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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 288:Rescate (1)

Capítulo de novela - 79 párrafos

Heinley se mostró un poco sorprendido. ¿Por qué estaba sorprendido? ¿Dije algo que no debía?

—¿Qué pasa?

No creo haber dicho algo indebido.

—¿Qué tiene de extraño?

Ante la pregunta directa, Heinley arqueó las cejas y respondió con una sonrisa,

—Nada. Solo me sorprende que Mi Reina quiera actuar personalmente.

¿Qué tiene eso de sorprendente? Nadie se quedaría de brazos cruzados si alguien intentara hacerle daño a su familia. Incluso una persona muy tranquila intervendría para protegerla, pero yo no era una persona tranquila.

Heinley se apresuró a agregar,

—Cuando estaba en el Imperio Oriental, Mi Reina no parecía querer tratar adecuadamente con esa mujer. Pensé que ni siquiera querías involucrarte con ella.

—Es cierto, no quería involucrarme con ella.

Cada vez que me involucraba con Rashta, Sovieshu me culpaba de todo. Al final, ni siquiera quería estar cerca de Rashta.

Además, mi dignidad tampoco me permitía intimidar a Rashta lejos de la mirada de Sovieshu.

—Pero ahora las cosas han cambiado.

Las cosas habían cambiado mucho. Si antes Rashta era una concubina sin poder que dependía totalmente de la gracia de Sovieshu, ahora era una Emperatriz que podía vivir perfectamente bien sin su gracia. Siendo Emperatriz, podía dañar a mis padres sin obstáculos.

Incluso cuando pensaba que era una concubina sin poder, ¿Acaso no contribuyó en gran medida a que expulsaran a mi hermano y a que Sovieshu se divorciara de mí? No podía ignorarla.

Heinley preguntó:

—¿Tienes algún plan en mente?

—Haré que no pueda prestar atención a nada más. La mantendré ocupada con sus propios asuntos.

Después de que Heinley se fue, llamé a un asistente y le di órdenes:

—Busca un equipo comercial que tenga trato con la Corporación Oso del Imperio Oriental y trae al líder.

—¿De un equipo pequeño o grande?

—De un equipo grande sería mejor.

No pasó mucho tiempo antes de que mi asistente trajera al líder del equipo adecuado.

—Tengo entendido que interactúas regularmente con la Corporación Oso del Imperio Oriental.

El líder del equipo comercial respondió con cautela porque no sabía por qué lo habían convocado.

—Sí, Su Majestad.

—Tengo una tarea para ti.

—Estoy a su servicio, Su Majestad.

—No es nada difícil, así que puedes relajarte.

Cuando le dije que podía relajarse, el líder del equipo se puso aún más nervioso y apretó fuertemente las manos. Parecía pensar que le haría una petición irrazonable.

Pero realmente no tenía por qué estar nervioso. Tenía un plan en mente para que Rashta no pudiera pensar en nada más, y ese plan no perjudicaba en absoluto al líder del equipo.

—¿Qué quiere que haga...?

—Cuando comercies con la Corporación Oso, indúcelos a verificar que los pagarés se estén emitiendo y utilizando correctamente. Eso es todo.

Es fácil, ¿Verdad?

—¿Los pagarés?

—Sí, cualquier excusa que uses está bien. Puedes decir que has escuchado que las estafas con pagarés falsos se han vuelto populares, o que un equipo comercial ha sufrido grandes pérdidas debido a pagarés falsos. Puedes asustarlos inventando algo así.

El comerciante tragó saliva con fuerza.

—¿Eso es realmente todo lo que quiere que haga?

—Eso es todo.

El comerciante no esperaba que fuera tan sencillo, así que respondió aliviado que lo haría.

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El funcionario enviado a Whitemond había regresado al Imperio Occidental e inmediatamente fue a ver a Heinley en su oficina para informar los resultados de su visita.

—Los miembros del equipo están a salvo. No causaron ningún problema.

—¿Entonces por qué fueron detenidos?

Preguntó Heinley, apoyando los codos sobre el escritorio. Aunque tenía una leve sonrisa, se tomaba esto como una ofensa.

De hecho, Heinley se preguntaba si un reino tan pequeño habría actuado de la misma manera si se tratara de un equipo comercial del Imperio Oriental. La respuesta era ‘no’.

Mirando a Heinley a los ojos, el funcionario dijo:

—Parece que Whitemond considera a Occidente como una amenaza porque se proclamó como un Imperio.

Heinley frunció el ceño y sonrió,

—¿Una amenaza?

Fue una voz imponente.

El funcionario asintió y explicó con cautela.

—Sí. Pensaron que nuestros soldados los invadirían fingiendo ir al puerto disfrazados de comerciantes.

McKenna, que escuchaba al margen, chasqueó la lengua y dijo,

—Ahora que nos hemos convertido en un imperio, deben haber pensado que buscaríamos establecer estados vasallos.

Heinley murmuró con pesar.

—Hemos sido países aliados durante mucho tiempo, pero actuaron de esta manera con el pretexto de que estaban preocupados. Es realmente una lástima.

Los ojos de Heinley se posaron en el Ministro de Asuntos Exteriores de Whitemond, que había venido al Imperio Occidental. El Ministro de Whitemond se sentía avergonzado y se inclinó rápidamente para disculparse.

—Le pido disculpas, Su Majestad.

En esta situación, el Ministro de Whitemond se sentía tan incómodo como si estuviera sentado sobre púas, así que no pudo evitar entrelazar sus manos con fuerza.

Heinley se dirigió directamente a ese Ministro.

—Vuelve ahora mismo a tu país y asegúrate de que sepan que no dudaremos en empuñar nuestras espadas si Whitemond vuelve a actuar ‘de esta manera’ hacia el Imperio Occidental.

—Entendido.

Una vez que el Ministro de Asuntos Exteriores de Whitemond asintió profundamente y salió de la oficina con el funcionario, Heinley se sentó cómodamente con las piernas cruzadas y entrecerró los ojos. Parecía estar pensando en algo, pero tenía una expresión de felicidad que no coincidía con la situación.

—¿Qué sucede, Su Majestad?

—Es difícil volver a confiar en un país aliado que nos ha traicionado. ¿No lo crees, McKenna?

—¿Se refiere a que es difícil confiar en ellos incluso si reabren el puerto de Whitemond para nosotros?

—¿Pero por qué sigue sonriendo, Su Majestad? Parece feliz de que Whitemond nos haya apuñalado por la espalda.

—Realmente parezco feliz.

Dijo Heinley, mientras presionaba con la mano las comisuras de sus labios alzados.

—Solo pensé que sería bueno tener nuestro propio puerto.

—¿Está pensando en invadir Whitemond?

—Fueron ellos los que se asustaron y nos apuñalaron por la espalda. Incluso si ahora cambian de opinión, ¿Qué pasará la próxima vez? ¿Qué sucedería si nos traicionan de nuevo en un momento más importante?

—Eso es cierto.

—Por ahora, tendré que hacer los cálculos.

Traducido por: Valiz

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