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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 100

Capítulo de novela - 74 párrafos

Me reí con asombro. Le pedí que repitiera en un estado de perplejidad, pero antes de que pudiera terminar, alguien más dio un paso adelante.

—¿Qué acabas de decir?

Era mi hermano. Su rostro se parecía al mío, pero resultaba aterrador cuando fruncía el ceño. Era un guerrero endurecido por las batallas en la frontera, y el ambiente a su alrededor cambió instantáneamente al enfurecerse.

—Su Majestad…

Rashta dio un paso atrás con vacilación, sorprendida por el aura de Koshar. Cuando mi hermano se le acercó de manera amenazante, ella retrocedió aún más tambaleándose.

Cayó de espaldas, y su mano salió disparada para envolver su vientre de manera protectora. Me acerqué rápidamente a mi hermano y tomé su manga.

—Detente.

Casi al mismo tiempo, el Marqués Farang sujetó a Koshar por el brazo y lo jaló.

—Déjalo. No te metas.

En ese momento, Rashta alzó la vista con una expresión de miedo y lanzó un agudo grito.

—¡Aaaaah! ¡Mi estómago!

Se arrastró por el suelo con una expresión de agonía.

—¿Por qué finges estar herida?

Koshar parecía a punto de explotar. Rashta seguía sosteniéndose el vientre, y al ver la escena, sentí cómo mi corazón caía al suelo y el frío me recorría todo el cuerpo.

Una multitud empezó a reunirse mientras el Marqués Farang intentaba apartar a mi hermano.

—¡Me duele el estómago! ¡Aaaaah, me duele el estómago!

Rashta continuó gritando. Algunos de los presentes conocían la fama de mi hermano. Unos cuantos corrieron hacia el palacio central en busca de ayuda, mientras otros se acercaban a Rashta para examinar su estado. Los guardias, junto con el Marqués Farang, intentaban contener la furia de mi hermano.

—¡Tú! ¡Te atreves a decir que Navier es infértil y pretendes que críe a tus hijos! ¡Te arrancaré la lengua!

Koshar siguió gritando incluso mientras lo empujaban hacia atrás.

Los ojos de Rashta temblaban de miedo. Era cierto que había dicho esas palabras, pero era difícil refutarlo cuando él le gritaba así, por lo que no respondió. Koshar jadeaba, y finalmente los guardias y el Marqués Farang lograron llevárselo.

Rashta me miró y sollozó lastimosamente. Noté que su frente estaba cubierta de un sudor frío, así que no debía estar fingiendo una enfermedad.

Parecía estar moviendo los labios, como si pidiera ayuda. No sabía qué esperaba de mí. Pronto vendrían los consejeros. Había muchos funcionarios alrededor, y guardias que podían ayudarla o llevarla. No había nada que yo pudiera hacer por ella.

La observé un momento más, luego me di la vuelta y fui a buscar a mi hermano.

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—¿Está Rashta bien?

El médico del palacio examinaba a Rashta con una expresión seria, y Sovieshu no podía evitar mostrarse impaciente. Rashta miró al doctor con lágrimas en los ojos.

—El bebé. ¿Está bien el bebé?

Sovieshu chasqueó la lengua con frustración.

—¿Hay algo malo con el bebé?

—El bebé es lo más importante para Rashta.

—Tú eres más importante que un bebé que aún no ha nacido.

—Pero Rashta…

—Basta. No te alteres.

Le secó el sudor frío de la frente con una toalla y miró al doctor, dándole una señal para que respondiera rápido. El médico dio un paso atrás y respondió con tono sombrío.

—La señorita Rashta necesita estabilizarse, Su Majestad.

—¿Está diciendo que está herida?

Replicó Sovieshu con brusquedad.

—No es eso.

El médico juntó las manos como si se disculpara.

—Hay que tener mucho cuidado en las primeras etapas del embarazo, y ella no es físicamente fuerte. Eviten situaciones como esta en el futuro o podría tener un aborto espontáneo.

Tan pronto como el médico se retiró, Sovieshu pateó el sofá con enojo. Las mejillas de Rashta estaban surcadas por lágrimas mientras se aferraba a su manta. Sovieshu cerró los ojos y respiró hondo antes de hablar con calma.

—Rashta. Cuida tus palabras frente a Koshar. Es un hombre de temperamento violento. Le pondré una orden de restricción, pero no sé qué hará cuando no lo esté vigilando.

Rashta lo miró sorprendida.

—¿Cuidar mis palabras?

—Escuché de otras personas que hablaste mal de la Emperatriz, específicamente sobre su infertilidad.

—¡A-ah no, Su Majestad!

Sacudió la cabeza con vehemencia, pero recordó cómo Koshar la había acusado a gritos frente a la multitud. Había tantos testigos y Sovieshu no parecía creerle. Se le hizo un nudo en la garganta.

—No es verdad…

Debió haber refutado las palabras de Koshar en ese momento, pero el dolor en su estómago era tan fuerte que no pudo explicarse. Ahora estaba claro que la gente creyó las palabras de Koshar al instante. Le parecía tremendamente injusto, pero en lugar de negarlo, rompió a llorar.

—¡La Emperatriz primero le dijo a Rashta que no valía nada!

Sin embargo, Sovieshu defendió inesperadamente a Navier.

—La Emperatriz es alguien que cuida su imagen al extremo.

Rashta se sonrojó ante la respuesta. En lugar de ponerse de su lado, Sovieshu había creído en Navier. Un sentimiento de inquietud se apoderó de ella. A este paso, parecía haber caído por su propia cuenta tras insultar a la Emperatriz.

Pensó: Es cierto que caí por mí misma. Pero si alguien tan aterrador se acerca a ti, no puedes evitar sorprenderte y caer.

Mordió su labio inferior. ¿Era por el estrés? Su vientre empezaba a dolerle otra vez.

El recuerdo del dolor de hace unas horas y la fría mirada de la Emperatriz volvieron a su mente. La Emperatriz la había mirado desde arriba cuando le pedía ayuda…

Sovieshu intentó calmarla, pero ella aún no podía hablar. Se sentía miserable. No era un perro que olvidara la ira después de ser regañado. ¿Y si Sovieshu llegaba a pensar que era una mujer mala y la abandonaba? La posición de concubina no era segura, y podía ser expulsada o ignorada si Sovieshu dejaba de amarla.

Como las concubinas de los emperadores anteriores.

¿Qué pasaría si la expulsaban del Palacio Imperial? ¿Cuánto dinero le daría Sovieshu para mantener a su bebé? O peor aún, ¿Le arrebatarían a su hijo y la echarían a ella?

Eso no era lo único que la preocupaba. El hermano de la Emperatriz o el Vizconde Roteschu podrían buscarla y matarla.

El corazón de Rashta se enfrió. Ya había sido abandonada, le habían robado a su bebé y casi había muerto. No quería volver a pasar por lo mismo.

No de esta manera.

La Emperatriz podía ser una figura digna, pero era despiadada. Su hermano era violento y grosero. Los nobles la trataban como una curiosidad encantadora, pero fácilmente le darían la espalda. Y aunque amaba a Sovieshu, no podía confiar y depender solo de él. Rashta pronto comprendió que solo ella podía protegerse a sí misma y a su bebé.

Cuando terminó de reflexionar, habló en voz baja.

—Rashta no dijo nada sobre infertilidad a la Emperatriz. Incluso si sus palabras fueron malinterpretadas… Rashta lleva al bebé del Emperador. No merece ser empujada.

Sovieshu frunció el ceño.

—¿Koshar te empujó?

—Sí. No fue un empujón fuerte, pero me empujó.

La mirada de Sovieshu se volvió gélida.

—Ese hombre…

Traducido por: Valiz

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