Incluso el Villano Tiene Una Historia – Novela Capítulo 69:Inferior (8)

Capítulo 69

Inferior (8)

Apenas me había ausentado unas tres horas, pero en ese tiempo, había ido bastante lejos.

Seguí los rastros de Geon-joo adentrándome en el bosque, y a unos 300 metros vi huellas superpuestas en todas direcciones. Eran señales de que alguien había estado huyendo de algo a toda prisa. Contuve la respiración, pensando si acaso los pasos apresurados que había oído antes eran por esto.

Parecía que había regresado por un camino que ya había recorrido, pues había huellas largas tanto a la izquierda como a la derecha. Del camino de la derecha, apenas se percibía el aroma del inductor del sueño que le había rociado a Geon-joo. Había pasado bastante tiempo desde que lo había esparcido, pero aún quedaba el olor. Tuve suerte.

Seguí el aroma y las huellas hasta que me topé con una zona densamente cubierta de matorrales. De distintos tamaños y densamente agrupados, parecía un lugar perfecto para ocultarse. Volví a inhalar profundamente, y entre el olor a monstruo, el aroma de las plantas y el veneno, se distinguía tenuemente el floral y característico aroma del somnífero. Como casi no florecían flores en el campo, solo podía haber una fuente para ese olor.

Sa-yoon, sin sacar la daga de la vaina, la usó para apartar los matorrales.

Con un leve sonido de corte, las hojas cayeron al suelo. Después de caminar unos cinco minutos más, distinguió una silueta encogida entre los arbustos. No hacía falta comprobar quién era; con solo verla, era evidente que era Geon-joo.

No había muchas personas con una figura como esa.

—¿Qué haces ahí, Han Geon-joo?

Como no respondió, lo llamó por su nombre. Entonces, la persona encogida entre los arbustos se hizo aún más pequeña, como si fuera un bicho bolita. Ante ese intento de esconderse, Sa-yoon se acercó más a él.

—Te pregunté qué estás haciendo ahí.

—¿No piensas contestar?

La espada de Sa-yoon cortó amenazante los arbustos. Las hojas que cubrían el cuerpo de Geon-joo cayeron por completo. Donde ya no había más vegetación, apareció un hombre con la cabeza girada hacia otro lado. Geon-joo escondía su rostro entre las rodillas.

—Han Geon-joo.

Sa-yoon se arrodilló frente a él con una rodilla en el suelo y apoyó un brazo sobre la rodilla levantada mientras lo llamaba. Geon-joo se estremeció al oír la voz, pero no levantó la cabeza.

Chasqueando la lengua, Sa-yoon le agarró el cabello.

—¿Quieres que te levante la cara yo, o lo vas a hacer tú solo?

No tenía intención de seguir tolerando su terquedad. Ya había aguantado bastante sus silencios en el castillo durante esas tres horas. Enredó los dedos entre su cabello negro y lo sujetó con fuerza. Geon-joo no respondió. Solo cuando Sa-yoon volvió a decir su nombre con voz fría, el otro hombre entendió que no estaba bromeando y, a regañadientes, alzó la cabeza.

Geon-joo desvió la mirada, evitando el contacto visual, pero finalmente miró a Sa-yoon. Al comprobar por fin lo que tanto temía, Sa-yoon abrió los ojos con fuerza y, sin darse cuenta, le sujetó la mejilla.

—¿Lloraste?

—…suéltame.

Cuando le preguntó sujetándole la mejilla, Geon-joo respondió en voz baja e intentó apartar su mano. Sa-yoon le sostuvo la cara con firmeza, frunciendo el ceño y repitió la pregunta.

—Te dije que vigilaras el castillo, ¿Y tú qué hiciste solo? ¿Qué te pasó para que terminaras aquí, llorando como un niño?

Se sentía sofocado. Tenía los ojos rojos y, sobre todo, aún húmedos. Su rostro era, sin lugar a dudas, el de alguien que acababa de llorar.

—…no lloré.

—Tienes la misma cara que cuando te caíste al agua. ¿Cómo que no lloraste? ¿Quieres que te empuje otra vez para ver si me equivoco?

Solo había hecho llorar una vez a su bonito, y pensar que otro lo había hecho lo llenaba de rabia. Si insistía en esa tonta negación una vez más, realmente pensaba tirarlo al agua y hablar después. El carácter de Han Geon-joo era como el papel: con una sola vez bastaría para hacerle efecto.

Quizás Geon-joo percibió la determinación de Sa-yoon, porque al fin bajó la mirada, calmando su tensión. Miró de reojo la palma de la mano de Sa-yoon y luego fijó la vista en el suelo. Movió los labios varias veces, pero no dijo nada. Sa-yoon, impaciente, tuvo que contenerse para no agarrarlo del cuello y exigirle que hablara de una vez.

Abrió la boca y tragó las palabras tres veces.

Volvió a abrirla y la cerró sin decir nada otras cuatro veces antes de que, por fin, Geon-joo comenzara a hablar.

—…me la quitaron.

—¿Qué cosa?

—…la base.

Desde que vio las huellas, ya lo sospechaba. Como Sa-yoon se mantuvo en silencio, Geon-joo, sin levantar la cabeza, apretó los labios con fuerza. Al punto de hacerse sangrar, así que Sa-yoon puso sus dedos en sus labios para impedirlo.

Geon-joo no apartó la mano ni intentó morderla. Permaneció en silencio mucho rato. En cierto momento, sus hombros empezaron a temblar levemente.

—¿...por qué me trajiste aquí?

Porque era un lugar donde podía mejorar rápido.

—Parece que no sirve de nada, ¿Por qué me trajiste?

No lo traje para que me ayudara.

—Siempre me doy cuenta de lo mucho que nos diferenciamos y siento que solo te estoy causando problemas. Ni siquiera fui de ayuda durante el ataque de los Wavies.

—Ahora que hasta perdí la base, parezco un inútil.

Entre las palabras que dejaba escapar de forma cortante, se colaba una tristeza inesperada. Sa-yoon, incapaz de imaginar un giro así, se quedó sin palabras y miró a Geon-joo. Pensó en varias formas de rebatir lo que estaba diciendo, pero ninguna le pareció apropiada para decir en voz alta, así que solo escuchó.

Geon-joo recitaba en voz baja sus propias debilidades, dejando escapar una sonrisa de burla dirigida a sí mismo. Era una risa impregnada de repulsión hacia él mismo. Sa-yoon, sin saber cómo consolarlo, cayó en un silencio momentáneo.

Nunca había conocido a alguien así.

Entre los miembros de su gremio que habían ido al campo con él, no había ninguno que no fuera consciente de su nivel de poder.

Pero los miembros del gremio Bamjwi estaban tan locos o al borde de estarlo, que ninguno se culpaba a sí mismo por su falta de fuerza.

Como suele pasar con quienes no son suficientes, los del gremio Bamjwi solían culpar a los demás o al tiempo. A veces presumían diciendo que si hubieran despertado como cazadores diez años antes, podrían aplastar a un dragón con una mano. Así conservaban su orgullo. Nadie, como Geon-joo, se hundía en el suelo como si cavara una tumba, atormentándose con preguntas como por qué solo podía hacer esto, por qué todavía estaba en ese nivel, por qué lo habían traído al campo si no servía para nada.

Ya de por sí Geon-joo era más difícil de manejar que otros para Sa-yoon, y al ver este lado de él, no sabía cómo tratarlo.

Tenía agallas, y parecía ser un tipo obstinado, pero en el fondo resultaba ser alguien sensible, o algo así.

Lo único seguro era que tenía la mentalidad frágil.

Si lo tiraran en una isla desierta, sobreviviría de alguna forma, pero volvería con el alma hecha pedazos. Mientras pensaba en eso, se escuchó un llanto apagado desde algún lugar.

Los hombros encorvados de Geon-joo comenzaron a temblar.

—De verdad, mierda…

Se había hundido tanto en el suelo que parecía que iba a cavar una cueva, y de pronto empezó a llorar, soltando maldiciones, como si hubiera llegado a una conclusión. Sorprendido, Sa-yoon tomó su rostro para obligarlo a mirarlo a los ojos. Le secó las lágrimas con los dedos y le preguntó por qué lloraba, a lo que el precioso chico, con los ojos llenos de lágrimas, le respondió con enojo.

Le gritó que cómo podía no saberlo, que había perdido la base de forma patética. Su voz estaba llena de rabia e impotencia. Los ojos de Sa-yoon brillaron por un instante. Pensó que nunca habría un momento más sincero que este, cuando las emociones de Geon-joo habían superado su razón, así que, a diferencia del otro que lloraba, le preguntó con calma.

Le preguntó qué había pasado, cómo había terminado escapando hasta allí, y Geon-joo respondió entre lágrimas, con voz dolida, contándole todo.

Dijo que unos treinta minutos después de que Sa-yoon se marchara, apareció alguien que decía estar herido en la pierna y se acercó al castillo. Cuando miró por la rendija de la puerta, vio a un hombre tirado en el suelo, cubierto de sangre y sujetándose la pierna sobre un agujero trampa lleno con cadáveres de monstruos. A su lado, una mujer lloraba.

Decían que habían llegado con gran dificultad hasta allí, y suplicaban que los ayudaran si había alguien. ¿Cómo podría rechazar su precioso chico, que aún conservaba un poco de altruismo, una petición así?

Dijeron que eran pareja, que iban a soltar sus armas, y dejaron las armas en el suelo antes de arrodillarse y pedir ayuda. Así que no tuvo más remedio que abrir la puerta. Lo que vino después era obvio.

—Volaron flechas, y los compañeros del que fingía estar herido aparecieron y te atacaron, ¿Verdad?

—¿...cómo lo sabes?

Geon-joo, que contaba con rabia rechinando los dientes, abrió los ojos de par en par. Cuando preguntó si Sa-yoon había estado observando todo desde cerca, este respondió con una risa irónica y negó, mientras apretaba un poco más la mano con la que le sujetaba la mejilla.

—También me pasó una vez, por eso lo sé.

Primero apelan a la compasión para hacerte bajar la guardia, y si estás solo, te aplastan con el número.

Esa era la táctica principal de los humanos que vivían en el campo, en este mundo arruinado.

Cuando Sa-yoon cayó por primera vez en el campo, también fue víctima de una táctica similar. Era joven, y no sabía hasta qué punto podía ser ruin una persona, así que cayó fácilmente.

Pensó que Geon-joo debía haber pasado por lo mismo, y le dio una palmada en el hombro. El otro, tras un breve silencio, murmuró un pequeño "lo siento".

—¿Por qué?

—…me dijiste que lo protegiera, y lo perdí.

—No importa. De hecho, salió mejor así.

—¿...eh?

Geon-joo levantó la cabeza, incrédulo por lo inesperado de las palabras. Por fin, sus ojos se cruzaron completamente con los de Sa-yoon, quien sonrió levantando ligeramente las comisuras de los labios.

—De todos modos, íbamos a tener que asaltar la base en algún momento, y si ellos se adelantaron, mejor para nosotros.

—¿Asaltar la base? ¿Eso no era uno de los requisitos para completar la misión?

—Sí. Desde el momento en que escapaste del castillo para salvarte, la propiedad de la base pasó a manos del grupo que invadió. Si la recuperamos, se cumple el requisito del asalto. ¿No te parece divertido, precioso?

Sa-yoon lo dijo en voz baja, mirando a Geon-joo, que ya había dejado de llorar. Parpadeaba, con apenas un poco de humedad en los ojos.

Sa-yoon lo soltó y miró fijamente el castillo a lo lejos.

No hacía falta comprobar quién era más fuerte entre un humano que vivía en un mundo destruido y alguien con la misión de destruirlo.

Las tácticas sucias y crueles eran su especialidad.

Sa-yoon, seguro de que no perdería en una competencia de bajeza humana, ayudó a Geon-joo a levantarse y habló.

—Vamos, precioso.

Vamos a hacer pedazos a los que te lastimaron.

Hablando como un pandillero de barrio bajo, Sa-yoon cargó con Geon-joo, que lo miraba con desconfianza. Pero sin importarle, lo levantó en brazos y voló directo hacia la base que les habían arrebatado.

Traducido por: Valiz

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