzándose directamente sobre Geon-joo.

Las gotas de agua salpicaban mientras la enorme boca se abría justo frente a él. Viendo la velocidad con la que se acercaba, sus pupilas temblaron.

—Ssshhh…

¿Qué clase de lugar es este en el que un cañón tiene una criatura así?

En medio de la crisis, un sentimiento de injusticia lo golpeó con fuerza.

Casi muero por culpa de Sa-yoon, y ahora, sin haber descansado, me toca enfrentarme a esta cosa…

Reprimiendo un grito en su mente, Geon-joo concentró toda su atención en sus ojos. Justo antes de que los colmillos lo alcanzaran, impulsó su cuerpo contra el suelo.

Saltó y, con todas sus fuerzas, golpeó la cabeza de la criatura antes de usar el impacto para girar hacia adelante.

Sus pies tocaron primero la superficie. Rodó hacia adelante, apoyando las manos en la lisa frente del monstruo para reincorporarse. Viendo cómo su presa hacía acrobacias encima de su cabeza, la bestia sacudió su cuello violentamente, intentando hacerlo caer.

El cuerpo de Geon-joo tambaleó peligrosamente. A punto de ser arrojado, hundió su espada en las escamas de la criatura para sostenerse.

¡Tup! ¡Tup!

El monstruo sacudía la cabeza y abría sus fauces, tratando de atrapar al menos una de sus piernas. Se retorcía, giraba sobre sí mismo, y el mareo hizo que Geon-joo sintiera que estaba a punto de vomitar. Reuniendo toda su fuerza, apretó los dientes y tensó los brazos.

Sentía que sus bíceps iban a estallar.

Con un esfuerzo sobrehumano, se impulsó hacia arriba como si estuviera haciendo dominadas y consiguió subirse al lomo de la bestia. Recuperó el equilibrio y corrió hacia la cola en busca de una oportunidad.

Desde el principio, nunca pensó que podría cazar una criatura de ese tamaño por sí solo. Su prioridad era sobrevivir, así que corrió desesperadamente hacia la parte trasera del monstruo.

Pero la bestia, que ya había perdido la paciencia, se lanzó tras él con los ojos inyectados en sangre.

—¡Aaaaah!

A partir de ahí, todo se convirtió en una patética persecución.

Cada vez que la bestia se sacudía, Geon-joo rodaba sobre su piel resbaladiza, maldiciendo su destino. Apenas lograba ponerse de pie y volver a correr, esquivando ataques con la espada o golpeando los colmillos venenosos con los pies.

En algunos momentos, sacaba dagas de un solo uso para atacar los ojos de la criatura. Sin ellas, la pelea habría sido imposible de ganar.

Si salía despedido y caía mal, moriría por la caída. Si resbalaba hacia atrás, se convertiría en comida para la bestia.

Decidió que la situación era demasiado peligrosa y se preparó para saltar a otro lugar.

Pero justo cuando su cuerpo quedó suspendido en el aire…

La enorme criatura cerró sus fauces alrededor de su ropa.

—E-Espera un…

—¡Espera un segundo!

Sabía que era inútil hablar con la bestia, pero aun así gritó con todas sus fuerzas, agitando brazos y piernas mientras la criatura lo lanzaba al aire.

Con la boca bien abierta, la bestia aguardaba a que su presa cayera directamente en su garganta.

Maldita sea… Esto es demasiado injusto.

Sinceramente, no sentía que hubiera peleado mal.

Pero había cosas que simplemente no podía compensar con habilidad. Aceptando su destino, cerró los ojos con fuerza y aferró la espada.

Si iba a ser devorado, al menos lucharía hasta el final.

Justo en ese momento, cuando estaba a punto de desaparecer en la boca de la bestia…

Una flecha atravesó su túnica.

Lo que sucedió a continuación desafió toda lógica.

El extremo de la flecha se separó y, como si fueran enredaderas, los hilos de energía recorrieron su ropa y lo sujetaron.

Debido a eso, en lugar de atravesar simplemente la tela y seguir su curso, la flecha lo arrastró con ella.

La flecha se incrustó en un árbol justo cuando la bestia cerró sus fauces.

Ahora, atrapado en el aire como si estuviera ensartado en una lanza, Geon-joo parpadeó, confundido por la repentina situación.

Mientras intentaba comprender lo ocurrido, una voz familiar llegó a sus oídos.

—Te dije que subieras por el acantilado, ¿Y qué estás haciendo, guapo?

Sosteniendo un arco y con una expresión de pura decepción, un hombre lo miraba fijamente.

Traducido por: Valiz

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