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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 171

Capítulo de novela - 64 párrafos

Me pregunté qué debía empacar, pero descarté cualquier cosa que pudiera comprarse en el Reino Occidental. En cambio, escogí artículos difíciles de conseguir y que tuvieran valor sentimental. Había formas de trasladar mis otras pertenencias después, así que empaqué solo lo mínimo indispensable.

Cuando terminé, pasé por la casa de mis padres para informarles sobre el Duque Elgy, y luego me dirigí a la entrada trasera. Miré por el vidrio de la puerta.

¿Ya habrá salido el Duque Elgy?

No se le veía, pero su carruaje negro estaba allí. Ya había un cochero sentado al frente, como si estuviera listo para partir. ¿Iba el Duque a sacarme a escondidas en ese carruaje?

Un momento después, aparecieron el Duque Elgy y Heinley. Heinley no llevaba mucho en las manos.

—¡Reina!

Me había visto apenas unas horas antes, pero sonrió y corrió hacia mí como si hubiéramos estado separados por años. El Duque Elgy sonrió con complicidad, pero a Heinley no pareció importarle. Mientras yo le devolvía la sonrisa, Heinley miró a su alrededor y alzó las cejas.

—¿Y el suegro y la suegra?

Estábamos a punto de irnos, y parecía preguntarse por qué mis padres no estaban presentes.

—¿Acaso…?

—Ya hablé con ellos.

—Las personas necesarias están aquí. Le pedí a mis padres que salieran a caminar y actuaran con normalidad, por si acaso.

—Ya veo…

Heinley asintió con admiración, pero la expresión del Duque Elgy era extraña.

—Me preguntaba a quién se parecía, y ahora veo que a sus padres.

—¿No es natural parecerse a los padres?

—No lo sé. Yo no me parezco en nada a los míos.

Se encogió de hombros y luego abrió la puerta. Los guardias no miraban hacia la mansión, quizá como último gesto de cortesía hacia la ex Emperatriz. Gracias a eso, el carruaje pudo estacionarse en la entrada trasera sin levantar sospechas.

Subí al carruaje rápidamente, por si acaso. El Duque Elgy subió después, pero cerró la puerta antes de que Heinley pudiera entrar. Me pregunté por qué, y el Duque Elgy dijo 

—Con permiso. —Mientras alcanzaba algo en diagonal, hacia el techo del carruaje.

—El Emperador solo ordenó que liberaran a Heinley.

Presionó algo con los dedos, y hubo un clic en el banco donde yo estaba sentada. Sorprendida, me desplacé hacia el otro lado, y el Duque Elgy sonrió y retiró el cojín. Agarró el borde del banco y lo levantó, revelando un gran espacio vacío en su interior. El banco estaba forrado con cuero grueso, así que era difícil notar que había un compartimento oculto, incluso si se golpeaba.

—Esto es…

Miré hacia abajo, asombrada, y el Duque Elgy señaló la caja secreta con la mano.

—Lo siento, pero tiene que entrar ahí.

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Los caballeros inspeccionaron el interior del carruaje del Duque Elgy antes de que partiera. Era amplio y no había mucho equipaje, así que había poco que revisar. El Duque Elgy llevaba su bastón y el Rey Heinley tenía una bolsa de cuero marrón, pero no era lo suficientemente grande como para ocultar a una persona. El único otro presente era el cochero.

Cuando los caballeros del Emperador se apartaron e hicieron señas para permitir el paso, el Duque Elgy sonrió y les hizo un gesto con la cabeza. Una vez cerrada la puerta, su expresión se tornó en un ceño fruncido.

Los caballeros no se dieron cuenta de que la ex Emperatriz había escapado sino hasta dos días después.

Tampoco Sovieshu se dio cuenta, y durante ese tiempo no hizo más que presionar a sus secretarios para que encontraran una forma de anular su nuevo matrimonio. Revisaron todos los registros disponibles de emperadores pasados, estudiaron casos de otros países y escudriñaron los libros de leyes desde la primera página. Sin embargo, solo el Sumo Sacerdote tenía autoridad sobre los matrimonios reales, y por más que buscaran material, no surgía ninguna alternativa.

—Debe haber un caso como este. ¡Entre tantas emperatrices a lo largo de la historia, alguna debió haberse vuelto a casar!

Solo necesitaba uno. Sovieshu seguía presionando a sus hombres en busca de respuestas, pero por muy competentes que fueran, no podían inventarse el pasado. Incluso si intentaban manipular la historia, habría cientos de historiadores listos para corregirlos. Al final, los secretarios de Sovieshu tuvieron que recurrir a interpretaciones más flexibles.

—No hay forma de revertirlo, Su Majestad.

—Ni siquiera si el Sumo Sacerdote se presenta en persona, el matrimonio puede anularse de forma unilateral.

—Hubo un incidente hace veinte años. No fue un nuevo matrimonio, pero el Rey del Reino del Sur llamó al Sumo Sacerdote para anular su matrimonio dentro de los tres días.

—¿Y qué ocurrió?

—El Sumo Sacerdote se negó a cancelarlo.

La expresión de Sovieshu solo se oscureció más, y los secretarios se apresuraron a juntar sus cabezas para encontrar otra solución.

—Pero hay precedentes de cancelación de divorcio, Su Majestad.

—¿Cancelar un divorcio?

Sovieshu había visto a varios nobles solicitar la anulación de sus divorcios. A menudo, los nobles peleaban y se separaban por concubinas o por cuestiones familiares, pero al reconciliarse, pedían que se cancelara el divorcio.

Los secretarios de Sovieshu continuaron explicando.

—Sí, no es algo común, pero seguramente debe haber precedentes de un Emperador cancelando un divorcio.

—Cancelar un divorcio llevaría a un doble matrimonio, y el segundo matrimonio sería anulado de forma natural, Su Majestad.

Los ojos de Sovieshu se abrieron ante esta inesperada posibilidad.

—¿El divorcio… se cancela?

Golpeaba el trono con un dedo, nervioso, y los hombres asintieron.

—Así es, Su Majestad. De ese modo, el nuevo matrimonio quedaría anulado.

Sovieshu soltó una carcajada. Él, cancelando un divorcio ahora.

—¿Hay alguna otra manera?

—No, Su Majestad.

Sovieshu cerró sus pesados párpados.

Cancelar el divorcio… cancelar el divorcio…

¿Pero por qué se había divorciado en primer lugar? Fue porque la Emperatriz era infértil y él necesitaba un heredero. Si cancelaba el divorcio y seguía sin heredero, el plan no servía de nada.

Pensó en ello por un buen rato, y luego decidió ir a la mansión Troby. Quería ver a Navier. Verla le ayudaría a tomar una decisión.

Para sorpresa de Sovieshu, sin embargo, ella no estaba allí.

—¿Dónde está Navier?

Se volvió furioso hacia la Duquesa Troby, pero ella afirmó que no lo sabía. Apretó el puño y rechinó los dientes.

¡El Duque Elgy le había robado a la Emperatriz! ¡Tuvo que haber sido cuando lo envió a buscar al Rey Heinley! Sovieshu salió enfurecido de la mansión y rugió sus órdenes.

—¡La Emperatriz ha escapado! ¡Búsquenla! ¡Envíen hombres a todas las puertas y detengan a toda mujer que se parezca a la Emperatriz!

Traducido por: Valiz

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