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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 175

Capítulo de novela - 95 párrafos

Estaba condenando abiertamente a Heinley por haberme traído personalmente. Aunque parecía saber que ya me había convertido en Reina, en sus palabras no había la menor vacilación al referirse a mí simplemente como una mujer.

—¡Sir Yunim! —exclamó McKenna, enojado, pero Heinley lo advirtió con calma, con una sonrisa en el rostro.

—Vaya, tengo frente a mí a un hombre que parece dispuesto a arriesgar la vida solo por decir unas cuantas palabras.

Ante ese comentario, la expresión del caballero —Sir Yunim— se endureció. Inmediatamente se disculpó por su falta de consideración.

—He sido grosero. Soy Yunim, Capitán de la Guardia Real.

Sin embargo, añadió con terquedad unas palabras maliciosas.

—Mi señor estuvo en peligro mientras escoltaba a Lady Navier, así que olvidé cuidar mi tono. Lo lamento.

—Sir Yunim, así como yo soy su señor, Lady Navier también lo es. Cuide sus modales.

Cuando Heinley lo advirtió directamente, él relajó a regañadientes su mirada, retrocedió un paso y volvió a disculparse. Cuando Heinley intentó llevarme a la habitación de la Reina tras repetir la advertencia, él volvió a interponerse y dijo:

—Mis disculpas, Su Alteza. La habitación de la Reina no puede ser usada hasta después de la boda.

Parecía que Heinley estaba a punto de explotar al escuchar esto. Su sonrisa había desaparecido por completo, y el ambiente se volvió súbitamente oscuro.

Incluso cuando nos conocimos, ya me pareció que tenía un aire afilado cuando no mostraba expresión alguna… pero ahora su rostro era completamente distinto, daba miedo.

Al sentir mi mirada, Heinley volvió a sonreír, pero era diferente de la sonrisa que me había mostrado en el carruaje.

Sin embargo, este no era el momento de observar sus expresiones.

Tras recuperarme un poco del impacto, rápidamente tomé del brazo a Heinley.

No des un paso más.

Los músculos del brazo de Heinley se estremecieron con sorpresa por el agarre. Pero no dijo una palabra, probablemente dándose cuenta de mis intenciones.

Era evidente que le costaba contenerse; su mandíbula seguía tensa.

Sonreí intentando parecer natural y acaricié varias veces su brazo con el pulgar como señal de que lo había hecho bien.

Este no era un asunto que Heinley debiera manejar.

El caballero no estaba molesto porque yo hubiera sido Emperatriz extranjera, sino porque Heinley fue retenido en el Imperio Oriental mientras intentaba traerme aquí.

Por el ambiente desde mi llegada, la gente del Reino Occidental aún parecía considerarme como la Emperatriz del Imperio Oriental más que como la Reina del Reino Occidental.

Estoy segura de que este hombre también piensa así.

En una situación así, Heinley no debería seguir tomando mi partido y castigar a un subordinado que habló con franqueza incluso a costa de recibir un castigo. A largo plazo, eso no me beneficiaría en absoluto.

Además, el caballero actuaba según lo que creía correcto, dispuesto a sufrir la ira de su señor.

Ese tipo de personas no se someten por la fuerza; con alguien así hay que ganarse su reconocimiento y confianza.

Sí, para tener un lugar apropiado aquí, tendré que ganarme el reconocimiento de esas personas por mi cuenta.

Sonreí deliberadamente y hablé con voz suave.

—Si esas son las reglas aquí, entonces debo seguirlas.

Sir Yunim vaciló por un momento, como si le resultara extraño que no me enojara. Se disculpó, aunque sin dejar su expresión suspicaz.

—Mis disculpas.

Entonces le pregunté con la sonrisa benevolente pero digna que había practicado cientos de miles de veces durante mis días como Princesa Heredera.

—Entonces, ¿La habitación en la que me quedaré está lista?

No sé si se lo esperaba, pero respondió de inmediato.

—Puede quedarse en una de las habitaciones para huéspedes distinguidos.

Negué de inmediato con la cabeza, siguiendo su propia lógica.

—¿No dijo que no puedo usar la habitación de la Reina hasta la boda? Pero ya hemos intercambiado votos matrimoniales, mi estatus es definitivamente el de Reina. Por esa misma razón, no puedo aceptar quedarme en una habitación de invitados.

Sir Yunim frunció el ceño, desconcertado por mi cambio de actitud. Yo seguí mirándolo con la misma expresión sonriente.

Es cierto que tenía que ganarme su reconocimiento y confianza, pero también debía hacerme respetar. Tenía que dejar claro hasta qué punto estaba dispuesta a ceder.

—Eh, eh…

McKenna observaba con la boca entreabierta el enfrentamiento entre Sir Yunim y yo. Cuando lo miré, soltó algo incomprensible. Miró a Heinley y dijo:

—Bueno, entonces, um… ¿Por qué no comparten su habitación? No, no me refiero a usar la misma habitación, Su Alteza tiene otra habitación en el piso de abajo…

Pero antes de que McKenna pudiera terminar de hablar, se oyeron pasos en el pasillo.

McKenna se calló.

Volteé la cabeza hacia el sonido y vi a una dama con un vestido azul que se acercaba a nosotros.

Sorprendentemente, cuando apareció, la expresión de Sir Yunim se suavizó un poco. Por el contrario, McKenna parecía incómodo.

¿Quién es ella?

Mientras pensaba en ello, la dama se acercó para saludarme.

—Saludos, Lady Navier. Soy Christa, Reina de Wharton III.

Sonrió dulcemente y me propuso:

—Vine a saludarla y escuché parte de la conversación. Parece que tiene problemas con su residencia temporal, así que si no le importa, ¿Por qué no se queda en el palacio anexo de la reina?

Fue la mejor sugerencia que había escuchado hasta ahora.

Heinley frunció el ceño, insatisfecho, pero yo acepté.

Tras expresar mi agradecimiento, ella tomó la iniciativa y me dijo que la siguiera.

Heinley intentó venir conmigo, pero esta vez debía ir sola. Levanté la mano en señal de negativa y la seguí.

Sin embargo, por dentro estaba muy desconcertada. Jamás pensé que la ex Reina aún estaría en el palacio real.

La difunta Emperatriz del Imperio Oriental se llevó deliberadamente a sus asistentes del palacio imperial cuando Sovieshu y yo ascendimos al trono. Si ella se hubiera quedado, me habría sido muy difícil establecerme en el palacio.

Habiendo estudiado el sistema de sucesión del Reino Occidental, asumí que la ex Reina del Oeste estaría en la Mansión de Compshire.

Aunque pensé que nos encontraríamos algún día, no esperaba que siguiera alojándose aquí.

Y no era simplemente porque fuera incómodo estar juntas.

Como Heinley no se casó de inmediato, probablemente ella continuó encargándose de los deberes dentro del palacio real, incluso después de haber dejado de ser Reina.

Los empleados del palacio deben ser personas que ella contrató cuando era Reina.

¿A quién obedecerían si ella permanecía aquí? Por supuesto que a ella.

Ya sea que Christa sea una buena persona o no, no, si es una buena persona, será incluso más difícil encontrar un lugar para mí aquí.

Es un gran problema.

Mientras me preocupaba, Christa, que caminaba a mi lado, me preguntó en voz baja:

—¿Es cierto el rumor?

—¿Qué rumor?

—Escuché que apenas se divorció, se casó con Su Alteza.

—…es cierto.

—Oh, cielos.

Ante mi respuesta franca, sonrió cubriéndose la boca.

Era una sonrisa amable, pero digna.

Pero su sonrisa se desvaneció y de repente guardó silencio con una expresión sombría.

Se veía muy triste.

—¿Christa? ¿Está bien?

Cuando le pregunté con preocupación, Christa me miró con una expresión confundida.

—¿Qué quiere decir?

Curiosamente, parecía no tener idea de lo que había hecho.

—Nada. Nada.

¿Será por su difunto esposo?

En lugar de decirle que su expresión había sido muy sombría hace un momento, simplemente sonreí.

Fue entonces.

Uno de los cortesanos que pasaba por ahí saludó a Christa con naturalidad diciendo:

—¡Me alegra verla, Su Alteza!

No sé si el cortesano me había notado, pero llamó ‘reina’ a Christa frente a mí con mucha tranquilidad.

Christa se sorprendió y corrigió sus palabras.

—¿Reina? ¿No dije que no debían llamarme así ahora?

—Su Alteza, me alegra verla.

Pero el cortesano respondió con una sonrisa brillante.

—Su Alteza ha seguido desempeñando el papel de Reina. La nueva Reina es extranjera y ama mucho a su país. ¿Estaría dispuesta a entregarlo todo por el nuestro? Para nosotros, usted es la única Reina.

Traducido por: Valiz

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