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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 111

Capítulo de novela - 52 párrafos

El Vizconde Roteschu se acomodó en un mullido sofá y sorbió su té con satisfacción.

Verdaderamente era un hombre bendecido. Una mansión espléndida, numerosos sirvientes, un título nobiliario, su tierra natal a la que podía regresar en cualquier momento, dos hijos confiables, buena salud y un esclavo exitoso que lo había elevado hasta aquí. ¡Qué maravilloso!

Ahora solo le quedaban tres deseos por cumplir: que la salud de su esposa mejorara para poder disfrutar juntos de su felicidad, que su hijo se casara con una mujer de buena familia y que su hija contrajera matrimonio con un hombre de buena posición.

Tenía grandes expectativas para sus dos hijos, especialmente para Rivetti. Alan no tenía ningún talento y últimamente pasaba demasiado tiempo mimando a un bebé nacido de una esclava. Alan no era tan estúpido como para poner en peligro el nombre de la familia, pero tampoco lo engrandecía.

Pero su hermosa e inteligente hermana, Rivetti, era diferente. Con el apoyo del Vizconde Roteschu, ella podría ascender alto en la escala social.

—¡Rivetti! ¡Rivetti!

Estaba de excelente humor y la llamó con un tono alegre. El mayordomo que le había servido el té respondió.

—La señorita Rivetti ha salido con sus nuevas amigas.

—¿Amigas?

—Todas son personas de grandes familias.

El Vizconde Roteschu mostró una amplia sonrisa ante la respuesta del mayordomo.

—¡También tiene una personalidad encantadora! Se lleva bien con todos.

—Por supuesto.

El mayordomo asintió entusiasta. El Vizconde Roteschu se mostró complacido, pero en cuanto vio a su hijo alimentando a su bebé en un diván, su buen humor se desvaneció de inmediato.

—¡Haz que se alimente solo! ¿Por qué te molestas con ese biberón?

—¿Cómo puede un bebé alimentarse solo?

—¡Debería poder hacerlo a los nueve meses!

—...en diez meses.

El Vizconde Roteschu chasqueó la lengua.

—No es momento de cuidar a un niño esclavo, idiota. Tu hermana hará su debut social este año. ¿Entiendes lo importante que es esto?

—El tiempo pasa tan rápido...

—¡No te quedes en casa cuidando a un bebé! ¡Ve y socializa con otras familias nobles!

El Vizconde Roteschu estaba tan enfurecido con su hijo que incluso comenzó a gritar. No era la primera vez que sucedía, y el mayordomo, tranquilo, sirvió otra taza de té mientras el Vizconde continuaba vociferando.

—¿Por qué no interactúas con otros jóvenes para que alguien pueda escoltar a tu hermana en su debut?

—A ella no le gustará quien elija. Rivetti dice que tengo gustos raros, padre. Además, ella debería escoger a su propio acompañante.

El Vizconde Roteschu bebió su té caliente con rabia. Al mismo tiempo, el bebé estalló en llanto. Alan dejó rápidamente el biberón y calmó al niño con habilidad. La escena enfureció aún más al Vizconde, quien sintió que estaba a punto de explotar. Era cierto que el bebé era de su propia sangre y debía ser atendido, pero no entendía por qué su hijo estaba tan encariñado con un niño al que ni siquiera podía mostrar en público.

Entonces ocurrió.

—¡Kyaaaag!

Un chillido emocionado resonó desde el pasillo, acompañado por pasos rápidos que se acercaban. El Vizconde Roteschu dejó la taza de té y miró hacia la puerta cuando se abrió.

Su encantadora hija Rivetti irrumpió en la habitación. Debió haber pasado un buen rato con sus amigas, pues el buen humor del Vizconde regresó de inmediato.

—Ven aquí, querida. Te vas a resfriar. Mayordomo, tráele una manta.

—Sí, señor.

El mayordomo dirigió una mirada a un sirviente, quien salió rápidamente a cumplir la orden. Rivetti corrió hacia su padre.

—¿Pasó algo bueno, Rivetti?

Estaba listo para alabarla incluso si no era nada especial, y le habló con una sonrisa.

Pero las siguientes palabras de Rivetti hicieron añicos sus esperanzas.

—¡Padre, conoceré a Su Majestad la Emperatriz!

El rostro del Vizconde Roteschu se endureció de inmediato.

—¿A quién conocerás?

—¡A la Emperatriz!

El rostro de Rivetti brillaba de emoción mientras daba pequeños saltos de alegría. Había anhelado conocer a la Emperatriz desde que estaba en Rimwell.

—Qué bien por ti.

El Vizconde Roteschu tomó el biberón y lo lanzó contra la frente de su ignorante hijo.

—¿Padre?

Rivetti lo miró con ojos muy abiertos por su extraño comportamiento. El Vizconde Roteschu se levantó de su sillón de repente, como si estuviera poseído por el pánico.

—¿A dónde vas?

—Al palacio. Y Rivetti...

—Hablaremos de esto más tarde. No hagas nada más hoy, ¿Entendido?

Traducido por: Valiz

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