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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 176

Capítulo de novela - 108 párrafos

Ante el atrevimiento del comentario, Christa me miró, desconcertada.

Si volvía a corregirlo, parecería que lo estaba regañando, así que intentaba que él mismo se diera cuenta de quién era yo… Por desgracia, el cortesano no lo entendió.

Sin comprender nada, el cortesano siguió ‘elogiando a la verdadera reina’. Esta vez, Christa me miró con desesperación.

Parecía querer que yo interviniera y le dijera la verdad.

Me sentí apenada por Christa… pero no lo hice.

En cambio, miré al cortesano en silencio. Justamente esto era lo que me preocupaba antes. Dos reinas con poca diferencia de edad entre ellas.

El palacio real, donde no se había producido una transición natural del poder y, por tanto, existían técnicamente dos reinas.

Quería ver con mis propios ojos la actitud honesta del cortesano ante esta situación.

Una ya no era la Reina oficial desde hacía un año, pero seguía cumpliendo con ese rol. Sus amigos, su familia y sus partidarios estaban todos aquí. La mayoría de los cortesanos debían haber sido contratados por ella.

En cambio, la otra se convirtió en Reina, pero era extranjera, y su familia, amigos y partidarios estaban todos en otro país. No tenía relación con los cortesanos del Reino Occidental.

Era evidente con qué Reina simpatizaban los cortesanos, pero quería confirmarlo por mí misma.

Después de eso, conocimos a más cortesanos y las situaciones similares continuaron repitiéndose, pero yo me mantuve inmóvil hasta el final.

—Um… espero que eso no le haya afectado demasiado.

Cuando llegamos al palacio separado, Christa me habló con cuidado, como si estuviera preocupada.

Tenía una sonrisa triste en su pálida boca.

—Están acostumbrados a mí, son buenas personas. Sienten lástima por mi situación actual, pero estoy segura de que pronto la seguirán a usted.

—Ya veo…

Respondí un poco lentamente, para no sonar demasiado seca.

Sin embargo, no estaba de acuerdo con ella en absoluto. La mayoría de los cortesanos que habíamos encontrado en el camino elogiaban a Christa, llamándola ‘reina’.

Mientras tanto, decían que yo era una extranjera, una mujer astuta que se volvió a casar tan pronto como se divorció de su esposo, y arrogante por venir del Imperio Oriental.

¿Qué más pensarían de mí?

Algunos de los cortesanos que me vieron bajar del carruaje se acercaron a Christa con una sonrisa, y cuando me vieron a su lado, cerraron la boca horrorizados…

Si no hubiera estado presente, habrían dicho lo mismo que todos los demás.

Obviamente se comportaban así por Christa.

Eran buenas personas que estaban allí para ella, incluso si ya no era Reina.

¿Pero serían buenas personas también para mí?

—¿Lady Navier?

Pero la verdad es que no lo mencioné porque me recordaba demasiado a cuando Rashta llegó a nuestras vidas…

Por supuesto, la situación entre Christa y yo era diferente. Ella era la cuñada de Heinley, no su esposa.

Sin embargo, parecía similar en el sentido de que estaba siendo desplazada de su posición por una recién llegada.

Christa se sintió aliviada cuando miré a sus ojos y le sonreí. Cuando llegamos al palacio separado, ella se adelantó ligeramente y abrió la puerta.

—Aquí es.

Me esforcé por ocultar mi mente turbada y la seguí hacia el interior.

Christa habló con una voz orgullosa.

—Es hermoso, ¿No?

El palacio separado era, en efecto, hermoso.

La luz del sol iluminaba tenuemente el vestíbulo. Incluso los muebles, que parecían estar dispuestos de forma desordenada, tenían un aire vintage.

Aunque me sentía un poco desconcertada, ya que se parecía mucho a la Casa de Cristal del Imperio Oriental.

Había escuchado de la ex Emperatriz que muchos edificios en países extranjeros estaban inspirados en la Casa de Cristal. Tal vez este fuera uno de ellos…

Pero si lo mencionaba, podía parecer una persona arrogante del Imperio Oriental.

Así que no dije nada, simplemente reflexioné y repetí que era hermoso.

Sin embargo, incluso después de mostrarme todo el interior, Christa dudaba en irse. Justo cuando me preguntaba por qué, abrió cuidadosamente la boca con las manos entrelazadas.

—Tal vez no quiera hablar de esto, pero… siento que debo hacerlo. Um… Lady Navier. Tengo un favor que pedirle.

—¿Qué favor?

—Las personas empleadas aquí, los cortesanos, están lejos de la edad de jubilación.

—Son personas que yo contraté.

Suspirando, Christa me miró con ojos de ciervo y continuó,

—Como dije antes, son buenas personas. Lady Navier, pueden serle de gran ayuda, son trabajadores diligentes y honestos.

—Si no le molesta, me gustaría que no cambiara a ninguno de los cortesanos.

Intenté mantener mi expresión lo más neutral posible, pero fue difícil.

Podía entender cómo se sentía al pedirme este favor. Cuando se reemplaza la autoridad real, se producen cambios masivos en el personal. Le daría pena si los despidieran por su culpa.

Sin embargo, no era una petición fácil de aceptar. Los cortesanos son personas que viven al lado unos de otros dentro del palacio real, ¿Pero no son todos partidarios de Christa ahora mismo?

Incluso cuando tenía a mis propias personas en el palacio imperial, Rashta siempre sabía sobre mis movimientos.

¿Pero vivir en un palacio lleno de personas que no están de mi lado?

En lugar de establecerme como Reina, era evidente que cada movimiento provocaría chismes, como sucedió en el camino hasta aquí.

Pero sus preocupaciones no eran incomprensibles, así que pensé un momento y llegué a una conclusión adecuada.

—Dejaré a quienes trabajen en lugares donde no haya contacto conmigo.

—¿Donde no haya contacto…?

—Es difícil dejar a quienes trabajen en lugares donde puedan encontrarse conmigo. Aunque no los despida, tendré que cambiar su lugar de trabajo.

El rostro de Christa se oscureció.

Las personas que trabajaban en los lugares que frecuentaba la Reina eran, sin duda, las más cercanas a ella.

Parecía sentirse mal por eso.

Sin embargo, en lugar de pedírmelo de nuevo, Christa asintió con una sonrisa.

—Ya veo. Parece que pedí demasiado. Me disculpo.

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—¡Su Alteza la Reina! ¿Cómo le fue con la Emperatriz del Imperio Oriental?

Cuando Christa regresó a su habitación, las damas de compañía se acercaron a ella y preguntaron por la Reina Navier.

Eran las damas de compañía que habían estado con Christa desde que se convirtió en Reina, eran sus amigas y hermanas.

Christa negó con la cabeza con una sonrisa amarga.

—Ya está vigilándome.

—Oh no, ¿Qué pasó?

—Era inevitable. Escuchó a los cortesanos llamarme Reina mientras ella estaba a mi lado.

—¿A su lado? ¿Por qué hicieron eso los cortesanos cuando ella estaba ahí?

—No se presentó, solo se quedó allí mirándolos sin decir una palabra…

Ante las palabras de Christa, las damas de compañía chasquearon la lengua.

—He oído que es muy astuta. Supongo que ya está eligiendo a quién va a expulsar.

Christa suspiró y se sentó en su silla.

—Reina, no debe dejarse presionar ahora.

—¡Tiene que actuar primero!

Las damas de compañía, que habían estado a su lado desde que alcanzó la posición más alta, refunfuñaban con ira, pero Christa negó con la cabeza y murmuró,

—Ya no soy la Reina, ¿Cómo podría competir por el poder?

Christa sonrió con tristeza.

Se habría sentido un poco mejor si alguna joven dama de una familia noble del Reino Occidental se hubiese convertido en Reina.

Ahora era alguien en una posición no muy diferente a la que tenía Navier hacía unos días. Cuando escuchó ese rumor, había sentido simpatía por Navier.

Fue una sensación extraña y desagradable pensar que ella debía ocupar mi lugar para salir de su situación lastimosa. Además, como alguien que se volvió a casar…

—Ocupó el puesto de Reina tan pronto como fue expulsada del puesto de Emperatriz.

—¡No hay razón para que usted no pueda ser Reina!

—¿No podría casarse también con otro Rey, Lady Christa?

Las damas de compañía ofrecían palabras de consuelo, pero estas tenían poco efecto.

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Aunque Navier y Christa comprendían la situación de la otra, ambas estaban en una posición incómoda de la que no podían retroceder.

Después de reunir a sus oficiales y cortesanos, Heinley admitió que fue imprudente al ir solo al Imperio Oriental.

Sin embargo, enfatizó que lo hizo por voluntad propia, no porque Navier lo hubiese llamado.

—Es la mujer a quien siempre he adorado y admirado. Respeto su extraordinaria habilidad como Emperatriz, y la traje aquí pensando en eso. Pero, ¿Acaso al llegar ustedes la tratan como si fuera un unicornio?

Los oficiales y cortesanos que salieron a ver llegar a la Emperatriz casada se aclararon la garganta y bajaron la mirada.

Era sorprendente que la Emperatriz, de quien solo habían oído rumores, se casara con su Rey mujeriego, así que sentían un poco de curiosidad.

No hubo objeciones al respecto.

—La Emperatriz del Imperio Oriental apareció de repente como Reina, nunca se mencionó nada al respecto. La gente aún considera a Christa como la Reina, y por supuesto no es fácil tratar de inmediato a la Emperatriz de otro país como Reina.

Solo el Marqués Ketron, primo de la ex Reina Christa, refutó, pero tuvo que callarse cuando Heinley habló mientras señalaba su pecho con el dedo.

—En ese caso, yo mismo me encargaré de quienes no puedan tratarla como Reina, sea usted o cualquier otro que piense igual.

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Después de que Christa se marchara, me senté sola en la mesa, pensativa.

De repente, alguien golpeó la ventana.

Cuando me acerqué y la abrí, Heinley estaba allí con un ramo de joyas.

Traducido por: Valiz

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