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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 145

Capítulo de novela - 62 párrafos

¿McKenna era el ave o no? ¿Era una coincidencia que él y el ave estuvieran heridos al mismo tiempo? Terminé rompiendo varias puntas de pluma mientras le daba vueltas a esa pregunta.

—Su Majestad, ¿No debería descansar hoy?

Los funcionarios de la corte que sabían de mi desmayo insistían en que debía tomarme un descanso del trabajo.

—Estoy bien.

Cambié la punta de la pluma de nuevo.

¿Debería alegrarme de que McKenna sea el ave?

Eso significaba que el ave azul de Heinley estaba viva. Me preocupaba haber hecho algo inapropiado delante de él, pero pronto deseché el pensamiento. Nunca le toqué el trasero, ni lo abracé o besé, ni me cambié la ropa frente a él. Solo con Queen…

¿Queen era también uno de los subordinados de Heinley?

Rompí la punta de la pluma del susto.

—No es que esté débil, es que está llena de vigor.

Mis oídos captaron el susurro de un funcionario de la corte, y salí bruscamente de mis pensamientos.

—Estoy cansada, así que me retiraré primero.

Salí apresurada del salón. La idea de que Queen fuera miembro de la tribu Cabeza de Pájaro era como espinas clavándose en mi cuerpo.

Se lo preguntaré a Heinley después.

Si Queen era uno de los subordinados de Heinley…

Llegué al palacio occidental llena de pensamientos horrorizados, cuando vi a uno de los sirvientes de Sovieshu de pie en el pasillo frente a mi habitación. El sirviente sostenía una especie de soporte alargado con ruedas, y una tela cubría la parte superior. Mis damas de compañía lo rodeaban con los ojos abiertos de par en par.

—¡Su Majestad la Emperatriz!

El sirviente me saludó tan pronto como me vio.

—¿Qué es esto?

La voz que salió de mi boca no fue tan firme como quería. Aún recordaba el último “regalo” que Sovieshu me había enviado.

El sirviente habló con orgullo.

—Es un obsequio del Emperador para Su Majestad.

—¿Un regalo?

La tela que cubría el soporte fue retirada, revelando la identidad del “regalo”. Era un ave azul en una jaula.

Menos mal que está viva esta vez.

Era un obsequio hermoso y elegante, pero yo solo podía verlo como una especie de burla.

¿Pretende que piense en el ave asada cada vez que vea esto?

Fuera que el ave de Heinley estuviera realmente muerta o no, Sovieshu quería herirme a fondo. El sirviente se marchó, y las damas de compañía llevaron la jaula al salón. El ave parecía tener un carácter bastante apacible, y me observaba con inteligencia mientras las lágrimas amenazaban con brotarme.

Cada vez que la miraba, no podía dejar de recordar el impacto de ayer. No podía ocuparme de ella. Finalmente, llamé a la Condesa Eliza para que devolviera la jaula.

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Rashta estaba nerviosa. Habían pasado varios días desde que Sovieshu le había prometido convertirla en Emperatriz. Pensaba que ya habría notificado a la Emperatriz sobre el divorcio, pero aún no había actuado.

—¿Qué está pensando…?

Rashta abrazó su enorme muñeca y comenzó a pasearse nerviosamente por la habitación. Esa mañana, su ansiedad creció aún más al ver que Sovieshu preparaba un hermoso ave azul para regalársela a la Emperatriz Navier.

Un ave azul. Un ave azul elegante, digna de ser criada por una noble. Tan pronto como Rashta quiso un ave para sí misma, Sovieshu eligió regalarle una a la emperatriz en su lugar. Estaba a punto de estallar en un ataque de ira.

Sin embargo, Rashta se detuvo al oír el sonido de algo siendo arrastrado fuera de su puerta. Dejó su muñeca a un lado y se asomó. Un hombre pasaba por el pasillo, tirando de una jaula sobre un soporte con ruedas.

—¿Qué es eso?

El sirviente respondió con el rostro bastante preocupado.

—Esta ave fue un regalo del Emperador para la Emperatriz.

—¿Pero por qué la traen de vuelta?

—Su Majestad pidió que se la llevaran.

El sirviente parecía nervioso al hablar, como si temiera tener que devolver el regalo al Emperador.

—Su Majestad no está a esta hora del día, así que tendrá que dejar el ave en el pasillo. Pero si la deja aquí, podría resfriarse.

El sirviente se veía aún más angustiado. Rashta salió rápidamente y extendió la mano.

—Entrégasela a Rashta. Delise la llevará.

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Al mismo tiempo, Koshar viajaba por un largo camino. Sentía un profundo malestar. No era que le preocupara no poder heredar la familia Troby, ni que su reputación hubiera caído en desgracia. Tampoco tenía que preocuparse por comida o alojamiento, ya que tenía dinero y joyas del Marqués Farang y de la Emperatriz Navier. Sus pensamientos estaban en otra parte.

¿Cómo podía vengarse de Sovieshu y Rashta? ¿Qué podía hacer para que su hermana pudiera reinar cómodamente como Emperatriz?

En ese momento, una voz lo llamó desde atrás. Koshar tiró de las riendas de su caballo y miró hacia atrás.

—¡Lord Koshar! ¡Lord Koshar!

Un hombre con una barba espesa corría hacia él.

Un bandido.

Koshar llevó la mano a la espada que llevaba en la cintura, pero no vio arma alguna en el hombre barbudo que se acercaba. El hombre se detuvo frente a Koshar, doblándose para recuperar el aliento, y finalmente habló.

—Demasiado, demasiado rápido, demasiado rápido… haa, haa… pensé que lo había perdido.

—Vengo del Reino Occidental. Fui enviado por el Rey Heinley.

—¿El Reino Occidental?

Actualmente, Koshar se encontraba en la frontera del Reino del Norte. ¿Por qué alguien del Reino Occidental vendría aquí?

—¿Qué quiere el Rey del Oeste?

—Me dijo que lo trajera de vuelta. Quiere hablar sobre su hermana.

Traducido por: Valiz

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