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Incluso el Villano Tiene Una Historia – Novela Capítulo 57:Entrenamiento especial (4)

Capítulo de novela - 94 párrafos

—Jadeo... jadeo...

Un sabor metálico llenaba su boca y la garganta le escocía. Geon-joo frunció el ceño, sintiendo que incluso el aire que inhalaba le hería las delicadas membranas internas.

Aunque tenía la respiración en la garganta, no podía detenerse. Sus pies removían el suelo enfangado, sus brazos cortaban el aire denso mientras avanzaba, y sus ojos se movían de un lado a otro buscando una vía para sobrevivir. Mientras su mente evaluaba hacia dónde dar el siguiente paso, su cuerpo no se detenía ni un segundo.

No tenía otra opción.

Porque el momento en que se detuviera sería también el momento en que se encontraría cara a cara con la muerte.

—Haa, haa.

—Grrr, ¡Guau! ¡Guau!

Una manada de lobos perseguía a Geon-joo que corría desesperadamente. Pero no solo eran cuadrúpedos los que lo seguían. Detrás de las decenas de lobos, seis hombres lobo que caminaban erguidos le seguían a paso lento.

No estaban corriendo a toda velocidad.

Solo seguían el ritmo, esperando con calma que los monstruos con forma de lobo —que hacían el papel de sabuesos— anunciaran la victoria con sus aullidos.

Era una cacería a medio gas.

Para los hombres lobo, perseguir a Geon-joo —un cazador de rango B— no era más que una especie de entretenimiento.

Pero eso solo valía hasta que el aroma que envolvía el cuerpo de Geon-joo llegara hasta ellos.

—¡Ese maldito lunático!

Antes de que comenzara el entrenamiento especial, Sa-yoon lo había observado con una sonrisa amable mientras Geon-joo se mostraba inseguro. Lo que sacó de su abrigo fue nada menos que un estimulante que provocaba el celo en los monstruos. Geon-joo lo miró con desconfianza al ver el sospechoso frasco de perfume rosa.

No quería repetir por segunda vez lo que había pasado en el coche, así que le preguntó con suspicacia qué era eso, pero Sa-yoon ni siquiera respondió y simplemente roció el líquido sin dudarlo.

Era casi imposible evitar esas diminutas gotas, así que Geon-joo solo pudo alzar el brazo para evitar que le cayeran en la cara.

Si hubiera sabido con certeza que era un estimulante de celo, se habría quitado la ropa y la habría usado para protegerse, luego la habría tirado lejos.

De haberlo hecho, ahora no estaría corriendo como un loco.

—¡Grrrrrr!

—¡Auuuu, auuu!

Los lobos que lo perseguían babeaban mientras emitían sonidos amenazantes, y de vez en cuando soltaban gemidos como si sufrieran, intentando que su presa dudara. Para no dejarse engañar por esos ruidos, Geon-joo corrió aún más rápido.

Su respiración agitada zumbaba en sus oídos.

El sonido de su jadeo ahogaba los aullidos de los monstruos, y el golpeteo de sus pies al correr le impedía pensar en tonterías. Pero el cuerpo humano tiene límites. Aunque no se había detenido ni un instante, en algún momento las piernas comenzaron a fallarle. Finalmente, Geon-joo tropezó con una raíz que sobresalía del suelo y cayó estrepitosamente.

Su cuerpo rodó bruscamente por el camino de montaña, golpeándose brazos y piernas contra los árboles. Un dolor sordo lo invadió de inmediato, y su piel empezó a arder. Tenía la carne desgarrada, los huesos le dolían... era un caos total.

—¡Guau guau!

Los lobos que le pisaban los talones aprovecharon el momento en que la presa cayó al suelo para lanzarse sobre él.

Geon-joo no tuvo ni un segundo para lamentarse por el dolor. Levantó su espada y respondió al choque de los colmillos que se le venían encima. Pasos. Se oían pisadas. Pero no eran como las de los lobos que corrían a cuatro patas: estas eran más pesadas, distintas.

Un hombre lobo.

Ellos, que probablemente lo observaban todo con una agudeza visual muy superior a la de los lobos normales, se acercaban.

—¿Estás bien, guapo?

Una voz surgió por encima de su cabeza justo cuando sus pupilas se encogían de miedo. Una voz odiosa, animada, totalmente fuera de lugar para la situación, le hizo recuperar el sentido de golpe. Geon-joo apartó su atención de los hombres lobo y volvió a centrarse en los lobos que tenía justo enfrente.

Eran monstruos fuertes, criados por hombres lobo, así que no eran simples lobos. Aun así, estaban por debajo del rango A. Se podía pelear contra ellos. Claro, si no fueran quince rodeándolo.

Pero no podía rendirse.

Sa-yoon, al menos por compasión, estaba liberando una energía asesina desde lo alto que impedía que más de tres lobos se acercaran a él. Eso significaba que tenía que encargarse al menos de esos tres por su cuenta.

—¡Grrr, guau! ¡Grrrr!

Chasquidos.

Uno de los lobos, cegado por el celo, rozaba desesperadamente la hoja de la espada con sus colmillos, tratando de morder a su presa. Geon-joo, al ver cómo la saliva del monstruo chorreaba y caía sobre su rostro, frunció el ceño, alzó su pie dolorido —como si estuviera fracturado— y pateó al monstruo.

—¡Aullido, gemido!

Fue el lobo quien recibió la patada, pero el que soltó un gemido fue Geon-joo. El dolor que le subió por el tobillo le arrancó un gesto de sufrimiento mientras inhalaba con fuerza. No había tiempo para descansar. Dos lobos ocuparon inmediatamente el espacio del que había sido lanzado. Uno se le subió al abdomen y el otro comenzó a desgarrarle la ropa desde atrás.

Por un momento, pensó que qué suerte que al menos Sa-yoon hubiera usado un excitante y no un estimulante del apetito. Si hubiera sido eso, los lobos no lo estarían atacando directamente a él, sino que habrían comenzado a destrozar todo lo que tuvieran a la vista.

Qué ironía tener que considerar eso como una bendición.

Pensando que su situación era una mierda, Geon-joo soltó un gruñido, lanzó un golpe con la mano derecha a la cara de un lobo y pateó con la izquierda el abdomen de otro. El impacto simultáneo los hizo retroceder un instante, y Geon-joo aprovechó para girar sobre sí mismo y ponerse de pie.

Cuando apoyó los pies en el suelo, una sensación de entumecimiento le recorrió las piernas y trastabilló. Fue entonces cuando Sa-yoon, que aún no tenía intención de intervenir, entrecerró los ojos al notar la gravedad de la herida.

Desde el inicio, su idea no era ayudar, pero si Geon-joo ya estaba lesionado, el entrenamiento podía verse comprometido. Sa-yoon bajó la mirada para comprobar la posición de los seis licántropos. Al ver que Geon-joo, mientras cojeaba, volvía a ser derribado por un lobo, notó que los hombres lobo comenzaban a tensar los muslos, preparándose para acabar con el juego.

Cuando los muslos llenos de músculo comenzaron a endurecerse, Sa-yoon, flotando en el aire gracias a su técnica de caminar por el cielo, desató su energía helada.

—¡Khck, khck!

Un repentino escalofrío envolvió a los lobos. La sensación de una fuerza invisible agarrándoles del cuello y tirando hacia atrás los hizo agitar los brazos con desesperación. Sa-yoon, ignorando los gemidos lastimeros, comprobó la figura de Geon-joo escapando otra vez de sus perseguidores.

—Vayan después. Nuestra preciosura no se siente bien.

Será que con los años uno cambia... porque con él, siempre se le ablanda el corazón. Qué desastre.

Esta vez pensaba apretarle un poco más, rodearlo de enemigos para que aprendiera por sí mismo cómo reaccionar... pero al verlo cojear, no le dio el corazón para soltar también a los hombres lobo.

Ojalá se curara pronto.

Le había dado suficientes pociones antes de comenzar el entrenamiento. Si bien podía paralizar todos los monstruos para darle tiempo de curarse, eso no contribuiría a desarrollar su instinto de supervivencia.

Geon-joo tenía que liberarse por sí solo, encontrar una zona segura y curarse. Solo así, cuando esto volviera a pasar, podría reaccionar sin perder la cabeza.

No podía estar a su lado para siempre, así que este tipo de entrenamientos, intensos pero seguros, eran imprescindibles.

—A ver si entiende que la experiencia no se compra ni con dinero.

Muchos matarían por una oportunidad así.

Bueno, tal vez no literalmente, pero los cazadores de bajo rango querían desesperadamente ganar experiencia. Incluso si no llegaban a envidiarlo al punto de rabiar, seguramente pensarían que a ellos también les gustaría intentarlo alguna vez.

Tenía a un cazador de alto rango moderando los riesgos, y bajo su protección estaba ganando experiencia real.

Pensando que solo saliendo al campo entendería el verdadero valor de todo esto, vio a Geon-joo clavarle la espada en el hocico a un lobo que lo perseguía con obsesión.

Había aprovechado el hecho de que los lobos dependían más del olfato que de la vista.

—Has mejorado.

Antes, su prioridad era escapar, así que los ataques que hacía no pasaban de ser distracciones. Pero ahora, podía considerar tanto la huida como el contraataque al mismo tiempo.

Cuando vio que Geon-joo ya se había alejado lo suficiente, Sa-yoon liberó al resto de los lobos que mantenía contenidos con su sed de sangre. Con una distancia de más de tres kilómetros, era tiempo suficiente para que encontrara un refugio.

Los lobos liberados no eran más que un estímulo para que Geon-joo se esforzara aún más en encontrar su zona segura.

Al ser liberados, los hombres lobo empezaron a aullar como pidiendo también su turno. Uno comenzó a hacerlo y los demás lo imitaron.

—¡Auuuuuuuu!

Finalmente, soltaron un gran aullido, y Sa-yoon frunció el ceño.

—¿Qué tanto alborotan? ¿Fueron ustedes los que olieron el excitante o qué?

Con tono frío, Sa-yoon afinó aún más su energía helada. Creak, creak. Los hocicos de los licántropos comenzaron a congelarse, y enseguida todo el morro quedó cubierto por una gruesa capa de hielo. Solo cuando se aseguró de que el silencio reinaba de nuevo, expandió tranquilamente su percepción para rastrear a Geon-joo.

Haa, haa, hick.

Sus jadeos venían mezclados con quejidos. Parecía que había encontrado una zona segura y estaba curándose.

¿Habría contado como una huida perfecta?

El objetivo de este entrenamiento era alcanzar al menos tres huidas exitosas.

Con cierta expectativa, Sa-yoon abrió la ventana de logros, pero, contrario a lo que esperaba, la cuenta de huidas perfectas seguía en cero. Extrañado, fue volando a rastrear a Geon-joo.

Justo cuando pensaba que algo había salido mal...

—¡Huff, huff!

Escuchó a un lobo jadear y a Geon-joo maldecir.

—¡Maldito bastardo!

No sabía si iba dirigido a él o al lobo. Se acercó hasta que Geon-joo entró en su campo de visión y lo encontró forcejeando debajo de un lobo entre los arbustos.

¡Thud! ¡Thud!

Geon-joo golpeaba al lobo con fiereza, y aunque su espada se clavó en el cuello del animal, este, poseído por la locura, lo atacó como si no sintiera el dolor.

—Ese está completamente jodido.

Era un efecto secundario del excitante.

Había inhalado demasiado aroma y había perdido completamente el juicio. Sa-yoon chasqueó la lengua y comprobó el estado de Geon-joo. Su pierna, que antes estaba rota, parecía ya curada. Si ya se había recuperado y mantenía el brillo en los ojos, valía la pena dejarlo actuar por sí mismo un poco más.

Pero entonces, una lengua húmeda y resbaladiza le lamió la cara a Geon-joo. Su cuerpo se puso rígido como una tabla.

—¡Kyeng!

Uno de los licántropos que había sido arrastrado por la energía de Sa-yoon gimió tan fuerte que parecía estar ahogándose dentro de su bozal. Sa-yoon entrecerró los ojos y miró hacia abajo.

—Ese perro de mierda...

¿Quién le dio permiso de andar lamiendo lo que no es suyo?

Traducido por: Valiz

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