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La Emperatriz Se Volvió A Casar – Novela Capítulo 318:Creer (1)

Capítulo de novela - 108 párrafos

Hablé con la mayor firmeza posible.

—En ese caso, Navier…

—Dije que no.

—Puedes volver cuando quieras.

Pero Sovieshu siguió diciendo lo que quería.

—Escúcheme. Dije que no. Dije que no.

Aunque hablé un poco molesta, Sovieshu se mantuvo en la misma línea.

—No seas orgullosa.

—Sovieshu.

¿Por qué actuaba así? A pesar de que en mi boda me había confesado que me amaba… pensé que había aceptado que fuera feliz al lado de Heinley.

Esas últimas palabras se me atoraron como un nudo en la garganta. Era sofocante y me hacía cosquillas, así que me humedecí los labios varias veces.

—Me voy. —Pero al final me lo tragué todo, di un paso atrás y me despedí—. Parece que no hay nada más que decir.

Sin embargo, Sovieshu aún no había terminado.

—Lo escuché.

¿Y ahora qué?

—¿De qué está hablando?

—Sé que tu esposo te ha hecho sufrir.

—¿Quién le dijo eso?

—Muchas personas.

—No sé quién se lo dijo, pero debería despedirlo. O maneja muy mala información o tiene mal juicio.

—Navier. Deja el orgullo.

Ahh… ¡Por favor! Sovieshu.

Mientras reprimía las ganas de arrancarle el cabello con mis propias manos, dije, marcando otra línea:

—Su Majestad Sovieshu. Ahora soy más feliz que nunca. No sé qué escuchó, pero no es asunto de Su Majestad. Usted es mi exesposo. Desde el momento en que nos divorciamos, lo que pase en mi vida no le concierne.

—¿Eres más feliz que nunca? ¿Más que cuando teníamos una buena relación?

El tono de Sovieshu y el mío cambiaban naturalmente entre amigos de la infancia, esposos divorciados y gobernantes de poderosos países.

Lo miré en silencio.

¿Era más feliz en mi infancia? Claro, los tiempos más felices fueron en mi infancia, antes de que me lastimaran. Nunca pasé por nada malo. La esperanza en el futuro brillaba intensamente. Estaba rodeada solo por personas que me amaban. Una época sin luchas políticas, donde no sufrí una sola traición, cuando mi hermano vivía con mis padres, los padres de Sovieshu me adoraban, Rashta no existía y Sovieshu era mi mejor amigo.

Mis padres estaban más sanos y eran más jóvenes. Cuando regresaba a casa tras un día duro de clases, me aferraba a mis padres con todas mis fuerzas para olvidar el cansancio.

Sí. Fue una época muy feliz. Pero ¿No fue acaso el hombre frente a mí quien se encargó de destruir aquellos días?

—Mi infancia también fue feliz.

La expresión de Sovieshu se iluminó visiblemente.

—Pero solo fui feliz por mi infancia, no porque Su Majestad estuviera a mi lado. ¿Lo entiende? Si pudiera cortar con unas tijeras los momentos en que estuve junto a Su Majestad en esos días, los habría recortado todos hace mucho tiempo.

Sin embargo, su expresión se volvió a oscurecer en cuanto escuchó esas palabras.

Lo miré fríamente, como diciendo, ¿Es suficiente? ¿Puedo irme ya?

—Me enteré de lo que pasó entre el emperador Heinley y la exreina Christa.

Al escuchar lo que acababa de decir, finalmente pude entender por qué Sovieshu insistía tanto hoy en que volviera.

Sovieshu temía que Heinley me abandonara como él lo había hecho.

—Solo es un rumor.

—¿Estás segura?

—Sí. Y aunque fuera cierto, no es asunto de Su Majestad.

No quería intercambiar más palabras con Sovieshu, era mentalmente agotador. Me di la vuelta, sacudiendo la cabeza con una expresión verdaderamente de disgusto.

—Seguiré mi camino.

—Te acompañaré.

—No es necesario.

—Emperatriz.

No sé qué palabras podrían salir de mi boca si seguía insistiendo. Dejé la cortesía a un lado por un momento y seguí adelante en silencio.

—Por cierto, Emperatriz.

Sin embargo, Sovieshu me llamó de nuevo y se acercó por detrás.

¿Por qué no trató de hablar así antes del divorcio? Quería darle un golpe en la cabeza.

—¿Qué la trae por aquí?

—Su Majestad no necesita saberlo.

—Si fuera una persona común, tendría razón. Pero siendo la Emperatriz del Imperio Occidental quien vino, debería saberlo.

Finalmente, tuve que detenerme otra vez. Cuando me giré con el ceño fruncido, él tenía una expresión tan inusual que no parecía alguien que aprovechaba su posición con astucia.

Aunque fruncí el ceño, tenía razón. Se decía que Wirwol funcionaba como una región autónoma, pero el Emperador mantenía los ojos cerrados para que los magos pudieran operar libremente. Wirwol era definitivamente territorio del Imperio del Este.

—Vine a ver al decano.

De mala gana, le dije el motivo de mi visita sin entrar en detalles. No me importaba que supiera esto.

—¿Por qué el decano?

—¿También tengo que decirle eso?

—¿Es un secreto?

Esta vez, la expresión de Sovieshu se tornó realmente oscura. Fue un cambio tan repentino que temí haber dicho algo indebido.

¿Qué le pasa? Mientras lo miraba sorprendida, preguntó con cautela.

—¿Tú también estás involucrada en ese asunto?

—¿Qué asunto?

No sabía de qué hablaba, pero por su expresión tan seria parecía algo delicado.

—El fenómeno del declive mágico.

—¿Qué quiere decir?

Si se tratara de ‘aumento’ en lugar de ‘declive’, podría tener algo que ver conmigo. Evidentemente, no estaba preguntando eso.

—¿No lo sabes? —murmuró Sovieshu en voz baja. Luego añadió sin siquiera esperar una respuesta—. Si realmente no lo sabes, te aconsejo que tengas cuidado con el Emperador Heinley.

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Finalmente, pude alejarme de Sovieshu para ir a la oficina del decano, pero dejó mi mente confundida.

Sus palabras aún me rondaban.

¿Por qué primero me preguntó si tenía alguna conexión con el fenómeno del declive mágico y luego me dijo que tuviera cuidado con Heinley?

Mi inquietud empeoró cuando me reuní con el decano.

El decano, a quien no había visto desde hacía tiempo, tenía una expresión peor que de costumbre. Su imagen alegre había desaparecido, y tres profundas líneas de arrugas se formaban en su frente.

Ahora, las extrañas palabras de Sovieshu volvían a mi mente, y me sentía preocupada.

Aun así, fingiendo no notarlo, saludé al decano con amabilidad,

—Perdón por la visita repentina.

—Está bien…

El decano hizo una leve reverencia, algo incómodo. Era evidente que no se molestaba en ocultar su expresión.

Estaba segura de que su expresión no era mala simplemente porque estuviera de mal humor. Parecía estar disgustado conmigo.

Pero fingí no notarlo otra vez, le di un obsequio y abordé el motivo de mi visita.

—Decano. En realidad vine a pedirle su ayuda.

—¿Ayuda?

—Tiene que ver con el maná…

En ese momento, antes de que pudiera siquiera terminar mis palabras, el decano me interrumpió y dijo con frialdad:

—Lo siento, Su Majestad. No puedo ayudarla en este momento.

Tal como imaginaba, estaba disgustado conmigo. Eso me puso un poco triste. No éramos lo bastante cercanos como para pasar tiempo juntos, pero pensaba que teníamos una relación de respeto mutuo. La actitud fría del decano me decepcionó.

No quería mostrar debilidad, así que pregunté con naturalidad.

—¿Es porque me fui al Imperio Occidental?

No había otra razón por la que el decano tuviera una actitud fría hacia mí.

Sin embargo, el decano lo negó.

—En absoluto, Su Majestad. Por favor, no me malinterprete. Recibí con agrado su segundo matrimonio.

¿Entonces?

—¿Por qué de repente…?

—Soy un mago y un ciudadano del Imperio del Este.

¿Qué quería decir con eso? ¿No le gustaba que me convirtiera en maga porque eso contribuiría al poder del Imperio Occidental? Pero ya había ayudado un poco a Heinley, ¿Verdad? Además, el decano ni siquiera sabía que yo podía convertirme en maga.

—Hasta que las sospechas actuales se demuestren falsas, no tengo más opción que mantenerme alejado del Imperio Occidental.

—¿Sospechas?

—…perdóneme.

Cada vez entendía menos lo que pasaba.

—No está relacionado con Su Majestad. Aunque podría estarlo, no creo que la Emperatriz sea ese tipo de persona.

El decano añadió mientras me miraba con sentimientos encontrados.

—…espero que no.

Traducido por: Valiz

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