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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 206

Capítulo de novela - 91 párrafos

La pregunta de Heinley dejó mi mente hecha un completo lío.

¿Cuándo lo aceptaré como mi amado esposo? ¿Ya no es encantador?

No creo que se refiera a eso.

¿Quiere que le dé amor?

Estoy confundida.

Pensé en mi relación con Sovieshu, pero nunca tuve una conversación así con él. Esas experiencias no me sirven de nada.

Mientras vacilaba, Heinley suspiró y murmuró,

—Sus ojos parecen los de un conejo asombrado.

—¿Yo…?

—Respóndame en otro momento, Reina.

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Heinley se fue después de eso.

De pie junto al marco de la ventana, me recosté contra él. Eso me hizo sentir mucho mejor.

No me había dado cuenta, pero mi rostro parecía haberse calentado. Cuando puse las palmas sobre mis mejillas, estaban realmente calientes.

¿Será porque Heinley… es más joven que yo? ¿O porque es un mujeriego? Decía esas cosas dulces con demasiada naturalidad.

No me disgustaba, pero…

Mientras pensaba en eso, llamaron a la puerta.

Corrí a abrir pensando que podría ser Heinley otra vez, pero quienes entraron fueron Rose y la Condesa Jubel.

¿Dónde habían estado? Llevaban cestas llenas de fruta.

—¿Qué estaban haciendo?

—Fuimos a un huerto que hay en el Palacio Real, Su Majestad.

—Se las pelaremos.

Mientras las dos se sentaban en el sofá, pelando las frutas y sirviendo bocadillos en un plato, yo volví a mirar por la ventana.

Finalmente, me vino a la mente lo que Heinley había dicho sobre la invitación a la boda de Sovieshu.

Como iba a ir al Imperio del Este, mis damas de compañía me acompañarían, así que por supuesto tenía que decírselo.

—Su Majestad el Rey estuvo aquí hasta hace poco.

—¿Su Majestad?

—Creo que no lo vi entonces…

—Entró por la ventana. Solo quería contarme algunas noticias.

Rose, que había terminado de pelar la fruta, dejó el cuchillo y me miró. La Condesa Jubel dejó el plato de bocadillos en la mesa de té y también esperó mis palabras.

—La fecha de nuestra boda ya está decidida.

Sus rostros se iluminaron ante mis palabras.

—¡Por fin…!

—La diseñadora McLinnan estará más ocupada, Su Majestad.

Sin embargo, sus rostros se oscurecieron tan pronto como les hablé de la boda de Sovieshu.

—Y Heinley y yo hemos sido formalmente invitados a la boda de Su Majestad el Emperador del Imperio del Este.

Parecía como si hubieran bebido un vaso de agua salada.

—He decidido ir.

Cuando escucharon mi respuesta a la invitación, sus rostros se pusieron aún peor.

Las dos intercambiaron miradas en silencio.

La insatisfacción se reflejaba en sus expresiones. Pero finalmente suspiraron y lo aceptaron.

Cuando estaba por hablar más del tema, volvieron a llamar a la puerta.

Rose fue a abrirla, mientras yo me sentaba en el sofá mirando en esa dirección.

El visitante era un hombre bien vestido con una gran barba gris.

¿Quién era?

Al ver su rostro completamente desconocido, se inclinó hacia mí.

Después de que asentí, el hombre entró en la habitación y se presentó,

—Soy el Mayordomo Principal de la Familia Amares, Su Majestad.

¿Familia Amares?

¿Ese nombre me suena?

Ah. Lo recuerdo.

Apareció un par de veces en los registros que había estado leyendo.

Hasta donde sé, esa familia ostenta el título de Marqués.

¿Por qué enviaría esa familia a su Mayordomo Principal aquí?

Cuando lo miré confundida, el mayordomo dijo cortésmente,

—Su Majestad, he venido en nombre de la señorita Mullaney.

¡Mullaney! Era uno de los subordinados de Mullaney.

Quería reunirme con ella con la intención de tenerla de mi lado, ya que tenía gran influencia en la alta sociedad del Reino Occidental.

Asentí y él continuó.

—La señorita Mullaney se siente muy honrada de que Su Majestad la Reina quiera reunirse con ella. Estará encantada de visitarla una vez que le indique la fecha y hora.

No era necesario fijar una fecha lejana.

—Dígale que venga a visitarme mañana a la una de la tarde.

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Mullaney llegó media hora antes de la hora acordada.

Había considerado esa posibilidad, así que el té y los bocadillos ya estaban preparados.

—Mi nombre es Mullaney, Su Majestad la Reina.

Observé cuidadosamente a Mullaney mientras me saludaba con cortesía.

Era una joven de ojos grises, con una postura recta y firme. Tenía una expresión digna y su manera de hablar era elegante.

—Me siento honrada de que deseara reunirse conmigo, Su Majestad.

—Quería conocerla desde que oí hablar de usted.

—Yo también he estado esperando este momento desde que supe que Su Majestad la Reina había llegado. Me preguntaba cuándo me llamaría.

No solo su expresión irradiaba confianza, sus palabras audaces y sinceras me hicieron sonreír de manera natural.

Aunque su aura era diferente, sentí como si estuviera mirando a una joven Nian.

En lugar de andar con rodeos, le pregunté directamente,

—Ya veo. Si estaba esperando que la llamara, es porque quiere algo de mí, ¿Verdad?

La señorita Mullaney sonrió ligeramente, y preguntó en respuesta,

—Su Majestad me llamó para ayudarla a integrarse en la alta sociedad del Reino Occidental, ¿Verdad?

Es lista. Eso es aún mejor.

Cuando asentí con agrado, ella preguntó esta vez con más cautela que antes.

—¿Qué ganaría yo ayudando a Su Majestad la Reina?

Ante su pregunta audaz pero inteligente, Laura, que estaba junto a la puerta, levantó la cabeza con expresión amenazante.

Por su cara, parecía estar pensando,

¿Qué le pasa a esta?

Resistiendo el deseo de reír, respondí,

—¿Qué desea a cambio?

Por su pregunta anterior podía notar que buscaba algo en particular, pero la petición de Mullaney fue completamente inesperada,

—¡Por favor, eche a Christa del Palacio Real!

Traducido por: Valiz

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