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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 113

Capítulo de novela - 73 párrafos

Rivetti siguió cambiándose de ropa mientras se preparaba para encontrarse con la Emperatriz al día siguiente. Lady Alischute había dicho que la Emperatriz tenía la frialdad de una noble de alto rango. ¿Qué clase de persona era esa? Rivetti no tenía idea.

—He oído que las hijas de gran prestigio pueden convertirse en damas de compañía de la Emperatriz. ¿Significa eso que yo no puedo...?

Rivetti suspiró. Aunque vivía en una mansión en la capital, seguía siendo una dama de una pequeña finca rural. Había pocas probabilidades de que ella, una mujer sin conexiones, pudiera convertirse en dama de compañía.

Continuó revisando su guardarropa y probándose vestidos cuando llamaron a la puerta, y el Vizconde Roteschu entró sin esperar respuesta.

—¡Padre!

Rivetti abrazó al Vizconde y luego lo soltó.

—¿Qué opinas de este vestido? ¿Me queda bien?

Sin embargo, él permaneció en silencio y no ofreció sus acostumbrados elogios entusiastas.

—¿Padre?

Ella lo miró con preocupación y los hizo sentarse a ambos en la cama.

—Rivetti. Si vas a reunirte con la Emperatriz mañana, ten cuidado con lo que dices.

Su expresión era inusualmente grave.

—Ya veo. Mi padre está muy preocupado de que pueda ser grosera en el palacio.

Rivetti respondió con confianza, malinterpretando el sentido de las palabras de su padre.

—No seré irrespetuosa frente a Su Majestad.

La expresión del Vizconde Roteschu se volvió aún más seria.

—Debes tener más cuidado.

—No me comportaré de manera vergonzosa, Padre.

—No. Me refiero a Rashta y Ahn.

—Sea lo que sea que la Emperatriz pregunte, no digas ni una palabra sobre ellos, ni menciones que Rashta fue la amante de tu hermano. ¿Entendido?

El ceño de Rivetti se frunció. Después de ver a Rashta en la fiesta hace unos días y descubrir que se había convertido en la concubina del Emperador, Rivetti se había preguntado cómo una esclava había alcanzado una posición tan elevada. Por mucho que preguntara al Vizconde Roteschu o a Alan al respecto, no le respondían nada.

—Rivetti. ¿Entiendes mis palabras?

—...el Emperador sentirá celos si descubre que mi hermano fue el amante de Rashta y tiene un hijo.

—Sí. Una familia tan impotente como la nuestra sería destruida bajo la ira del Emperador. Ten cuidado.

—¿Por qué crees que la Emperatriz convocaría repentinamente a una joven de una familia débil, que ni siquiera ha hecho su debut social?

—Es porque Lady Alischute...

—No, la Emperatriz quiere usarte para controlar a Rashta. Rashta es la rival de la Emperatriz.

—¡No estoy siendo utilizada por nadie!

—Recuerda. Nunca has conocido a Rashta.

Rivetti tuvo un estallido de ira, pero el Vizconde Roteschu no retrocedió. Le dolía el corazón al ver el rostro sombrío de su hija, pero si las cosas salían mal, habría mucho más que lamentar.

—Actúa con prudencia.

El Vizconde Roteschu se levantó y salió de la habitación.

Su hija aún podía ser inmadura, pero era inteligente. No haría nada que perjudicara a la familia.

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Era el día en que Alischute llevaría a la hija del Vizconde Roteschu a la reunión.

Después de terminar mis audiencias, recorrí varios departamentos para decidir dónde asignar el presupuesto nacional y revisar el progreso de distintos proyectos.

Mi trabajo transcurrió sin contratiempos, y regresé al palacio occidental para cambiarme de ropa. Conocer a jóvenes aristócratas no era nada nuevo, pero hoy tenía un propósito diferente y me esmeré más en elegir mi atuendo.

Después de preparar el té y las galletas, la hija del Vizconde Roteschu llegó un poco antes de lo esperado, junto con varias otras damas que venían de visita.

—Ah, hola... no, ¿Cómo está, Su Majestad?

—Bienvenida, Lady Rivetti.

—¿Sabe mi nombre...?

Su rostro se tornó rojo mientras tartamudeaba un saludo. Era mucho más encantadora de lo que había imaginado. No tenía mucho contacto con el Vizconde Roteschu, pero de alguna manera su hija parecía mirarme con admiración y respeto.

La reunión duró unas dos horas y, cuando terminó, la Condesa Eliza me habló.

—Lady Rivetti parece estar muy encariñada con usted, Su Majestad.

Le dediqué una leve sonrisa, y la Condesa continuó en tono de burla.

—Se sonrojó al entrar y parecía bastante decepcionada al irse.

La Condesa Jubel, en cambio, estaba más sombría, como si algo más importante le preocupase.

—Es una pena que no le preguntara sobre Miss Rashta.

La Condesa Jubel parecía haber esperado obtener más información sobre el pasado de Rashta. Las demás damas de compañía asintieron y comenzaron a opinar.

—¿Por qué no mencionó nada sobre Miss Rashta, Su Majestad?

—Quizás Rivetti no ayudaría a Su Majestad.

—No lo sé. Espero que no la hayamos hecho ser más cautelosa.

Incluso las demás damas de compañía empezaron a preocuparse. Temían que Rashta descubriera que había invitado a Rivetti y luego le contara a Sovieshu, lo que podría enfurecer nuevamente a mi esposo. De hecho, era algo que también había considerado.

Sin embargo, había invitado a Lady Rivetti para mostrarle a Rashta que no podía atacar a otros con mentiras. No iba a dejar que solo me provocara a mí. Pero...

—Salió mejor de lo que pensé.

Sí, fue una buena decisión llamar a Rivetti... para tranquilizar a las damas, sonreí y tomé un sorbo de té.

—Me dio suficiente información.

Las damas de compañía se miraron entre sí, desconcertadas. Lady Rivetti era encantadora, pero no había dicho una palabra sobre Rashta. Algunas damas mostraban confusión, mientras que otras sonreían ampliamente al comprender.

Más tarde esa noche, después de que la mayoría de las damas de compañía se retiraron a dormir, la Condesa Eliza permaneció. Era una de las que mejor me entendía, y cuando estábamos solas, habló en voz baja.

—Lady Rivetti parece conocer muy bien a 'esa mujer', ¿Verdad?

Asentí con la cabeza.

Rashta era tan hermosa que a menudo era un tema de conversación, y era imposible que Rivetti no hubiera oído hablar de ella. Sin embargo, Rivetti no dijo una sola palabra sobre Rashta. Concluí que la habían obligado a guardar silencio.

—Si Rashta fue esclava del Vizconde Roteschu, tanto el Vizconde como su hija serían una espina en su costado.

El Vizconde Roteschu incluso había humillado a Rashta en público, lo que hacía aún más curioso que siguieran viéndose en el palacio.

Sovieshu debía saber y aceptar que Rashta había sido una esclava, a pesar de sus intentos por sofocar los rumores. Si el Vizconde Roteschu la estaba chantajeando, no era por su origen.

En conjunto, solo había una respuesta: el secreto que Rashta ocultaba no era que había sido esclava de la familia Roteschu.

—Quizás Rashta tenga otra debilidad que quiere ocultar.

Y no era solo el Vizconde Roteschu quien conocía esa debilidad.

—Investiguemos el entorno del Vizconde Roteschu y Lady Rivetti. No hay nada de malo en saber qué secreto usan para chantajearla.

Traducido por: Valiz

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