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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 104

Capítulo de novela - 67 párrafos

Koshar no iba a ser torturado, ¿A pesar de su intento de dañar al hijo del Emperador?

El Marqués Karl estaba aún más confundido por las intenciones de Sovieshu. Era evidente para cualquiera que Sovieshu apreciaba a Rashta. Había ocultado la información que el Vizconde Langdel reunió sobre Rashta y la Duquesa Tuania, y creyó de inmediato que Koshar había empujado a Rashta sin pruebas. Aunque Sovieshu parecía cegado por el amor, el Marqués Karl creyó percibir una sombra de duda en él.

Sovieshu miró por la ventana. Desde allí se podía ver el pasillo cubierto que conducía al palacio occidental, aunque solo se podía distinguir a los transeúntes si salían del techo...

—Su Majestad, si está preocupado, puede decirle a la Emperatriz que pase antes que yo. Mi asunto no es urgente, así que puedo volver más tarde.

—Estoy seguro de que ya se ha ido.

—¿La vio?

—No. Pero es la Emperatriz.

—Ella nunca haría nada que lastimara su orgullo.

—Entonces, ¿Por qué no va al palacio occidental, Su Majestad?

—Estoy demasiado enojado para hacerlo.

—Pero Su Majestad, ¿Es cierto que el Marqués Farang buscó las drogas abortivas, verdad?

—Mi investigador es competente.

En lugar de dar una respuesta definitiva, Sovieshu se puso de pie.

—Estoy cansado. ¿Le gustaría caminar un rato?

Sovieshu se levantó y se acercó a la puerta. Desde allí era más difícil saber si la Emperatriz ya se había ido. El Marqués Karl pensó que sería mejor que Sovieshu fuera al palacio occidental, pero no discutió y también se levantó.

Pasaron por la sala de recepción y salieron por la puerta, y tan pronto como Sovieshu salió al pasillo, se detuvo en seco. La Emperatriz aún estaba allí. Incluso el Marqués Karl se sorprendió y apresuradamente inclinó la cabeza.

—Pensé que ya se había ido.

Sovieshu murmuró en voz baja, con el ceño fruncido.

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Al principio, pensé en regresar.

Lo habría hecho si hubiera sido mi yo habitual, pero esta vez me negué a ceder ante él. Así que me quedé en mi lugar y esperé a que Sovieshu saliera.

Cualquier momento ahora.

Afortunadamente, no tuve que esperar mucho. Abrió la puerta y noté que su postura estaba encorvada, quizá por preocupación por Rashta. Sin embargo, su expresión se tornó desagradable tan pronto como me vio.

—Pensé que se había ido. ¿Por qué está aquí parada? ¿Quiere un castigo o algo?

Sonreí lo más fríamente posible, pero respondí con calma.

—Pensé que quería esto.

—Así que me mostré.

Sovieshu no mostró ninguna herida en su orgullo ni mencionó el hecho de que me había ignorado, pero sus ojos temblaron. Su voz burlona se volvió una mueca fría.

—La Emperatriz siempre me sorprende, tanto con el caso de Rashta como con esto.

—Y usted es un cliché respecto a Rashta.

Sovieshu se inclinó hacia mí y bajó la voz para que los demás no lo escucharan.

—No creo que la Emperatriz esté en posición de hacerme esto. ¿Qué tal si reprime ese orgullo suyo de vez en cuando?

—¿Por qué debería?

—Estoy encubriendo el crimen de su hermano por usted.

—¿Crees que fue mi hermano quien envenenó a la señorita Rashta?

—¿Usted no?

En realidad, no podía decir con confianza: Mi hermano no es así.

Aunque los hijos de una concubina no tenían derecho de sucesión, era imposible impedirles heredar su parte de riqueza. En particular, cuando la relación entre esposo y esposa se deterioraba, uno de ellos entregaba casi toda su riqueza y propiedades a sus hijos favoritos.

Sin embargo, si el hijo de una concubina era asesinado, el responsable era castigado por la ley. Incluso un intento encubierto de asesinato probablemente dejaría rastros o rumores, por lo que los aristócratas y la realeza atacaban en secreto a los hijos de concubinas usando drogas abortivas. No obstante, no podía estar de acuerdo con la afirmación de Sovieshu.

Hablé con firmeza, y Sovieshu resopló. Mientras continuaba hablando suavemente en mi oído, sentí que mi cabello se agitaba bajo su aliento.

—El brazo se dobla más fácilmente hacia adentro que hacia afuera. No creo que el juicio de la Emperatriz esté nublado aún.

—Me ignoró y no me dejó entrar en su habitación.

—Estaba conteniendo mi ira. No puedo trabajar si la miro.

Sovieshu dio un paso atrás, me lanzó una última mirada y luego pasó a mi lado. Debía dirigirse a la habitación de Rashta, pero no iba en esa dirección. Se detuvo, giró sobre sus talones y se acercó a mí de nuevo.

—Pensaba dejarlo pasar. Pero no puedo porque estoy enfadado. ¿Cree que su hermano es inocente, verdad?

—Entonces debe investigar usted misma. ¿Quién le dio la droga a Rashta?

—¿No es su trabajo?

—Sí, es mi trabajo. Pero si intervengo, la lastimaré.

—¡¿...?!

—Si Koshar es el culpable, mi gente se enfurecerá con él por intentar dañar a mi hijo. No importa lo cuidadoso que sea, me veré obligado a revelar la verdad.

—No finja estar preocupado por mí.

El rostro de Sovieshu se retorció y se inclinó hacia mí con un gruñido amenazante.

—Investígelo. Luego venga a mí y discúlpese si tengo razón.

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Más tarde esa noche, me había bañado y la Condesa Eliza estaba peinando mi cabello.

—Las doncellas y el chef fueron expulsados del palacio.

—¿Expulsados...?

—No se dieron cuenta de que la droga estaba mezclada en la comida.

—¿Se atrapó al culpable?

Después de que la condyesa Eliza se fue, me senté sola frente al tocador y miré mi rostro. No podía entender las intenciones de Sovieshu. ¿Realmente tomó esa decisión por mi bien? ¿O estaba intentando hacerme sentir culpable para que no pudiera tocar a Rashta?

Para encontrar la respuesta, debo descubrir la verdad.

A la mañana siguiente, pedí a la Condesa Jubel que llamara al Marqués Farang. Lo mejor sería hablar con mi hermano en persona, pero tenía prohibido entrar al palacio. Supe que mi padre estaba tan furioso que ni siquiera podía salir de su casa. La única persona a quien podía preguntar era el Marqués Farang.

Pero es extraño. ¿Cómo se dio cuenta Sovieshu de que la comida de Rashta contenía la droga? Si ni siquiera Rashta lo sabía, debe ser algo que no se nota a simple vista...

Traducido por: Valiz

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