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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 150

Capítulo de novela - 83 párrafos

Capítulo 150 - Reunión en el reino occidental (1)

—¿De verdad va a divorciarse, Su Majestad?

—No he dicho que lo haría.

El rostro de Sovieshu estaba decidido. El Marqués Karl salió de la habitación con una expresión sombría, y regresó unos quince minutos después con unos documentos en la mano. Era una solicitud de divorcio del Sumo Sacerdote.

Sovieshu colocó la solicitud en medio de su escritorio, sumergió su pluma en el tintero y miró el papel. Incluso en ese momento, el Marqués Karl deseaba fervientemente que Sovieshu cambiara de opinión.

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Pero no hubo ningún cambio. La punta de la pluma se quedó suspendida sobre el papel. Una gota de tinta negra cayó sobre la hoja blanca, y Sovieshu comenzó a escribir inmediatamente las razones para el divorcio. Escribió cómo Koshar Lilder Troby empujó a Rashta cuando estaba embarazada, cómo secuestró y agredió al Vizconde Roteschu, y cómo sobornó a una pareja noble para que fingiera ser los padres de Rashta. Sovieshu intentó terminar con todo desterrando a Koshar, pero el hombre continuó persiguiendo a Rashta y a su bebé después. Sovieshu tenía que proteger aquella vida débil en su vientre.

Finalmente, Sovieshu dejó la pluma, cerró los ojos y levantó la cabeza. El rostro pálido de la Emperatriz después de haberse desmayado flotó en su mente. Su corazón se sentía tan pesado como una piedra, y la ansiedad crecía dentro de él.

¿Era esta la decisión correcta?

—Su Majestad.

La voz del Marqués Karl lo sacó de sus pensamientos, y Sovieshu abrió los ojos. Después de colocar los papeles de divorcio en un sobre, lo selló con cera y estampó su sello. Rápidamente le tendió la carta al Marqués Karl, como si fuera a explotar. El Marqués la aceptó con ambas manos, pero dudó al salir de la habitación y murmuró algo ininteligible.

—Vaya. Entrégela.

El Marqués Karl siguió murmurando tras recibir la orden, y Sovieshu le lanzó una mirada interrogante. El Marqués reunió el valor y habló.

—Su Majestad, ¿Realmente necesita hacer esto? Tal vez necesite más tiempo para pensar...

—¿Acaso no lo estoy haciendo precisamente porque no tengo tiempo?

—La Emperatriz todavía es joven. Que sea infértil aún no es concluyente.

—Por joven que sea, no ha tenido un hijo en años.

Sovieshu cerró los ojos con una expresión de dolor.

—Sin mi hijo, el siguiente en la línea sería el Gran Duque Lilteang. Pero la realidad es que su hijo, Sheir, es quien probablemente lo sucederá.

—El joven Lord Sheir...

El Marqués Karl no pudo terminar de hablar.

El Gran Duque Lilteang era un hombre ambicioso, pero consciente de sus propias capacidades, mostraba poco interés en el trono. Aunque su hijo Sheir era un buen chico, su voluntad débil hacía que fuera fácilmente influenciable. Si Sheir se convertía en Emperador, sería el gobernante más indeciso de la historia, mientras su padre manejaría el poder real tras bambalinas. Era una situación que fácilmente podría conducir a la corrupción.

—Pero, Su Majestad, tal vez la Emperatriz tenga un hijo pronto. Podemos esperar unos años más, y si no lo hay, puede buscar un nuevo sucesor.

—En esos años, mi primer hijo ya habrá crecido. ¿Y si ese primogénito resulta herido por el hecho de que su hermano menor sea el heredero?

Sovieshu agitó la mano.

—Es justo como dicen los rumores. La Emperatriz es infértil.

El Marqués Karl vaciló antes de preguntar:

—¿Por qué está tan seguro?

Seguía preguntándose cómo podía ser. Sabía que Sovieshu soñaba con ser padre, pero no comprendía por qué estaba tan convencido de que la Emperatriz Navier era estéril.

Sovieshu pareció a punto de responder, pero luego negó con la cabeza.

—Entregue la carta. De todos modos, tendré que hablar con el Sumo Sacerdote en privado.

‘Aunque le hable al Sumo Sacerdote, no puedo escucharlo cuando lo hace.’

El Marqués Karl pensó esas palabras para sí mismo, pero no se atrevió a decirlas en voz alta, y se marchó.

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El Vizconde Roteschu no había visitado a Rashta en semanas. Había sido secuestrado y agredido por Koshar, le habían cortado una oreja, y se quedaba en cama todo el día para recibir tratamiento. Pero por muy hábil que fuera el cuidado médico, su oreja no pudo ser salvada.

—Me alegra que tu tímpano no resultara herido. Solo fue la parte externa.

—¡Me cortaron la oreja, y dices que eso es una buena noticia!

—Es mejor que haberte dañado el tímpano.

—¡Habría sido mejor que nunca me la cortaran, imbécil! ¡Fuera! ¡Lárgate!

Alan sostuvo a su hijo entre los brazos mientras el Vizconde Roteschu lo maldecía. Se preocupaba al ver que su padre parecía medio fuera de sí, mientras el Vizconde yacía en la cama, resoplando con furia.

—Padre, ¿No quieres abrazarlo?

—¡Fuera! ¡Lárgate!

Alan pensó que su padre se sentiría más tranquilo si abrazaba a su nieto, pero salió de la habitación rápidamente cuando el rostro del Vizconde se tornó tan morado como una batata. Mientras caminaba con su bebé llorando, pensó en Rashta.

Quería mostrarle que su bebé se parecía a ella…

De repente, se topó con Rivetti subiendo las escaleras con un cuenco de sopa.

—¿Qué estabas haciendo?

—Fui a visitar a Padre.

—¿Con ese bulto? Déjalo tranquilo. Solo lo pondrás peor.

—…ese ‘bulto’ es tu sobrino.

—Lo siento. Pero cuando veo su cara, no puedo pensar en nada bueno.

—Rivetti.

—Podría quererlo como sobrino. Pero no se parece a ti, parece que Rashta se dividió a sí misma.

Rivetti lo empujó con el cuenco de sopa. Alan suspiró y besó la adorable frente de su bebé. Mientras bajaba las escaleras, escuchó de repente un grito desde la habitación del Vizconde Roteschu. Curioso, subió de nuevo las escaleras y volvió a entrar.

—¿Padre?

El Vizconde Roteschu temblaba mientras miraba un periódico.

—¿Padre? ¿Está bien?

Alan puso al bebé en los brazos de Rivetti y se acercó a su padre.

—¿Padre? ¿Está cuerdo?

—¡Maldito mocoso! ¡Por supuesto que estoy cuerdo!

Al determinar que el Vizconde parecía estar bien, Alan volvió a tomar al bebé en sus brazos.

—¿Qué ocurre? Escuché el sonido de un cerdo siendo estrangulado.

El Vizconde arrojó el periódico a su hijo, que cayó flácidamente sobre su hombro. Alan recogió el periódico, lo puso sobre la mesa y lo desplegó con una mano.

¿Qué fue lo que hizo enojar tanto a su padre? No había mucho contenido interesante, una panadería emergente llamada Bala y Haley, anuncios sobre modistas y diseñadores, escándalos familiares… lo de siempre.

Alan se detuvo en una parte. Había una historia sobre cómo dos parejas afirmaban ser los padres de la concubina plebeya. Ambas parejas eran nobles.

—¿Padres nobles?

Alan murmuró para sí, sorprendido. El artículo hablaba obviamente de Rashta. ¿Padres nobles?

El Vizconde Roteschu se quitó furiosamente la manta de encima.

—¡Es imposible! ¡Como si esa mocosa tuviera padres nobles!

Alan se volvió hacia su padre.

—¿Sabe quiénes son los padres de Rashta?

—¡Sé que esos padres son falsos! ¡Son unos farsantes!

El Vizconde Roteschu jadeaba mientras se impulsaba para salir de la cama.

—¡Padre, aún no puede levantarse!

Rivetti estaba demasiado asustada para detenerlo, y el Vizconde rugió llamando a un sirviente.

—¡Tráiganme mi ropa! ¡Tengo que ir al palacio!

—¡Padre!

—¿Padres nobles? Ridículo. Me pregunto de dónde salieron esos estafadores. ¡O tal vez les pagaron para que fingieran ser los padres!

Mientras tuviera a Ahn, el Vizconde Roteschu podría seguir amenazando a Rashta. Sin embargo, no tenía intención de compartir su mina de oro con otros. ¡No dejaría que nadie se acercara con un pico!

La rabia ahogó su dolor. Sin embargo, cuando el Vizconde Roteschu llegó al palacio, Rashta no estaba en sus aposentos.

Traducido por: Valiz

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