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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 177

Capítulo de novela - 89 párrafos

Yo conocía los ramos de flores, pero… ¿un ramo de joyas?

—¿Qué significa esto?

Cuando le pregunté, desconcertada, repitió la explicación de antes.

—El Reino Occidental es la capital de las joyas; las minas pertenecen a la familia real. Tenemos muchas joyas.

—¿No le gustan las joyas?

—No, no es eso…

Era como las joyas que había puesto en el pastel la última vez.

¿Sería costumbre de Heinley esparcir joyas por todas partes?

De todos modos, me avergonzaba recibir algo así de repente.

Si fuera un ramo de flores, lo habría aceptado con tranquilidad.

Mientras vacilaba, él me preguntó con preocupación.

—¿Todavía está inquieta?

—Desearía que fuera un ramo de flores.

Mientras sonreía con incomodidad, Heinley insistió, señalando con un dedo unas pequeñas flores rojas entre los montones de joyas.

—Aquí hay flores, así que también es un ramo de flores.

Me reí ante su comentario, y Heinley se rascó la mejilla, avergonzado.

—Ahora somos marido y mujer, Reina. Por favor, acéptelo.

Su rostro se iluminó en cuanto acepté el ramo de joyas.

No puedo creer que esté tan feliz solo porque acepté su regalo…

Se veía adorable. Así que me di la vuelta, diciéndole que entrara.

Fui a abrir la puerta.

Sin embargo, inesperadamente, Heinley entró por la ventana en cuanto di un paso atrás.

—¿Heinley?

Me detuve camino a la puerta y levanté una ceja, preguntándole en silencio por qué entraba por la ventana. Entonces él murmuró con torpeza:

—Costumbre…

—¿Sueles hacer eso?

Los ojos de Heinley se movieron de un lado a otro, sin saber qué responder. Eso no era propio de un Rey. Además, si seguía preguntándole, solo lo avergonzaría más, así que me di la vuelta y deliberadamente cambié de tema.

—Escuché que tuviste una reunión.

Heinley siguió de inmediato el tema que yo había planteado.

—No se discutió nada en la reunión, así que terminó rápido.

—Te ausentaste mucho tiempo. ¿Ocurrió algo malo?

—Lo peor fue que desaparecí yo.

Heinley respondió en tono de broma, pero pronto su expresión se tornó seria y continuó:

—Me perdió que no interviniera, así que mantuve la boca cerrada, pero… Reina. Quiero dejarle claro a todo el mundo que es mi esposa y la Reina de este lugar.

Parecía que hablaba del momento en que lo detuve cuando Yunim fue irrespetuoso conmigo.

Negué con la cabeza.

—Todos lo saben ya.

—En ese caso, deben comportarse adecuadamente. De lo contrario, se los haré saber más claramente.

—Heinley, hay cosas en las que puedes ayudarme, pero hay otras que debo hacer por mí misma.

Dejé el ramo de joyas sobre la mesa y tomé sus manos.

—Gracias, pero ni siquiera el Emperador, Sovieshu, pudo controlar la reputación de Rashta. Esto tengo que hacerlo yo personalmente.

Los labios de Heinley se movieron, pero finalmente accedió con una voz débil.

—Está bien, pero si hay algo en lo que pueda ayudarte, no dudes ni un segundo en decírmelo.

—Gracias. De hecho, sí necesito algo.

—Dígamelo.

Ante mis palabras, el rostro de Heinley se iluminó y me miró con afecto, como si tratara de convencerme de que se lo dijera.

° ° ° ° ° °

—¿Me está pidiendo que envíe a la hermana de Sir Yunim como dama de compañía?

McKenna abrió los ojos de par en par ante la petición de Heinley, quien había ido al palacio independiente de la Reina en cuanto terminó la reunión.

Apenas unas horas antes, él mismo había sido testigo de cómo el capitán de la guardia trató a Navier. Sin embargo, ahora le pedía enviar a su hermana al honorable puesto de ‘dama de compañía de la reina’.

—Solo será temporal. Dos de sus damas de compañía del Imperio Oriental decidieron seguir siéndolo aquí también, pero aún no han llegado.

—Pero aun así…

Enojado, McKenna frunció el ceño.

Habiendo desempeñado el papel de mensajero del amor e incluso siendo alcanzado por una flecha, McKenna no podía evitar ponerse del lado de Navier.

—Además, Sir Yunim fue demasiado grosero. ¿Su Majestad fue capturado en el Imperio Oriental por culpa de la Reina? ¿La Reina, que estaba en el Imperio Oriental, lo arrastró de alguna manera? ¿Acaso Su Majestad no voló hasta allí con sus propias alas?

Heinley, que asintió en señal de acuerdo, preguntó sorprendido:

—Pensándolo bien, ¿No he visto a mi cuñado Koshar?

Koshar, que pasó varios días con Heinley, era un hermano mayor que amaba profundamente a su hermana, dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.

Juzgando por su personalidad, debería haber sido el primero en aparecer en cuanto llegó su hermana.

Era extraño que aún no se le hubiera visto.

—Tampoco parece haber ido al palacio independiente.

—Ah. Seguramente evitará verla tanto como sea posible en este momento. Bueno, puede que esté en algún lugar cercano.

—¿Evitarla? ¿Por qué?

—Le preocupa aparecer ahora y convertirse en una molestia para la Reina…

Heinley alzó una ceja y chasqueó la lengua con lástima.

McKenna se encogió de hombros.

—De hecho, Lord Koshar tiene algo de… mala reputación.

—…tendré que hacer algo para cambiar su reputación.

—Creo que es mejor pensar en eso más adelante.

Heinley asintió y se acercó al escritorio; una pila de papeles se había acumulado durante su ausencia.

Heinley se sentó, arremangándose.

—Ah, hay que preparar la boda rápidamente.

Abrió la tapa del tintero, sacó una pluma y sumergió la punta en tinta negra. En ese momento, preguntó:

—¿Hmm? —mientras miraba a McKenna.

—Los preparativos de la boda, usted no los harás, ¿Verdad?

McKenna también lo estaba mirando.

—Así es. Normalmente… los hace la Reina.

Normalmente, es la Reina quien se encarga de los preparativos de boda de la Princesa heredera, pero este caso era muy diferente de lo ‘normal’. Las expresiones de Heinley y McKenna se oscurecieron de igual modo.

Christa ya no era la Reina, y Navier era la actual Reina.

Por supuesto, aunque ya no tuviera ningún estatus, se vería mejor que la antigua Reina, Christa, se encargara de los preparativos de la boda.

Pero eso no sería bueno para Navier.

Para preparar la boda nacional, se necesitaba dirigir y supervisar a los cortesanos durante varias semanas. Y en ese proceso, la posición de Christa podría fortalecerse. Sin embargo, pedirle a Navier que preparara su propia boda sería como pedirle a la alta sociedad que la devorara.

Si la preparaba de forma grandiosa, la devorarían por ser demasiado extravagante. Si la preparaba de forma simple, la devorarían por menospreciar al Reino Occidental.

McKenna preguntó ansiosamente:

—¿Qué vamos a hacer?

Traducido por: Valiz

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