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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 144

Capítulo de novela - 112 párrafos

¿Por qué McKenna estaba acostado ahí desnudo…? ¿No debería estar en el Reino Occidental? No tenía idea de por qué el ayudante y caballero más cercano de Heinley estaba acostado en la cama del Duque Elgy. Además, gemía como si estuviera sufriendo.

Un momento después, me di cuenta de que lo estaba espiando a través de la ventana como una intrusa. Estaba a punto de alejarme para tocar la puerta, pero la mirada de McKenna se cruzó con la mía. Sus ojos se agrandaron y apresuradamente se cubrió con una manta.

—¿Su Majestad? ¿Por qué está aquí?

—Eso es lo que quiero preguntarle a usted.

—¿Eh? Ah, sí, esto es…

Los ojos de McKenna miraban alrededor con pánico. Abrió la boca como si fuera a decir algo, pero la puerta se abrió con un chirrido y la alegre voz del Duque Elgy llenó la habitación.

—McKenna, no tienes que vestirte si igual vas a tener que quitártelo de nuevo.

El Duque Elgy sostenía una caja en la mano, pero se detuvo en seco al verme junto a la ventana. Una expresión de sorpresa cruzó su rostro, luego silbó y se echó a reír con fuerza.

—Nos han atrapado otra vez.

McKenna gritó frustrado.

—¡Deja de hacer esos chistes raros de una vez!

—Qué divertido. Me gusta esto.

—¡No! Digo, esto es una broma. Perdón.

¿Acaso creía que no sabía lo que era una broma? Eso parecía, ya que McKenna de pronto me pidió disculpas en vez de protestar contra el Duque Elgy.

—Está bien. Si están ocupados, ¿Debería venir más tarde?

Podría simplemente cerrar la cortina y seguir con la farsa, pero McKenna siguió protestando.

—¡Por favor, es un malentendido!

No sé por qué todos intentaban tomarme tan en serio. McKenna se apresuró a dar una explicación.

—Estaba haciendo un recado para el Rey Heinley, y resulté herido y terminé aquí…

Sus palabras se detuvieron y se encorvó de dolor.

—¿Sir McKenna?

Estuve a punto de correr a la habitación para ayudarlo.

—¿Está bien?

La manta se deslizó, revelando un vendaje alrededor de su torso. Seguía gimiendo, y vi que el lino tenía manchas rojas.

—¡Sangre…!

Abrí los ojos con asombro, y el Duque Elgy rápidamente arrastró a McKenna de vuelta a la cama, murmurándole que guardara silencio.

—Por eso te dicen cabeza de pájaro.

El Duque Elgy abrió la caja que traía. No podía ver su contenido desde donde estaba, pero por lo que sacó deduje que era un botiquín. Sin embargo, en vez de tratar la herida, se volvió hacia mí.

—¿Podría regresar más tarde, Su Majestad?

¿Estaba molestándolos? Sin embargo, la herida de McKenna parecía grave. ¿Podía el Duque Elgy tratarla solo?

—¿Debería llamar a un médico?

Podría causar un escándalo si descubrían que McKenna estaba aquí, pero era difícil ignorar la herida, y sus manos temblaban de dolor. Sin embargo, McKenna negó con la cabeza.

—No, gracias. Estoy bien.

El palacio tenía zonas por donde los visitantes podían ir y venir, pero el palacio sur no era una de ellas. ¿Por qué estaría McKenna, un estrecho colaborador de un rey extranjero, en medio del palacio sur? Me retorcí las manos preocupada.

No sé qué está pasando aquí, pero…

Sería difícil explicar la presencia de una persona herida de forma sospechosa, así que me dirigí al Duque Elgy.

—Duque. Tengo un favor que pedirle.

—¿A mí?

Sonrió mientras sostenía una venda en sus manos.

—Incluso cuando le pedí que se fuera, no lo hizo. Me pregunto qué va a decirme.

—¿Aún es amigo del Rey Heinley?

—Bueno, esa sí que es una pregunta inesperada.

Se echó a reír.

—¿Por qué pregunta eso de repente, Su Alteza?

—Cuando vea al Rey Heinley, dígale que su ave azul está muerta.

Su risa desapareció de inmediato. Alzó las cejas y me miró con una expresión curiosa.

—¿El ave azul está muerta?

McKenna comenzó a toser con fuerza.

—Sí. Y que en el futuro también morirá…

No sabía cómo terminarlo. A estas alturas, Heinley era lo bastante inteligente como para darse cuenta de lo que Sovieshu había ordenado. No me molesté en hablar del ave asada porque era demasiado horrible.

Di dos pasos hacia atrás, y vi a McKenna tras el hombro del Duque Elgy. Seguía aclarando su garganta con torpeza y me miraba fijamente.

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—¿Está diciendo que te matarán en cuanto te descubran?

Tras la elegante partida de la Emperatriz Navier, el Duque Elgy se volvió hacia McKenna.

—Supongo que sabe que me hirieron con una flecha.

—¿Hay algo raro ocurriendo detrás de ella?

—Lo dijo con una expresión tan sombría.

El Duque Elgy fingió cortarse el cuello con un dedo, imitando las palabras de la Emperatriz: En el futuro también morirá. Sin embargo, McKenna negó con la cabeza.

—Probablemente quiso decir que quien disparó la flecha lo hará otra vez en el futuro.

—Lo dijo con una cara seria. Como si te fueran a matar.

—No. Oh, ¿Por qué sigues con eso?

McKenna gimió de pronto de dolor, llevándose las manos a la cabeza.

—¿Qué pasa, Cabeza de Pájaro? ¿Duele?

—La carta que me dijiste que entregara. Yo no…

—¿La carta esa empalagosa?

—¡¿Empalagosa?! ¡Era una carta muy limpia y simple!

—Así que sí la leíste.

—Da gracias de que no dije que estaba hecha de mantequilla.

El Duque Elgy se acercó a la cama donde McKenna yacía, luego sacó la gasa, las pinzas y el desinfectante del botiquín.

—Cuando entregas la carta de Heinley en medio de esto, básicamente estás promoviendo “Soy el ave azul”.

McKenna suspiró. Tenía otro problema más. Por lo que parecía, ya no podría ir y venir de las habitaciones de la Emperatriz. No sabía cuántos mensajes secretos tendría que entregar aún en el futuro.

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Regresé a mi habitación, pero no podía dejar de pensar en el Duque Elgy y McKenna. Me preguntaba por qué estaba el caballero ahí y por qué estaba herido. Mis ojos se posaron en la pluma azul sobre mi escritorio. La pluma había sido recogida del alféizar… y me recordaba el cabello azul de McKenna.

El ave de Heinley había sido herida, y McKenna también estaba herido… ¿Era eso una coincidencia? Una persona no podía transformarse en otra cosa.

La extraña coincidencia me frustraba, y mis sospechas solo aumentaron al día siguiente.

—¡Su Majestad!

Cerca de la hora del desayuno, Laura entró en la habitación causando un alboroto.

—¡Estaba buscando un ave herida ayer!

—¿Hay un pájaro herido?

—¡Sí! ¡Escuché que alguien dijo haber visto al Duque Elgy abrazando un ave herida!

Los sucesos de ayer parecían aún más extraños después de oír la historia de Laura. Un ave azul fue herida por una flecha, el Duque Elgy rescató al ave herida, y un McKenna herido yacía en su habitación…

Mientras tanto, McKenna estaba en el palacio por encargo de Heinley, y nadie sabía que estaba aquí…

Apenas terminé mis deberes de audiencia, fui directamente a consultar al mago de la corte.

—¿Puede una persona cambiar de forma con magia?

El mago me miró de forma peculiar, pero respondió con tono serio.

—¿Se refiere a convertirse en ave, Su Majestad?

—Sí, pero no tiene que ser un ave. Puede ser cualquier animal.

El mago cruzó los brazos pensativo.

—No. No hay ningún mago conocido por transformarse en animal.

¿Me había equivocado al pensar que McKenna era el ave azul? Pero las palabras del mago no terminaron ahí.

—Pero hay un registro de la “Tribu Cabeza de Pájaro”.

—¿Cabeza de… pájaro?

¿Había oído eso antes? Ese nombre parecía remover un recuerdo.

—No es una historia muy conocida. Los registros son muy antiguos, y ni siquiera estoy seguro de que sea cierto.

—Pero si lo es, se dice que los hombres lobo podrían formar parte de ese grupo.

McKenna y hombres lobo… no parecían encajar. El mago sonrió y agitó la mano.

—Es una afirmación extraña. Incluso si fuera cierto, no serían monstruos como los hombres lobo. Se decía que la Tribu Cabeza de Pájaro no era diferente de personas comunes que caminaban y hablaban, mientras que los hombres lobo se volvían locos con la luna llena. Los Cabeza de Pájaro no tenían esa característica.

—¿Dónde están los miembros de esa tribu ahora?

—Desaparecieron. Su número se redujo naturalmente, quedando solo como una leyenda.

—¿Hay alguna posibilidad de que alguno esté vivo?

—Tal vez. Si lo están, no se revelarían.

El mago se rió para sí mismo.

—Puede notar que se les registró como “Tribu Cabeza de Pájaro” en lugar de “Tribu de Pájaros” porque no tenían buenas relaciones con la gente normal.

¿Era posible que McKenna fuera parte de esa tribu? ¿Y si el ave azul que volaba hasta mí era en realidad McKenna? Era una conclusión bastante arriesgada, pero era la mejor suposición que tenía.

—¿Por qué pregunta todo esto de repente, Su Majestad?

El mago me miró con ojos interesados. Quizás quería saber si había encontrado rastros de tal gente.

—Solo tenía curiosidad.

Inventé una excusa y salí del laboratorio del mago.

Traducido por: Valiz

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