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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 238:Confesiones (1)

Capítulo de novela - 100 párrafos

Capítulo 238 - Confesiones (1)

Rashta regresó a su habitación y dio un portazo. Se lanzó sobre la cama en cuanto entró, apretando una almohada.

Su cabeza se sentía caliente y su entorno frío. Rashta resopló mientras golpeaba la almohada.

Es una persona muy mala. ¡Realmente mala! ¿Cómo pudo ser tan diferente hoy la actitud del Gran Duque Kapmen con respecto a ayer?

Ayer estaba claramente enamorado de ella, pero hoy había sido tan frío como antes.

¡Solo ha pasado un día!

Ni siquiera un día completo, ya que solo habían pasado unas diez horas.

¡La Emperatriz depuesta debe haber hecho algo otra vez!

¡Rashta estaba segura de eso! Como el Gran Duque Kapmen mostró interés por ella, Navier se acercó apresuradamente en la mañana para seducirlo. Había hecho lo mismo con Sovieshu, y ahora también con el Gran Duque Kapmen.

Finge ser una mujer muy digna, pero en realidad eso es lo último que es.

Rashta gruñó con rabia al pensarlo.

Creía que Navier había seducido al Príncipe Heinley en el Imperio del Este, y que aquí había seducido nuevamente a Sovieshu. ¡Y ahora iba tras el Gran Duque Kapmen también!

—Odiaba que el Gran Duque se enamorara de mí.

Rashta resopló.

Había personas así. Personas que siempre querían ser el centro de atención. A los ojos de Rashta, la Emperatriz depuesta era una de esas personas.

Sin embargo, Rashta pronto sacudió la cabeza.

Ahora mismo no tengo que preocuparme por eso.

Le encantaba que un hombre guapo como el Gran Duque Kapmen estuviera tras ella, pero eso era todo.

¿Ya no necesitaba usarlo para provocar los celos de Sovieshu?

Rashta se levantó de la cama, apartando la almohada.

Sí. Lo más importante ahora es lo que dijo el hermano de la Emperatriz depuesta.

Rashta se mordió las uñas, frunciendo el ceño.

¿Qué es el documento con mi nombre?

Un documento que podría ser usado como chantaje…

La respuesta no tardó en venir a su mente.

¡El certificado del comercio de esclavos!

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Rashta había terminado de reflexionar, pero antes de que pudiera visitar a Sovieshu…

Sovieshu se adelantó, llamándola primero.

—Su Majestad, el Emperador desea verla.

Rashta se levantó del sofá con una sonrisa, ya que sabía que esto sucedería.

Imagino que me llama porque está celoso.

Intentó mantenerse tranquila, pero al final no pudo contenerse.

—Un momento.

Dicho eso, Rashta se miró en el espejo y se arregló la ropa.

Una vez que llegó a la habitación de Sovieshu, el caballero abrió la puerta para ella. Mientras entraba, Rashta organizó sus pensamientos para hablar con Sovieshu.

Primero necesitaré calmar a mi esposo celoso… luego le haré saber cómo me trató Koshar. Sovieshu se enojará tanto que se encargará del hermano de Navier.

Sin embargo, lo primero que Rashta escuchó de Sovieshu fue una orden, no una muestra de celos.

—Eres la Emperatriz, cuida tus acciones.

Rashta se quedó momentáneamente desconcertada por las duras palabras que no esperaba.

Le dio vueltas en la cabeza, reflexionando sobre las palabras de Sovieshu. Como resultado, llegó a la conclusión de que era otra forma de celos. La dignidad de la Emperatriz era solo una excusa, no quería que ella viera a otros hombres.

Rashta rió por dentro y respondió dulcemente,

—Por supuesto, Su Majestad.

Sin embargo, la expresión de Sovieshu se volvió más rígida ante su sonrisa radiante.

—Esto no es un juego, Rashta.

—Por la diferencia de experiencia no espero que estés a la altura de Navier, pero al menos, ¿No deberías asegurarte de que no se noten tus deficiencias?

—¿Qué deficiencias?

Preguntó Rashta, sintiéndose herida en su orgullo.

Las palabras de Sovieshu eran demasiado ofensivas como para ser dichas por celos.

—Viniste a la boda nacional de otro país como invitada distinguida, ¿Tenías que hablar así?

—¿Qué dijo Rashta?

—Mencionaste que Navier es infértil frente a todos.

—Lo que dije es cierto.

—Eso no debería decirse a una pareja recién casada, sea cierto o no. Además, podría haberse convertido en un conflicto diplomático.

Navier, que amaba al Imperio del Este, no permitiría que este incidente llegara tan lejos. Sovieshu estaba convencido de eso por su naturaleza. Aunque este incidente aún sería una vergüenza para el Imperio del Este.

Los ojos de Rashta se agrandaron. La imagen de Sovieshu buscando a Navier volvió a su mente.

Sintió un dolor mareante, como si una delgada cuchilla le atravesara el corazón.

Finalmente Rashta preguntó al borde de las lágrimas.

—Su Majestad… ¿No le importa en lo más mínimo lo que ella dijo contra mí?

Si él sabía sobre esto, ella asumía que también sabía lo que ocurrió antes y después.

¿Cómo podía decir esto? ¡Debía ser obra de la Emperatriz depuesta y su hermano!

—La Emperatriz depuesta dijo que debía llamar hermana a la próxima concubina de Su Majestad. ¡Y su hermano me amenazó!

—¿Te amenazó?

Preguntó Sovieshu, frunciendo el ceño.

—¿Cómo te amenazó?

Rashta estuvo a punto de contarle todo tal como era, pero terminó cerrando la boca.

La amenaza de Koshar podía dividirse en dos partes. La primera era que sabía sobre su hijo oculto. La segunda, que el certificado del comercio de esclavos estaba en el Palacio del Imperio del Este.

Ambas eran difíciles de contar. ¡Especialmente lo del niño!

Rashta no sabía que Sovieshu ya conocía a su primer hijo, así que eligió hablar solo del certificado del comercio de esclavos.

—El hermano de la Emperatriz depuesta habló sobre un documento del pasado de Rashta.

—¿De tu pasado?

—¿Aún lo tiene?

Preguntó Sovieshu con sorpresa esta vez. Por el bien del bebé que iba a nacer, el asunto del pasado de Rashta debía manejarse con cuidado.

La desaparición del certificado de comercio de esclavos que había estado en manos del Vizconde Roteschu le había molestado todo este tiempo…

Se sorprendió cuando Rashta lo mencionó.

—No lo sé. Solo mencionó que estaba en el palacio imperial.

Respondió Rashta, mientras Sovieshu se mostraba desconcertado por sus palabras.

—¿En el Palacio Imperial?

Sovieshu murmuró.

—Lo busqué allí, pero no lo encontré.

En ese momento, Rashta se dio cuenta de que el certificado del comercio de esclavos en el que aparecía su nombre había salido directamente de manos del Vizconde Roteschu.

La amenaza de Koshar no eran simplemente palabras vacías, sino que ese documento realmente estaba por ahí.

—¿Es cierto que el certificado se perdió?

Preguntó Rashta, con el rostro pálido.

—¿El certificado del comercio de esclavos de Rashta está perdido?

—Dígame Su Majestad, también es asunto de Rashta.

Cuando Rashta lo agarró del brazo y le suplicó, Sovieshu no tuvo más remedio que decírselo.

—Es cierto que Koshar tomó el certificado del propio Vizconde Roteschu. Pero luego, el certificado desapareció.

—¿No está en la casa? ¡¿En la casa de la Emperatriz depuesta?!

—Revisé cada rincón, pero no lo encontré. Ya busqué por todas partes.

Rashta se cubrió el rostro con ambas manos.

¿Cómo podía pasar esto? ¿Era posible que algún transeúnte encontrara el certificado?

El palacio imperial era grande, muchas personas vivían y pasaban por allí. Incluso algunas partes del palacio estaban abiertas a cualquier visitante.

Sin embargo, el certificado desapareció allí…

—¿Por qué? ¡¿Por qué nunca se lo dijeron a Rashta?!

Incapaz de soportar el estrés, Rashta se agarró el vestido y gritó.

Traducido por: Valiz

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