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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 189

Capítulo de novela - 127 párrafos

—¿Por qué están juntas…?

—Simplemente nos encontramos en la puerta.

Tras una breve explicación, Heinley comprendió de inmediato la situación.

Christa permaneció en silencio, pero en cuanto Heinley salió de detrás de su escritorio, habló con franqueza.

—Su Alteza, escuché que planea preparar la boda usted mismo, ¿Es cierto?

Heinley se detuvo al lado de su escritorio y la miró con expresión seria.

—Sí. Así que ya lo ha oído, cuñada.

También miré a Christa.

Vino aquí por la misma razón que yo.

Christa se mostró un poco tensa.

Y al cruzar la mirada con Heinley y conmigo, se tensó aún más. Sonrió con incomodidad y habló con cautela,

—Su Alteza, si me permite… me gustaría encargarme yo de los preparativos de la boda.

Las cejas de Heinley se alzaron.

—¿Usted, cuñada?

—Es poco común que uno prepare su propia boda. Como su cuñada y exreina, soy la más adecuada para prepararla en nombre de ustedes dos. Sería lo mejor.

Heinley sonrió con incomodidad y abrió la boca.

Parecía que quería decir que no…

Pero hablé antes de que pudiera hacerlo.

—Es un matrimonio que empezó de forma distinta a los demás, también es mejor que los preparativos sean distintos. Haz lo que decidiste desde el principio, Heinley.

Si no hubiese intervenido, Heinley también habría rechazado la oferta. Pero para él, Christa era la esposa de su hermano fallecido.

Sería incómodo para él confrontarla directamente. Pensé que sería mejor hacerlo yo.

Christa me miró con una ceja levantada, sin imaginar que me opondría.

No parecía enojada, pero sí algo sorprendida.

En lugar de discutir, bajó la mirada y murmuró:

—Ya veo…

Luego se disculpó.

—Vine aquí porque creí que era lo correcto como su cuñada y exreina. Aparentemente, no supe leer bien el ambiente. Lo siento.

Se veía abatida y decepcionada.

Su rostro ya estaba pálido.

Cuando se disculpó en voz baja, fue extraño.

En lugar de decir algo más, salió de la oficina en silencio.

Fruncí el ceño mientras miraba la puerta.

Sentí como si la hubiera intimidado. Como si hubiera empujado a un animal débil que mostró los dientes sin fuerzas.

Fue extraño.

Nunca me sentí así con Rashta, que estaba en una posición más lamentable que Christa.

Pensándolo bien, me sentía especialmente mal tras enfrentarme a Christa, así que fruncí el ceño.

Después de reflexionar, me pareció que se debía a una diferencia de etiqueta.

Rashta solía decir cosas que escapaban completamente a mi sentido común.

Quería ir a lugares a los que no debía, tocar mis cosas, y que la tratara como a una hermana.

Incluso hubo veces en que me imitó tan descaradamente que me dio escalofríos.

Pero el lado débil de Christa estaba dentro de los límites de mi sentido común.

Tal vez por eso me sentía tan mal.

Claro, la mente humana es compleja, así que es difícil saberlo con certeza…

—¿Reina?

Supongo que estaba demasiado absorta en mis pensamientos. Cuando Heinley se acercó y me llamó, lo miré rápidamente, sorprendida.

Heinley me observó con expresión preocupada.

—Tiene una expresión sombría, ¿Estás bien?

—Estoy bien.

Heinley frunció el ceño ante mi respuesta, como si no creyera en absoluto que estuviera bien.

—Me perdió que no interviniera… pero en mi opinión, Reina. Creo que debería decirle a mi cuñada que evite venir a mi oficina. ¿No cree?

Heinley me hizo la pregunta con cautela.

—No te preocupes por eso.

Negué con la cabeza.

No era bueno que él se involucrara en ese asunto de ninguna manera.

En lugar de hablar sobre Christa, pasé al tema por el que había venido.

—Ah. También vine por algo.

—¿Reina, quería encargarse usted de los preparativos de la boda?

—No exactamente. Vine a ver si había algo en lo que pudiera ayudar.

—Bueno, como es para usted, me gustaría encargarme personalmente.

—Entiendo…

—Por supuesto, tendrá que ayudarme con el vestido de novia. No puedo usar mis propias medidas.

Heinley añadió en tono juguetón y sonrió dulcemente.

Pero en el momento en que mencionó ‘medidas’, recordé su cuerpo desnudo en la fuente —el cual había logrado olvidar por un momento al ver a Christa— y mi rostro se sonrojó de inmediato.

Me apresuré a agachar la cabeza, pero el ángulo era aún peor. Finalmente, levanté la cabeza y giré hacia un lado.

—¿Reina, está enojada?

Solo necesitaba quedarme así un momento.

Heinley caminó hacia el lado al que yo miraba, flexionando las rodillas.

Luego me miró fijamente a los ojos.

Al cruzar directamente con sus ojos púrpura, mi rostro se encendió aún más.

Cuando mordí mi labio inferior y volví a girar hacia otro lado, Heinley se confundió y volvió a moverse para quedar frente a mí.

—¿Reina? ¿De verdad está enojada?

—¿Reina?

Tras girar de un lado a otro, pensé que eso no resolvería nada.

Eso es. No es algo para avergonzarse eternamente. Ya había decidido darle la oportunidad de ser honesto.

Estaba avergonzada, pero no podía permitir que siguiera ocultándomelo. Mantenerlo solo sería molesto e incómodo también para Heinley.

Finalmente, decidí hablar:

—Heinley. Por casualidad…

Estaba a punto de preguntarle si me estaba ocultando algo.

Pero en el momento en que vi su expresión llena de preocupación, lo que salió de mi boca fue algo completamente distinto.

—Invita al Gran Duque Kapmen.

El rostro de Heinley se endureció.

El nombre del Gran Duque, salido de la nada, parecía haberlo desconcertado. A mí también.

Había pensado hablar sobre el Gran Duque Kapmen solo después de la boda.

¿Por qué lo mencioné tan de repente?

Me recriminé en silencio, pero ya lo había dicho.

Aparenté calma, como si hubiera planeado desde el principio traer ese tema, y simplemente dije lo que tenía previsto decir dentro de unas semanas.

—¿Recuerdas al Gran Duque Kapmen? Estoy segura de que se conocieron durante las celebraciones de Año Nuevo.

—¿Cómo podría olvidarlo?

Heinley murmuró con una sonrisa extraña. Tal vez porque casi se había peleado con él.

Aunque no pudo enfadarse porque yo estaba presente, no pudo evitar que su expresión se distorsionara.

—¿Reina, quiere invitarlo?

—Cuando estaba en el Imperio Oriental, trabajamos juntos para establecer comercio intercontinental entre nuestros países.

—¿Comercio… intercontinental?

Sin embargo, su expresión distorsionada se volvió seria rápidamente cuando mencioné el comercio.

—La escucho.

Seguí hablando.

—Pero todo se arruinó cuando él y Su Majestad se pelearon.

—Ah, escuché sobre eso. Además…

Los ojos de Heinley se movieron hacia mi puño.

—¿Es cierto?

Entonces, se tocó la mejilla con un dedo.

Parecía referirse al golpe que el Gran Duque Kapmen le dio a Sovieshu.

—Aunque puedo entenderlo, fue bastante imprudente.

En aquel entonces, el Gran Duque Kapmen estaba bajo los efectos de la poción de amor.

Pensándolo bien, ¿Habrá logrado librarse de los efectos?

Mientras reflexionaba, Heinley tomó mi mano.

—Siéntese. No se quede de pie.

Luego me condujo hacia su escritorio y me pidió que me sentara en la silla, recostándose él mismo contra el borde del escritorio.

Tal vez no fue intencional, pero la parte baja de su cuerpo quedó justo a la altura de mis ojos.

Apreté los puños y giré la silla hacia la ventana. Otra vez, el problema había sido el ángulo.

Pregunté, fingiendo mirar por la rendija de las cortinas:

—Quiero concretar el comercio. Si lo invitas, intentaré lograr que el comercio entre Rift y el Reino Occidental sea exitoso.

Heinley murmuró con una voz ligeramente apagada.

—Si usted ha trabajado en ello, por supuesto hay una alta probabilidad de éxito…

—Este será el primer comercio liderado por el Estado con este continente. Aunque el comercio directo será beneficioso en sí mismo, si se vuelve común comerciar con este continente, haremos de Rift y el Reino Occidental países intermediarios de comercio.

—Incluso los comerciantes que han tenido dificultades para involucrarse en el comercio se sentirán más seguros al participar en un proyecto estatal, así que será aún mejor para conseguir inversiones.

Hablé con determinación hacia la ventana. La viabilidad comercial ya había sido examinada a fondo en el Imperio Oriental.

En ese momento, Heinley murmuró con voz apagada:

—Pero Reina, ¿Por qué tiene que mirar hacia allá para hablar?

—Por favor, míreme cuando habla.

—Si de verdad no está enojada conmigo, es extraño que siga evitando mirarme a los ojos.

—Yo… no estoy evitando tu mirada.

—¿De verdad?

Traducido por: Valiz

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