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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 146

Capítulo de novela - 60 párrafos

Koshar resopló ante el supuesto bandido.

—¿Qué clase de estafa es esta?

—¿Es… estafa? ¡De verdad!

—¿Y qué se supone que quiere el Rey? ¿Que invierta en algo? ¿Dijo que había una buena oportunidad en alguna parte?

—¡¿Invertir?!

El hombre exclamó con desesperación y señaló el símbolo del Reino Occidental en su pecho.

—¡Mire esto! Es auténtico.

Koshar examinó el emblema durante un momento y asintió, y el rostro del hombre se llenó de alivio. Sin embargo, el hecho de que el símbolo fuera auténtico no significaba que a Koshar le importara que el Rey occidental estuviera tratando de encontrarlo. Habló con brusquedad.

—No responderé a una convocatoria del Rey Occidental. Aunque tenga que ver con mi hermana.

—¡Pero…!

Koshar aún no parecía convencido. El hombre gruñó con frustración para sí mismo, aunque sabía que la reacción de Koshar era comprensible. ¿Cuántos extranjeros lo seguirían si les dijera que un Rey vecino los estaba buscando? Tal vez, si lo hubiese hecho de una manera más formal, habría resultado más creíble. Sin embargo, tenía que viajar rápido y en secreto, y por eso su apariencia era más que cuestionable. Aun así, Koshar era conocido más por sus músculos que por su cabeza, y el hombre nunca esperó que reaccionara así… ¡!

Koshar resopló y tiró de las riendas. Al final, no se marchó, sino que se quedó mirando al hombre con expectativa. Cuando el hombre lo miró confundido, Koshar respondió:

—¿Y bien? ¿No deberías guiarme?

El hombre no creía que Koshar fuera a acompañarlo, ¿Entonces por qué de repente…? Lo miró desconcertado, pero Koshar no se molestó en explicarse.

—Vamos. Guíame.

El hombre se sobresaltó y comenzó a caminar delante.

—Por aquí.

Sin embargo, Koshar no tenía la intención de ver al Rey Occidental obedientemente. Recordaba los rumores de que el Rey Occidental había caído rendido a los pies de Rashta durante la celebración de Año Nuevo. Cuando Koshar investigó para encontrar algún punto débil en Rashta, escuchó que el amor de Heinley era tal que discutió públicamente con el Emperador Sovieshu.

Koshar no confiaba en el Rey Heinley. Por más que lo pensara, no encontraba razón alguna para que el Rey Occidental lo llamara. Pero había sido expulsado de su país, no tenía trabajo ni derechos. Así que lo siguió. Si de verdad el Rey lo había convocado…

Iba a persuadirlo para que lo llevara ante Rashta.

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Rashta contemplaba las plumas azules del ave. No sabía qué especie era, pero sentía que desprendía un aire noble. Sin embargo, no era momento para admirar su aspecto.

—Lo siento.

Murmuró Rashta y se acercó al ave. Apretó un puñado de sus plumas, luego respiró hondo y las arrancó. El ave chilló y revoloteó sorprendida, pero la jaula impedía que escapara.

Rashta volvió a extender la mano y le arrancó más plumas. El ave chilló de nuevo y le picoteó la mano con el pico. Ella la retiró bruscamente.

El ave le lanzó una mirada oscura a Rashta. Si volvía a meter la mano en la jaula, realmente podría salir herida. Rashta se apartó, ya que había reunido suficientes plumas, y luego recogió las que habían caído al suelo y las escondió dentro de una funda de almohada.

—Lo siento.

Volvió a disculparse con el ave.

A pesar de su culpa, estaba decidida a protegerse a sí misma y a su bebé. Aunque el violento hermano de la Emperatriz había sido desterrado, el resto de su familia seguía allí. Aparte de la promesa de Sovieshu de convertirla en Emperatriz, Rashta tenía que asegurar su seguridad por cualquier medio necesario.

Incluso si eso significaba hacer algo terrible.

¿Cómo llegué hasta este punto?

Todo era culpa de la hostilidad de la Emperatriz. Si la Emperatriz y su hermano no la hubieran atacado primero, Rashta estaba convencida de que no habría hecho esto.

Se sentó en un sillón, colocó una mano sobre su vientre y sollozó.

Unas horas después, el cielo ya se había oscurecido, y cuando Sovieshu entró en la habitación, ella seguía llorando. Sovieshu parecía exhausto al entrar, pero al ver a Rashta, inmediatamente se mostró alerta.

—¿Por qué estás llorando?

Rashta señaló la jaula. Las cejas de Sovieshu se alzaron al ver las plumas arrancadas del ave.

—¿Por qué está así? No, ¿Por qué tienes este pájaro?

—La Emperatriz devolvió el ave, y Delise la trajo y se la dio a Rashta.

—¿Por qué está desplumada?

Sovieshu se acercó a la jaula, examinó la herida y apretó los labios con fuerza, como si intentara contener su ira.

—Rashta no lo sabe.

Sacudió la cabeza, sollozando. Se sentía culpable por la forma en que el ave la miraba, pero pensaba que podría compensarlo y cuidarla por sí misma.

Rashta juntó las manos en un gesto de súplica.

—Su Majestad, ahora que la Emperatriz ha abandonado al ave, ¿Puede Rashta quedarse con ella?

Sovieshu miró al ave sin responder. Le había ofendido profundamente que su regalo fuera devuelto de esa manera. Rashta le suplicó de nuevo, secándose las lágrimas.

—Su Majestad. Rashta quiere cuidarla. Da tanta lástima…

Sovieshu miró a Rashta y soltó un suspiro cansado.

—¿Por qué quieres un ave que otra persona ha rechazado? Te compraré una nueva.

—Esta criatura también tiene vida. ¿Cómo puede simplemente desecharla?

—¿Quién dijo que voy a desecharla?

—¿Eh? ¿No lo hará?

—Yo la criaré.

—¿Por qué quiere quedarse con el ave que Su Majestad ha rechazado?

Rashta lo miró con nerviosismo. Su reacción no tenía sentido. No esperaba que él mismo fuera a criar un ave. El Emperador era un hombre orgulloso, y se suponía que debía estar furioso de que la Emperatriz hubiera estropeado y rechazado su obsequio. El Emperador no estaba tan enfadado como debería. ¿Era porque aún sentía algo por la Emperatriz? Dijo que la destronaría. ¿Se habría arrepentido?

Si Rashta hubiera podido leer la mente de Sovieshu, en vez de sentirse ansiosa se habría sentido aliviada. Sovieshu estaba, en efecto, enfadado. La Emperatriz se había desmayado por la muerte del ave del Príncipe Heinley, y luego le había arrancado las plumas al ave que él le había enviado. Quería confrontarla y preguntarle qué estaba haciendo. Era cierto que, durante las horas que la Emperatriz estuvo inconsciente, Sovieshu sintió un miedo como si se encontrara sumergido en agua helada. Temía que volviera a colapsar. Sin embargo, la rabia que se había perdido dentro de su cuerpo volvió a encenderse.

Sin decir una palabra, Sovieshu tomó la jaula y salió de la habitación de Rashta.

Traducido por: Valiz

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