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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 160

Capítulo de novela - 52 párrafos

Tan pronto como vi el pájaro dorado caído, dejé escapar un grito.

Rápidamente atraje a Queen hacia mi pecho y luego cerré la ventana. Me molestaba que los arqueros siguieran allí afuera, pero primero tenía que preocuparme por Queen. Corrí la cortina para tener privacidad y lo recosté en mi cama.

—¿Está muerto? Queen, ¿No estás muerto, verdad?

Mis manos recorrieron su cuello y su pecho, y para mi alivio, descubrí que aún respiraba. Coloqué mis oídos sobre su corazón y, al escuchar el fuerte y constante latido, las lágrimas brotaron de mis ojos.

Sentí un ala grande cubrir mi cabeza, el cálido pecho emplumado del pájaro acarició mi mejilla. Finalmente, las lágrimas cayeron y levanté la vista para ver a Queen. Me miraba con esos grandes ojos inteligentes. Al verlo, mi corazón se sentía más frágil que de costumbre.

—Queen... no mueras.

No, no era el momento para esto. Salí de la cama y tomé un kit de primeros auxilios. Dentro de la caja había ungüento, vendajes y gasas. Salí al salón, tomé una botella de vino, regresé a mi habitación y cerré la puerta. Luego me acerqué a Queen. Él parpadeaba débilmente, pero sus ojos parecían sonreírme cada vez que nuestras miradas se encontraban. Un dolor profundo punzaba mi pecho, como si alguien me hubiera apuñalado en las costillas.

—Todo estará bien.

Forcé una sonrisa, pero las lágrimas seguían cayendo.

—Este no es el momento. Primero debo curar a Queen.

Dejé la botella de vino sobre la mesa y me limpié las mejillas con la palma de la mano. Cuando bajé la mano, Queen extendió su pata y emitió un chirrido.

—¿Te duele la pata?

Me incliné para inspeccionarla, pero parecía estar bien. Queen cantó nuevamente y agitó la pata.

Ahora pude ver la carta atada a la pata de Queen.

—Está bien.

Tomé la carta y la dejé sobre la mesa.

Queen abrió los ojos, como si no pudiera creer que no leyera la carta.

—Primero tú.

Heinley era un querido amigo, pero también lo era Queen. La salud del pájaro era lo más importante en este momento.

Despacito, comencé a peinar sus gruesas plumas para encontrar la flecha que lo había herido.

Había una herida, pero no una flecha.

—Estás bien.

Pensé que Queen había sufrido una lesión grave cuando se estrelló contra la ventana. La flecha lo había rozado, pero no había penetrado su cuerpo.

—¡Me asustaste!

Queen debe estar exhausto después de volar una larga distancia y escapar de un ataque casi fatal. Aún tenía una herida, así que levanté sus plumas y vertí el vino sobre la carne rota. Los ojos de Queen se abrieron de par en par y trató de zafarse, por lo que lo sujeté con un brazo para evitar que escapara.

—Te dolerá, pero ten paciencia.

Después de verter el vino, sequé la herida con una gasa y apliqué el ungüento. Soplé suavemente sobre la pomada, y Queen extendió nuevamente sus extremidades y abrió más los ojos.

—¿Te duele demasiado?

Le acaricié los ojos y las mejillas, y Queen se calmó rápidamente. Le di un ligero beso en su pico, luego le vendé la herida. Se quedó en una posición extraña, con las caderas colgando sobre la cama, y agitó su ala para probar el vendaje.

—Es bonito verte otra vez, Queen.

Era una criatura tan linda y encantadora, que le dejé otro beso en su frente. Luego abrí la carta escrita por Heinley.

No estoy lejos. Me gustaría verla en persona.

Venga al cuarto del Duque Elgy en cualquier momento mañana.

El contenido de la carta me sorprendió. ¿Heinley estaba aquí? ¿Y estaba en la habitación del Duque? ¿Otra vez?

—¿La habitación del Duque es más fácil de entrar que el resto del palacio?

¿Cómo demonios había llegado Heinley al sur del palacio? ¿Vino disfrazado? No, ¿Cómo había llegado tan rápido después de recibir la carta del Marqués Farang?

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—¿Un pájaro mensajero entró en los aposentos de la Emperatriz?

La frente de Sovieshu se frunció al escuchar el informe de que un gran pájaro dorado había volado por la ventana de la habitación de la Emperatriz. El arquero que estaba acampado cerca del palacio occidental respondió rápidamente.

—Sí, Su Majestad.

Sovieshu suspiró. La Emperatriz ya debía saber sobre su intención de divorciarse después de reunirse con el Sumo Sacerdote. No era una situación ideal. ¿Acaso quería comunicarse tanto que estaba dispuesta a dejar que uno o dos pájaros murieran?

Inquieto por estos sucesos, Sovieshu apretó el puño y respiró profundamente. Sin embargo, la escena de la Emperatriz después de que ella se desmayó seguía flotando frente a sus ojos. Estaban a punto de divorciarse. Ella debía estar en shock para ese momento. Él no tenía valor para ver su rostro y no tenía energía para pelear con ella nuevamente.

—Está bien. Déjenlo así.

Habló con tono pesado.

—Entendido, Su Majestad.

—Y no es necesario disparar a los pájaros que entren en los aposentos de la Emperatriz.

—Sí, Su Majestad.

Cuando el arquero se fue, Sovieshu suspiró nuevamente. Tocó un timbre y ordenó a un sirviente que le trajera una botella de licor fuerte. Se bebió varios vasos.

Traducido por: Valiz

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