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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 103

Capítulo de novela - 78 párrafos

—Desearía que fuera la reina. No es fácil cuando McKenna está tratando de apresurarlo. Qué maravilloso sería ser la Reina del Reino Occidental…

La cabeza del pájaro azul se inclinó mientras observaba la carta del Príncipe Heinley, luego de repente extendió sus alas y tembló. Pensé que debía estar herido, pero al mirarlo más detenidamente, parecía... enfadado, en realidad. Por supuesto, no era evidente porque tenía cara de pájaro, pero al menos así me lo pareció.

—¿Estás bien?

Lo miré con atención, y el pájaro plegó sus alas y de repente se quedó muy quieto.

—Ser Reina es grandioso, pero tú también eres increíble.

—Es casi como si fueras una persona.

—El Príncipe Heinley tiene pájaros muy inteligentes.

Ah, espera. Ya no es Príncipe. Sin embargo, me resultaba extraño llamarlo ahora Rey Heinley.

Toqué el pico del pájaro con mi dedo, pero este saltó hacia atrás, alejándose de mi contacto.

Es inteligente, pero ciertamente es diferente a Queen.

—No te tocaré.

Después de sonreír y disculparme con el pájaro, volví a la carta.

—El día de la coronación no está lejos. Habrá una delegación del Imperio Oriental. ¿Vendrá como delegada principal?

El día de la coronación...

Revisé la fecha de la carta y miré el calendario. No había eventos importantes durante ese período, y era costumbre que los miembros de la Familia Imperial asistieran a las coronaciones de todos modos. Sin embargo, no quería prometer mi asistencia y luego no poder ir por circunstancias imprevistas.

—Revisaré mi agenda.

Escribí una respuesta ambigua y la até a la pata del pájaro.

—Por favor, entrégasela a él.

Instintivamente levanté la mano para acariciarlo como hacía con Queen, pero el pájaro azul volvió a esquivarme. Avergonzada, dejé caer mi mano, y el pájaro aleteó varias veces antes de salir por la ventana. Lo observé hasta que desapareció de mi vista.

¿Cómo sería intercambiar cartas con Heinley otra vez después de tanto tiempo? Los eventos de los últimos meses se me vinieron a la mente como un sueño borroso. No había pasado mucho desde la llegada de Rashta, pero en aquel entonces mis amigos estaban cerca...

Una ráfaga de viento frío sopló, y estaba a punto de cerrar la ventana cuando de repente me interrumpieron.

—¡Su Majestad!

Hubo un alboroto en el salón y escuché que llamaban mi nombre. Tras señalar que podían entrar, la Condesa Eliza y las damas de compañía irrumpieron en la habitación. Todas tenían los ojos encendidos.

—¿Ha sucedido algo?

Las miré desconcertada, y Laura hinchó las fosas nasales.

—¡Alguien puso drogas abortivas en la comida de Rashta!

—¿La señorita Rashta? ¿Están seguras?

—¡Sí! Escuché que el Emperador lo reconoció.

No tenía idea de cómo lo había hecho, pero si era cierto, no era de extrañar que las damas vinieran corriendo. El palacio oriental estaría aún más revuelto.

—¿La señorita Rashta ingirió algo de la droga?

No parecía ser el caso, pero aun así...

—Se descubrió a tiempo esta vez.

Las palabras de la Condesa Eliza parecían significativas.

—¿"Esta vez"?

—El Emperador llamó al médico del palacio, y dijo que la señorita Rashta ya había consumido una pequeña cantidad varias veces antes.

¿Quién había hecho esto? Pensándolo bien, me di cuenta de que no había hecho la pregunta más importante aún.

—¿La señorita Rashta y el bebé están a salvo?

—La droga en sí hace poco daño a la madre, así que Rashta está bien.

—¿Y el bebé?

De repente, se me ocurrió que quien había envenenado a Rashta debía de ser alguien cercano a mí. ¿Quién más se beneficiaría de matar a su bebé?

—Supongo que está débil, pero sigue con vida.

Me preocupaba que Sovieshu pensara: Si el bebé desaparece, ¿Qué ganaría la Emperatriz? Recordé todas las veces que Sovieshu me había convocado siempre que había alguna leve ofensa contra Rashta. No había indicios de que esta vez fuera diferente.

—Su Majestad, ¿Le preparo una taza de té caliente?

—Estoy bien. Solo quiero estar sola…

Después de que la Condesa Eliza y las damas de compañía abandonaron la habitación, me prometí a mí misma que no me sentiría herida si Sovieshu me llamaba de nuevo.

Pero Sovieshu y yo no hablamos.

No hasta el día en que compartimos una comida.

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Sovieshu no me informó si no quería comer, si no quería verme o si estaba demasiado ocupado ese día, así que crucé al palacio oriental a la hora de la cena.

—Informe al Emperador que estoy aquí.

Le di mis instrucciones al sirviente en la puerta de la habitación de Sovieshu, y este entró rápidamente.

Sin embargo, cuando salió, su expresión era sombría. ¿Qué estaba pasando allí dentro? El sirviente se acercó a mí y habló.

—Su... Su Majestad. Su Majestad dijo que... bueno, no dijo nada.

El sirviente parecía incómodo, y levanté las cejas.

—¿No dijo nada?

El sirviente me miró casi como si lo lamentara. No alteró sus palabras, así que debía ser cierto.

—Vuelva a entrar y dígaselo una vez más.

Repetí mi orden y el sirviente volvió a entrar. Después de unos momentos, salió de nuevo.

—El Emperador sigue sin decir nada.

Parecía a punto de llorar, y los caballeros apostados en la puerta se miraron entre sí. Entrecerré los ojos hacia la puerta de Sovieshu. De algún modo, había estado bajo la ilusión de que no me culpaba por esto.

Pero ya lo hacía.

En lugar de discutir conmigo, esta vez me condenaba con su silencio.

Un suspiro escapó de mis labios. ¿Por qué siempre me culpaba de todo lo relacionado con Rashta?

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—Culpo a la Emperatriz.

El secretario jefe, el marqués Karl, apretó el asa de su taza de café, sorprendido. Solo estaba aquí para discutir el asunto de la coronación del Rey Occidental, pero de algún modo la guerra psicológica entre el Emperador y la Emperatriz estalló de nuevo. Lo ideal sería hacerlo cara a cara, pero Sovieshu no permitiría que la Emperatriz fuera enviada a su habitación…

—El Marqués Farang compró las drogas abortivas, pero eso no necesariamente significa que esté relacionado con la Emperatriz…

—El Marqués Farang es el mejor amigo de Koshar, y Koshar es un hombre de temperamento caliente. ¿No cree que está relacionado?

—Incluso la Emperatriz no recurriría a esto.

—Sí. Yo también lo sé.

—Pero está decidida a detestar a Rashta.

Sovieshu miró fríamente al suelo.

—¿No sería capaz la Emperatriz, tan inteligente como es, de imaginar cómo reaccionaría Koshar con solo una palabra de Rashta?

—Ya estoy siendo bastante tolerante al abstenerme de arrastrar a Koshar y torturarlo, ¿No es así?

Traducido por: Valiz

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