La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 143

Abrí los ojos y vi el techo sobre mí, y por un momento no entendí por qué estaba acostada. Mi mirada se quedó fija hacia arriba y no entró ningún otro pensamiento en mi cabeza.

Excepto que había algo muy terrible…

Volví a cerrar los ojos. Estaba cansada, me dolían mucho los ojos, y la parte trasera de mi cabeza estaba adolorida. Alguien me tomó la mano, y giré la cabeza para ver quién era.

Era Sovieshu. Tenía los ojos abiertos de preocupación, y cuando nuestras miradas se cruzaron, apretó mi mano con fuerza, haciéndome daño.

—¿Está bien?

El sonido de su voz hizo que los acontecimientos de antes regresaran de golpe a mi mente.

Un pájaro azul, el que sostenía Heinley, el que me traía cartas, el que leía las cartas junto a mí, el que agachaba la cabeza para beber de un cuenco de agua…

Y luego el cuerpo de un ave asada, con la piel dorada y crujiente, sazonada y con salsa, ¡sangre roja bajo la ventana!

Mi estómago se revolvió y quise vomitar de nuevo. Sovieshu apresuradamente puso su mano sobre mi boca y gritó en voz alta.

—¡Llamen al médico del palacio!

Le aparté la mano de un empujón y lo fulminé con la mirada tan fríamente como pude.

—No necesito uno.

—Se desmayó de repente. Estaba parada, como aturdida, y colapsó.

Después de escuchar a Sovieshu contar lo ocurrido, entendí por qué me dolía la cabeza. Había una presión sobre mi frente, y al llevar los dedos, descubrí una venda enrollada. Sovieshu intentó tocarme de nuevo, pero lo empujé.

—Emperatriz. Navier.

—Váyase, y no me llame por mi nombre.

—Emperatriz, yo…

—Lárguese.

Aparté la cabeza.

Me había advertido que mataría a cualquier ave. ¿Pero asarla y enviármela?

Se me erizó la piel. No es que no comiera carne. Era distinto, como cuando muere una persona desconocida en comparación con una que sí conoces.

Un pájaro era lo mismo. No tenía palabras para el horrible destino de ese adorable pájaro que terminó asado.

—Lo siento. Estaba en estado de shock…

—¿No era ese su propósito?

Sovieshu apretó los labios y finalmente confesó.

—Era otro pájaro. No era el que volaba a su habitación.

—No mienta.

—¡Es verdad!

¡Mentira! ¿Y las plumas azules en el alféizar o la sangre bajo la ventana?

—¿Y qué hay de las plumas alrededor del asado? ¿También son de otro pájaro?

Los pájaros azules eran llamativos y símbolo de peligro, así que no se criaban en el Palacio Imperial. ¿Cómo podía ser otro pájaro?

—Es cierto que un pájaro azul fue abatido. Se recogieron sus plumas y se usaron. Pero la carne que le enviaron no era de ese pájaro.

—Dígame una mentira que tenga más sentido.

Volví a ordenarle que se fuera, y Sovieshu se levantó. Sin embargo, no se fue, y seguía mirándome. La expresión en sus ojos sólo hizo que me enojara aún más. El pájaro estaba muerto por una flecha, me había desmayado del impacto, y Heinley había perdido un ave. Entonces, ¿Por qué Sovieshu era el que me miraba como si estuviera sufriendo?

Sus disculpas y mentiras eran pura manipulación. Si de verdad lo lamentara, ¡No me habría intentado aterrorizar psicológicamente! Por más que odiara que intercambiara cartas con Heinley, si me tuviera un mínimo de afecto, no habría hecho tal cosa. ¡Al menos se habría conformado con matar al pájaro!

Apreté la manta entre los puños para no golpearlo con la almohada.

—Lárguese.

Sovieshu finalmente se dio la vuelta y salió de la habitación. Me giré de lado y me cubrí la cabeza con la manta. Lágrimas calientes llenaron mis ojos y sollozé contra las sábanas.

Después de varias horas así, decidí que tenía que contarle a Heinley lo ocurrido. No podía decirle que Sovieshu había convertido al pájaro en un asado, pero… pero al menos tenía que hacerle saber que su ave había muerto.

Pero sin el pájaro, no hay forma de contactar a Heinley.

Después de un momento de reflexión, decidí ir a ver al Duque Elgy primero. Siempre teníamos conversaciones extrañas, pero no es que no nos miráramos el uno al otro. También era amigo de Heinley, así que sabría cómo contactarlo. No sabía si podía contarle cada detalle, pero al menos debía informarle de la situación.

Salí de la cama y entré al salón. Las damas de compañía que estaban allí se giraron al verme entrar.

—¡Su Majestad!

Laura comenzó a llorar de alivio, y me sentí culpable por haber preocupado a todos.

—¿Se preocuparon?

—Usted se desmayó de repente… fue un susto terrible…

—Lo siento. No llores, Lady Laura.

Aseguré a las damas de compañía que no era nada grave, que sólo estaba cansada, y luego fui a buscar una capa. Las damas intentaron seguirme afuera, reacias a dejarme sola, pero les dije que estaba bien y tomé conmigo al caballero Artina.

—Estaba preocupado, Su Majestad.

—No me comporté de la mejor manera frente a todos.

—Espero que cuide su salud, Su Majestad. Ha lucido muy pálida últimamente.

—No te preocupes. Sólo me sentía… rara.

El caballero Artina, que normalmente era tan callado, estaba preocupado por mi desmayo y me regañó todo el camino hasta el palacio del sur. Sonreí todo el tiempo para calmarlo, y finalmente llegamos a la habitación del Duque Elgy.

—¿Puede esperar aquí un momento?

—¿Se reunirá sola con el Duque Elgy?

El caballero Artina se veía bastante inquieto al respecto, pero lo que tenía que decirle al Duque era algo privado. Repetí la orden a Artina y me acerqué a la puerta. Escuché un gemido apagado mientras me detenía frente a la habitación.

¿Está herido el Duque?

Era una voz cargada de dolor. Justo cuando iba a tocar la puerta, vi una pluma azul en la hierba cercana. La observé por un momento, y luego me alejé lentamente de la puerta hacia la ventana. La cortina estaba corrida, pero había una pequeña abertura por donde podía ver adentro. Me incliné y miré hacia donde provenía el sonido.

Para mi sorpresa, McKenna, el asistente de Heinley, yacía desnudo en la habitación.

Traducido por: Valiz

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