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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 205

Capítulo de novela - 146 párrafos

Capítulo 205 - El choque de Sovieshu (2)

Sovieshu, quien había dado instrucciones al Marqués Karl sobre la boda, le preguntó cómo iban los preparativos. Después de discutir sobre qué sedas usar, a qué otras personas invitar, etc., fue a la habitación de Rashta.

Rashta se estaba probando un vestido en ese momento.

Al ver a Sovieshu, Rashta sonrió ampliamente y exclamó dulcemente,

—¡Su Majestad!

El nuevo vestido ya estaba casi terminado y se lo estaba probando, así que se veía muy feliz.

—Su Majestad, ¿Cómo se ve Rashta?

Rashta bajó de una pequeña tarima y giró con gracia frente a Sovieshu.

El largo vestido se balanceaba lentamente al ritmo del movimiento de Rashta.

Se veía tan hermosa como una Princesa de cuento de hadas, lo que hizo que la diseñadora se sintiera satisfecha.

Por la insistencia de Rashta, la diseñadora terminó haciendo el vestido glamuroso que Rashta quería.

Contrario a lo que esperaba, Rashta también se veía bien con ese vestido glamuroso, lo cual la llenaba de orgullo.

Pero tan pronto como Sovieshu vio el vestido de Rashta, dijo con firmeza,

—Es demasiado llamativo.

Los ojos de Rashta se abrieron y preguntó,

—¿Pero no es hermoso, Su Majestad?

—Es hermoso. Pero me gustaría que fuera más sencillo.

Sovieshu hablaba como si respondiera a Rashta, pero en realidad se dirigía a la diseñadora.

La diseñadora inclinó la cabeza y respondió,

—Entiendo.

La mirada de Rashta iba de Sovieshu a la diseñadora con sorpresa.

Entonces, cuando Rashta rompió en llanto, Sovieshu y la diseñadora la miraron aún más sorprendidos.

Rashta sollozó y se quejó con Sovieshu,

—¡Rashta quiere usar este vestido! ¡Rashta con este vestido se verá muy bien al lado de Su Majestad!

—Puedes usar un vestido llamativo en otra ocasión. Usa uno sencillo esta vez. ¿No habrá muchas fiestas a las que asistir en el futuro?

—Es importante usar este vestido en el día más especial.

Rashta añadió con una expresión triste,

—Rashta quiere ser digna de estar al lado de Su Majestad.

Sovieshu quería negarse, pero había oído que estresar a una mujer embarazada no era bueno para el bebé en su vientre.

Al verla con el rostro completamente enrojecido, Sovieshu finalmente suspiró y aceptó,

—Está bien. Puedes usarlo.

༻✦༺  ༻✧༺ ༻✦༺

Terminé de leer los registros del escribano del Reino Occidental de los últimos veinte años. Ahora era momento de leer los registros administrativos de las reinas anteriores.

—Su Majestad siempre está leyendo libros —refunfuñó Mastas. Era tan activa y no le gustaba eso…

—Siempre ha sido así, incluso en el Imperio del Este.

—¿De verdad, Laura?

—Por supuesto. Siempre libros, libros y más libros.

Mastas y Laura hablaban animadamente sobre mí, mientras la Condesa Jubel fingía no estar interesada en la conversación, pero en realidad mostraba una simpatía discreta.

Frente a la puerta, los caballeros del Vizconde Langdel hacían turnos para hacer guardia.

La escena me traía recuerdos de mis días en el Imperio del Este, lo que me hizo sonreír junto a ellas.

Fue en ese momento…

—Su Majestad.

Rose, quien había ido a buscar café, entró y dijo con una expresión extraña,

—Ha venido una de las damas de compañía de Christa.

—¿De Christa?

—Sí, trajo una canasta de flores.

Una canasta de flores…

Aunque parecía absurdo, de todos modos le permití entrar.

—Mi nombre es Imaru, Su Majestad.

Era la primera vez que veía a esa dama de compañía de Christa.

Después de saludar educadamente, empujó ligeramente hacia adelante la canasta de flores que sostenía con ambas manos y dijo,

—Christa oyó que Su Majestad ha conseguido caballeros personales, así que me pidió entregarle esto como felicitación.

Cuando Rose se adelantó y recibió la canasta de flores, la dama de compañía de Christa añadió,

—Estas flores fueron cultivadas por ella misma.

—Por favor, transmítale mi agradecimiento.

Las flores eran vivas y hermosas, y la canasta también estaba bellamente decorada.

Pero tan pronto como la dama de compañía de Christa se fue, Rose resopló,

—Debe estar inquieta por los caballeros del señor Langdel. Ha ignorado a Su Majestad todo este tiempo, y justo ahora manda un regalo.

La Condesa Jubel también preguntó con frialdad,

—¿La tiramos?

Rose la miró sorprendida, luego sonrió y añadió:

—Es broma. —Señalando la mesa sin adornos.

—La pondré allí, Su Majestad.

—Está bien.

Después de pensar un momento, le pedí a Rose,

—Señorita Rose, envíele un ramo de flores de acacia a Christa en respuesta.

También me hubiera gustado enviarle flores de mi jardín, pero aún no había cultivado ninguna.

—Es un regalo que envió solo para quedar bien. ¿Realmente necesita responderle? De todos modos, no creo que haya estado feliz de enviar ese regalo.

A Mastas no parecía agradarle la idea, pero…

—No importa si lo hizo con sinceridad o no.

—Una amistad falsa es mucho mejor que estar en conflicto.

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Pasaron los días, pero Christa no mostró ningún gesto amistoso desde entonces.

Sin embargo, hubo algunos cambios.

Ahora mis damas de compañía se llevaban muy bien entre ellas, y me había acostumbrado a tener caballeros haciendo guardia en la puerta.

Nian venía con el Vizcondes Langdel cada dos o tres días a pasar el rato, y era muy divertido verlos juntos.

Quizás era porque ahora sabía que el Vizconde Langdel no era un joven inocente con un enamoramiento, sino el comandante de la 5ª división de los temidos Caballeros Supranacionales.

Cada vez que lo veía concentrado y reaccionando tanto a las palabras como a las acciones de Nian no podía evitar reírme. Aunque intentaba no hacerlo porque podría parecer descortés.

Pero a pesar de estos días tranquilos, me sentía incómoda cada vez que miraba el cajón de mi escritorio.

Era porque la carta de Sovieshu estaba en ese cajón.

Si pudiera recuperar al Sovieshu de mi infancia, me gustaría sentarme frente a él y preguntarle,

¿...en qué estás pensando realmente?

Ese Sovieshu era más honesto al expresar sus emociones que el actual.

Cuando estaba a punto de abrir la carta de Sovieshu para leerla otra vez, alguien llamó a la ventana.

Miré hacia atrás y vi a Heinley otra vez en la ventana.

Dejé la carta en el cajón, caminé hacia la ventana y cerré las cortinas.

—¿Reina?

Una voz desconcertada sonó detrás de las cortinas. Quería verlo así al menos una vez.

Si seguía abriéndole la ventana, no dejaría de venir por aquí.

—¿Reina? Lo siento, ¿Reina? —Heinley me llamó repetidamente como si realmente estuviera sorprendido.

Deliberadamente conté treinta segundos y corrí las cortinas.

Heinley estaba tan abatido que se había agachado, apoyando las manos en el alféizar.

Una vez que abrí la ventana, me miró a los ojos y se disculpó,

—Lo siento. Es que ya me he acostumbrado a verla así…

—Solo permitiré que Queen entre por la ventana —añadió—. Entonces, ¿Puedo venir como Reina?

—Si estás dispuesto a vestirte.

—¿...me vestirá usted?

¿Qué esperaba? Águila astuta.

—¿Qué te trae por aquí a esta hora?

Evidentemente, todavía era hora de trabajo.

—Tengo buenas noticias y malas noticias. Solo quería dárselas.

—¿Cuáles son?

—La buena noticia es… que finalmente se fijó la fecha de nuestra boda, Reina.

—Muy pronto, seremos innegablemente una pareja casada.

—Ya estamos casados e innegablemente somos una pareja.

—Lo que hicimos fue un juramento ante Dios. Ahora proclamaremos ante todo el mundo que soy su esposo y usted es mi esposa.

Al ver a Heinley hablar con satisfacción, me dieron ganas de pellizcarle las mejillas.

La forma en que hablaba… me confundía. Recordé cómo confundí sus palabras con una confesión de amor cuando trató de decirme lo de la autoproclamación del imperio.

Pero actué con calma y le pregunté,

—¿Cuál es la mala noticia?

—Um, bueno…

¿Es peor de lo que pensaba?

Heinley dudó un poco y dijo,

—El Emperador del Imperio del Este envió una invitación para asistir a su boda.

—Espera que podamos asistir. En caso de que yo no pueda, al menos quiere que la Reina asista.

Después de terminar de hablar, Heinley me miró a los ojos,

Me dijo que eso era una mala noticia. ¿Era porque Heinley no quería que fuera?

Pero le respondí de inmediato, sin dudarlo,

—Voy a ir.

—Quiero ver a mis padres y a mis amigos.

—No quiero perder la oportunidad de ver a las personas que amo solo porque él esté allí.

Tan pronto como hablé, Heinley dijo rápidamente,

—Iré con usted.

De inmediato lo rechacé,

—No tiene que hacerlo.

No era porque me incomodara que viniera conmigo, sino porque la última vez fuimos retenidos temporalmente en la Mansión Troby por orden de Sovieshu.

Eso debía seguir siendo un recuerdo desagradable. No quería hacer que regresara allí otra vez.

Pero Heinley respondió con una sonrisa,

—Quiero ir con ustede. Mis padres y mis amigos también están allí.

¿Los padres de Heinley estaban en el Imperio del Este?

Supongo que se refería a mis padres.

Cuando abrí la boca sorprendida, Heinley refunfuñó en tono de broma,

—Parecían sentirse muy incómodos conmigo cuando nos conocimos. Esta vez, me aseguraré de que me acepten como su amado yerno.

—…estoy segura de que ahora te querrán.

Heinley me había salvado de quedar completamente deshonrada.

Se rió entre dientes y acercó su rostro.

Luego me dio un beso leve en la mejilla.

Me sorprendí tanto que abrí los ojos de par en par.

Entonces, él retiró un poco la cabeza y me miró a los ojos. Al ver que permanecía inmóvil, volvió a acercarse y presionó sus labios contra mi mejilla.

Esta vez, fue aún más largo.

Finalmente se apartó y sonrió tímidamente.

—¿Cuándo me aceptará como su amado esposo?

Traducido por: Valiz

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