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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 174

Capítulo de novela - 51 párrafos

—Ah, cierto, Reina. ¿Mencionó que le gusta el oro?

—¿Hm? Oh, la carta. ¿La leíste?

—Sí. Para cuando me fui, la habitación aún no estaba terminada…

Heinley sonrió levemente.

—Tal vez esté decorada con oro cuando llegue. Por favor, espérelo con ansias.

—Me gusta el oro, pero no es necesario que la habitación sea dorada.

—Aun así, mi esposa se parece al oro.

—Si me recuesto a su lado, mi vista será tan placentera como el oro.

—En ese caso, simplemente me daré la vuelta y me dormiré.

—¿Similar a nuestra disposición actual, quizás?

Para no olvidar que aún estamos montando a caballo, tomé el control de las riendas con todas mis fuerzas. Heinley se comportó así todo el tiempo mientras cabalgábamos. Hablábamos ligeramente, pero en algún momento tocamos el hecho de que somos una pareja.

Cada vez, yo reaccionaba con sorpresa. Muy a menudo él mencionaba que es mi esposo, que yo soy su esposa y su compañera, y siempre que lo decía, mi rostro se encendía. Pero no podía decirle “No digas eso”, ni tampoco sabía qué otra cosa decir…

—Por cierto, Reina. ¿Sabía que… no hay un palacio de la reina en el Reino Occidental?

—¿Entonces dónde voy a dormir?

—Hay tres habitaciones en el mismo piso, entre ellas los dormitorios comunes y las habitaciones del Rey y la Reina, que están conectadas.

—¿...por qué tienen una estructura así?

¿No es demasiado incómodo tener una disposición así? No importa cuán buena sea la relación de una pareja, a veces se desea estar verdaderamente solo, y nosotros estamos casados solo de nombre… Heinley exclamó suavemente otra vez.

—El Rey y la Reina siempre usan una sola habitación.

¿Eso significa que espera con ansias la primera noche? Me sorprendí un poco. Sin embargo, esta vez la voz de Heinley no tenía un tono juguetón, sino bastante serio. Espero que mi pregunta no haya parecido grosera. Entonces, ¿Realmente vamos a compartir la misma cama? Ambas opciones son posibles…

Primero que nada, quiero bajarme del caballo. Cuando finalmente apareció la frontera, solté un suspiro de alivio. Fue bueno salir de esta vergonzosa situación. Sin embargo, la tensión regresó cuando vi el tren de carruajes, guardias y a Sir McKenna esperando detrás de la frontera.

Poco a poco, tiré de las riendas de mi caballo y me acerqué a ellos cruzando la línea fronteriza. Cuando el caballo se detuvo por completo, dos guardias del Reino Occidental se acercaron y tomaron el control.

Mientras tanto, Heinley bajó del caballo primero y me extendió la mano. Cuando tomó mi mano y bajé, McKenna se acercó, me saludó primero y luego le hizo una pregunta a Heinley.

—Majestad, envié dos caballos, ¿Por qué solo están montando uno?

¿Dos caballos? Cuando lo miré, Heinley negó con la cabeza sin mostrar expresión alguna.

—Estás equivocado, McKenna.

—¿Eh? ¿Cometí un error? Estoy seguro de haber enviado dos caballos.

—Solo hay un caballo.

Heinley, que habló de repente, me miró. Cuando nuestras miradas se encontraron, se rió entre dientes, dando a entender tímidamente que McKenna se había equivocado.

Cuando McKenna hizo una expresión divertida detrás de Heinley, yo reí y sacudí la cabeza, y de repente noté las miradas de los guardias, lo que me hizo sentir incómoda de inmediato.

Los guardias que estaban para escoltar a Heinley parecían intentar mantener sus expresiones solemnes, pero sus ojos y labios sugerían otra cosa. McKenna notó mi expresión y sonrió con confianza.

—Me sorprendió mucho ver a la Reina de quien solo había escuchado rumores.

…no creo que mi rostro haya mostrado conciencia cuando pronunció mi título. Me pregunté si me habían visto en otro momento vergonzoso. Pero si sigo viéndome a mí misma pasar vergüenza aquí, mi estado de ánimo solo empeorará.

Sonreí, fingiendo estar tranquila. Mientras tanto, McKenna abrió rápidamente la puerta del carruaje.

—Por favor, suba, Su Majestad.

…no sé si eso es algo bueno o malo. Cuando me llamaron Reina, me vieron sin reaccionar, así que subí rápidamente al carruaje. Pero incluso cuando entré, no podía quitarme de la mente los ojos de los guardias que había visto antes. Incluso los guardias sin expresión parecían tener una percepción aguda.

¿Cómo me verán las personas del Reino Occidental, los nobles con los que me encontraré en los círculos sociales? ¿A quiénes veré del Imperio Oriental cuando me convierta en Reina?

La escena vista a través de la ventana era ligeramente distinta del Imperio Oriental, y a partir de este momento, ya no existía la posibilidad de ser rastreada por Sovieshu. Mi mente se volvió más complicada que cuando cabalgaba.

Estaré bien. Lo hice bien. Me esforcé mucho.

Mientras pensaba, Heinley me llamó suavemente.

Estaba sentado frente a mí y me miraba fijamente. Cuando nuestros ojos se encontraron, los suyos se curvaron suavemente. Heinley se inclinó ligeramente, luego dijo mientras ponía su mano sobre la mía:

—Está bien. Una Reina también es una Emperatriz a la que todos amarán.

Si eso fuera cierto… no me habría divorciado. Heinley tiende a sobreestimarme. Sus palabras de consuelo no me ayudaron mucho, pero sí lograron calmarme un poco.

—Gracias. Estoy algo emocionada.

Él rió y asintió, pero él tampoco pudo relajarse hasta que la caravana se detuvo. Afortunadamente, después de que Sovieshu trajera a Rashta, me acostumbré a estar bajo el escrutinio de los demás. A aparentar que merezco esa atención. Gracias a eso, cuando llegué al palacio y bajé del carruaje, pude sonreír con calma al ver a un gran número de funcionarios de la corte.

Sin embargo, mi corazón temblaba con una incertidumbre vaga. Curiosidad, preocupación, esperanza, interés, desagrado… docenas de personas con muchas emociones provocaban un efecto de ilusión óptica brillante como un candelabro. Les sonreí y puse mi mano sobre el brazo de Heinley.

Parece que funcionó, se detuvieron un momento y luego hicieron una reverencia rápidamente.

—Saludamos a Su Majestad y a la Reina.

Traducido por: Valiz

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