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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 193

Capítulo de novela - 148 párrafos

Miss Mastas me miró a los ojos y preguntó:

—¿Su Majestad se fue desnudo?

Rose e incluso Mastas, la caballero de Heinley, no parecían saber que Heinley podía transformarse en un pájaro.

Me despeiné por la incomodidad de la situación. Estaba en una posición tan embarazosa.

¿Cómo debería responder?

Peor aún, el cuello de Rose se había puesto rojo. Parecía estar imaginando una escena vulgar.

¿No debería decirle que no era lo que pensaba? Pero, ¿Qué exactamente debería decirle para disuadirla? ¿Que simplemente le quité la ropa antes de que se fuera y no pasó nada más?

Eso... me haría ver aún más extraña.

Así que respondí: 

—Está bien, no importa.

—Somos un matrimonio.

—¡¿Qué?!

Mastas miró hacia la ventana y murmuró lentamente:

—Eh... Claro, son un matrimonio. Pero el problema es que cualquier otra persona que vea a Su Majestad desnudo, no está casada con él.

Cuanto más hablaba, más extraños parecían Heinley y yo, así que en lugar de seguir, me agaché rápidamente y recogí la ropa de Heinley.

Si solo fueran sus prendas exteriores, habría pedido a mis damas de compañía que las recogieran. Pero no podía pedirles que lo hicieran porque entre la pila también estaban sus pantalones interiores.

Mientras sostenía su ropa en mis brazos, olí el perfume que Heinley solía usar.

En ese momento, la expresión triste de Queen vino a mi mente.

Un par de días antes de mi cumpleaños, él había hecho un gran esfuerzo por traerme un pastel. Sin embargo, cuando dije que era un poco demasiado, él rompió en llanto y voló lejos.

...entonces, fue Heinley quien lloró ese día. Por eso sus ojos estaban rojos cuando lo visité.

Heinley... parecía tener un corazón sensible. Me pregunto si está llorando nuevamente ahora.

Al pensarlo, mi corazón se llenó de preocupación. Me sentí extremadamente apenada de repente.

Dudé antes de finalmente preguntar:

—Miss Mastas, ¿Alguna vez Su Majestad le ha malinterpretado?

Mastas era una de las caballeros de Heinley, por lo que debería estar familiarizada con su comportamiento habitual.

Ante mi pregunta, Mastas parpadeó y respondió:

—¿Qué tipo de malentendido?

—Bueno, él piensa que estoy enojada cuando en realidad no lo estoy...

—¡He estado enojada antes, pero a Su Majestad nunca le ha importado mucho!

—Oh, imagino que lo que pasó fue que Su Majestad malinterpretó la situación y pensó que Su Majestad estaba enojada. Entonces... ¿Salió por la ventana en shock? —preguntó con los ojos bien abiertos.

—...algo así.

—Eh… —Ella desvió la mirada y volvió a hablar—. Puedo imaginar por qué Su Majestad estaba tan sorprendido... no, olvídelo, no puedo imaginar nada, así que no se preocupe... lo que quería decir es que Su Majestad sonríe mucho, eso es todo, solo sonríe.

—¿Solo sonríe?

—Sí. Independientemente de lo que esté pensando, oculta todo con una sonrisa. Nunca he visto a Su Majestad en shock —añadió Mastas, mirándome con atención, —. Si Su Majestad estaba tan angustiado por que la Reina estuviera enojada que salió desnudo por la ventana, ¿No sería mejor si fuera honesta y le dijera que no está enojada?

Me quedé perpleja por lo que me dijo Miss Mastas. Pensaba que Heinley era muy emocional. Pero al parecer, no mostraba mucho sus emociones. Entonces, ¿Solo mostraba sus verdaderos sentimientos frente a mí?

En cualquier caso, tenía razón.

—Ser honesta… —murmuré, asintiendo mientras salía con la ropa de él en mis manos.

—¡Reina! —me llamó.

—Iré a ver a Su Majestad. Debo ser honesta y aclarar el malentendido.

—No, no es eso, es solo... puedo ver todo. Sería mejor si envolviera esas ropas en un trozo de tela.

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Sovieshu, que recién se había puesto ropa cómoda, estaba sentado en la cama de Rashta cantándole una canción al bebé.

Rashta estaba recostada sobre un montón de almohadas suaves y esponjosas. No podía dejar de sonreír mientras Sovieshu cantaba.

El Emperador le cantaba a su vientre. Hace un año, esto le habría parecido inimaginable.

Rashta movió su mano para acariciar el cabello negro de Sovieshu.

¿Cómo podía ser tan encantador?

Alan había rechazado incluso a su propio hijo por su estatus. Pero Sovieshu, que tenía un estatus mucho más alto que Alan, había hecho todo lo posible para evitar tener un hijo ilegítimo.

Para el cuidado prenatal, a veces venía a hablarle a su vientre y le cantaba por la noche. Siempre que Rashta veía los esfuerzos de Sovieshu por cuidar al bebé por nacer, sentía ganas de llorar.

—Su Majestad canta muy bien —lo halagó.

—Porque lo aprendí.

—¿Cantar es parte de la educación de la familia imperial?

—No es solo parte de la educación de la familia imperial. Es una lección comúnmente enseñada en la alta sociedad.

—El bebé recordará bien la voz de su padre.

Sovieshu sonrió y acarició el vientre de Rashta con sus manos.

De repente, hubo un golpe en la puerta.

—¿Quién es? —preguntó Sovieshu, mirando hacia la puerta. Todos los rastros de su recién descubierto comportamiento paternal desaparecieron.

La criada Delise entró y dijo: 

—Su Majestad, el Marqués Karl está aquí.

Sovieshu miró el reloj en la pared: 

—¿A esta hora?

—Sí. Dice que tiene algo urgente que mostrarle...

—Dígale que espere en la sala de estar.

Delise respondió:

—Entendido. —Y salió.

Rashta miró a Sovieshu con los ojos muy abiertos mientras él se levantaba.

—¿Ya se va?

—El Marqués Karl no vendría sin una buena razón.

Sovieshu la arropó, subiendo las sábanas hasta su cuello, y salió de la habitación.

El Marqués Karl caminaba de un lado a otro con ansiedad, con un periódico en la mano, sin molestarse en sentarse en el sofá.

—¿Qué pasa? —preguntó Sovieshu.

El Marqués Karl extendió rápidamente el periódico hacia el Emperador.

—Mire esto, Su Majestad.

Él frunció el ceño y aceptó el periódico.

Era un boletín del Reino Occidental.

El contenido del periódico era...

La expresión de Sovieshu se congeló.

Habló con incredulidad:

—¿Navier escuchó cuando le prometí a Rashta que me divorciaría de ella?

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Era demasiado tarde, así que traté de calmar mi corazón acelerado y esperé hasta el día siguiente para acercarme a Heinley. Me vestí rápidamente tan pronto como amaneció y salí del palacio separado de la Reina.

Quería aclarar las cosas con él antes de que entrara a la sala de conferencias.

Inesperadamente, mi hermano salió de la oficina. Parecía que acababa de visitar a Heinley.

Corrí hacia él sorprendida.

—¿Hermano?

Los ojos de mi hermano se abrieron de par en par y extendió los brazos, imitando mi movimiento.

Lo abracé mientras él me sostenía con la misma fuerza. Murmuró algunas palabras incomprensibles.

Miré hacia arriba cuando sentí que sus hombros temblaban, estaba llorando.

Mi hermano me abrazó por un rato, finalmente soltándome cuando Mckenna salió.

Sacó un pañuelo, se limpió los ojos y sonrió.

—Hubiera sido mejor si hubiéramos estado completamente a solas.

—Hermano...

—Cuando escuché sobre tu divorcio, Navier, mi corazón se rompió.

—Solo porque te casaste con Su Majestad Heinley no significa que las cicatrices dejadas por tu divorcio desaparecerán de inmediato.

Mi hermano me abrazó nuevamente con fuerza.

Después de permanecer en esa posición un rato, McKenna tosió y mi hermano me soltó una vez más.

—Pensé que te vería tan pronto como llegara al Reino Occidental —dije con tristeza.

Mi hermano respondió a mi tono desanimado mientras doblaba su pañuelo y lo guardaba en su bolsillo.

—Te he estado evitando porque temía causarte problemas.

—¿Por qué dices eso?

—Eso fue lo que pasó en el Imperio Oriental. No he dejado de pensar en ello desde que escuché sobre tu divorcio. Probablemente fue mi culpa que sucediera. Si solo me hubiera mantenido tranquilo, tal vez no te habrías divorciado...

Aunque lo que dijo podría ser cierto, sabía que aunque mi hermano no hubiera hecho nada, Sovieshu aún me habría dejado.

Porque él amaba a Rashta. Tenía que deshacerse de mí de alguna manera si quería que Rashta se sentara a su lado.

De hecho, después de desterrarme, Sovieshu aprovechó el nombre de mi hermano para deshacerse de mí.

En lugar de hablar más al respecto, sonreí y bromeé deliberadamente.

—Entonces, me has estado evitando, pero ¿Aún te encuentras con Heinley?

—Su Majestad dijo que agregarían mi nombre en la 'Expedición de los Caballeros' antes de la boda.

—¿Expedición de los Caballeros?

—Es una tradición del Reino Occidental. Aparentemente, los caballeros del Rey viajan a algunas ciudades para proporcionar apoyo a las personas.

Ahh... sí. Pensándolo bien, he oído algo similar.

Se dice que la reputación del caballero que mejor manejó las situaciones se dispararía instantáneamente.

—...lo agradezco.

Pude ver por qué Heinley quería que mi hermano participara en la expedición de los caballeros. Parecía estar planeando elevar la reputación de mi hermano en el Reino Occidental.

Apreté más las ropas que llevaba en las manos. Mi hermano sonrió incómodo y también lo elogió.

—Solo he oído rumores triviales sobre él. Sin embargo, es muy considerado en muchos aspectos...

—Estoy de acuerdo.

—Te debe gustar.

—Eso es...

Bueno... gustar a alguien no necesariamente implica que uno esté enamorado.

—Es cierto.

Qué vergonzoso.

Después de despedirme de mi hermano, caminé con cuidado hacia la oficina.

Heinley estaba de pie, incómodo, en el centro de la oficina, sonrojándose tan pronto como nuestros ojos se encontraron.

Él no se acercó como de costumbre, en su lugar, dudó. Lo había evitado antes, así que parecía inseguro de si estaba bien acercarse.

Aunque aún me avergonzaba mirarlo a los ojos, esta vez reuní el valor para acercarme.

Heinley juntó sus manos con fuerza y me miró con los ojos temblorosos.

—Reina, yo

Lo interrumpí:

—Realmente no estoy enojada.

—Pero me ha evitado. Reina, yo... ojalá no me evitara más.

—No te evitaba porque estuviera enojada —le repetí, tragándome las ganas de darme la vuelta y marcharme—. ¿Quieres que sea honesta contigo sobre por qué te he evitado?

Heinley respondió apresuradamente:

—Sí. Si no está enojada conmigo, por favor sea honesta.

—Podrías sorprenderte.

—Hay días en los que me pongo tan ansioso que no puedo dormir por la noche. No quiero que me odie, Reina. Por favor, dígamelo.

Sus ojos temblaban, sus pupilas parecían notablemente más oscuras de lo normal.

Respiré hondo y abracé su ropa como si fuera un amuleto.

Era difícil decir la verdad, pero Heinley lo hizo, aunque temía que me enojara. Él demostró su valentía, así que yo tenía que demostrar la mía.

Después de tomar una respiración profunda, se lo confesé de la manera más casual posible.

—Te vi desnudo.

—¡¿Qué?!

—Es difícil porque la imagen de ti sigue apareciendo en mi mente.

—¡¿Qué?!

—Por eso no puedo mirarte a los ojos. Solo sigo recordándolo.

—¡¿Qué?!

Traducido por: Valiz

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